lunes, 31 de diciembre de 2018

En el Parque (III)


El domingo de la semana pasada me dejé caer por el Almudín y le eché un vistazo a la exposición “Parques de Barrio, una Constelación de Vida Urbana”, que estará allí hasta el cuatro de enero. Su contenido es bastante técnico, pero me resultó útil para comprender la diferencia entre parques de barrio o de proximidad (más de doscientos en Valencia, sobre todo en la periferia, pequeños pero con una superficie combinada de casi 100 hectáreas) y parques de distrito (unos quince, más grandes, los que la gente de toda la ciudad suele conocer por su nombre). Entre los de mayor extensión están los Viveros, con 18 ha, y el Parque de Cabecera, con 17 ha (unas 30 contando el Bioparc y La Canaleta), aunque ambos se quedan lejos del antiguo cauce del río Turia, que con sus dieciséis tramos comprende una superficie total de 110 ha.

El Parque Central tendrá cuando esté completo 23 ha, aunque la zona inaugurada por ahora son 11 ha. Los vecinos de Russafa realmente lo necesitaban, porque lo más parecido a un parque que había por aquí era la plaza Manuel Granero, de 0.7 ha, con una arboleda muy frondosa pero unas dotaciones muy descuidadas; y si quieres ir al cauce del río tardas quince minutos andando a paso ligero. Yo pensaba que en Malilla estaban igual, pero resulta que no es así: en diciembre de 2017 se inauguró al sur de este barrio el Parque Urbano de Malilla, con un total de 7 ha que incluyen zonas verdes, huertos urbanos, un área para los niños y tres alquerías restauradas… Hasta hace un par de días no me había enterado de que existía, pero pienso visitarlo en cuanto tenga la oportunidad.




Recorriendo los rincones del Parque Central se da uno cuenta de la enorme diversidad de sus visitantes: sencillos paseantes, runners con ropa de color fosforito, niños jugando, padres o madres con carritos de bebé, gente con perros, bicicletas, skates, patinetes, ancianos, personas en silla de ruedas, estudiantes repasando apuntes, parejas de novios tumbadas en el césped, familias de picnic, grupos de amigos celebrando cumpleaños… En mi opinión las primeras semanas son importantes a la hora de sentar precedentes tanto para lo bueno como para lo malo: respecto a recoger las cacas de los perros, por ejemplo. Otra posible fuente de conflicto es la del civismo y área de actuación de los skaters y scooters, aunque no debería haber problema porque el Parque tiene infinidad de bancos, repisas y bordillos, más que suficiente para todos… En previsión de problemas de botellón y vandalismo se está analizando la posibilidad de situar el nuevo retén de la Policía Local de Russafa dentro o al lado del recinto, para mayor seguridad.

En mis visitas al Parque he sido testigo de varias escenas de roces entre grupos de distinta edad o extracción social afeándose las conductas los unos a los otros, pero también de casos de colaboración y armonía: la Belleza de las plantas y flores y la novedad de la situación facilitan que los senderos y explanadas actúen como lugar de comunicación, como espacio verdaderamente público, papel que las calles tal y como están diseñadas ahora no cumplen… Decía la filósofa Hannah Arendt que no hay ciudad sin pluralidad, sin diferencias. La clave para el bienestar de los ciudadanos radica en encontrar un punto de entendimiento común sin eliminar las diferencias; estamos unidos a los otros precisamente por lo que nos distingue. Los conflictos son aceptables si son civilizados, no hay que esconderlos o cerrarlos en falso. Frente a la uniformización de los individuos hay que promover y proteger los espacios de convivencia en la diversidad… Diferencias aparte, preguntes a quien preguntes, a todo el mundo le parece estupendo que se haya abierto el Parque. Espero que con el paso del Tiempo la zona se ponga tan bonita y tenga tanta actividad cultural y de ocio como otros jardines diseñados por Gustafson.












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