La semana pasada empecé a hablaros de las estrategias que utilizo para evitar dedicar
más tiempo del necesario a la limpieza de mi piso, basándome sencillamente en
el sentido común y no tanto en las convenciones sociales, y aplicando la máxima
de que no es más limpio el que limpia
más, sino el que ensucia menos… Ya os di detalles acerca de frecuencias y
método en lo referente a pasar la aspiradora, fregar los platos o poner una
lavadora, y ahora hay que seguir el recorrido por las demás habitaciones,
incluyendo algunos de los rincones más sucios de la casa.
En lo que respecta al cuarto de baño, el Pato WC
sí lo uso a menudo porque es rápido y necesario, pero la limpieza a fondo del
exterior de la taza, el plato de ducha, el espejo o las griferías las hago
esperar bastante más tiempo… Y ni siquiera el Pato WC lo uso todas las semanas,
como suele hacer mucha gente; recalco una vez más que estoy yo solo, que me
paso la mitad del tiempo en el trabajo, y que donde pongo el ojo pongo el chorro a la hora de hacer un pis
(puntería preventiva), así que la taza no se ensucia tanto como podríais creer,
ni por dentro ni por fuera. Y ya que en la primera entrega hablábamos de
ahorrar agua: a la hora de tirar de la cadena vacío la cisterna por completo
dos veces al día, una por la mañana (tras hacer aguas mayores puntual como un
reloj) y otra antes de acostarme, pero el resto de veces que echo una meadilla
pulso dos veces para dosificar la cantidad que gasto. Recordad también que,
como ya os dije hace unas semanas, uso un cubo con el agua recogida de la ducha
mientras se calienta para limpiar luego de pelos el propio plato de ducha o
para echar al WC… Estas rutinas no me ahorran tiempo, más bien al contrario,
pero sí me permiten ahorrar recursos y energía y cuidar un poco el medio ambiente.
También cuido del Planeta reciclando papel, envases ligeros y vidrio por
separado, así que genero muy poca basura orgánica o no clasificable, porque
nunca tiro comida
y controlo las fechas para que no se me ponga nada malo. Mientras que mis
contenedores de reciclaje son grandes, mi cubo de la basura es minúsculo en comparación,
pero aun así tardo varias semanas en tener que bajar la bolsa a la calle. Yo sé
que dentro están creciendo poco a poco las colonias de microbios,
pero simplemente abro y cierro la tapa con rapidez y consigo mantener ese
microcosmos de Vida aislado del exterior. Como ya os dije una vez, al poner un
segundo la mano por encima se nota el calorcito despedido por la actividad de
los mohos y bacterias, pero nunca he sufrido problemas de malos olores por
esperar más a tirarla (tengo un olfato muy sensible y os aseguro que si notase la
más mínima molestia la bajaría).
Supongo que la experiencia de retener los desechos en el cubo un mes o mes
y medio será similar a la de hacer compost en tu casa, aunque esto lo digo con
la boca pequeña porque no tengo ni idea de cómo se hace el compost… Solo en los
meses de pleno verano, con más generación de basura orgánica
por las vacaciones y más calor en el piso, tengo que bajar a veces el cubo
antes de que se llene porque empiezan a salir pequeñas larvitas blancas o mosquitas minúsculas (en cuanto
veo las dos primeras lo bajo rápido porque sé que en cuestión de uno o dos días
aparecerán más), pero nada que no se pueda controlar con facilidad… En esto,
como en los casos anteriores, se trata simplemente de basar tu criterio en lo
que te digan tus sentidos y tus conocimientos, no en lo que “la gente”
considere o deje de considerar “normal”.
Me he referido hasta ahora a las tareas de limpieza más habituales, así que
ya podréis suponer que las menos frecuentes se retrasan en mi caso hasta el
infinito y más allá… Por ejemplo, la limpieza de las ventanas
la hago una vez al año, normalmente durante las vacaciones de verano; o justo
antes de recibir una visita de mi ex o de alguna amiga que me guste, ocurra
esto cuando ocurra, por aquello de dejar una buena impresión, aunque estas
visitas suelen estar tan espaciadas como la llegada de los veranos. De todos los
productos de limpieza que me he encontrado en mis dos últimos pisos (en el
primer caso eran de mi abuela y en el segundo de los antiguos propietarios) al
final he acabado usando solo la quinta parte.
Hay una lista de determinadas tareas que me da la impresión que nunca llevaré a cabo (podría decir que lo haré más adelante, a su
debido tiempo, pero me conozco y sé que os estaría engañando a vosotros y a mí
mismo): lavar las cortinas, llevar el nórdico a la tintorería, limpiar las
juntas de las baldosas con un cepillo de dientes viejo, desatascar las tuberías
(para prevenir, no tiro por ellas nada que pueda atascarlas), limpiar el
extractor o la nevera, repintar las paredes, limpiar el interior de los
armarios… Todas estas actividades quedan en la categoría de “altamente
improbables”, aunque ¿quién sabe? Quizás en un futuro no muy lejano encuentre
una nueva pareja que me sugiera amablemente tachar alguno de estos puntos de la
lista y que me proporcione tal satisfacción a nivel físico, intelectual y
espiritual en la relación que de veras me compense realizar el esfuerzo…
Nunca digas nunca jamás.
Aparte de la limpieza de la casa, también descuido a veces mi aspecto
exterior, que no mi aseo personal (Respecto a esto último, solo os concederé
que algún que otro fin de semana, si no tengo ningún compromiso a la vista, me
salto uno de los dos días en lo que respecta a la rutina de la ducha; pero nada
excesivamente grave, sobre todo teniendo en cuenta que mi metabolismo es muy
agradecido y apenas sudo nada, como ya os dije). Es verdad que a veces paso
algún día más de la cuenta sin afeitarme
o arreglarme la perilla… Y tardo mucho en ir a cortarme el pelo; intento
hacerlo cada dos meses pero entre pitos y flautas, con todos los líos en los
que estoy metido constantemente, siempre acaban pasando dos o tres semanas más…
Ojo: el hecho de que para entonces lo lleve algo largo y desastrado no está reñido
con que lo lleve limpio. Cuando por fin consigo pedir cita para la peluquería me lo corto bastante, para que me dure…
Volviendo a lo de la barba, recuerdo que me afeitaba más a menudo cuando tenía
novia, para estar presentable para ella y para no pincharla cuando me besaba;
y sé que ahora tal vez tendría más opciones en el terreno sentimental si
cuidara mejor de mi aspecto, pero para seros sincero no quiero a alguien que me
valore solo por eso, quiero a alguien que sepa ver más allá de las apariencias
y no se quede en lo superficial.
En lo tocante a la higiene, me lavo las manos con jabón un par de veces al
día y sin jabón varias más porque sé que los microbios se propagan fácilmente
al tocarte luego la cara; y me funciona, porque ya os dije en una ocasión que
no me he puesto enfermo como para faltar al trabajo ni un solo día en los
últimos diez años… Con las infecciones, toda prevención es poca. También me lavo los dientes concienzudamente
después de cada comida, menos a mediodía entre semana, por cuestión de prisas y
falta de tiempo en el trabajo… Repito por tanto que puedo ser algo desastrado
en cuanto a mi estética, pero sí me preocupo mucho por mi salud y la de los que
me rodean; simplemente no estoy obsesionado con mi imagen externa, ni con lo
que los demás piensen de mí al verme sin conocerme.
Como decía dos
párrafos más arriba, soy consciente
de que os cuento todo esto aun a riesgo de dispararme en un pie
en lo referente a mi búsqueda de pareja… pero tengo la esperanza de que si ella
es realmente compatible conmigo entenderá, si no todo, al menos gran parte de
lo aquí explicado. Por si no ha quedado claro, me gustaría utilizar los últimos
párrafos de esta entrada doble para argumentar y justificar mi postura… Ya os dije una
vez que ser descuidado con el aspecto externo y esta clase de detalles es
típico de los científicos despistados, de los poetas o de los filósofos, y me
da la impresión de que yo tengo un poco de las tres cosas. Considerando el tema desde un punto de vista más filosófico, podría
decirse que limpiar compulsivamente
es como negarse a aceptar el paso de los años y el inevitable deterioro de las
cosas. Hay que aceptar que es imposible detener el Tiempo, que tanto las casas
como las personas van cambiando poco a poco, y que ese lento deterioro no tiene por qué ser malo
si se acepta con naturalidad.
Del mismo modo que algunas personas se desviven en vano por intentar
aparentar dieciocho años durante el resto de su existencia, también los hay que
se obsesionan por que su casa o su ropa luzcan exactamente igual que el primer día,
olvidándose en el proceso de algo que, con un poco de suerte, sí puede mejorar
con los años: nuestra sabiduría,
la coherencia de nuestro sistema de principios,
nuestra serenidad e integridad ante los retos que nos plantea la Vida. La clave
del asunto radica en alcanzar un punto de equilibrio, dedicando un tiempo
razonable a preocuparte por tu aspecto personal y el de tu casa pero a la vez
maximizando el tiempo empleado en cultivar tu espíritu y aumentar tus
conocimientos.
Es posible que haya dos tipos de personas a las que no les guste mi método
de limpieza preventiva: las que consideren que por limpiar poco soy un cochino
y las que crean que por ensuciar poco (para no tener que limpiar) soy un soso
que nunca hace nada divertido… A estas últimas las remito a mi entrada sobre
pensar antes de actuar y les
recuerdo que los proyectos que realmente aportan beneficios a largo plazo a
nivel personal son los que incluyen una reflexión tanto previa como posterior;
lo demás es ir por la Vida como pollo sin cabeza,
usando la actividad constante como excusa para no pararse a pensar en las
consecuencias de tus acciones. Aquel que intenta hacer pocas cosas pero bien
antes que muchas mal, como es mi caso, ensuciará menos y por tanto tendrá que
limpiar menos también, con lo que podrá aprovechar ese doble ahorro de tiempo
para pensar detenidamente en los siguientes pasos a dar en la Vida y asegurarse
de que sus próximos proyectos sean dignos de emprender; el que lo hace así es
el que realmente sabe cuál es su lugar en el Mundo, ese no tiene por qué sentir
miedo.
Por tanto, tengo el firme compromiso conmigo mismo de que el tiempo
ahorrado al limpiar menos lo usaré solo para cosas relevantes y de provecho.
Jamás me veréis perdiendo ni un minuto con un chiste intrascendente de WhatsApp
(entre otras cosas porque no tengo WhatsApp), un vídeo estúpido de YouTube o un absurdo programa de Telecinco.
Me dan bastante pena esas personas que te prejuzgan tras echar un vistazo a tu
aspecto exterior y sin embargo se despreocupan totalmente de su propio
interior, de mejorar en aquello que no se ve (que no se ve al menos a primera
vista, porque hay muchos que se retratan solos tras soltar apenas un par de
frases). Hay individuos que van por ahí adjudicando alegremente adjetivos
como sucio, guarro, mugriento o roñoso,
sin darse cuenta de que a ellos se les podría aplicar el de prepotente,
egocéntrico, ignorante, inmaduro, mentiroso, intolerante o superficial… ¡Qué
fácil es ver la paja en el ojo ajeno e ignorar la viga en el propio!
Si dedicara más tiempo a limpiar mi piso dejaría de hacer otras cosas que
para mí son muy importantes, como pasear por Valencia,
quedar con los amigos, ver una buena película, oír buena música,
ir a un museo a ver una exposición o escribir las entradas del blog… De algunas de estas actividades ya os di
ejemplos concretos hace poco, y de
los museos que he podido visitar en lo que va de mes os hablaré la semana
próxima. Resumiendo: en estas dos últimas entregas os he contado cosas acerca
de los cuidados de mi piso y de mi propio cuerpo. Mi mente es mi Templo,
mi cuerpo alberga mi mente y mi piso alberga a mi cuerpo, así que los cuido a
los tres, pero por ese orden; mi mente tiene siempre preferencia, y cada día
que pasa me siento más limpio por dentro.
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