Escribo estas líneas mientras espero a que se hagan las cuatro de
la madrugada y los simpáticos falleros que han montado su carpa bajo el balcón
de mi dormitorio tengan a bien apagar la ensordecedora música de su discomóvil
y me dejen dormir. Es en momentos como éste cuando uno realmente aprende a
valorar el Silencio en su justa medida… pero dejémonos de lamentaciones y sigamos
hablando de este tema, como prometimos la semana pasada.
Teniendo en cuenta que el Silencio no es más que la ausencia de sonido, tal vez
sería conveniente empezar la entrada definiendo lo que es el sonido
desde un punto de vista científico: es una onda mecánica en la que se produce
un transporte de energía sin haber para ello transporte de materia. La energía
se propaga porque las partículas del medio en cuestión vibran alrededor de
posiciones fijas y se van pasando la energía las unas a las otras. El sonido es
además una onda longitudinal, lo cual quiere decir que las partículas vibran
hacia delante y hacia atrás en la misma dirección en la que se propaga la
energía. Cuanto mayor es la distancia que se desplazan las partículas respecto
a su posición de equilibrio, más fuerte es el sonido, y cuanto más rápidas en
el tiempo sean estas oscilaciones, más agudo.
Cuando hablamos de sonido normalmente pensamos en el aire y en
cómo esa mezcla de moléculas y átomos de oxígeno, nitrógeno, vapor de agua,
dióxido de carbono, gases nobles, etcétera, vibran transportando la energía por
ejemplo desde las cuerdas vocales (vibrantes) del que habla hasta los tímpanos
(también vibrantes, fíjate tú qué casualidad) del que escucha. Pero el sonido
no sólo se propaga a través de los gases, sino también a través de líquidos y
sólidos, y más rápido además, porque cuanto más denso es el medio, cuanto más
juntas están sus partículas, más fácilmente se pasan éstas la energía de unas a
otras en sus vibraciones. Por eso cuando hay obras en nuestra calle y alguien
golpea el suelo con un martillo pesado, oímos dos veces cada martillazo: la
segunda oleada de energía sonora llega a través del aire por la ventana, pero
la primera lo hace, aunque con las frecuencias agudas más amortiguadas, a
través del suelo de la calle y de las paredes de nuestro edificio.
Lo que queda claro es que el sonido necesita partículas para
transmitirse, y por tanto donde no hay partículas no puede haber sonido: de ahí
la famosa frase “en el espacio nadie puede oír tus gritos”. El
vacío interplanetario contiene una cantidad tan baja de átomos y moléculas que
las ondas mecánicas no pueden propagarse por él. Olvidaos por tanto de las
trepidantes batallas espaciales de Star Wars,
llenas de explosiones y de disparos de armas laser; si hubieran querido ser verosímiles
desde el punto de vista científico, los encargados de la edición de sonido
deberían haber optado por un silencio total, al estilo de 2001, Una Odisea del Espacio, aunque les perdonamos
porque seguramente el resultado no hubiera sido tan entretenido. En este
sentido, me han comentado que las batallas del episodio piloto de la serie Battlestar
Galactica estaban bastante bien en cuanto a coherencia científica: al principio
se ven los disparos y las explosiones pero no se oye nada, y al cabo de un
rato, cuando ya han sido alcanzadas y despresurizadas varias naves de gran
tamaño, soltando parte de su aire al espacio exterior, empieza a haber un tenue
medio para que el sonido viaje entre unas naves y otras y comienzan a
escucharse las explosiones de forma sorda, apagada, lejana… aunque el peligro
está de hecho bien cerca. Tengo ganas de comprobar que esto es así, porque es
uno de esos detalles que, de puro extraños, me resultan escalofriantemente
realistas y por tanto muy satisfactorios en una serie o película de ficción; a ver si algún día puedo hacerme un
hueco para echarle un vistazo a ese piloto… Lamentablemente, parece ser que la
mayoría del público no pensaba como yo, de modo que en la serie regular
decidieron incluir sonido, aunque ligeramente amortiguado, eso sí; en algunos
episodios se ponía la excusa de que las batallas se producían dentro de nubes de gas para que se pudieran
escuchar bien las explosiones.
Pero no hace falta pensar en batallas espaciales
para entender que el sonido no viaja a través del vacío: basta con mirar hacia
arriba en un día soleado. Ahí está el Astro Rey con su luz cegadora, luz que
tiene su origen en las reacciones nucleares de fusión del hidrógeno que hay en
su interior: el equivalente a millones de bombas nucleares cada segundo…
y sin embargo no oímos al Sol. Y es bastante ruidoso, os lo aseguro. No lo
oímos porque ocho minutos-luz de vacío nos separan de él. Su luz sí nos llega a
través del espacio porque no es una onda mecánica, sino electromagnética, y al
consistir en vibraciones de campos eléctricos y magnéticos no necesita
partículas para propagarse. Que el sonido no viaje a través del vacío tiene también
aplicaciones prácticas aquí abajo, en la Tierra: es uno de los factores que se
toma en cuenta en algunos modelos de ventanas del tipo Climalit.
Éstas tienen un doble acristalamiento con una cámara en medio, de la que en
algunos casos se succiona el aire, creándose una capa a baja presión, con pocas
partículas, que impide en parte la propagación del sonido, además de ser un
buen aislante térmico… Ahora mismo, con los falleros debajo de mi ventana, me
está apeteciendo bastante instalármelo yo también.
De todos modos, ni el mejor Climalit del mundo absorbe
los sonidos como lo hace una cámara anecoica.
Estas cámaras, utilizadas sobre todo en tareas de investigación, presentan en
sus paredes multitud de cuñas de forma piramidal entre las que las ondas
sonoras rebotan una y otra vez sin volver atrás y van siendo absorbidas por el
material de fibra de vidrio, evitando así la producción de eco (de ahí el
nombre). La versión casera de este truco se puede ver en muchos estudios de
grabación y locales de ensayo de grupos musicales que recurren a hueveras de
cartón para reducir la reverberación. Otro método que se emplea en las cámaras
anecoicas para aislarlas del ruido del exterior consiste en introducir varias
habitaciones una dentro de otra, cual Matrioskas rusas;
todo esto permite reducir el nivel de ruido desde los 30 decibelios que suele
tener el Silencio habitual hasta incluso 10 decibelios negativos. No es de
extrañar que después de su visita a una de estas cámaras el compositor
estadounidense John Cage ideara su obra 4’33’’,
que consiste en cuatro minutos y treinta y tres segundos de Silencio. Hablando
de minutos, otro dato curioso acerca de las cámaras anecoicas es que no se
puede aguantar más de 45 minutos dentro de una sin volverse loco. Una posible
explicación para esto es que, ante la falta de otros estímulos auditivos, al
cabo de un rato el oído comienza a ser perfectamente consciente del sonido de
la propia respiración, el más mínimo roce de la ropa, el ruido de las tripas o
los latidos del corazón, y esta
sensación de aislamiento y de vacío sonoro (a pesar de haber aire) provoca a la
larga ansiedad, vértigo y pérdida de equilibrio. A mí se me ha ocurrido otra
posible explicación para este fenómeno: tal vez lo que ocurre es que hay tanto
Silencio que podemos oírlo.
Me explico: el córtex auditivo
se localiza en los lóbulos temporales del cerebro, correspondiéndose
aproximadamente con las áreas 41 y 42 del mapa de Brodmann,
y en él hay varias capas de células nerviosas que procesan el sonido y dan
lugar a la percepción del mismo. Pues bien, hagamos un paralelismo: sé de buena
tinta que el sistema visual del cerebro tiene neuronas oponentes, encargadas de
la percepción de parejas de colores complementarios (rojo-verde y
azul-amarillo), que pueden dar respuestas positivas o negativas según el color
percibido. ¿Y cómo pueden dar una respuesta negativa? Muy sencillo: las
neuronas codifican la información transmitida a la siguiente etapa de procesado
mediante el número de pulsos eléctricos, también llamados potenciales de acción, enviados por segundo a lo largo
de sus axones, pero de manera que en ausencia de un estímulo de color (es
decir, ante una imagen de color gris) también tienen una cierta actividad que
podríamos llamar de referencia, y nunca se quedan totalmente paradas. De este
modo, una célula oponente de tipo rojo-verde da una respuesta positiva al
recibir un estímulo rojo aumentando su ritmo de emisión de pulsos eléctricos, y
una respuesta negativa al recibir un estímulo verde disminuyendo su ritmo por
debajo del valor de referencia. ¿Puede ser que ocurra algo parecido en el
córtex auditivo? En éste, las distintas neuronas responden a distintos rangos
de frecuencias sonoras: unas se encargan de los graves, otras de los agudos, otras de
las frecuencias medias… No es difícil entender que estas neuronas seguramente
siguen presentando una actividad de pulsos eléctricos, distinta de cero, en
condiciones normales de silencio, lo cual implicaría que al meternos en una
cámara anecoica su ritmo de pulsos se ralentizaría de tal manera que estarían
mandando a la siguiente capa de neuronas una señal muy negativa, con el
consiguiente stress para estas últimas; stress que, de mantenerse por un tiempo
prolongado, puede acabar afectando a otras áreas del cerebro relacionadas con
el oído, como por ejemplo las del equilibrio, poniéndonos al borde de un ataque de nervios. En resumen: si un
aire con las partículas demasiado quietas es interpretado por nuestro cerebro
como un sonido negativo, entonces el Silencio de una cámara anecoica puede resultarnos atronador.
Pues nada, espero que tras esta parrafada no os
hayáis quedado sin palabras. Por si no os hubiera hecho ejercitar vuestras
neuronas lo suficiente aún, ahí va una última (y archiconocida) pregunta,
lanzada al aire, para que expandáis vuestra mente:
Si un árbol cae en medio del bosque y no hay nadie allí para escucharlo, ¿hace ruido?
4 comentarios:
m'encanta la mescla científica amb el cinema, és molt interessant. Per cert, no sabia que el so es transmet més ràpidament com més solid és el mitjà,un concert baix l'aigua pot ser bastant innovador, seria com música del tacte, per vibracions...estic delirant ja.
Ei, Maca! Que bé que et passes per ací! :-)
Me alegro mucho de que te guste el estilo de la entrada, porque a buen seguro que habrá más como ésta... y con algo más de contenido cinéfilo, que aquí sólo le he dedicado un párrafo al asunto...
Más ejemplos de que el sonido se transmite bien por sólidos: está la típica escena de los westerns en la que un indio pega la oreja a los raíles del tren para saber si éste se acerca... También está el típico experimento que muchos hemos hecho en la escuela con dos vasos de yogur vacíos unidos por un hilo largo: si se pone el hilo tenso y una de las personas susurra en un vaso, la otra la puede escuchar perfectamente en el otro porque las vibraciones de la voz viajan por el hilo.
El sonido viaja más lejos y más deprisa a través de sólidos y líquidos, pero también es verdad que se distorsiona más y algunas frecuencias se pierden por el camino; por eso es difícil entender a alguien que habla dentro de una piscina... Lo del concierto bajo el agua puede estar interesante, pero no te esperes una calidad de sonido rollo Kinépolis. :-)
Tengo más comentarios interesantes en la recámara sobre el sonido en el espacio y tal, pero para que los suelte tendréis que seguir tirándome de la lengua.
¡Pues nada, me alegro de que por fin me comentes algo, hija, que tu sola presencia por aquí le aporta al blog ese caché, ese estilo y esa clase que sólo tú tienes! ;-)
Molts besets! :-)
A mí si que me has dejado sin sonido ;) ... quiero decir sin palabras. Y como no voy a decir nada más bello que el silencio, no lo voy a decir.
Te agradezco tu participación en los comentarios, Hope, incluso si es sólo con Silencio.
¡Un abrazo!
Publicar un comentario