Creo que es un buen momento para enseñaros más
ejemplos de las fotos de arte urbano que he ido sacando en Valencia en estos
últimos años, pero lo dejaremos para la próxima semana; antes me gustaría hablaros
un poco de la contradicción inherente a intentar ganarse la vida con el
graffiti. Dado que pintar en los muros está penado por la ley en la mayoría de
casos, muchos de los artistas (o “escritores”, como se les llama en inglés)
trabajan con un seudónimo e intentan mantenerse en el
anonimato para evitar problemas como multas y detenciones. Para aquellos que
tienen la suerte de adquirir una cierta notoriedad y empezar a hacer algo de negocio con ello resulta cada vez más
difícil mantener oculta su identidad. E incluso algunos de éstos (un porcentaje
muy pequeño, eso sí) han conseguido sacar su arte urbano de las calles, meterlo
en los museos, galerías de arte y casas de subastas
y ganar verdaderas fortunas sin renunciar al anonimato, algo que debe resultar
endiabladamente difícil y con toda seguridad bastante estresante.
Uno de los ejemplos más representativos de este
caso es el de Banksy, graffitero nacido en 1974 en los
alrededores de Bristol, cuyo nombre real se desconoce y que lleva más de
veinticinco años decorando los muros de todo el mundo con su obra cargada de crítica
social y política y una buena dosis de humor negro. Su técnica predominante es
la del estarcido con plantilla (lo que en inglés se conoce como stencils), pero
a lo largo de todo este tiempo ha tocado muy distintos palos, y algunas de sus
piezas son realmente complicadas de realizar.
Su relación con el mainstream artístico empezó de forma bastante subversiva: se
dedicó a colgar disimuladamente obras suyas en algunos de los museos más importantes
y esperar a ver cuánto tardaba en darse cuenta el público y el personal de
seguridad. Sin embargo, la gran expectación levantada y el éxito conseguido con
su exposición Barely Legal, en septiembre de 2006, coinciden
con un cambio de tendencia en el que los artistas de graffiti más reconocidos empiezan
a entrar en los circuitos convencionales de galerías de arte y a ganar cada vez
más dinero con sus obras. Para que os hagáis una idea, en la casa de subastas
Sotheby’s algunas obras de Banksy han llegado a superar el millón de euros… Lo
que no tengo claro todavía es si todas estas ventas son de obras hechas sobre
lienzo o si alguna vez se habrá subastado alguna con trozo de muro incluido (no
me extrañaría nada).
Y llegamos a 2010 con Exit Through the Gift Shop
(Salida por la Tienda de Regalos), un documental realizado por el propio Banksy
cuyo visionado os recomiendo encarecidamente. Está centrado en la figura de
Thierry Guetta, un inmigrante francés en Los Ángeles obsesionado con grabar
todo lo que le rodea, obsesión que en un momento dado volcará en el tema del
arte urbano. La primera parte del documental nos da una idea bastante buena de
cómo es el mundo del post-graffiti, con la aparición, entre otros, de artistas como
Space Invader (con el rostro pixelado), Shepard Fairey (a cara descubierta) y
el propio Banksy (encapuchado). La segunda parte, en la que Guetta acaba
convirtiéndose en el artista (¿?) llamado Mr. Brainwash
y monta su propia exposición, ha dado mucho que hablar desde el momento del
estreno: ¿es verídica o se trata de un engaño muy bien elaborado? Yo tengo
bastante claro que se trata de una broma pesada de Banksy, que no contento con
llenarse los bolsillos se dedica a poner a los que pagan por sus obras de
tontos para arriba.
Hay bastante tela que cortar en este asunto, y
muchos interrogantes a los que no responderé aquí porque no tengo muy claras
las respuestas: ¿Por qué lo que antes se consideraba vandalismo
de repente es una ocasión de negocio? ¿Cuando cobras una pasta
por tus piezas casi sin esfuerzo acaso no has pasado a formar parte de ese
sistema podrido que tú mismo criticas en tus obras? ¿El hecho de entrar en el
juego de la especulación y sacarle el dinero a los ricos es justicia poética
o forma parte del Gran Engaño contra el que intentamos luchar? ¿Cuando el arte
urbano pasa de fuera (de los muros) a dentro (a las casas de subastas) se
convierte en Arte con mayúsculas, al haber sido aceptado por la Academia, o por
el contrario deja de ser verdadero Arte, al haber traicionado su función inicial
de denuncia? En fin… yo me consuelo
pensando que, pase lo que pase, siempre nos quedarán las paredes.
Volviendo al caso particular de Banksy, en los
últimos tiempos ha manifestado su intención de alejarse del mundo de las
subastas y volver un poco a sus orígenes. Una muestra de esto la tenemos en la
residencia de un mes que hizo en Nueva York en octubre de 2013, desvelando una
pieza o acción nueva cada día… Una de las acciones consistió en poner a la
venta, en un tenderete de Central Park atendido por un viejecito, originales de
sus obras a sesenta dólares la unidad, aunque por lo visto es verdad que la
puesta en escena hace mucho: al cabo del día se habían vendido sólo ocho lienzos.
Historias como ésta del tenderete o declaraciones recientes suyas como la de
que “el éxito comercial es un fracaso para un graffitero” están muy bien, pero
hay que cogerlas con pinzas teniendo en cuenta que a estas alturas ya tiene una
cuenta corriente de muchos dígitos en el banco… De todos modos, démosle un voto
de confianza y esperemos que en el futuro siga agitando las conciencias, y no
tanto las carteras de los mejores postores. Como el propio artista decía hace
un año en Nueva York, y en esto al menos estoy de acuerdo con él, el arte
urbano está mejor fuera que dentro.
Pensando en un párrafo
introductorio que resumiera las entregas anteriores me he dado cuenta de que
casualmente cada una de las cinco partes se corresponde con uno de los periodos
principales en que se divide la línea temporal de Occidente… La primera habla
del final de la Prehistoria y el comienzo de la Historia con la aparición de la
escritura. La segunda trata sobre la Edad Antigua, en la que el avance de la
Civilización se produce de forma lenta pero inexorable. Después llega la Edad
Media, que empieza con la caída del Imperio Romano de Occidente a finales del S.V
y se caracteriza por un cierto estancamiento científico y cultural. Y la de la
semana pasada se centra en la Edad Moderna, en la que se vuelve a avanzar, y
cuyas posibles fechas de inicio son, según autores, la aparición de la imprenta
hacia 1440, la caída del Imperio Romano de Oriente en 1453 (con la toma de
Constantinopla por los turcos) o el descubrimiento de América en 1492. Hoy
hablaremos un poco de la Edad Contemporánea,
que podría considerarse inaugurada con la Revolución Industrial o bien con la
Revolución Francesa de 1789, y en la que el progreso se acelera de forma
vertiginosa (en algunos aspectos tal vez demasiado vertiginosa).
En la Europa Occidental del S.XIX surge la figura
del editor, y a finales de siglo y principios del XX, con el abaratamiento del
papel y la reducción de la jornada laboral, se generaliza el hábito de lectura.
Ya hacia 1830 había aparecido el telégrafo, pero desde 1890 los libros
convivirán con una multitud de nuevos medios de comunicación que van surgiendo:
el teléfono, la radio, el cine, la televisión… Tras el bache de las guerras
mundiales se produce una nueva revolución con la aparición de las computadoras,
y años después, con Internet y la Red 2.0. Los nuevos dispositivos electrónicos
conviven ahora con el formato de códice que apareció hace dos milenios, y la capacidad de almacenamiento aumenta más y más. ¿Será
posible algún día tener todo el Conocimiento de la Humanidad (algo así como
nuestra memoria colectiva, la memoria de nuestra especie) guardado en un solo dispositivo
que podamos sostener con una mano?
Cambiando de tema… Si bien yo soy
partidario de una cierta autocensura (es decir, de usar el sentido común) a la
hora de comunicar las propias ideas, estoy totalmente en contra de una censura
impuesta desde fuera de uno mismo. Aunque algunas veces he aconsejado en el
blog que no se haga, diga o publique cualquier chorrada que se le pase a uno por
la cabeza sin haber pensado bien en ello antes, jamás se me ocurriría prohibir a
nadie expresar sus opiniones. Prohibiciones ha habido muchas a lo largo de la
Historia, aunque como ya dijimos en la entrega anterior la tecnología ha
ayudado a veces a inclinar la balanza del lado de la Libertad de expresión: ni
la censura ni las distintas listas de libros prohibidos emitidas por la Iglesia Católica o por la Inquisición Española
pudieron detener el proceso de expansión de las ideas y del pensamiento que
había comenzado con el descubrimiento de la imprenta.
Este florecer del Conocimiento, en
todas sus facetas desde la Ciencia hasta la Poesía,
ha encontrado sin embargo (y sigue encontrando) múltiples obstáculos en su
camino. Durante siglos hemos visto una y otra vez cómo, con excusas de tipo
moral, religioso o político, los poderes establecidos han intentado afianzarse
fomentando la intolerancia, el fanatismo y la
intransigencia a costa de la periódica represión de la Cultura, la Sabiduría y
la Libertad de expresión. Y de todos los recursos que estos poderes emplean
para ello, ¿qué puede haber más
horrible que una quema deliberada de libros?
Pudiera parecernos algo propio tan sólo de los años bárbaros de la Edad Media,
pero también tenemos ejemplos posteriores… Retrocediendo por un momento al
inicio de la Edad Moderna, es famosa la Hoguera de las Vanidades
promovida por Girolamo Savonarola en Florencia el 7 de febrero de 1497; el
fraile culpó de la derrota frente a los franceses a la vida disipada de los
italianos y propuso sustituir el Carnaval por una fiesta de la Penitencia en la
que ardió una pira hecha de libros, cuadros y objetos considerados pecaminosos,
frívolos o muestra de vanidad.
Se supone que en la Edad
Contemporánea, en plena Era de la Razón, no deberían suceder cosas como éstas,
y sin embargo han ocurrido también. El 10 de mayo de 1933, a poco de iniciarse el Tercer Reich de Adolf Hitler, los miembros
de la Unión Estudiantil Nacionalsocialista de la Universidad Friedrich Wilhelm encabezaron
una siniestra quema de libros de autores “peligrosos” y “antialemanes” en la
actual Bebelplatz, en pleno centro de Berlín. Al acto, que contó con un
discurso de Joseph Goebbels y que coincidió con acciones similares ese mismo
día en otras veintidós ciudades universitarias alemanas, asistieron unas
setenta mil personas, y en la pira ardieron unos veinte mil libros de autores judíos, o pacifistas, o defensores del socialismo
y el comunismo.
Parece ser que Sigmund Freud, al enterarse de que habían
sido quemados algunos libros suyos, exclamó: “¡Cuánto ha avanzado el Mundo, en
la Edad Media me habrían quemado a mí!”. Esta frase tendría su gracia si no
fuera porque al llamado Bibliocausto Nazi le siguió pocos años después el Holocausto, y se hizo realidad
lo que el poeta alemán de origen
judío Heinrich Heine profetizó en 1821: donde se empieza quemando libros se acaba quemando también personas. Hoy en día hay en la
Bebelplatz un monumento conmemorativo del Bibliocausto: consiste en un hueco
bajo el nivel del suelo, cubierto por una lámina transparente, en el que se
pueden contemplar unas estanterías vacías, del tamaño que sería necesario para
albergar todos los libros que desaparecieron en ese mismo punto aquella noche.
Incluso después de dos Guerras
Mundiales, no escarmentamos y la intolerancia sigue campando a sus anchas: es
bien conocida la historia de las declaraciones hechas
por John Lennon en una entrevista para el London Evening Standard,
en marzo de 1966, en las que afirmaba que los Beatles eran por entonces “más
populares que Jesucristo” entre la juventud. Cinco meses después, coincidiendo
con la gira estadounidense del grupo en agosto, esta entrevista fue publicada
de nuevo allí y la frase en cuestión causó un gran revueloen el sur y sudeste del país, el llamado Cinturón Bíblico,
en el que hay una mayoría de protestantes evangélicos muy conservadores. En muchas
emisoras de radio dejaron de ponerse sus canciones y se convocaron concentraciones
para quemar públicamente discos y libros de los Beatles en señal de protesta; incluso
recibieron amenazas de muerte, y en algún concierto hubo incidentes con piquetes
del Ku Klux Klan.
En esta ocasión no llegó la sangre al río, pero los
múltiples problemas sufridos y su incapacidad
para asimilar tanta ignorancia y tanto odiogenerado por unas meras palabras fueron, junto con la creciente complejidad de sus canciones, las
razones por las que los Beatles decidieron que ésa sería su última gira y que a
partir de entonces se dedicarían exclusivamente a grabar sus discos en el
estudio. A pesar de que en 1966 el asunto quedó en mera anécdota, podemos decir,
como epílogo a la historia, que también en este caso el autor de las
declaraciones acabó corriendo años más tarde la misma suerte que sus vinilos,
aunque Lennon murió tiroteado no a manos de un detractor o un fundamentalista
religioso, sino de un fan desequilibrado.
Avanzando poco a poco hacia el
presente, comprobamos que también hubo quemas de libros durante las no tan
lejanas dictaduras de Chile y Argentina, en los años 70. A esto hay que añadir la destrucción de bibliotecas
de la que ya hemos hablado en anteriores entregas, que continúa hasta el día de
hoy, siendo los más recientes los casos de la antigua Yugoslavia en los 90 y,
ya en el nuevo milenio, Irak o Egipto. En resumen, podemos concluir que nadie
tiene el monopolio de la estupidez humana: ésta ha existido y existe en todos
los países y en todas las épocas. Por fortuna, también existe en todas partes
gente que hace cada día nuevos descubrimientos para que nuestra vida sea más
cómoda, o que escribe historias que nos dan esperanza y nos hacen desear una vida mejor; gente que está deseosa
de plasmar el fruto de su trabajo y de su reflexión en negro sobre blanco y
compartirlo con los demás para que todos podamos estar un poco más cerca de la
Verdad y de la Belleza, para que podamos ser todos un poco más felices.
Sirva pues esta entrada múltiple
como sincero homenaje a todas las herramientas y tecnologías que a lo largo de
los milenios han permitido la comunicación de ideas, la conexión entre personas
y la divulgación de la Ciencia y el Conocimiento en general.Avances como el lenguaje, la escritura, los libros y bibliotecas, la
imprenta e Internet han conseguido
que las mentes más brillantes de nuestra Civilización puedan dejar una huella
indeleble en el Tiempo y han favorecido el trabajo
en equipo incluso más allá de la muerte del
individuo, aumentando así nuestro
potencial para tratar de responder juntos a las
preguntas que como especie (o incluso,
desde un punto de vista más amplio, como conjunto de especies a nivel
planetario) nos preocupan: ¿Qué somos? ¿De dónde
venimos? ¿Hacia dónde deberíamos (o no deberíamos) dirigirnos?
Quiero terminar con una cita de
Miguel de Unamunoque siempre me ha gustado mucho: “Sólo el que
sabe es libre, y más libre el que más sabe... Sólo la Cultura da Libertad... No
proclaméis la Libertad de volar, sino dad alas; no la de pensar, sino dad
pensamiento. La Libertad que hay que dar al pueblo es la Cultura”. En otras
palabras: el Conocimiento adquirido nos acerca poco a poco a la Verdad, y por
tanto nos permite tomar las decisiones adecuadas en la vida, de manera razonada
y sin dejarnos influir por las opiniones de los demás. De ahí que el señor
Unamuno diga que el Conocimiento te
proporciona Libertad; y no sólo eso: tanto del primero como de la segunda se
puede afirmar que cuanto más tienes, más quieres (igual que con las cosas
materiales) y mejor te sientes (al contrario que con las cosas materiales). Con
esto terminamos por hoy; espero haber ampliado vuestros Conocimientos durante
estas cinco semanas y aguardo impaciente a que también ampliéis los míos a
través de los comentarios… En cualquier caso, nos vemos aquí mismo la próxima
semana con algo completamente distinto.
Continuamos nuestro viaje por el
Tiempo en el S.XV. De esta época datan los últimos códices de pergamino,
mientras que el papel se va haciendo más barato en Europa por el uso generalizado
de camisas de lino, pudiéndose usar los retales y trapos como materia prima
para su fabricación. Ya hemos mencionado que el uso de herramientas y el aprendizaje
de la escritura fueron dos hitos que impulsaron hacia delante a la especie
humana; hoy hablaremos de otro gran avance que está relacionado con los dos
anteriores. Así como hasta entonces piedra, arcilla,
papiro, pergamino y por último papel habían servido como soportes para la preservación
del Conocimiento (y de la Belleza) en el Tiempo, la aparición de la imprenta de tipos móviles permitirá un mayor acceso
de todos a este Conocimiento (y a esta Belleza).
Como dijimos la semana pasada, a mediados del S.X
se había inventado en China una imprenta
que requería una sola plancha de madera para cada lámina. En torno a 1440
aparece una versión mejorada que utiliza tipos móviles fundidos, ideada por Johannes
Gutenberg en Mainz (nuestra hermana Maguncia),
en Alemania, tras un largo proceso de investigación de aleaciones para los
tipos y de composición de las tintas. Se trata de una prensa con caracteres
metálicos individuales que se pueden colocar en cualquier disposición y por
tanto se pueden reutilizar muy rápidamente sin necesidad de grabar planchas
enteras, ahorrando bastante tiempo
a la hora de confeccionar una determinada obra. ¿Apareció este ingenio en
varios sitios a la vez? Se habían usado tímidamente tipos móviles en China y Corea
doscientos años atrás, cosa que Gutenberg desconocía, pero fue en Europa en
particular donde esta tecnología dio lugar a un gran avance social y cultural. Extendiéndose
en menos de treinta años a cientos de ciudades, la imprenta aceleró la
producción de libros y facilitó la estandarización de las lenguas europeas.
A medio camino entre los
manuscritos antiguos y los libros modernos, los especialistas han creado la
denominación de “incunable”
para todos los libros impresos durante el S.XV; más concretamente, antes del
día de pascua de 1501, ya que por aquel entonces ésa era la fecha del comienzo
del año. En aquella primera etapa, en la que la imprenta todavía estaba en pañales
(de ahí el origen latino del nombre: “en la cuna”), el
impresor era dueño y manipulador de la prensa, fundidor de los tipos,
fabricante del papel, encuadernador, editor y librero; es decir, era artesano,
artista y erudito, todo al mismo tiempo.
El 31 de octubre de 1517 es la
fecha en la que Martín Lutero,
teólogo y fraile agustino preocupado por el tráfico de indulgencias y la
avaricia de la Iglesia Católica, clavó sus noventa y cinco tesis al respecto en
la puerta de la iglesia del Palacio de Wittenberg, pidiendo que se iniciase un
debate sobre ellas para intentar una vuelta de la Iglesia a sus orígenes. Estas
tesis fueron rápidamente copiadas e impresas: al cabo de dos semanas se habían
difundido por toda Alemania, y dos meses después por todo el continente. Claro
precedente de los trending topics, éste fue uno de los primeros casos de la
Historia en los que la imprenta jugó un papel determinante a la hora de dar
visibilidad a un determinado problema.
Frente al Concilio de Trento, que
en 1546 afirmó que la Biblia Vulgata traducida al latín por San Jerónimo era la
única versión auténtica de las escrituras, Lutero soñaba con un Mundo en el que
cualquiera pudiese consultar la palabra de Dios por sí mismo, sin necesidad de
orientación ni de interpretación (ni por tanto posibilidad de manipulación)
por parte de los clérigos; el mensaje de la Biblia debía ser accesible a todos
los cristianos en su propia lengua. La Reforma Protestante instó pues a la
propagación de las lenguas vernáculas de cada nación a través de la imprenta, y
de hecho la versión alemana de la Biblia confeccionada por Lutero se convirtió
en un modelo a seguir en el arte de la traducción… El protestantismo tuvo por lo tanto en
Gutenberg a un gran aliado.
Pero la importancia de la imprenta
no se restringe sólo al terreno religioso: impresores como el veneciano Aldo Manucio facilitaron también la
popularización de textos laicos de la antigüedad clásica, ya fueran sobre
política, como en el caso de Cicerón, de filosofía con Platón y Aristóteles, o
de poesía con Ovidio, Virgilio y Horacio. La invención de Gutenberg permitió
además la propagación de la Ciencia y el acceso de los científicos a obras
escritas anteriormente sobre su tema de investigación, lo que facilitó el
trabajo en equipo a través del Tiempo (ya en otra ocasión lo denominamos
“auparse a hombros de gigantes”), la comparación de datos experimentales y por
tanto la consecución de nuevos descubrimientos.
Por ejemplo, el aristócrata y
astrónomo danés Tycho Brahe seguramente pudo comprar en el S.XVI copias
impresas de los textos escritos por su colega Claudio Ptolomeo
catorce siglos antes y por su compatriota Copérnico décadas atrás… A su vez,
los precisos datos experimentales astronómicos obtenidos por Brahe sirvieron a
Johannes Kepler para perfeccionar a principios del S.XVII la teoría de
Copérnico, llegando a la conclusión de que los planetas (incluida la Tierra)
seguían órbitas elípticas en su
movimiento alrededor del Sol. La difusión de las ideas de Copérnico y Kepler
puso patas arriba la concepción que teníamos hasta entonces de nosotros mismos,
llegando al punto que el título de la obra fundamental del primero, “Sobre la
Revolución de las Esferas Celestes”, de 1543, fue el que dio lugar al uso de la
palabra “revolución”
con el significado de “cambio brusco en el ámbito social, económico o moral de
una sociedad”.
También gracias a la imprenta
aparecen a partir de 1600 los primeros periódicos
de carácter semanal o diario (precisamente por eso se les llama “la prensa”).
Teniendo en cuenta que empiezan a ser habituales además los servicios postales
modernos, podemos decir que desde entonces el planeta entero estará razonablemente
bien comunicado. El número de ejemplares en bibliotecas tanto públicas como
privadas aumenta exponencialmente y el acceso a cualquier información empieza a
ser más y más fácil, haciéndose verdad ese dicho de que todo está en los libros. Como ya comenté en la primera
entrega, a partir de este momento, y ante las nuevas comodidades, la gente se
lo piensa cada vez menos antes de publicar sus obras y las chorradas también lo
tienen más fácil para extenderse por todo el globo, aunque tendrá que llegar
Internet para que la tontería se esparza realmente de lo lindo… Pero venga, no
nos centremos en lo negativo.
Los siguientes capítulos de esta historia que llega hasta nosotros (y
que todavía se está escribiendo) serán, durante los siglos XVII y XVIII, la
Revolución Industrial en Inglaterra, la Ilustración y la redacción de la Enciclopedia
en Francia, y el inicio de una nueva Edad de la Razón que por sí sola da para
una entrada aparte en el blog, así que lo dejaremos para más adelante. En
conclusión, queda claro que los grandes hitos
de la Historia reciente de Occidente, como el Renacimiento, la Reforma
Protestante, las Revoluciones Científica e Industrial o la Ilustración, habrían
sido imposibles sin los utensilios de escritura, el formato del códice o la imprenta
de tipos móviles… A lo mejor es cierto que en realidad el Mundo no lo cambian las ideologías sino las tecnologías.
La próxima semana, en la última entrega de esta entrada, llegaremos en nuestro
recorrido al S.XXI y hablaremos un poco de censura y de por qué desde que han
existido libros también ha existido gente a la que le gustaba quemarlos.