Estamos hablando en esta entrada (que iba a ser doble pero va a
acabar siendo triple) de la diferencia entre Auténtica Belleza y Apariencia, de
los trucos y postizos que
utilizan algunas mujeres (y también algunos hombres, aunque no es ése el tema
que me interesa) para resultar más atractivas a primera vista, y de cómo a
veces nos centramos demasiado en el aspecto externo y nos olvidamos de cosas
más importantes… Hablamos pues de la estética con minúscula; otro día trataremos
de la verdadera Estética.
Enumeraré hoy algunos de los adornos superfluos que se utilizan de
cuello para abajo. Siguiendo en la línea de la semana pasada, mis gustos se
basan en la naturalidad, la sencillez y lo práctico: no me atrae especialmente
que una mujer use collares o anillos, sobre todo si son aparatosos, y tampoco me
gustan las uñas pintadas. Por otro lado, aunque sé que algunas de mis amigas me
van a matar por esto, considero que hacerse tatuajes
(o tattoos, como se les llama ahora, que queda más chic) es una moda en la que
mucha gente se ha gastado un montón de dinero (dinero que a algunos de ellos
les vendría muy bien ahora, con la que está cayendo), sufriendo dolor (sobre
todo cuando es cerca del hueso) y poniendo en juego su salud (cuando es en la
zona de la nuca o la columna) sólo para sentirse diferentes y especiales,
cuando en realidad se ha convertido en algo tan común en determinados ámbitos
que la verdadera muestra de rebeldía sería más bien no hacérselos.
Si seguimos hablando de la piel, he de decir que me parece
bastante tonta la costumbre que tienen algunas mujeres de pasarse cuatro horas
al día tumbadas en la playa
tomando el sol en cuanto llegan los meses de verano. Un poco de moreno natural
resulta muy atractivo, pero ponerse negra como el carbón
no sólo conlleva el pasar muchas horas de calor en la arena abrasadora, sino
que además demasiada radiación ultravioleta es mala para la salud (luego vienen
los cánceres de piel, el llanto y el crujir de dientes); por no mencionar el
simple hecho de que estéticamente tampoco es atractivo, aunque ellas parezcan
no darse cuenta. En esto, como en casi todo, más no significa mejor, y la clave
radica en alcanzar el punto justo de equilibrio (¿Será por eso que cuando pides
un entrecot en el restaurante lo pides “al punto”?).
¿Y qué decir de la depilación corporal?
La semana pasada ya os comenté que no me desagrada ver unas cejas pobladas,
pero que prefiero un entrecejo despejado. Y el caso es que detalles como éste
no deberían importarme, pero tengo que reconocer que incluso a los que, como
yo, somos conscientes de que este modelo de belleza es algo artificial,
meramente cultural, inducido por nuestro entorno, por las fotos de publicidad
que nos rodean y por las películas y series que vemos; incluso a nosotros,
digo, nos resulta difícil reprogramar nuestras mentes en determinados aspectos
después de años y años de lavado de cerebro. Por eso ver pelos en el entrecejo, el bigote o las axilas
de una mujer sí es algo que me desagrada, porque he crecido desde pequeño con
esa idea. Dejando aparte estas excepciones, la presencia de pelos en el resto
del cuerpo no me resulta tan molesta, y me remito a mis directrices generales
en temas de estética: dedicadle tiempo a este asunto sólo si creéis que el
resultado realmente va a valer la pena, pero no tanto tiempo como para dejar de
hacer otras cosas más interesantes… Equilibrio, siempre equilibrio: ésa es la
palabra mágica.
Lógicamente, en este tema influyen múltiples factores: una mujer que
suela llevar faldas cortas necesitará depilarse las piernas más a menudo, y una
mujer con una vida sexual más activa se planteará la idea de hacerse o no las
ingles (Siempre me he preguntado cómo se hace esto exactamente; a mí me daría
muchísima vergüenza, sea como sea… Mejor no entrar en detalles, yo ya me
entiendo). Ya que hablamos de sexo, os confesaré un secreto: en las distancias
cortas (que es donde un hombre se la juega), al llegar la hora de la verdad, y
para poder maniobrar mejor, yo suelo quitarme las gafas para la hipermetropía,
con lo cual los detalles pequeños se me difuminan (precisamente en las
distancias cortas) y los pelitos de mi pareja desaparecen como por arte de Photoshop,
así que me da igual que haya o deje de haber pelitos. (¿A qué estáis esperando
para llamarme, chicas? ¡Os lleváis un auténtico chollo! ¡Ni siquiera tendréis
que preocuparos por vuestra depilación íntima! Por no hablar de otras ventajas,
también de carácter íntimo, que me reservo para los mails privados…)
Algo que no se puede disimular, ni aun quitándome las gafas, es la
diferencia entre unos pechos grandes y otros pequeños. Y aquí es donde llegamos
a uno de los grandes males de nuestra sociedad actual: el sujetador con relleno.
¡Cuántas desilusiones, cuántos desengaños e incluso divorcios a largo plazo
habrá generado el dichoso Wonder Bra!
Una mujer inteligente con los pechos pequeños que quiera resultar atractiva a
los hombres debería intentar potenciar otras facetas de su físico o de su
personalidad antes que mentir descaradamente sobre el tamaño de su delantera:
eso está bien si lo único que quieres es conseguir un rollo de una noche y no
te importa la desilusión que se lleve tu pareja ocasional, pero si vas buscando
algo a más largo plazo no está bien generar unas expectativas que luego no se
van a cumplir… tarde o temprano él tendrá que verte desnuda, y cuanto más
tiempo pase hasta ese momento más traicionado puede sentirse él, quedándole una
espinita clavada dentro que puede afectar a otros aspectos de la relación…
Sinceridad ante todo, tanto con la mente como con el cuerpo. De nuevo, hablando
de sujetadores, nos encontramos con algunos casos extremos de total falta de
percepción de la realidad: hay chicas que eligen modelos demasiado grandes para
ellas y no se dan cuenta de lo evidente, de que gran parte de lo que hay entre
el relleno y las costillas no es sino aire. ¿No sería ridículo si los hombres
hiciéramos algo parecido y usáramos también postizos? No os entraría la risa
floja a vosotras si fuésemos por la calle como Álex y sus drugos
en La Naranja Mecánica o como los bailarines de ballet de Top Secret?
Y si el Wonder Bra me parece malo, no es nada comparado con los
implantes de silicona, que considero una completa aberración (al igual que
cualquier otro tipo de operaciones estéticas,
inyecciones de bótox,
etcétera: me parece tan obvio que es una estupidez que ni siquiera voy a hablar
más de ello). Unos pechos operados sólo parecen naturales si se miran en una
única posición; al cambiar de postura no se colocan de manera natural, al
moverse no lo hacen de forma natural, al tocarlos no parecen naturales, y
dentro de quince años ni siquiera parecerán naturales en su posición original.
¿Por qué intentar cambiar de un día para otro un delicado mecanismo que la Evolución
ha ido perfeccionando durante tres mil millones de años, desde la bacteria al
Homo Sapiens Sapiens? Y lo peor de todo es que a veces piensan en operarse
incluso mujeres con curvas que no lo necesitan
en absoluto… No pasa nada porque los pechos de una mujer se vayan un poquito
hacia los lados cuando está en posición horizontal: es lo natural, es lo
auténtico, y sólo por eso debería parecernos hermoso… y a mí me lo parece. Esto
me hace recordar la anécdota de cuando intenté hacerle cosquillas en las axilas
a una amiga mía bastante sexy mientras estaba recostada en el sofá de su piso,
un día que se había puesto cómoda y no llevaba sujetador… no entro en detalles,
ya me entendéis… una vez más. Bueno, pues nada: la próxima semana, la tercera y
última (lo juro) entrega de este culebrón.