Hace poco me di cuenta de que durante estos tres años y pico he tenido en
la lista de enlaces de La Belleza y el Tiempo un par dedicados a la confección
de árboles genealógicos, y todavía no he dedicado ninguna entrada al asunto,
así que ha llegado el momento de enmendar ese error… Para saber hacia dónde debemos
dirigir nuestros pasos es bueno conocer primero de dónde venimos; de esto ya
hemos hablado muchas veces en el blog a un nivel más amplio, en lo tocante a
nuestra civilización,
a nuestra especie
o incluso a nuestro planeta.
Pero aparte del Conocimiento que nos aportan disciplinas como la Historia, la Biología
o la Física cabe también la posibilidad de investigar nuestros orígenes en lo
que respecta a nuestra propia familia, en un orden de magnitud temporal
algo más cercano que los anteriores.
Hoy día la Genealogía, entendida como el estudio de tus propios antepasados
o de los descendientes de alguno de ellos, es un hobby bastante frecuente en
todo el Mundo (aunque más raramente entre la gente joven, como he podido
comprobar en las conferencias sobre el tema a las que he asistido). La información
disponible relacionada con esta disciplina es abundante, con muy distintos
tipos de sistemas de numeración y de posibles
representaciones gráficas de los
árboles genealógicos en las que no me voy a meter en detalle. En mi caso
particular la Heráldica, que consiste
en el estudio de los distintos linajes y escudos de armas asociados a tus
apellidos, nunca me ha interesado tanto; siempre me ha parecido que las leyes
de los hombres son más arbitrarias y menos duraderas que las leyes de la
Naturaleza… Lo que realmente me intriga de la Genealogía es el aspecto de la
herencia genética: cuánto vivieron mis antepasados por cada rama de la familia,
qué enfermedades padecieron, qué rasgos físicos o de personalidad puedo tener
en común con cada uno de ellos, si hay o no detalles que se repiten generación
tras generación… De hecho, hay un tipo concreto de esquema denominado genograma que se utiliza
para estudios de transmisión de rasgos hereditarios dentro de una familia, incluyendo
enfermedades y taras como por ejemplo la hemofilia.
¿Cuándo me vino la afición por el tema? Mis dos abuelos murieron antes de
que tuviese suficiente uso de razón como para preocuparme por estas cosas, pero
hace unos veinte años comencé a sentir curiosidad por mis orígenes y le pedí a
mi abuela paterna, que por entonces ya tenía algunos problemas de salud, que me
contara cosas de la familia y que me hiciera un esquema con los nombres de mis
antepasados por su rama y la de su marido, y recopilé una serie de notas
bastante básicas que se quedaron guardadas en un cajón durante una década. El
grueso de mi investigación genealógica lo hice entre 2006 y 2007, en una época
en la que tenía algo más de tiempo libre. En esta ocasión fue mi abuela materna
la que me contó con pelos y señales un montón de cosas acerca de la otra rama
de mi familia, y la búsqueda de nuevos datos se convertiría en una afición que compartiríamos
durante cuatro años: primero estando ella muy bien de salud, y después durante
su convalecencia, tras ser víctima de los inevitables achaques de la edad. Mi
abuela, lógicamente, estaba encantada de tener compañía, de conversar conmigo y
contarme historias de su juventud, de la Guerra Civil y del pasado más remoto de
la familia.
En paralelo a las indagaciones con mi abuela materna, saqué las notas del
cajón y empecé a completar la información de la rama paterna con ayuda de mi
padre y de algunos de sus parientes, y me decidí también a recurrir a otras
fuentes externas a mi propia familia. Durante las próximas semanas os haré un
resumen de los resultados de mi investigación, y para empezar os hablaré hoy de
los distintos tipos de fuentes documentales que utilicé. Vaya por delante la
siguiente advertencia: si esta entrada múltiple os pica la curiosidad y os
decidís a confeccionar vuestro propio árbol genealógico, podéis utilizar mi
experiencia como punto de partida, pero tened en cuenta que esta información no
está actualizada, y aunque la mayoría de los procedimientos sigan siendo los
mismos puede que algunas cosas hayan cambiado desde 2007 (supongo que a mejor, claro,
con la digitalización de muchos de los archivos, por ejemplo; aunque Marty
McFly también creyó que los coches volarían en 2015
y ya ves…).
El primer paso
es interrogar, como hice yo, a los mayores de la familia e investigar los documentos
antiguos que tengan en casa. Preguntad
mientras podáis a vuestros abuelos y sobre todo a vuestras abuelas (mi
experiencia me ha enseñado que las mujeres suelen preocuparse más por este tipo
de cosas), y que os digan quién es quién en las viejas fotos de familia. Puede ser buena idea también visitar a los hermanos o primos de vuestros
abuelos, por si recuerdan datos o tienen fotos que desconocíais, ya que sus
antepasados (sólo algunos en el caso de los primos o primos segundos) son
también los vuestros. Otro consejo
importante: hay que concretar bien los objetivos de la búsqueda desde el
principio, e intentar no dispersar esfuerzos. Por ejemplo, yo no me preocuparía
demasiado por las distintas familias políticas de vuestros ancestros, porque en
ese caso las ramas del árbol genealógico se extienden hasta el infinito…
Yo decidí centrarme sobre todo en lo relacionado con mis antepasados directos y
sus hermanos, sin meterme en detalles de los cónyuges ni de los hijos de dichos
hermanos (excepto en las dos o tres generaciones más próximas), para no
volverme loco con la ingente cantidad de datos.
El paso siguiente, ya fuera de la propia familia, consiste en intentar
obtener las partidas de nacimiento de los antepasados
más remotos a los que hayamos podido llegar, ya que éstas contienen el nombre y
domicilio de sus padres y abuelos, permitiéndonos continuar la investigación
cada vez más atrás en el Tiempo… Para esto es necesario, por supuesto, conocer la
localidad y la fecha aproximada de nacimiento del familiar en cuestión, y conseguir la dirección postal del correspondiente Registro Civil, donde se guardan
los archivos (en localidades más pequeñas se trata del Juzgado de Paz). Los Registros Civiles sólo existen más o menos desde 1870, de modo
que para remontarse más atrás hay que recurrir a los registros de las iglesias,
los Archivos Parroquiales, en los que se guardan las partidas de bautismo y de matrimonio.
Hace ocho años lo de las partidas de nacimiento funcionaba a base
de correo postal ordinario; no sé si se habrán modernizado. El método es el
siguiente: les escribes dándoles todos los datos que tengas (nombre, apellidos
y fecha más aproximada) y, según la localidad, les mandas junto con tu carta de
solicitud otro sobre con los sellos para la respuesta (en algunos sitios el
franqueo corre de su cuenta, es cuestión de enterarse). Con 30 céntimos en
sellos tenías en 2007 para que te mandaran de vuelta un máximo de 20 gramos de
peso, que corresponden a unos cinco folios; con 40 céntimos daba para 50 gramos,
o doce folios, si pensabas que podían enviarte mucho material; y para un peso
entre 50 y 100 gramos (cosa poco probable) hacían falta unos 70 céntimos en
sellos.
Yo mandé cartas a lugares cercanos como Gandía, Pobla Llarga o Massanassa, pero
también a Campillo de Altobuey en Cuenca o al Puerto de la Cruz en Tenerife,
con todo tipo de suertes a la hora de la respuesta: puede ocurrir que no
vuelvas a saber de ellos (las menos de las veces), o puede ocurrir que al cabo
de unas semanas te respondan para decirte amablemente que no han encontrado
nada. Tal vez los datos de que dispones estén equivocados o no sean suficientes
para que los funcionarios puedan encontrar algo, o tal vez sencillamente no les
apetezca mucho buscar. También, dependiendo de la localidad, es posible que con
el paso de los años haya habido incendios, saqueos en iglesias, inundaciones o
simple negligencia en la conservación de los archivos, y que esta información escrita se haya perdido para siempre…
En resumen, es una auténtica lotería. Pero si eres afortunado también puede ocurrir
que un día veas en tu buzón el sobre con el franqueo y con tu dirección escrita
de tu puño y letra, y que notes emocionado que abulta lo suficiente como para
contener más de uno o dos folios… Os aseguro que es muy difícil describir con palabras lo que se siente en estos
casos al leer las fotocopias de los documentos originales y descubrir nuevos
datos sobre tu familia que hasta entonces estaban olvidados en la oscuridad de los
abismos del Tiempo.
Otra manera de conseguir información consiste en consultar
los registros de los cementerios, o visitar los cementerios propiamente dichos
para recopilar la información de las lápidas; esto, junto con los certificados de defunción y los testamentos, también nos puede
dar pistas sobre en qué fecha nació ese familiar, o los nombres de sus padres,
su cónyuge o sus hijos en caso de que los tuviera, lo que nos ayuda a rellenar
huecos del árbol genealógico y a extender las ramas de la investigación… De todo esto hablaremos detalladamente un poco más adelante, igual
que hablaremos de la Hemeroteca de la
Biblioteca Valenciana, en San Miguel de los Reyes, que me resultó de gran
utilidad en varias ocasiones. Otros recursos de los que hice uso, aunque en
menor medida, fueron la página web del catastro,
que te facilita la fecha de construcción de las viviendas, permitiéndote así
acotar otras posibles fechas que andes buscando; o la herramienta de distribución
geográfica de apellidos por provincias disponible en la web del Padrón.
Y aún hay otras posibles fuentes, a las que yo no recurrí, como protocolos
notariales, pleitos de hidalguía, listas de pasajeros a Indias, órdenes de
caballeros o los archivos de los Centros de Historia
Familiar de los Mormones (de éstos
últimos si utilicé otro tipo de recursos, pero os lo explicaré la semana que
viene). En la ciudad de Valencia los archivos más interesantes son el del Registro
Civil (con datos sólo desde 1870, como ya hemos dicho), los Archivos
Parroquiales de San Esteban y de Campanar (los que más documentos conservan),
el Archivo del Colegio del Patriarca
y el Archivo del Reino en la Alameda (donde
se guardan los protocolos notariales).
Dejemos bien claro, para ir concluyendo por hoy, que la Genealogía no es
una ciencia exacta, ya que puede haber errores, erratas y omisión de datos en
los documentos. Los nombres de las partidas de nacimiento pueden ser difíciles
de entender debido a la caligrafía, o incluso pueden tener faltas de ortografía
por las prisas; y la gente mayor que te cuenta cosas podría confundir ciertos detalles que no recuerda bien,
o podría dar total validez a algo que le han contado hace años que no era
verdad. Junto a cualquier dato que se añada a la colección de notas debe hacerse
constar la fecha del descubrimiento y la fuente de la que se ha obtenido,
teniendo en cuenta que algunas fuentes son más fiables que otras. No hay que
dar nada por sentado hasta que quede confirmado por dos o tres vías distintas,
y a veces hay que hacer un poco de labor detectivesca para poder esclarecer la
Verdad… Además, ser concienzudos y sistemáticos en nuestra investigación nos
evitará hacer la misma búsqueda dos veces: hasta en el caso en que no encontremos nada
en una fuente documental determinada tenemos que hacerlo constar en nuestros registros personales.
Incluso armado de toda la paciencia del Mundo, a veces te llevas grandes desilusiones
en el curso de la investigación. Por ejemplo, hice
varias gestiones para recibir por correo postal unos documentos del Archivo Militar de Segovia
(creo que al hacer la solicitud fue la última vez que utilicé un fax). Eran del
expediente personal de un tal Pedro Galea que tuvo que probar su nobleza para
ingresar en el Cuerpo de Infantería en 1857, y que yo
creía que era uno de mis trastatarabuelos (es decir, padre de mi tatarabuelo).
Al final me llegó la copia del expediente y resultó tratarse de otro Pedro Galea
nacido en la misma provincia de Valencia y en la misma época, pero que no tenía
nada que ver con mi familia. Fue un gran chasco, pero en este tipo de pesquisas
tienes que estar preparado para encajar los fracasos, ya que es frecuente
llegar a callejones sin salida como
éste después de hacerte muchas ilusiones… En las siguientes entregas os seguiré
resumiendo los detalles de mi investigación
y empezaré a daros algunos datos sobre (esta vez sí) mis verdaderos ancestros,
y veréis hasta dónde se puede remontar uno hacia el Pasado de la familia con paciencia,
organización y algo de suerte.
2 comentarios:
Yo soy....el ex-compañero de habitación, del primo del sobrino del hermano de tu padre!!
En serio, todo un ejercicio de investigación, aunque supongo que en este país la cosa no será fácil en ciertas zonas. Supongo que muchos papeles desaparecerían debido a la guerra....
Un saludo!
¿Qué tal, Rubén? :-)
Sí, es muy posible que algunos archivos desaparecieran en incendios producidos en el caos general de la Guerra Civil, aunque la verdad es que no tengo datos concretos al respecto... Lo que si tengo son algunas anécdotas muy buenas que me contó mi abuela sobre aquella época; es posible que os cuente alguna de ellas en las próximas entregas.
Como dato curioso, sí te puedo decir que uno de los archivos que he nombrado en esta primera entrega es el del Patriarca, y precisamente la Iglesia del Patriarca fue uno de los dos lugares de la ciudad (el otro fueron las Torres de Serranos) donde se almacenaron las obras de Arte del Museo del Prado para protegerlas de los bombardeos mientras Valencia fue capital de la República... Tal vez más adelante dedique una entrada entera a este tema.
¡Un abrazo y muchas gracias por comentar!
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