Ya que la
semana pasada estuvimos hablando del Partido Popular, he pensado que hoy
podíamos charlar un poco sobre la obsesión por el dinero. Su invención hace
unos cuantos miles de años cambió por completo nuestra Civilización,
favoreciendo la especialización y el trabajo en equipo más allá del mero
trueque, pero así como en ciertas épocas históricas la religión, la tradición o
las convenciones sociales han dado lugar a comportamientos irracionales, hoy en
día el nuevo dios
al que muchos siguen ciegamente es el dinero. Ya dijimos una vez en el blog que
no tiene mucho sentido guiarse por un número muchas veces arbitrario y vacío de
contenido, que reducir la Vida a ponerle precio a todo significa que realmente
no te importa nada; como decía Antonio Machado, solo un necio confunde valor y
precio.
Esta obsesión
por la riqueza, el consumo y los bienes materiales
ha dado lugar en la sociedad capitalista actual a tremendas desigualdades, con
unos pocos cobrando cantidades astronómicas
mientras otros muchos sobreviven con una miseria. La especulación desenfrenada
y la búsqueda de beneficios aun a costa de la desgracia de los demás han dado ya lugar a muchas crisis, la más reciente de las cuales empezó
hace solo diez años, cuando la burbuja financiera hizo ¡Boom!
Ya en su día
os conté que no es más limpio el que limpia más, sino el que ensucia menos,
y de forma similar se puede decir que no es más rico el que más tiene, sino el
que menos necesita. Yo intento aplicar esta máxima a mi vida cotidiana y voy,
como dice José Mota, “al merme y al hurgue”. En
comparación con el ciudadano medio gasto poco dinero, pero no para tener más,
sino para necesitar menos en mi día a día y no tener que depender de una gran
fuente de ingresos. No me gusta ir por ahí tirando la pasta
en mil pequeños detalles; uno se permite un capricho un día o dos y corre el
riesgo de que al sentar precedente ese capricho aislado se convierta en una
costumbre y poco a poco en una necesidad (ficticia, pero necesidad a nuestros
ojos al fin y al cabo); y si ocurre lo mismo con cada cosa que se nos antoje, cuando
uno se quiere dar cuenta está hasta arriba de pequeños gastos habituales que
suman un enorme montón de dinero.
Por tanto, tengo
la costumbre de no pedir necesariamente algo de beber
cuando quedo con mis amigos, a no ser que realmente tenga sed. Tampoco suelo
frecuentar restaurantes de postín. Mis actividades de ocio habituales son
bastante baratas, lo cual no es difícil porque hay un montón de cosas
interesantes que se pueden hacer gratis
en
Valencia. No
compro algo si no lo necesito, intento hacer durar mi ropa y no soy víctima de
las modas; tampoco estoy pendiente del último grito en nuevas tecnologías,
y cuando necesito comprar un electrodoméstico o similar lo escojo de gama
media, sin lujos innecesarios, ateniéndome exclusivamente a criterios prácticos.
En cuanto a mis gastos de agua, luz y gas, no son demasiado elevados porque
intento no malgastar recursos para cuidar del Planeta.
Cuando viajo
fuera (recordad que lo hago solo una vez al año, en verano)
reservo alojamientos económicos, con una buena situación y lo básico para ducharme
a gusto y pasar las noches tranquila y cómodamente, y antes de partir siempre
busco en Internet cosas interesantes que se puedan hacer por poco dinero
en la ciudad a la que voy… De todo lo dicho hasta ahora se puede deducir que ahorro
una parte importante de mi sueldo al final de cada mes, pero no me entendáis
mal: cuando algo es realmente necesario o vale la pena no me importa gastarme
dinero en ello. Pienso que muchos de los gastos que tenemos en nuestra sociedad
occidental son superfluos y procuro evitarlos, pero pago una cuota bastante
generosa (un 2% de mi sueldo, algo más de lo que me cobran en agua, o luz, o gas) a Oxfam Intermón para ayudar a los
países en vías de desarrollo, donde la gente tiene problemas de verdad.
El tema de las
finanzas domésticas me resulta soberanamente aburrido, considero que hay muchas
otras cosas más interesantes en la Vida. Puedo pasarme semanas sin actualizar
la libreta del banco y no soy de los que hacia final de mes están mirando los
movimientos de la cuenta bancaria cada cinco minutos para comprobar si me han
ingresado el sueldo. Tampoco me preocupo por los detalles de mi nómina, ni por
saber si este mes me han pagado un poco más o un poco menos que el anterior. Y
menos mal que la declaración de la Renta me la hace mi padre, que controla más
estos temas de papeleos, porque
yo sería totalmente incapaz de hacerlo sin el debido asesoramiento.
En cuanto a
mis inversiones financieras tengo un perfil conservador, lo único que quiero es
no tener que perder tiempo preocupándome por ellas; de ahí que prefiera plazos
fijos con riesgo nulo que no haga falta vigilar, aunque ahora tienen unos
intereses bastante más bajos (Estoy seguro de que antes eran altos por algún chanchullo de los bancos). En un
par de ocasiones me ha pasado por la cabeza la idea de cambiarme a la Banca Ética, pero por falta de tiempo y de información
suficiente todavía no he considerado seriamente la cuestión… Pienso que no solo
es más rico el que menos necesita sino también el que menos debe, y me parece
que pagar por dinero es rizar el
rizo de lo absurdo, así que nunca he pedido un préstamo
y siempre he usado tarjeta de débito (No tuve una de crédito hasta que viajé
hace poco a Nueva York; allí poco menos que te la exigen en los hoteles).
Me viene ahora
a la cabeza una anécdota algo borrosa de mi infancia: era Navidad y un grupo de
niños de mi finca iba cantando villancicos puerta por puerta,
pidiendo dinero para comprar figuritas para el belén comunitario que había
junto a la portería. Yo y mi grupo de amigos decidimos hacer algo parecido, y
usar el aguinaldo no para el
belén sino para comprarnos chucherías, pero los otros niños se enteraron y después
de un tenso enfrentamiento verbal nos obligaron a usar nuestro botín para la
causa de las figuritas… Recuerdo que aquello no me sentó nada bien por aquel
entonces, pero también comprendo que nuestra postura era bastante egoísta. Desde entonces sin duda he madurado mucho al respecto, y si bien
me preocupo por no malgastar el dinero que ya tengo, no me obsesiono demasiado por
ganar más a toda costa.
¿Podríamos
decir que el dinero, al igual que el sexo,
no da la Felicidad pero ayuda un poco? Pues sí, pero siempre y cuando no sea demasiada
cantidad; en el término medio está la virtud.
Sí es imprescindible tener liquidez suficiente para cubrir las necesidades más básicas,
pero cuanto más tienes más aumenta tu nivel de vida y con él el número de
pequeños detalles de los que estar pendiente (los caprichitos
de los que hablábamos antes), y más difícil es mantener tu reputación,
lo que te obliga a asegurarte un alto nivel de ingresos de forma continuada,
con el correspondiente estrés asociado. Como decía Schopenhauer, a partir de un
cierto nivel el dinero es como el agua salada: cuanto más se bebe más sed se
tiene.
Decía también Francis
Bacon que la riqueza es un buen sirviente y un pésimo maestro… En otras
palabras: lo mejor es tener dinero y además cabeza para usarlo sabiamente y con
mesura; debe ser un medio, y no convertirse en un fin en sí mismo. Tres cosas hay en la Vida,
ya lo decía la canción, pero hay que evitar que la obsesión por la pasta
llegue a afectarnos a la salud o a apartarnos de aquellos
que nos quieren. Recuerdo una de mis escenas favoritas de la película Margin
Call en la que el personaje de Stanley Tucci, después de varios años trabajando
en Wall Street, rodeado de operaciones financieras abstractas y sin sentido,
echa de menos los tiempos en los que construyó un puente
que sirvió para ahorrar muchas horas de coche
y por tanto para mejorar de forma palpable la Vida de la gente. El tiempo de
calidad, el tiempo bien empleado, ya sea en solitario o rodeado de los tuyos,
es algo que no se compra ni se vende,
simplemente se disfruta.
Yo, desde
luego, valoro mucho más mi tiempo que el dinero: tiempo para hacer lo que me
gusta y para gozar de los pequeños placeres
del día a día. Parece un tópico, pero es verdad que las mejores cosas en la Vida no cuestan dinero.
En oposición a los bienes materiales tenemos una serie de bienes relacionales,
asociados a actividades afectivas y creativas, a los que hay que dar la
importancia que se merecen: ocio, cooperación, amor, música, poesía,
conocimiento…
Volvamos de nuevo a mi caso particular. Decía
antes que me preocupo más por no malgastar el dinero que cobro que por aumentar
mis ingresos; de hecho podría estar trabajando en otros sitios con un sueldo
más alto, pero valoro por encima de todo el estar a gusto con mi trabajo. De
hecho, le dedico bastantes más horas de las que me pagan porque adoro lo que
hago y porque soy un perfeccionista (a veces pienso que de tan perfeccionista soy tonto,
pero ese ya es otro tema). Y por otra parte, gracias a mi búsqueda de la
sencillez y el ascetismo en las
costumbres, si me despidieran (o me fuese)
mañana mismo tendría dinero suficiente para aguantar una temporada hasta
encontrar otra cosa. También os decía más arriba que nunca he pedido préstamos
ni créditos, y siguiendo en esa misma línea hace un año compré mi actual piso
sin hipoteca, a tocateja, e incluso
después de hacerlo aún me quedó ese pequeño colchón del que os hablo. Tal vez
ahora que ya tengo piso propio, y aunque mi estabilidad laboral no esté totalmente
asegurada, me plantee aumentar un poco más mi cuota de Oxfam Intermón…
En temas
monetarios, como en tantos otros, podemos concluir que la clave está en
alcanzar el equilibrio justo: conformarme con unos ingresos moderados me
permite trabajar en lo que me gusta, y mantener unos gastos más bajos me
permite no depender de la continua entrada de dinero, proporcionándome una
Libertad
maravillosa para hacer lo que quiera con mi tiempo libre (Por
cierto, ¿os habéis dado cuenta de que en inglés se utiliza la misma palabra, “free”,
para decir “gratis” y “libre”?). Y esta tranquilidad de saber que controlo en
gran medida mi propia Vida me permite dormir todas las noches del tirón, algo
que ni todo el oro del Mundo puede comprar… En resumen: el Inconformismo y la
Sencillez en lo tocante al dinero me dan más Tiempo y más Libertad,
y en definitiva me permiten ser más feliz. Yo creo que es un buen negocio, ¿no?
1 comentario:
Os pego aquí un comentario que me ha mandado Hope por mail:
"Estoy de acuerdo, seríamos más felices, y viviríamos más tranquilos. Pero es verdad que hace falta una inteligencia emocional y una gran fuerza de voluntad , para saber diferenciar entre capricho y necesidad hoy por hoy ,con el bombardeo al que estamos sometidos, con el compra....compra....compra...jajaja. Aún así yo llevo esa lucha conmigo misma a menudo pero a veces me despisto."
Estoy totalmente de acuerdo con lo del bombardeo constante a través de la publicidad, ya sea directa o encubierta. Yo he ido desprogramando mi cerebro con el paso de los años y he aprendido a detectar y rechazar rápidamente este tipo de mensajes tóxicos que no hacen más que generarte necesidades artificiales... Incluso me he acostumbrado a reaccionar a propósito de forma activa y exagerada para no olvidar nunca que los anuncios no son más que trampas untadas de dulce miel, como el queso que atrae a los ratones hacia el cepo.
Te haría mucha gracia verme a veces solo en casa, distraído comiendo o trabajando en el ordenador con la tele encendida, cuando hacen una pausa en el programa y de pronto soy consciente de que acaban de anunciar tres productos a cual más absurdo e inútil (cremas antiarrugas, créditos instantáneos, póker online, cruceros por el Mediterráneo... la lista es larga): inmediatamente cambio de canal o le quito la voz, y mientras lo hago incluso le hablo a la tele en voz alta (pero sin dejar de mirar al ordenador, que siempre queda más "cool") dejando bien claro lo poco que me interesa seguir escuchando, a veces haciendo algún ingenioso juego de palabras y otras simplemente añadiendo un taco... Hay quien podría pensar al verme que estoy algo chalado, pero no veas lo a gusto que me quedo; lo considero una especie de derecho al pataleo.
En cuanto a tu caso particular, creo que te conozco bien y confío plenamente en tu criterio para discernir lo superfluo de lo necesario, así que no creo que tengas que preocuparte demasiado al respecto... ¡Si todo el mundo fuese como tú, otro gallo nos cantaría!
¡Un abrazo muy fuerte, Hope, nos vemos pronto! :-)
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