martes, 8 de diciembre de 2015

Once Generaciones (I)


Hace poco me di cuenta de que durante estos tres años y pico he tenido en la lista de enlaces de La Belleza y el Tiempo un par dedicados a la confección de árboles genealógicos, y todavía no he dedicado ninguna entrada al asunto, así que ha llegado el momento de enmendar ese error… Para saber hacia dónde debemos dirigir nuestros pasos es bueno conocer primero de dónde venimos; de esto ya hemos hablado muchas veces en el blog a un nivel más amplio, en lo tocante a nuestra civilización, a nuestra especie o incluso a nuestro planeta. Pero aparte del Conocimiento que nos aportan disciplinas como la Historia, la Biología o la Física cabe también la posibilidad de investigar nuestros orígenes en lo que respecta a nuestra propia familia, en un orden de magnitud temporal algo más cercano que los anteriores.

Hoy día la Genealogía, entendida como el estudio de tus propios antepasados o de los descendientes de alguno de ellos, es un hobby bastante frecuente en todo el Mundo (aunque más raramente entre la gente joven, como he podido comprobar en las conferencias sobre el tema a las que he asistido). La información disponible relacionada con esta disciplina es abundante, con muy distintos tipos de sistemas de numeración y de posibles representaciones gráficas de los árboles genealógicos en las que no me voy a meter en detalle. En mi caso particular la Heráldica, que consiste en el estudio de los distintos linajes y escudos de armas asociados a tus apellidos, nunca me ha interesado tanto; siempre me ha parecido que las leyes de los hombres son más arbitrarias y menos duraderas que las leyes de la Naturaleza… Lo que realmente me intriga de la Genealogía es el aspecto de la herencia genética: cuánto vivieron mis antepasados por cada rama de la familia, qué enfermedades padecieron, qué rasgos físicos o de personalidad puedo tener en común con cada uno de ellos, si hay o no detalles que se repiten generación tras generación… De hecho, hay un tipo concreto de esquema denominado genograma que se utiliza para estudios de transmisión de rasgos hereditarios dentro de una familia, incluyendo enfermedades y taras como por ejemplo la hemofilia.




¿Cuándo me vino la afición por el tema? Mis dos abuelos murieron antes de que tuviese suficiente uso de razón como para preocuparme por estas cosas, pero hace unos veinte años comencé a sentir curiosidad por mis orígenes y le pedí a mi abuela paterna, que por entonces ya tenía algunos problemas de salud, que me contara cosas de la familia y que me hiciera un esquema con los nombres de mis antepasados por su rama y la de su marido, y recopilé una serie de notas bastante básicas que se quedaron guardadas en un cajón durante una década. El grueso de mi investigación genealógica lo hice entre 2006 y 2007, en una época en la que tenía algo más de tiempo libre. En esta ocasión fue mi abuela materna la que me contó con pelos y señales un montón de cosas acerca de la otra rama de mi familia, y la búsqueda de nuevos datos se convertiría en una afición que compartiríamos durante cuatro años: primero estando ella muy bien de salud, y después durante su convalecencia, tras ser víctima de los inevitables achaques de la edad. Mi abuela, lógicamente, estaba encantada de tener compañía, de conversar conmigo y contarme historias de su juventud, de la Guerra Civil y del pasado más remoto de la familia.

En paralelo a las indagaciones con mi abuela materna, saqué las notas del cajón y empecé a completar la información de la rama paterna con ayuda de mi padre y de algunos de sus parientes, y me decidí también a recurrir a otras fuentes externas a mi propia familia. Durante las próximas semanas os haré un resumen de los resultados de mi investigación, y para empezar os hablaré hoy de los distintos tipos de fuentes documentales que utilicé. Vaya por delante la siguiente advertencia: si esta entrada múltiple os pica la curiosidad y os decidís a confeccionar vuestro propio árbol genealógico, podéis utilizar mi experiencia como punto de partida, pero tened en cuenta que esta información no está actualizada, y aunque la mayoría de los procedimientos sigan siendo los mismos puede que algunas cosas hayan cambiado desde 2007 (supongo que a mejor, claro, con la digitalización de muchos de los archivos, por ejemplo; aunque Marty McFly también creyó que los coches volarían en 2015 y ya ves…).




El primer paso es interrogar, como hice yo, a los mayores de la familia e investigar los documentos antiguos que tengan en casa. Preguntad mientras podáis a vuestros abuelos y sobre todo a vuestras abuelas (mi experiencia me ha enseñado que las mujeres suelen preocuparse más por este tipo de cosas), y que os digan quién es quién en las viejas fotos de familia. Puede ser buena idea también visitar a los hermanos o primos de vuestros abuelos, por si recuerdan datos o tienen fotos que desconocíais, ya que sus antepasados (sólo algunos en el caso de los primos o primos segundos) son también los vuestros. Otro consejo importante: hay que concretar bien los objetivos de la búsqueda desde el principio, e intentar no dispersar esfuerzos. Por ejemplo, yo no me preocuparía demasiado por las distintas familias políticas de vuestros ancestros, porque en ese caso las ramas del árbol genealógico se extienden hasta el infinito… Yo decidí centrarme sobre todo en lo relacionado con mis antepasados directos y sus hermanos, sin meterme en detalles de los cónyuges ni de los hijos de dichos hermanos (excepto en las dos o tres generaciones más próximas), para no volverme loco con la ingente cantidad de datos.

El paso siguiente, ya fuera de la propia familia, consiste en intentar obtener las partidas de nacimiento de los antepasados más remotos a los que hayamos podido llegar, ya que éstas contienen el nombre y domicilio de sus padres y abuelos, permitiéndonos continuar la investigación cada vez más atrás en el Tiempo… Para esto es necesario, por supuesto, conocer la localidad y la fecha aproximada de nacimiento del familiar en cuestión, y conseguir la dirección postal del correspondiente Registro Civil, donde se guardan los archivos (en localidades más pequeñas se trata del Juzgado de Paz). Los Registros Civiles sólo existen más o menos desde 1870, de modo que para remontarse más atrás hay que recurrir a los registros de las iglesias, los Archivos Parroquiales, en los que se guardan las partidas de bautismo y de matrimonio.




Hace ocho años lo de las partidas de nacimiento funcionaba a base de correo postal ordinario; no sé si se habrán modernizado. El método es el siguiente: les escribes dándoles todos los datos que tengas (nombre, apellidos y fecha más aproximada) y, según la localidad, les mandas junto con tu carta de solicitud otro sobre con los sellos para la respuesta (en algunos sitios el franqueo corre de su cuenta, es cuestión de enterarse). Con 30 céntimos en sellos tenías en 2007 para que te mandaran de vuelta un máximo de 20 gramos de peso, que corresponden a unos cinco folios; con 40 céntimos daba para 50 gramos, o doce folios, si pensabas que podían enviarte mucho material; y para un peso entre 50 y 100 gramos (cosa poco probable) hacían falta unos 70 céntimos en sellos.

Yo mandé cartas a lugares cercanos como Gandía, Pobla Llarga o Massanassa, pero también a Campillo de Altobuey en Cuenca o al Puerto de la Cruz en Tenerife, con todo tipo de suertes a la hora de la respuesta: puede ocurrir que no vuelvas a saber de ellos (las menos de las veces), o puede ocurrir que al cabo de unas semanas te respondan para decirte amablemente que no han encontrado nada. Tal vez los datos de que dispones estén equivocados o no sean suficientes para que los funcionarios puedan encontrar algo, o tal vez sencillamente no les apetezca mucho buscar. También, dependiendo de la localidad, es posible que con el paso de los años haya habido incendios, saqueos en iglesias, inundaciones o simple negligencia en la conservación de los archivos, y que esta información escrita se haya perdido para siempre… En resumen, es una auténtica lotería. Pero si eres afortunado también puede ocurrir que un día veas en tu buzón el sobre con el franqueo y con tu dirección escrita de tu puño y letra, y que notes emocionado que abulta lo suficiente como para contener más de uno o dos folios… Os aseguro que es muy difícil describir con palabras lo que se siente en estos casos al leer las fotocopias de los documentos originales y descubrir nuevos datos sobre tu familia que hasta entonces estaban olvidados en la oscuridad de los abismos del Tiempo.




Otra manera de conseguir información consiste en consultar los registros de los cementerios, o visitar los cementerios propiamente dichos para recopilar la información de las lápidas; esto, junto con los certificados de defunción y los testamentos, también nos puede dar pistas sobre en qué fecha nació ese familiar, o los nombres de sus padres, su cónyuge o sus hijos en caso de que los tuviera, lo que nos ayuda a rellenar huecos del árbol genealógico y a extender las ramas de la investigación… De todo esto hablaremos detalladamente un poco más adelante, igual que hablaremos de la Hemeroteca de la Biblioteca Valenciana, en San Miguel de los Reyes, que me resultó de gran utilidad en varias ocasiones. Otros recursos de los que hice uso, aunque en menor medida, fueron la página web del catastro, que te facilita la fecha de construcción de las viviendas, permitiéndote así acotar otras posibles fechas que andes buscando; o la herramienta de distribución geográfica de apellidos por provincias disponible en la web del Padrón.

Y aún hay otras posibles fuentes, a las que yo no recurrí, como protocolos notariales, pleitos de hidalguía, listas de pasajeros a Indias, órdenes de caballeros o los archivos de los Centros de Historia Familiar de los Mormones (de éstos últimos si utilicé otro tipo de recursos, pero os lo explicaré la semana que viene). En la ciudad de Valencia los archivos más interesantes son el del Registro Civil (con datos sólo desde 1870, como ya hemos dicho), los Archivos Parroquiales de San Esteban y de Campanar (los que más documentos conservan), el Archivo del Colegio del Patriarca y el Archivo del Reino en la Alameda (donde se guardan los protocolos notariales).




Dejemos bien claro, para ir concluyendo por hoy, que la Genealogía no es una ciencia exacta, ya que puede haber errores, erratas y omisión de datos en los documentos. Los nombres de las partidas de nacimiento pueden ser difíciles de entender debido a la caligrafía, o incluso pueden tener faltas de ortografía por las prisas; y la gente mayor que te cuenta cosas podría confundir ciertos detalles que no recuerda bien, o podría dar total validez a algo que le han contado hace años que no era verdad. Junto a cualquier dato que se añada a la colección de notas debe hacerse constar la fecha del descubrimiento y la fuente de la que se ha obtenido, teniendo en cuenta que algunas fuentes son más fiables que otras. No hay que dar nada por sentado hasta que quede confirmado por dos o tres vías distintas, y a veces hay que hacer un poco de labor detectivesca para poder esclarecer la Verdad… Además, ser concienzudos y sistemáticos en nuestra investigación nos evitará hacer la misma búsqueda dos veces: hasta en el caso en que no encontremos nada en una fuente documental determinada tenemos que hacerlo constar en nuestros registros personales.

Incluso armado de toda la paciencia del Mundo, a veces te llevas grandes desilusiones en el curso de la investigación. Por ejemplo, hice varias gestiones para recibir por correo postal unos documentos del Archivo Militar de Segovia (creo que al hacer la solicitud fue la última vez que utilicé un fax). Eran del expediente personal de un tal Pedro Galea que tuvo que probar su nobleza para ingresar en el Cuerpo de Infantería en 1857, y que yo creía que era uno de mis trastatarabuelos (es decir, padre de mi tatarabuelo). Al final me llegó la copia del expediente y resultó tratarse de otro Pedro Galea nacido en la misma provincia de Valencia y en la misma época, pero que no tenía nada que ver con mi familia. Fue un gran chasco, pero en este tipo de pesquisas tienes que estar preparado para encajar los fracasos, ya que es frecuente llegar a callejones sin salida como éste después de hacerte muchas ilusiones… En las siguientes entregas os seguiré resumiendo los detalles de mi investigación y empezaré a daros algunos datos sobre (esta vez sí) mis verdaderos ancestros, y veréis hasta dónde se puede remontar uno hacia el Pasado de la familia con paciencia, organización y algo de suerte.



2 comentarios:

Rubén dijo...

Yo soy....el ex-compañero de habitación, del primo del sobrino del hermano de tu padre!!
En serio, todo un ejercicio de investigación, aunque supongo que en este país la cosa no será fácil en ciertas zonas. Supongo que muchos papeles desaparecerían debido a la guerra....
Un saludo!

Kalonauta dijo...


¿Qué tal, Rubén? :-)

Sí, es muy posible que algunos archivos desaparecieran en incendios producidos en el caos general de la Guerra Civil, aunque la verdad es que no tengo datos concretos al respecto... Lo que si tengo son algunas anécdotas muy buenas que me contó mi abuela sobre aquella época; es posible que os cuente alguna de ellas en las próximas entregas.

Como dato curioso, sí te puedo decir que uno de los archivos que he nombrado en esta primera entrega es el del Patriarca, y precisamente la Iglesia del Patriarca fue uno de los dos lugares de la ciudad (el otro fueron las Torres de Serranos) donde se almacenaron las obras de Arte del Museo del Prado para protegerlas de los bombardeos mientras Valencia fue capital de la República... Tal vez más adelante dedique una entrada entera a este tema.

¡Un abrazo y muchas gracias por comentar!