martes, 12 de junio de 2018

Dinero


Ya que la semana pasada estuvimos hablando del Partido Popular, he pensado que hoy podíamos charlar un poco sobre la obsesión por el dinero. Su invención hace unos cuantos miles de años cambió por completo nuestra Civilización, favoreciendo la especialización y el trabajo en equipo más allá del mero trueque, pero así como en ciertas épocas históricas la religión, la tradición o las convenciones sociales han dado lugar a comportamientos irracionales, hoy en día el nuevo dios al que muchos siguen ciegamente es el dinero. Ya dijimos una vez en el blog que no tiene mucho sentido guiarse por un número muchas veces arbitrario y vacío de contenido, que reducir la Vida a ponerle precio a todo significa que realmente no te importa nada; como decía Antonio Machado, solo un necio confunde valor y precio.

Esta obsesión por la riqueza, el consumo y los bienes materiales ha dado lugar en la sociedad capitalista actual a tremendas desigualdades, con unos pocos cobrando cantidades astronómicas mientras otros muchos sobreviven con una miseria. La especulación desenfrenada y la búsqueda de beneficios aun a costa de la desgracia de los demás han dado ya lugar a muchas crisis, la más reciente de las cuales empezó hace solo diez años, cuando la burbuja financiera hizo ¡Boom!




Ya en su día os conté que no es más limpio el que limpia más, sino el que ensucia menos, y de forma similar se puede decir que no es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita. Yo intento aplicar esta máxima a mi vida cotidiana y voy, como dice José Mota, “al merme y al hurgue”. En comparación con el ciudadano medio gasto poco dinero, pero no para tener más, sino para necesitar menos en mi día a día y no tener que depender de una gran fuente de ingresos. No me gusta ir por ahí tirando la pasta en mil pequeños detalles; uno se permite un capricho un día o dos y corre el riesgo de que al sentar precedente ese capricho aislado se convierta en una costumbre y poco a poco en una necesidad (ficticia, pero necesidad a nuestros ojos al fin y al cabo); y si ocurre lo mismo con cada cosa que se nos antoje, cuando uno se quiere dar cuenta está hasta arriba de pequeños gastos habituales que suman un enorme montón de dinero.




Por tanto, tengo la costumbre de no pedir necesariamente algo de beber cuando quedo con mis amigos, a no ser que realmente tenga sed. Tampoco suelo frecuentar restaurantes de postín. Mis actividades de ocio habituales son bastante baratas, lo cual no es difícil porque hay un montón de cosas interesantes que se pueden hacer gratis en Valencia. No compro algo si no lo necesito, intento hacer durar mi ropa y no soy víctima de las modas; tampoco estoy pendiente del último grito en nuevas tecnologías, y cuando necesito comprar un electrodoméstico o similar lo escojo de gama media, sin lujos innecesarios, ateniéndome exclusivamente a criterios prácticos. En cuanto a mis gastos de agua, luz y gas, no son demasiado elevados porque intento no malgastar recursos para cuidar del Planeta.

Cuando viajo fuera (recordad que lo hago solo una vez al año, en verano) reservo alojamientos económicos, con una buena situación y lo básico para ducharme a gusto y pasar las noches tranquila y cómodamente, y antes de partir siempre busco en Internet cosas interesantes que se puedan hacer por poco dinero en la ciudad a la que voy… De todo lo dicho hasta ahora se puede deducir que ahorro una parte importante de mi sueldo al final de cada mes, pero no me entendáis mal: cuando algo es realmente necesario o vale la pena no me importa gastarme dinero en ello. Pienso que muchos de los gastos que tenemos en nuestra sociedad occidental son superfluos y procuro evitarlos, pero pago una cuota bastante generosa (un 2% de mi sueldo, algo más de lo que me cobran en agua, o luz, o gas) a Oxfam Intermón para ayudar a los países en vías de desarrollo, donde la gente tiene problemas de verdad.




El tema de las finanzas domésticas me resulta soberanamente aburrido, considero que hay muchas otras cosas más interesantes en la Vida. Puedo pasarme semanas sin actualizar la libreta del banco y no soy de los que hacia final de mes están mirando los movimientos de la cuenta bancaria cada cinco minutos para comprobar si me han ingresado el sueldo. Tampoco me preocupo por los detalles de mi nómina, ni por saber si este mes me han pagado un poco más o un poco menos que el anterior. Y menos mal que la declaración de la Renta me la hace mi padre, que controla más estos temas de papeleos, porque yo sería totalmente incapaz de hacerlo sin el debido asesoramiento.

En cuanto a mis inversiones financieras tengo un perfil conservador, lo único que quiero es no tener que perder tiempo preocupándome por ellas; de ahí que prefiera plazos fijos con riesgo nulo que no haga falta vigilar, aunque ahora tienen unos intereses bastante más bajos (Estoy seguro de que antes eran altos por algún chanchullo de los bancos). En un par de ocasiones me ha pasado por la cabeza la idea de cambiarme a la Banca Ética, pero por falta de tiempo y de información suficiente todavía no he considerado seriamente la cuestión… Pienso que no solo es más rico el que menos necesita sino también el que menos debe, y me parece que pagar por dinero es rizar el rizo de lo absurdo, así que nunca he pedido un préstamo y siempre he usado tarjeta de débito (No tuve una de crédito hasta que viajé hace poco a Nueva York; allí poco menos que te la exigen en los hoteles).




Me viene ahora a la cabeza una anécdota algo borrosa de mi infancia: era Navidad y un grupo de niños de mi finca iba cantando villancicos puerta por puerta, pidiendo dinero para comprar figuritas para el belén comunitario que había junto a la portería. Yo y mi grupo de amigos decidimos hacer algo parecido, y usar el aguinaldo no para el belén sino para comprarnos chucherías, pero los otros niños se enteraron y después de un tenso enfrentamiento verbal nos obligaron a usar nuestro botín para la causa de las figuritas… Recuerdo que aquello no me sentó nada bien por aquel entonces, pero también comprendo que nuestra postura era bastante egoísta. Desde entonces sin duda he madurado mucho al respecto, y si bien me preocupo por no malgastar el dinero que ya tengo, no me obsesiono demasiado por ganar más a toda costa.

¿Podríamos decir que el dinero, al igual que el sexo, no da la Felicidad pero ayuda un poco? Pues sí, pero siempre y cuando no sea demasiada cantidad; en el término medio está la virtud. Sí es imprescindible tener liquidez suficiente para cubrir las necesidades más básicas, pero cuanto más tienes más aumenta tu nivel de vida y con él el número de pequeños detalles de los que estar pendiente (los caprichitos de los que hablábamos antes), y más difícil es mantener tu reputación, lo que te obliga a asegurarte un alto nivel de ingresos de forma continuada, con el correspondiente estrés asociado. Como decía Schopenhauer, a partir de un cierto nivel el dinero es como el agua salada: cuanto más se bebe más sed se tiene.




Decía también Francis Bacon que la riqueza es un buen sirviente y un pésimo maestro… En otras palabras: lo mejor es tener dinero y además cabeza para usarlo sabiamente y con mesura; debe ser un medio, y no convertirse en un fin en sí mismo. Tres cosas hay en la Vida, ya lo decía la canción, pero hay que evitar que la obsesión por la pasta llegue a afectarnos a la salud o a apartarnos de aquellos que nos quieren. Recuerdo una de mis escenas favoritas de la película Margin Call en la que el personaje de Stanley Tucci, después de varios años trabajando en Wall Street, rodeado de operaciones financieras abstractas y sin sentido, echa de menos los tiempos en los que construyó un puente que sirvió para ahorrar muchas horas de coche y por tanto para mejorar de forma palpable la Vida de la gente. El tiempo de calidad, el tiempo bien empleado, ya sea en solitario o rodeado de los tuyos, es algo que no se compra ni se vende, simplemente se disfruta.

Yo, desde luego, valoro mucho más mi tiempo que el dinero: tiempo para hacer lo que me gusta y para gozar de los pequeños placeres del día a día. Parece un tópico, pero es verdad que las mejores cosas en la Vida no cuestan dinero. En oposición a los bienes materiales tenemos una serie de bienes relacionales, asociados a actividades afectivas y creativas, a los que hay que dar la importancia que se merecen: ocio, cooperación, amor, música, poesía, conocimiento…




Volvamos de nuevo a mi caso particular. Decía antes que me preocupo más por no malgastar el dinero que cobro que por aumentar mis ingresos; de hecho podría estar trabajando en otros sitios con un sueldo más alto, pero valoro por encima de todo el estar a gusto con mi trabajo. De hecho, le dedico bastantes más horas de las que me pagan porque adoro lo que hago y porque soy un perfeccionista (a veces pienso que de tan perfeccionista soy tonto, pero ese ya es otro tema). Y por otra parte, gracias a mi búsqueda de la sencillez y el ascetismo en las costumbres, si me despidieran (o me fuese) mañana mismo tendría dinero suficiente para aguantar una temporada hasta encontrar otra cosa. También os decía más arriba que nunca he pedido préstamos ni créditos, y siguiendo en esa misma línea hace un año compré mi actual piso sin hipoteca, a tocateja, e incluso después de hacerlo aún me quedó ese pequeño colchón del que os hablo. Tal vez ahora que ya tengo piso propio, y aunque mi estabilidad laboral no esté totalmente asegurada, me plantee aumentar un poco más mi cuota de Oxfam Intermón…

En temas monetarios, como en tantos otros, podemos concluir que la clave está en alcanzar el equilibrio justo: conformarme con unos ingresos moderados me permite trabajar en lo que me gusta, y mantener unos gastos más bajos me permite no depender de la continua entrada de dinero, proporcionándome una Libertad maravillosa para hacer lo que quiera con mi tiempo libre (Por cierto, ¿os habéis dado cuenta de que en inglés se utiliza la misma palabra, “free”, para decir “gratis” y “libre”?). Y esta tranquilidad de saber que controlo en gran medida mi propia Vida me permite dormir todas las noches del tirón, algo que ni todo el oro del Mundo puede comprar… En resumen: el Inconformismo y la Sencillez en lo tocante al dinero me dan más Tiempo y más Libertad, y en definitiva me permiten ser más feliz. Yo creo que es un buen negocio, ¿no?



1 comentario:

Kalonauta dijo...


Os pego aquí un comentario que me ha mandado Hope por mail:

"Estoy de acuerdo, seríamos más felices, y viviríamos más tranquilos. Pero es verdad que hace falta una inteligencia emocional y una gran fuerza de voluntad , para saber diferenciar entre capricho y necesidad hoy por hoy ,con el bombardeo al que estamos sometidos, con el compra....compra....compra...jajaja. Aún así yo llevo esa lucha conmigo misma a menudo pero a veces me despisto."

Estoy totalmente de acuerdo con lo del bombardeo constante a través de la publicidad, ya sea directa o encubierta. Yo he ido desprogramando mi cerebro con el paso de los años y he aprendido a detectar y rechazar rápidamente este tipo de mensajes tóxicos que no hacen más que generarte necesidades artificiales... Incluso me he acostumbrado a reaccionar a propósito de forma activa y exagerada para no olvidar nunca que los anuncios no son más que trampas untadas de dulce miel, como el queso que atrae a los ratones hacia el cepo.

Te haría mucha gracia verme a veces solo en casa, distraído comiendo o trabajando en el ordenador con la tele encendida, cuando hacen una pausa en el programa y de pronto soy consciente de que acaban de anunciar tres productos a cual más absurdo e inútil (cremas antiarrugas, créditos instantáneos, póker online, cruceros por el Mediterráneo... la lista es larga): inmediatamente cambio de canal o le quito la voz, y mientras lo hago incluso le hablo a la tele en voz alta (pero sin dejar de mirar al ordenador, que siempre queda más "cool") dejando bien claro lo poco que me interesa seguir escuchando, a veces haciendo algún ingenioso juego de palabras y otras simplemente añadiendo un taco... Hay quien podría pensar al verme que estoy algo chalado, pero no veas lo a gusto que me quedo; lo considero una especie de derecho al pataleo.

En cuanto a tu caso particular, creo que te conozco bien y confío plenamente en tu criterio para discernir lo superfluo de lo necesario, así que no creo que tengas que preocuparte demasiado al respecto... ¡Si todo el mundo fuese como tú, otro gallo nos cantaría!

¡Un abrazo muy fuerte, Hope, nos vemos pronto! :-)