Tal y como os dije la semana pasada,
aquí tenéis casi todas las fotos que saqué en La Torre la víspera de Todos los Santos. Como la idea es crear
imágenes potentes que ayuden a la
concienciación sobre el Cambio Climático,
espero que no os gusten.
Tal y como os dije la semana pasada,
aquí tenéis casi todas las fotos que saqué en La Torre la víspera de Todos los Santos. Como la idea es crear
imágenes potentes que ayuden a la
concienciación sobre el Cambio Climático,
espero que no os gusten.
Os habréis dado cuenta de que esta entrada del
blog sale en domingo y no en lunes, y además saltándose la periodicidad habitual
de una cada dos semanas, pero es que el tema es importante… Se trata de mis
reflexiones acerca de la Dana y posterior Riada del martes 29,
que afectó a localidades valencianas como Utiel, Chiva, Torrent o Paiporta y
los municipios adyacentes, y que a la hora de escribir esto se ha cobrado
doscientas vidas, aunque la cifra puede seguir subiendo. Debido a la alerta
meteorológica y al posterior caos generado alrededor de la ciudad de Valencia
no tuve que ir a trabajar ni el miércoles ni el jueves, presentándoseme por
delante un largo fin de semana. El miércoles me quedé en casa, siguiendo el
desarrollo de los acontecimientos por la televisión, así que para mí la
tragedia era todavía algo abstracto; lo único que noté es que la presión del
agua en los grifos estaba algo más baja de lo normal.
El jueves 31 a media mañana salí a comprar y
empecé a comprobar que los coletazos del siniestro, aun siendo muy leves,
llegaban hasta mi barrio: alrededor de los contenedores se acumulaba una gran
montaña de bolsas de basura, seguramente porque los servicios de recogida
vienen desde el sur de la ciudad, y continuamente se oía sonido de sirenas en
la calle. Mi segunda sorpresa llegó en el supermercado al ver muchas de las estanterías vacías y escuchar a los trabajadores quejarse de la gente que había comprado mucho más
de lo necesario, acaparando alimentos básicos de manera irresponsable por miedo
al desabastecimiento. No pude encontrar leche, aunque todavía tenía un poco en
casa, y tuve que sustituir un par de productos no disponibles (queso y
garbanzos en lata) por otros similares. Compré solo lo que me faltaba, de la forma
habitual y sin extras… La verdad es que no entiendo por qué cuando pasa algo
así (como en la Pandemia del Covid)
algunas personas piensan que se viene la Segunda Guerra Civil, o la Tercera
Guerra Mundial… Hay mucho gilipollas suelto por ahí.
En las noticias decían que bastante gente de Valencia
ciudad estaba cruzando el puente peatonal de la pedanía de La Torre para ayudar y llevar agua y alimentos a Paiporta y Benetússer, pero yo quería
comprobar con mis propios ojos que no se trataba de un detalle exagerado para darle
dramatismo a la noticia y conseguir así más audiencia. A primera hora de la
tarde me acerqué andando por la calle San Vicente hasta el barrio de San
Marcelino. El nuevo cauce del Turia ya llevaba un caudal mucho más bajo que el
de dos días antes;
si no se hubiera construido hace medio siglo, la ciudad de Valencia también
habría sufrido las consecuencias de esta nueva Riada.
Las carreteras a ambos lados del cauce estaban llenas de camiones y coches que
avanzaban muy lentamente. En la parte norte no se veía demasiado barro ni
señales de destrucción.
Efectivamente, había muchas personas cruzando el
puente peatonal en ambas direcciones, y por lo que se podía entresacar de las
conversaciones muchos de los que iban hacia La Torre no eran vecinos de allí
sino que venían a ayudar de forma desinteresada, pertrechados con palas,
escobas y botas de agua. Había muchos grupos de chavales y chavalas jóvenes, que
en su mayoría no tenían mucha pinta de votar al PP.
En dirección contraria había gente que volvía con la ropa manchada de barro, y
pude ver en varios puntos pares de zapatillas totalmente inservibles que
alguien había dejado a un lado del camino… La verdad es que me alegró bastante
comprobar esta muestra de solidaridad.
Supongo que la razón de que tantos jóvenes hayan tomado esta decisión es
simplemente que por una vez, en este Mundo tan turbulento, complejo e incierto,
estaba bastante claro qué era lo correcto… En fin, que no solo hay gilipollas
sueltos por ahí, también hay buena gente.
La nota discordante la puso un niño rubio de unos
diez años, con pinta de turista, que iba en bici hacia La Torre seguido por su
madre, también rubia y montada en patinete. La gente ocupaba tanto la parte
peatonal del puente como el lateral destinado a bicicletas, pero el niño no
parecía entender que se trataba de una emergencia y en vez de bajarse de la
bici reclamaba su derecho a tener vía libre tocando el timbre de forma continua
y enervante, para que la multitud se apartara… La madre tampoco parecía
entender la situación porque no le recriminaba su conducta. En ese momento no
estuve rápido de reflejos, pero después me quedé con ganas de echarle al pequeño monstruo insensible una buena
bronca en inglés… Queda comprobado que en todos los países hay buena gente… y
también gilipollas.
Ya en la orilla sur del nuevo cauce, a pesar de
que se había despejado parte de las calles para permitir el movimiento de
personas, el panorama era dantesco: barro y ramas por todas partes y decenas de
coches destrozados y apilados unos sobre otros. Impactado por la desolación, saqué
unas cuantas fotos, pero cuando una señora que pasaba me recriminó que así no
estaba ayudando me sentí algo avergonzado y dejé de hacerlas… Unos metros más
allá había una chica comentando que ya había bastante gente echando una mano, y
que no hacía falta más, así que decidí volverme hacia Valencia. Parece que al
día siguiente tuvieron que limitar el acceso al puente porque la ingente cantidad de voluntarios que acudían estaba impidiendo que los
profesionales hicieran bien su trabajo.
La verdad es que no me veo con una pala y retirando barro, o apartando objetos del medio de la calle; ante tal caos no sabría por dónde empezar ni cómo hacerlo exactamente. Además, estas cosas son más fáciles si las haces con tu grupo de amigos, como casi todos los que estaban allí… Y, aunque decirlo pueda sonar algo egoísta, no me sentía directamente responsable de lo que había pasado ya que durante décadas, tanto en mi trabajo como entre mis amigos y familiares, me he esforzado siempre por hacer comprender a la gente (predicando también con el ejemplo) que tenemos que dejar de atar los perros con longanizas, llevar un estilo de vida más sencillo y reducir nuestra huella de carbono para ralentizar el Cambio Climático que sin duda ha originado (entre otros) este desastre. Sin ir más lejos, el mismo martes a primera hora de la mañana, justo antes de que sucediese la tragedia, estaba quejándome en mi lugar de trabajo de que la gente quisiera encender el aire acondicionado casi en noviembre, y encima con la manga larga puesta… Hay muchos que quieren vivir como marqueses y no se dan cuenta de que somos ya ocho mil millones en el planeta.
Siempre he dicho que es mejor prevenir que curar,
que es más inteligente pensar antes que actuar después para arreglar el desaguisado. En otras palabras: no es más limpio el que más limpia, sino el que menos ensucia,
así que me perdonaréis si no cojo una pala y me pongo manos a la obra… He
preferido contribuir a la solución del problema a más largo plazo, redactando
esta entrada para ayudar a la concienciación, que es lo que se me da mejor. Y
además sé que una parte del euro y medio que dono diariamente a Intermón Oxfam se utilizará para ayudar a las personas que más lo necesitan en la zona
afectada por la Dana.
Caminando por San Marcelino llegué al Cementerio General,
y después cogí Gaspar Aguilar y Jesús, en una larga línea casi recta, hasta
llegar al MuVIM para ver la exposición sobre el caricaturista Mario Armengol y
su lucha contra el fascismo en la Segunda Guerra Mundial. Últimamente en mi trabajo nos aprietan las
tuercas a base de bien, así que entre semana prácticamente no tengo vida propia
y la mitad del finde me la paso dormido en el sofá recuperando fuerzas; por eso
mi intención era aprovechar este largo puente para ponerme al día con algunos
museos… A medida que me acercaba al centro iba viendo menos jóvenes con palas
andando en dirección contraria a la mía y más padres (aunque no muchos, para
ser sincero) en mi misma dirección, con niños disfrazados de brujas y vampiros
portando cubos de plástico en forma de calabaza…
Debe ser difícil compaginar la alegría de la fiesta infantil con la seriedad de
una situación sobrevenida como esta; olvidarse en Todos los Santos de tus
familiares fallecidos hace años es una cosa, pero ignorar dos centenares de
muertos bien recientes con el barro a las puertas de la ciudad es otra muy
distinta. Desde luego el ambiente no estaba muy para fiestas, porque me crucé a
dos personas (una estaba al teléfono, la otra hablaba con un amigo) con
lágrimas en los ojos.
Me encontré el MuVIM cerrado, a pesar de que esa
mañana había comprobado por Internet que estaba supuestamente abierto. Pegado
en la entrada había un papel que informaba de que el Etno y el Museo de Prehistoria
estaban también cerrados, así que decidí probar suerte con el siguiente punto
de mi lista, el edificio de La Nau. Por el camino, pasando por la Plaza del
Ayuntamiento y la calle Barcas, noté otra diferencia con respecto a la rutina
habitual: había menos turistas,
tal vez por las cancelaciones del AVE y los vuelos a Valencia en los días
anteriores. Ya me olía lo que podía pasar, y en la calle Comedias se
confirmaron mis sospechas: en la puerta de La Nau había un cartel de “Edificio
cerrado por emergencia climática”, aunque también había comprobado el
horario en Google y no decía nada al respecto.
En días de luto como estos reconozco que no es muy
apropiado montar fiestas de Halloween, pero en principio no veo que haya razón
para cerrar museos en los que la gente puede aprender, entre otras cosas, sobre
amenazas actuales como el Cambio Climático o el resurgir del fascismo, sin
ir más lejos. Entiendo, sin embargo, que haya personal de los museos que viva
fuera de la ciudad y al que le resulte difícil venir a trabajar, o que se haya
visto directamente afectado por la tragedia, así que me tomé con serenidad este
contratiempo, minúsculo en comparación con lo que están pasando otros ahora
mismo. Tampoco me molestó que no se hubieran dado previamente avisos en
Internet sobre el cierre (aunque al día siguiente sí había alguno que otro); en
una situación caótica como esta es comprensible que no se pueda estar en todos
los detalles, y los únicos avisos realmente importantes son los meteorológicos.
Inasequible al desaliento, me di un paseo por el antiguo cauce del río hasta el Museo de Ciencias, donde supuestamente iba a tener lugar a las siete
una conferencia sobre Materia Oscura…
Y os preguntaréis: ¿Puede haber algo menos relacionado con la urgencia de la Dana
que la materia desconocida que no vemos en el Universo pero ejerce un efecto gravitatorio
sobre la materia visible? ¿Realmente me quedaba a estas alturas alguna excusa
para justificar que me apeteciera asistir a la charla, dadas las
circunstancias? Como veis, fue para mí una tarde bastante extraña en la que
pasé gradualmente de lo más palpable y concreto a lo más etéreo y abstracto, del barro a los neutrinos;
una suerte de viaje del héroe a la inversa, una huida del cobarde que empezó en Mordor y acabó en Bolsón
Cerrado.
Y hablando de cerrado: a las seis y cuarto
pregunté directamente al guardia de seguridad del museo si se iba a celebrar la
charla, y él lo consultó por su walkie-talkie y me dijo que sí, de modo que para
hacer tiempo me di un paseo por el exterior del museo y la zona del Ágora. Media hora después volví y había en la puerta una mujer
que me dijo que hasta el momento solo habían aparecido tres personas, y que lo
sentía mucho pero la actividad se había cancelado.
Le dije que no se preocupara, me despedí amablemente de ella y me volví para mi
casa. No tiene sentido enfadarse por cosas como estas; como se suele decir en
inglés, “Shit happens”… Hay bastante más razón para cabrearse si una marea de agua y barro te inunda la casa.
Voy terminando ya esta crónica de mi día de
Halloween, esta epopeya extraña de coches rotos, palas, botellas de leche, avisos
y calabazas… Tratemos de sacar algunas conclusiones finales: El Mundo tiene buena
gente y gente estúpida. Cuando las amenazas son a largo plazo la mayoría no
sabe verlas y no reacciona, y el llanto y el crujir de dientes llegan cuando ya es demasiado tarde…
Catástrofes como la ocurrida por la Dana despiertan las conciencias de muchos
que sí arriman el hombro, aunque sea solo a corto plazo. La experiencia nos
dice que a largo plazo, una vez pasada la emergencia, gran parte de ellos no
aprenden nada en absoluto, con lo que corremos el riesgo de tropezar de nuevo
con la misma piedra. Y para muestra, un botón: después de una Pandemia que mató
a millones de personas muchos siguen tosiéndose y estornudándose en la mano,
y no en el interior del codo, otro detalle por el que yo he estado luchando y
haciendo pedagogía durante años, tanto antes como después del Covid. Si no
podemos retener algo tan sencillo como eso, ¿realmente merecemos prosperar como
especie? Pero no seamos demasiado pesimistas: sí que hay gente que hace siempre
bien las cosas (aunque no sean muchos),
y que haya quien no las hace bien pero se espabila a corto plazo ante las
emergencias es mejor que nada.
Hace unas semanas vi en YouTube un ensayo muy
interesante sobre la fuerza de las imágenes icónicas y su importancia a la hora
de concienciar a la Sociedad sobre los problemas que la acechan. En él se
hablaba de cómo la escalada nuclear de la Guerra Fría se ha ido frenando
gracias a la persistencia del hongo nuclear en el imaginario colectivo, y de cómo el Cambio Climático carece por ahora de
imágenes asociadas igualmente potentes y originales, nunca antes vistas, lo que
nos pone en riesgo no ya a largo, sino a medio plazo… Ojalá el recuerdo de las
imágenes de cientos de coches apilados unos sobre otros por la fuerza del agua sirva
como material para pesadillas y ayude a concienciar a la gente de la Comunidad
Valenciana sobre sostenibilidad, ahorro energético y la vuelta a un estilo de vida más sencillo y más alejado del consumismo,
narcisismo y hedonismo actuales. Si no entendemos que no hace falta poner el
aire acondicionado hasta finales de octubre acabaremos necesitando el aire frío en pleno febrero…
Con la finalidad de intentar crear imágenes potentes que ayuden a concienciar, que es algo que se me da medianamente bien (aparte de
buscar conexiones y puntos de vista originales sobre asuntos como este), la
próxima semana colgaré en el blog una selección de las fotos que saqué en La
Torre.
Aquí tenéis la sexta entrega de mis selecciones de fotos con texturas interesantes y patrones repetitivos,
espero que os guste.
Aquí tenéis la primera entrega de al menos tres
dedicadas a fotos de arquitecturas antiguas o modernas, tomadas en mis
escapadas por la ciudad de
Valencia. Las siguientes entregas las reservo para más adelante, igual que hago
con las de Grietas,
Murmullos o Texturas…
Espero que os gusten.
San Miguel y San Sebastián
Centro del Carmen
Ayuntamiento
Viveros
Naves de Ribes
Plaza Redonda
Mercado de Russafa
Plaza del Patriarca
Edificio Gómez-Trenor
Patio del Embajador Vich
Subo hoy una
selección de mis fotografías de la Iglesia de San Nicolás y San Pedro,
cerca de la calle Caballeros. Es una iglesia gótica con una fantástica
decoración barroca, con relieves de Juan Bautista Pérez Castiel y pinturas al
fresco de Antonio Palomino y Dionís Vidal. Tras su restauración en 2016 por la Fundación Hortensia Herrero se la empezó a conocer como la Capilla Sixtina valenciana. Las fotos son de abril
del 2016, apenas unas pocas semanas después de abrirse al público tras su
restauración; espero que su visionado os haga sentir en el séptimo cielo.