Para
relajarnos un poco tras hablar de la extinción de la raza humana, aquí tenéis
la séptima entrega de mis mejores fotos de graffiti y arte urbano
en la ciudad de Valencia, con obras de una calidad tal que parecen cobrar vida ante nuestros ojos…
Espero que os gusten.
lunes, 28 de noviembre de 2016
martes, 22 de noviembre de 2016
La Sexta Extinción (III)
Empezaremos esta
tercera y última entrega hablando un poco de los posibles desenlaces que puede tener la Sexta Extinción… Las conclusiones obtenidas por los científicos nos indican que siempre
que se ha producido una extinción masiva en la Tierra ha habido también un
cambio en las especies dominantes tras recuperarse la Biosfera
y alcanzarse de nuevo un cierto equilibrio; o en otras palabras, lo que para
algunos es una crisis para otros puede representar una oportunidad. Recordemos
que los dinosaurios prosperaron gracias a la cuarta extinción masiva, y que la quinta barrió a los dinosaurios de escena y
benefició a los pequeños mamíferos, entre los que se encontraba nuestro
ancestro evolutivo el Purgatorius… No hay que ser muy inteligente para deducir
que la Sexta Extinción muy probablemente nos perjudicará a nosotros. La
diferencia en este caso radica en el hecho de que los
dinosaurios dominaron la Tierra durante 160 millones de años, los cocodrilos han sobrevivido a dos grandes
extinciones en los últimos 240 Ma, y las cucarachas, de 340 Ma de antigüedad, a
tres; y sin embargo nosotros, si no tenemos cuidado, a
este paso no llegaremos a durar ni 1 Ma.
Vistas las
amenazas de las que hablamos la semana pasada, varias de las cuales ya están
pasando factura a muchas especies inocentes de animales y plantas, no hay que
descartar la posibilidad de que la civilización humana sufra en el Futuro
próximo un duro golpe que la haga retroceder al nivel de desarrollo de hace
milenios, de manera que haga falta reconstruirla desde cero.
Y es poco probable
pero no imposible que, en caso de producirse una catástrofe de gran magnitud,
ya sea de origen natural o por nuestra culpa, el Homo Sapiens no sólo retroceda
en número y recursos sino que desaparezca por completo… No os quepa duda de que en ese caso la Tierra seguirá adelante sin
nosotros. Si hablamos de cambios
geológicos a nivel global debidos a la mano del Hombre, sólo el primer par de
milímetros más superficiales del suelo ha alterado su composición en el último
medio siglo. Y la Biosfera, tan fértil y a la vez tan frágil, es de vital
importancia para nosotros y otros seres vivos, pero a nivel cosmológico es tan
fina en comparación con el tamaño de la Tierra que ningún cambio que se
produzca en ella ni en su clima por la acción humana podría cambiar la trayectoria
del planeta, que seguiría girando alrededor del Sol sin notar que ya no estamos
aquí.
Vemos, por
tanto, que nuestra misión ahora mismo no es salvar la Tierra; pero es que
tampoco es ni siquiera salvar la Vida sobre el planeta, ya que a estas alturas
está demasiado diversificada y extendida como para que podamos cargárnosla por
completo nosotros solos. La Vida siempre se ha abierto camino
a través de todos los cataclismos ocurridos en los últimos 3500 Ma, así que ¿realmente
le importará demasiado un desastre más? Podríamos hacer apuestas sobre cuáles
serán las criaturas que hereden el planeta como especie dominante cuando
hayamos desaparecido… Son muchos los posibles candidatos, los llamados extremófilos,
organismos que consiguen sobrevivir en las condiciones más extremas de
radiación, presión, temperatura, humedad y pH: las cucarachas, los escarabajos
de la harina, los tardígrados (u ositos de agua),
las bacterias, los hongos, las archaeas…
En resumen: aun
en el caso de que hagamos las cosas todo lo mal que podamos, la Tierra y la
Vida (distinta seguramente de como es ahora, pero Vida al fin y al cabo)
seguirán su camino cuando ya no estemos nosotros aquí… ¿Qué puede acabar entonces con ellas? Sin
necesidad de pensar mucho se me ocurre una respuesta a esa pregunta. Llegará un
día, dentro de unos miles de millones de años, en que el Sol entrará en su fase de gigante roja, crecerá más y
más en tamaño y engullirá a la Tierra lentamente, extinguiéndose toda la Vida
que en ella quede por entonces, incluyéndonos a nosotros si es que hemos conseguido
sobrevivir a las amenazas que se nos presentan a más corto plazo. Es posible
que cuando nuestra estrella llegue a sus últimos estertores ya hayamos logrado colonizar otros planetas habitables en regiones cercanas de la
galaxia, garantizando la supervivencia de la especie… pero del Futuro del Sistema Solar, la Vía Láctea
o el Universo conocido ya seguiremos hablando en otra ocasión, más adelante.
Por lo tanto,
el reto está en salvar a nuestra propia especie y a otras muchas que se ven
afectadas por nuestro crecimiento descontrolado. Recordemos que si nos remontamos a las raíces del Árbol de la Vida comprobaremos que todas las especies del planeta
están emparentadas entre sí, y que por tanto cuando desaparece alguna de ellas
también desaparece una pequeña parte de nosotros… Tenemos el deber ético de
intentar reparar nuestro error. La raza humana ha
demostrado ser capaz de los peores horrores y la estupidez más absoluta, pero
también de los logros más increíbles y las hazañas más nobles, así que no es
descabellado pensar que podemos conseguirlo.
Las amenazas ante las que hay que reaccionar más rápidamente son las de las
armas nucleares y el cambio climático, y para resolver estos problemas son necesarios
cambios profundos a muchos niveles. No hay que perder de vista que la Ciencia y la Tecnología son herramientas poderosísimas que
pueden ayudarnos a sobrevivir pero del mismo modo pueden significar nuestra
destrucción; no son ni buenas ni malas en sí mismas, depende de cómo se usen.
Hemos de intentar dejar atrás lo que
Carl Sagan llamaba “nuestra adolescencia tecnológica” y aprender a usar los
conocimientos que hemos adquirido como especie con sentido común, pensando las
cosas con cuidado, de forma global y con una perspectiva más a largo plazo.
Para esta última parte, como os prometí, incluyo un resumen de pequeñas
cosas que podemos hacer en nuestro día a día para contribuir a frenar o incluso
revertir la Sexta Extinción. Empezamos por el Sol, que algún día será el
responsable del fin del planeta pero que también ha permitido la aparición y
evolución de la Vida con toda su complejidad y Belleza,
y que ahora mismo puede sacarnos de este lío en el que estamos. Siempre que se
pueda hay que recurrir a la energía solar y a otras energías renovables
para evitar depender de los combustibles fósiles, que no son sostenibles a
largo plazo; por tanto, si en el caso de tu vivienda es factible instalar
sistemas de energía solar térmica, fotovoltaica, geotérmica, minieólica o de
biomasa, hazlo. A la espera de que se consiga controlar la fusión fría (cosa
que no está muy clara al menos en los próximos años) todos los cálculos indican
que ni siquiera utilizando renovables con la máxima eficiencia podremos
mantener el ritmo de actividad y producción que llevamos ahora, así que en
paralelo al uso de energías sostenibles tendremos que ir mentalizándonos de que
la economía mundial deberá frenar un poco y ceñirse a los principios del Decrecimiento,
dejándose atrás la etapa de consumismo salvaje de las últimas décadas.
Si no tienes más remedio que tirar de combustibles fósiles, controla tu huella de carbono
e intenta optimizar la eficiencia energética de tu vivienda y tus
electrodomésticos. Usa la calefacción y el aire acondicionado de manera
racional y no malgastes agua. Si todavía tienes bombillas incandescentes
cámbialas por otras de bajo consumo, apaga los aparatos que no estés utilizando
y evita el consumo fantasma.
Intenta ser también un consumidor responsable en lo que respecta a ropa, ocio o
viajes, y guíate por la moderación. Sigue el lema de “reducir, reutilizar, reciclar”
siempre que puedas, imprimiendo el papel por ambas caras o usándolo para notas
en sucio, aprovechando varias veces las bolsas de plástico de la compra y utilizando
correctamente los contenedores de vidrio, papel y envases ligeros. Y en cuanto
a la comida, compra en la medida de lo posible productos locales, de temporada
o de comercio justo, y come menos carne roja,
limitando la ternera por ejemplo a una vez por semana o sustituyéndola por
pollo. Utiliza el transporte público o la bici,
o comparte coche para ir al trabajo, y ve a pie a los sitios
si no están muy lejos… Ah, y planta un árbol al menos una vez en tu vida.
También es importante hablar de estos temas con tus familiares, amigos y conocidos,
y ayudar así a que otras personas tomen conciencia del problema. Colabora con
ONGs que puedan hacer lo que no está en tus manos, incluyendo las que luchan
contra las injusticias y ayudan a reducir las diferencias entre ricos y pobres en el Mundo, ya que eso disminuye el riesgo de
futuros conflictos. Y sobre todo vota con cabeza,
a líderes políticos que luchen contra el cambio climático, gravando el uso de
combustibles fósiles y no el de las energías renovables. Políticos que tengan
claro que, en lo que respecta a las armas nucleares, como decían en aquella
película de los ochenta, “la única forma de ganar es no jugar”.
Políticos que comprendan que la cultura, la investigación y la innovación son
recursos inagotables en los que hay que invertir, y que la clave de nuestro bienestar a largo plazo está en la educación,
tanto a nivel científico como a nivel humano.
En resumen, la estrategia para evitar que la Sexta Extinción nos alcance
consiste, como ya hemos dicho muchas veces, en anteponer la colaboración a la
competencia y en perseguir el objetivo del “Todos-Mejor-Siempre”, tratando de
desterrar la obtusa mentalidad del “Yo-Más-Ahora” que tantos problemas nos ha
traído en los dos últimos siglos por poner ciegamente la tecnología a su
servicio sin pensar en las consecuencias… Yo albergo
esperanzas de que podemos conseguirlo; es demasiado tarde para ser pesimista. Tenemos que actuar ya y darle un respiro a nuestra Biosfera, esa lámina tan fina, tan frágil y tan hermosa de
aire, agua y tierra que se nos ha concedido temporalmente como único hogar.
lunes, 14 de noviembre de 2016
La Sexta Extinción (II)
Ya hemos
hablado de las cinco extinciones masivas
ocurridas en la Tierra desde la diversificación de las especies hace
seiscientos millones de años, de las cuales la quinta fue la que acabó con los dinosaurios, y ahora es el momento de considerar los posibles candidatos a
generar la Sexta Extinción. Está claro que al menos para otras especies la sangría ha comenzado ya: estamos
inmersos en la Gran Extinción Holocena, que hoy día, en el pico de mayor
intensidad, ha alcanzado la espeluznante cifra de ciento cuarenta mil especies
extintas cada año (si incluimos las de insectos y otras similares, con poca
visibilidad mediática). Y está claro también que nosotros somos los
responsables: es la primera vez en la historia del planeta que una especie
determinada es la causa principal de una extinción tan rápida y masiva (o, en el mejor de los casos, de tantos cambios en la genética y el comportamiento) de otras
muchas.
Por nuestra culpa han desaparecido el mamut,
el tigre dientes de sable, el oso de las cavernas, el megaterio
o incluso algunos homínidos, primos muy cercanos nuestros, como el Homo Erectus
y el Neanderthal… En el inicio del Holoceno hace diez mil años, con la
aparición de la agricultura y las primeras ciudades, se aceleró el desarrollo de
la civilización del Homo Sapiens y con ello creció la amenaza para la Biosfera.
La defaunación de los últimos trescientos años
ha sido terrible, con cientos de especies de vertebrados desaparecidas para
siempre. Con la Revolución Industrial se dispara el aumento de la población
mundial, la sobreexplotación de los recursos y los niveles de contaminación,
todo lo cual afecta profundamente a la fauna y flora del planeta.
¿Y qué pasa con nosotros? ¿Está próxima la extinción que nos incluya en la
lista de bajas? Aparte de las causas de origen
humano, de las que seguiremos hablando enseguida, hay otras de origen natural
que en gran medida no podemos controlar y que a bien seguro nos afectarían. Por
ejemplo, puede que en una región cercana del espacio se produzca la explosión
de una supernova o algún otro fenómeno cósmico violento que dé lugar a una
lluvia mortal de rayos gamma sobre el planeta. Tampoco se descarta el impacto
de un meteorito lo suficientemente grande que no pueda ser detectado a tiempo
para enviar una misión a desviarlo, o un aumento inusual de la actividad
geológica, con fuertes terremotos y erupciones volcánicas, o la expansión de una pandemia por todo el globo…
Pero hablemos de los peligros que tienen su origen en nuestra
propia especie, de los que en muchos casos ya ha habido muestras evidentes y
que se podrían evitar con sólo proponérnoslo. El consumismo descontrolado
de las últimas décadas lleva aparejado un agotamiento de los recursos naturales
cuyos efectos se están haciendo notar ya. Las reticencias de muchos gobiernos a
favorecer las energías renovables o a hacer un uso más moderado de los
combustibles fósiles no sólo incrementa la posibilidad de futuros conflictos por el poco petróleo que quede
sino que además empeoran el problema del actual calentamiento global por
emisiones a la atmósfera de dióxido de carbono y
otros gases de efecto invernadero como el metano.
Es ya un hecho probado que la actividad humana ha cambiado el clima terrestre. En los últimos años se
han estrenado varios documentales que tratan este tema, como por ejemplo Una Verdad Incómoda, conducido por el
exvicepresidente de los Estados Unidos Al Gore; o Home,
con la estupenda cinematografía de Yann Arthus-Bertrand; o el muy reciente Antes de la Inundación, presentado por
el actor y embajador de las Naciones Unidas Leonardo DiCaprio. El deshielo de
los polos observado claramente de unos años a esta parte podría ser a medio y
largo plazo la menor de nuestras preocupaciones: el aumento de temperatura en
tan sólo unos pocos grados podría iniciar una reacción en cadena de
consecuencias impredecibles. Podrían fundirse los depósitos de clatrato de metano bajo
los océanos, o generarse en éstos una inversión termo-química que volviera
irrespirables para los peces las aguas superficiales, o producirse gases que
afectasen a la capa de ozono, acelerándose así los cambios aún más.
Habría sequías y hambrunas en algunos puntos del globo, e inundaciones de
las ciudades cercanas a la costa en otros, lo que daría lugar a grandes movimientos
migratorios en busca de un mejor clima y mejores condiciones de vida. Estas
sequías e inundaciones no sólo producirían un gran número de muertes en nuestra
especie y entre otras muchas (desapareciendo algunas de ellas), sino que las
migraciones asociadas, unidas a las tensiones por el control de los escasos
recursos naturales restantes de las que hablábamos antes, desembocarían en
conflictos armados que podrían poner en peligro la supervivencia del Homo
Sapiens a nivel global… Sólo en el Mundo Occidental
ha habido tantas guerras en los últimos siglos que se ha perdido la cuenta,
pero la ocurrida entre 1939 y 1945 acabó de una manera muy especial. Recordemos
que la única vez que se han usado armas nucleares en combate fue al final de la
Segunda Guerra Mundial, y que por entonces Japón no disponía de esa tecnología…
Pero desde entonces se ha investigado mucho la ciencia de las bombas de fisión
y fusión
y varias naciones han llevado a cabo en total unas dos mil pruebas nucleares en
muy diversos puntos del planeta.
Si hoy en día algún país llevara a cabo un ataque nuclear sobre otro,
seguramente habría una respuesta en los mismos términos y se iniciaría una
escalada de reacciones cuyas consecuencias últimas serían impredecibles. Una guerra termonuclear global no es algo para tomárselo
a broma, y ya os dije en una ocasión que la Tercera Guerra Mundial,
si se llega a producir, seguramente será también la última. Por eso da un poco
de miedo que durante los próximos cuatro años sea un tipo como Donald Trump el
que tenga el control sobre el botón de los misiles…
Para colmo, Trump dijo durante su campaña que quería anular, en lo que respecta
al compromiso adquirido por los Estados Unidos, el reciente acuerdo de París sobre el Cambio Climático;
esperemos que antes de hacerlo piense un poco en el futuro que dejará a sus
hijos y cambie de opinión.
Hay otras posibles amenazas para la supervivencia de la
especie asociadas a nuestro propio desarrollo que son algo más exóticas y menos
evidentes que las anteriores, pero no por ello deben ser descartadas. Por
ejemplo, los avances encaminados a generar una inteligencia artificial tienen sus riesgos, ya que esta inteligencia
podría llegar a la conclusión, tras analizar la información disponible, de que
su propio bienestar o el bienestar de la Vida en el planeta pasan por la eliminación de la civilización humana;
por eso hay científicos que están ya pensando en cómo conseguir que el avance
en lo ético vaya a la par con el tecnológico, y que los recién nacidos sistemas
con consciencia propia tengan también empatía por los humanos antes de llegar a
desarrollar plenamente su potencial.
Y ésta no es la única en la lista de amenazas emergentes: una pandemia de
diseño fruto de la biología sintética o un mal uso de determinadas herramientas
nanotecnológicas también podrían representar un serio riesgo para los humanos… Ya sé que todo esto suena un poco a película de ciencia ficción, pero recordad que la ciencia ficción de hoy será la
ciencia del mañana. Seguramente hay otros riesgos similares a éstos que
todavía desconocemos, pero eso es algo de lo que ahora mismo tienen que
preocuparse los científicos que trabajan en los correspondientes campos de
estudio, que ya bastante tenemos nosotros con la parte que nos toca…
Para acabar por hoy, una noticia que seguramente desconocíais, y que no os
va a gustar, por tratarse de un detalle que confirma lo hasta ahora comentado. Os habréis dado cuenta, leyendo la entrega de la semana pasada, que cada extinción masiva da lugar a
un cambio de las características de los estratos geológicos, ya sea por la
presencia o ausencia de determinados fósiles o por las variaciones en su
composición (acordaos de esa capa de Iridio
de un par de centímetros de espesor), cambio que a su vez da lugar a la entrada
en una nueva etapa geológica con un nombre nuevo. Es verdad que no todos los
cambios de etapa van asociados a grandes desastres, pero el hecho de que haya
un nuevo nombre aumenta la probabilidad de que sea debido a un cambio radical a
nivel global…
Pues bien, un conjunto de los más prestigiosos especialistas
en la materia decidieron oficialmente hace pocas semanas que el Holoceno
terminó en el año 1950, empezando una nueva época dentro del periodo
Cuaternario con el nombre de Antropoceno,
nombre derivado de la raíz griega para “Hombre”. La huella que identificará
claramente esta transición para los geólogos del Futuro serán los residuos
radiactivos de Plutonio en los correspondientes estratos del suelo, residuos debidos
a las pruebas nucleares realizadas a partir de esa década. Algunos expertos
habían propuesto una fecha en torno a 1800, con el inicio de la Revolución Industrial, pero se argumentó que sus
efectos no se habían hecho notar por igual en todos los puntos del globo, mientras
que la presencia de isótopos radiactivos, llevados por el viento y depositados
después, sí ha afectado a todo el planeta. De hecho, se ha comprobado que a la
hora de hacer dataciones por Carbono-14 hay que introducir correcciones en los
cálculos debidas a este cambio, producido concretamente entre 1952 y 1955.
Por tanto, no sólo estamos cambiando la Vida sobre la
Tierra y su clima; en estos últimos sesenta y cinco años, esta última fracción de segundo del Calendario Cósmico, hemos cambiado la misma composición
de la corteza terrestre. Es un dudoso honor el de haber dejado nuestra firma
radiactiva en los milímetros más superficiales de todo el planeta… Que incluso
a nivel geológico haya evidencias de nuestra patente incompetencia como especie
supuestamente inteligente es algo para tomárselo muy en serio.
Pues nada, lo dicho: bienvenidos a la Edad del Hombre. Ya
habéis visto que hace una semana hablamos de extinciones del Pasado y hoy hemos
explicado cómo están las cosas en la actualidad. En la tercera y última entrega
veremos qué posibles desenlaces puede tener en el Futuro la Extinción del
Holoceno-Antropoceno, haremos un breve resumen de las posibles soluciones a
este complejo problema en el que nos hemos metido nosotros solos, y sacaremos
algunas conclusiones intentando ser constructivos; a ver si así aprendemos de una vez a hacer las cosas bien.
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