lunes, 17 de junio de 2013

Remember Sammy Jankis (II)

Después de haber hablado sobre la memoria en general y sobre los distintos tipos de amnesia y cómo se han tratado en el cine, nos ponemos hoy manos a la obra con Memento, la estupenda cinta de Christopher Nolan. Ésta es la segunda de las ocho películas que Nolan ha dirigido hasta el momento, y aunque tengo pendiente todavía ver Following (no por mucho tiempo, ya está encima de mi mesa), puedo decir que todas las demás me han encantado.
Aunque Memento no se estrenó en salas en España hasta enero de 2001, yo la vi en la XXI Mostra de València, en la sala A de los Cines Martí, a las 18:00 del viernes 20 de octubre de 2000 (mes y medio después de su estreno absoluto en el Festival de Venecia, el 5 de septiembre). No es que me acuerde de memoria de todo esto (de hecho, hasta mis recuerdos acerca del año exacto estaban un poco borrosos); sencillamente he consultado mis notas y he hecho un poco de investigación. Cuando hojeo la programación de un festival de cine, con montones de películas de directores desconocidos de las que no tengo ninguna referencia, a la hora de elegir me suelo guiar por la sinopsis del argumento. En el caso de la cinta de Nolan, que por aquel entonces también era un desconocido, el breve resumen incluido en los folletos logró sin duda captar mi atención por encima de las demás opciones:
“Leonard Shelby viste caras ropas de diseño y conduce un viejo Jaguar, pero vive en moteles baratos que paga en metálico. A pesar de tener el aspecto de un exitoso hombre de negocios, su única meta es la venganza, el castigo del hombre que violó y mató a su mujer. Esto es especialmente dificultoso dado que padece una extraña e incurable forma de amnesia: recuerda todo lo que pasó en su vida antes del trágico suceso, pero no lo que le ha sucedido quince minutos antes, a dónde se dirige o por qué.”
El planteamiento argumental de la película me pareció irresistible, y después de verla su planteamiento formal me resultó apasionante también. Es una cinta difícil, que invita a múltiples visionados para tratar de atar todos los cabos sueltos de la historia; sin duda aún más visionados de los que hacen falta con películas de la misma época como El Sexto Sentido o Los Otros. De hecho, en los Estados Unidos se estrenó más tarde que en España, en marzo del 2001, porque costó mucho encontrar una distribuidora; había bastante miedo a que la gente no entendiese la historia y no la recomendasen a sus amigos. Sin embargo, poco después quedó demostrado que estos temores eran infundados: Memento recuperó de sobra la inversión realizada y con el paso del tiempo se ha convertido en una película de culto, inspirando muchos otros filmes, a veces de manera sutil y en ocasiones de forma evidente.
 
 
En los casi trece años que han transcurrido desde que la vi por primera vez, mi admiración, casi rayana en la obsesión, por esta caleidoscópica película no ha hecho sino crecer. La debo haber visto unas quince veces, tanto en versión original como doblada, y tanto en cine como en DVD. He leído críticas y análisis pormenorizados en Internet. He mantenido largas conversaciones hasta altas horas de la noche con mis amigos cinéfilos acerca de las distintas capas de la narración. He leído el relato corto Memento Mori, de Jonathan Nolan, en el que se basa el guión de su hermano Christopher para la película. He recorrido todos los posibles caminos de la web oficial en busca de información adicional sobre lo que realmente pasó, teniendo que hacer a veces incluso tareas de OCR para poder disponer de dicha información. He quemado el botón de la pausa apuntando los minutajes de las distintas escenas y escribiendo un breve resumen de cada una, para después ordenarlas conforme van ocurriendo; y en el momento en que estuvo disponible, he visto el montaje en orden cronológico que Nolan hizo para los extras de la edición especial en DVD. Últimamente, por supuesto, he vuelto a repasar todas estas fuentes, tomando nuevas notas, y me he documentado mejor sobre la memoria y la amnesia para preparar la presentación de la película y las entradas del blog. Intentaré que la entrega de hoy, anterior a la proyección del Aula de Cinema (buscad un boli: este miércoles a las seis en Filología), esté en la medida de lo posible libre de spoilers. En las próximas entregas, dando ya por sentado que la habéis visto, intentaremos dar respuesta a los enigmas que nos plantea Nolan en la cinta.
Desde el punto de vista médico, Memento es una buena aproximación a la amnesia anterógrada (se alude a ella varias veces como “pérdida de la memoria reciente” o “incapacidad para crear nuevos recuerdos”), salvo tal vez por un detalle: el lapso de atención de Leonard es de unos quince minutos, menos aún si está bajo condiciones de stress, pero aun así es bien consciente de su problema y consigue tomar medidas para sobrellevarlo y tener cierto grado de independencia, lo que sería impensable en un caso real. Una posible explicación a esto sería que la muerte de su mujer le proporciona una motivación extra, desde otras zonas de su cerebro menos relacionadas con la memoria pero más con lo afectivo, para mantener la disciplina y organización necesarias para no dispersarse demasiado; como Leonard mismo lo llama, “una razón para vivir”.
Para no perderse entre un mar de instantes aislados se necesita un sistema realmente eficiente: es útil tomar notas o sacar fotos, pero esto por sí solo no basta. Hace falta recurrir a claves de tipo espacial, como por ejemplo guardar los objetos importantes siempre en el mismo sitio (para eso se necesitan seis bolsillos diferentes), y prevenir posibles manipulaciones por parte de otras personas confiando sólo en tu propia letra (me gusta mucho la escena en la que Leonard escribe con otro tipo de caligrafía una nota que Teddy le dicta, para acordarse después de que tiene que tacharla). En cuanto a la información realmente importante, hay que encontrar una manera de apuntarla de forma permanente para que no pueda perderse: aquí entran en juego los tatuajes. El más importante le recorre a Leonard el espacio bajo las clavículas y es el único que está invertido, para que pueda leerlo correctamente cada mañana, al levantarse y mirarse al espejo: “John G. violó y asesinó a mi mujer” (Un pequeño inciso: en el relato corto original los tatuajes son distintos, están todos invertidos e incluyen un retrato robot del asesino). También en el pecho y en letras bien grandes aparece tatuada la frase “Encuéntrale y mátale”. Más abajo, en el abdomen, y boca abajo para poder verlas correctamente al agachar la cabeza, las palabras “Fotografiar: Casa, Coche, Amigo, Enemigo”. Repartidos por otras zonas de su piel hay una serie de mantras adicionales, así como los distintos Hechos que va descubriendo acerca del asesino de su mujer.
 
 
Este sistema de notas, fotos y tatuajes es difícil de asimilar, y se supone que Leonard lo va haciendo por repetición, a base de rutina… Los famosos condicionantes, que tantas veces se nombran en la película, están relacionados con la memoria procedimental de la que hablábamos la semana pasada, y parece que al final Leonard aprende a usar el sistema de forma instintiva, inconsciente. Tal vez el condicionante más poderoso en este caso sea un tatuaje del que todavía no hemos hablado, el único que está a la vista cuando Leonard va vestido: está en el dorso de la mano izquierda, como si fuera un recordatorio escrito con boli, y dice “Recuerda a Sammy Jankis”. Leonard lo ve cada vez que se lava las manos, o cuando agarra el volante para conducir, o también (como se puede comprobar en una escena clave de la película) cada vez que coge el mando de la tele. A Sammy le gustaban los anuncios, eran historias cortas, de veinte segundos, en las que podía seguir el hilo de principio a fin… pero la tele le convertía en un vegetal, le impedía progresar en una determinada dirección.
A lo largo de toda la película Leonard nos va narrando la historia de Samuel R. Jankis: un accidente con el coche le produjo una lesión en el hipocampo y a partir de ese momento ya no podía mantener los recuerdos durante más de dos minutos. Leonard trabajaba para su compañía de seguros y fue el encargado de investigar si Sammy y su mujer debían o no cobrar la indemnización. Al parecerle ver un atisbo de reconocimiento en los ojos de Sammy cada vez que se encontraban, Leonard decidió comprobar si era capaz de aprender por repetición, cosa posible si realmente se trataba de una amnesia de tipo orgánico. Se utilizó una serie de figuras geométricas algunas de las cuales (siempre las mismas) producían pequeñas descargas eléctricas, pero Sammy no respondió a estos condicionantes, con lo que se dictaminó que su enfermedad era psicológica, y no física, y que no les correspondía cobrar la indemnización… Este dictamen tendría terribles consecuencias para Sammy y su mujer. Según Leonard, no es que fingiera conscientemente, es que su cerebro no quería recordar aunque pudiera hacerlo, y esto anulaba también la memoria procedimental. Usando la terminología de la entrega anterior, la amnesia de Sammy era disociativa, por el shock, y no orgánica por el golpe.
Es muy interesante, este tema de la memoria procedimental… Seguro que tiene relación con eso que se suele decir acerca de que montar en bici o hacer el amor son cosas que no se olvidan nunca, por mucho tiempo que haya pasado desde la última vez. O también con esto: hay ciertas actividades de tipo físico en las que pensar conscientemente en la secuencia de acciones que estás llevando a cabo es precisamente lo que te desconcentra y te hace cometer errores, mientras que si no piensas en ello todo fluye de manera instintiva. Otro ejemplo: a mí me pasa que a veces no recuerdo con qué mano debo coger el tenedor y con cuál el cuchillo hasta que no pruebo las dos posibilidades; cuando los estoy sosteniendo es mi cuerpo, y no mi memoria explícita, el que me dice que ésa es la opción correcta. Un último detalle gracioso, ya que hemos estado hablando de los recordatorios y del mando de la tele: un día decidí colocar mis pesas bien visibles en el suelo a un lado del aparato de televisión para recordarme a mí mismo, cada vez que me sentara a ver una peli, que tengo que sacar un poco más de masa muscular de cintura para arriba (como decía Lester Burnham, “para tener un buen desnudo”)… Pues bien, está claro que en mi caso no funcionan los condicionantes: las pesas llevan algo así como un año en el mismo sitio, cogiendo polvo.
Hemos hablado bastante de la historia que se cuenta en Memento, pero aún no hemos dicho nada acerca de cómo está contada; Nolan utiliza la amnesia de Leonard no sólo como argumento de la trama, sino como base de la estructura narrativa y estética del film. El montaje de la película es algo jamás visto antes, realmente hace sentir al espectador como si fuera el que tiene amnesia anterógrada. A lo largo de todo el metraje se van alternando escenas en color con otras en blanco y negro, y aunque al principio pueda parecer que todo es bastante caótico, si prestáis atención no tardaréis mucho en descubrir el patrón que siguen tanto unas como las otras, y cómo pueden ordenarse después cronológicamente… no os voy a explicar mucho más para que podáis experimentar ese vértigo inicial, esa sensación de no recordar nada, si es que todavía no habéis visto la peli.
 
 
Para concluir la entrega de hoy, un par de comentarios rápidos acerca de Memento Mori, el relato corto en el que se basa la película. Aunque ambas obras comparten muchos elementos, en el relato se tocan algunos puntos muy interesantes que no aparecen en el largometraje, así que os recomiendo su lectura como un complemento más de la experiencia Memento”. Recuerdo por ejemplo una parte que me gustó mucho: “Seguro que no podrías conseguir un empleo normal. No hay muchas profesiones en las que se valore ser olvidadizo. La prostitución, tal vez. Y la política, por supuesto.” Pero lo que realmente me pareció interesante fueron las consideraciones que Jonathan Nolan hace al final a propósito del Tiempo. Earl (así es como se llama Leonard en el relato) habla consigo mismo acerca de la angustia que supone no percibir el paso del Tiempo, vivir siempre en el presente: “No es tanto que tú hayas perdido tu fe en el Tiempo como que el Tiempo ha perdido su fe en ti”. Después trata de animarse, aduciendo que el Tiempo ya no tiene capacidad para afectarle… Me encantan sobre todo las últimas frases del relato: “El Tiempo es algo absurdo, una abstracción. Lo único que importa es este momento. Este momento repetido un millón de veces. Confía en mí. Si este momento se repite lo suficiente, si lo sigues intentando –y tienes que seguir intentándolo– tarde o temprano conseguirás pasar al siguiente punto de tu lista.”
La próxima semana hablaremos de mi memoria, que da para llenar una entrada entera… por lo menos.

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