lunes, 22 de julio de 2013

Simple Pleasures (II)


La semana pasada retrocedimos al Japón de hace mil años para hablar de Sei Shonagon, de su trabajo en la corte, de sus libros de poemas y de las cosas que hacían latir su corazón más deprisa. Al margen de su trabajo y de sus obras, Shonagon tuvo al parecer dos hijos de dos matrimonios distintos, además de numerosos amantes. Después de todas estas experiencias, tras la muerte de la Emperatriz Consorte, permaneció aún unos años más en la corte y posteriormente se ordenó religiosa budista, manteniéndose gracias a las limosnas en los alrededores de la capital y viviendo errante hasta el fin de sus días.
Remontémonos hoy aún más atrás en el Tiempo, al Nepal y a la India de hace dos milenios y medio, donde según las crónicas el príncipe Siddharta Gautama, tras vagar seis años en busca del Sentido de la Vida, alcanzó finalmente el Nirvana sentado bajo un árbol, convirtiéndose en el Buda (el Despierto). Después de su despertar, la primera enseñanza a sus discípulos fueron las Cuatro Nobles Verdades, que contienen casi todas las ideas importantes del budismo:
-Toda existencia conlleva sufrimiento. El sufrimiento está siempre presente: el nacimiento, la enfermedad, la vejez o la muerte suponen sufrimiento; incluso la felicidad no llega a ser nunca completa del todo. Al sufrimiento se le designa en lengua Pali con la palabra Dukkha, que se puede traducir también como dolor, tristeza, insatisfacción, imperfección o insustancialidad.
-La causa del sufrimiento es el deseo. El origen de todo dolor se halla en pasiones humanas como el odio, el anhelo (el deseo hacia lo que no se tiene) o el apego (el miedo a perder lo que se tiene), y en la ignorancia acerca de la interdependencia de las cosas y su fugacidad en el Mundo. Para el deseo se emplea en Pali el término Tanha, llamándosele también el anhelo, la sed o el ansia.
-El sufrimiento puede ser vencido extinguiendo el deseo. Cada cual debe embarcarse en un estudio para conocer y comprobar las causas de su propio sufrimiento, y después eliminarlas, vaciándose de todo deseo y alcanzando así la sabiduría.
-El camino que lleva al cese del sufrimiento, permitiéndonos alcanzar el despertar, el Nirvana, es lo que se conoce como el Noble Sendero Óctuple: Comprensión correcta, Pensamiento correcto, Palabra correcta, Acción correcta, Ocupación correcta, Esfuerzo correcto, Atención correcta y Concentración correcta.
 
 
 
Según los estudiosos de esta religión, las cuatro afirmaciones anteriores vienen a ser el equivalente a un procedimiento médico, pero para curar en este caso una enfermedad del espíritu: el síntoma es el sufrimiento, el diagnóstico es el deseo, el pronóstico de recuperación es razonablemente bueno y la prescripción o receta consiste en seguir el Noble Sendero Óctuple. Aunque yo personalmente no estoy muy familiarizado con esta doctrina, me parecen bastante razonables la mayoría de las afirmaciones anteriores, e incluso creo que algunas de ellas ya se han comentado antes en el blog en otras palabras: sin duda el paso del Tiempo y el apego a la Belleza fugaz que nos rodea producen sufrimiento. Sin embargo, hay que hacer una puntualización: no debemos reducir nuestros deseos o aspiraciones totalmente a cero, porque eso supondría en cierto modo renunciar a la Belleza del Mundo. Creo que la clave para ser feliz radica en encontrar el punto justo de equilibrio entre el hedonismo y el ascetismo, entre la búsqueda continua de nuevos placeres y la supresión de placeres tan básicos como hacer tres comidas al día. Se trata de conformarse con los placeres sencillos de la vida, de los que ya estuvimos hablando la semana pasada.

Pero ¿cómo se define lo que es exactamente un placer sencillo? Yo soy un hombre de placeres realmente simples, más habituales y fáciles de conseguir que algunos otros de los que habla la gente por la Red: no siempre es sencillo encontrar nieve virgen para pasear por ella mientras un sol de luz tibia y roja se pone por detrás de los abetos; y no todos los días es el cumpleaños de un amigo, ni hay tiempo de sobra para preparar una fiesta sorpresa, y jugar al escondite o romper una piñata llena de caramelos; y a mí me parece sencillo disfrutar de un buen desayuno con ricos croissants y café con leche, pero no es tan sencillo que te los traiga a la cama tu preciosa novia que te ama con locura, en el piso de arriba de tu lujosa casa de campo… Este concepto equivocado de lo que son los pequeños placeres de la vida presupone que hace falta suerte o esfuerzo para conseguirlos, que hay que ir a buscarlos en lugar de dejar que vengan a ti, en cuyo caso dejan de ser sencillos, ¿no? Ya sé, ya sé que todo esto es bastante confuso, pero nadie dijo que la búsqueda de la Felicidad fuera algo fácil.
 
 
En este tema juegan un papel muy importante las expectativas previas. La misma película puede gustarte más o menos dependiendo de lo que te hayan comentado de ella antes: si te han dicho que es un asco, puedes salir contento del cine, pensando que no está tan mal; y si te han dicho que es una obra maestra puedes acabar decepcionado con lo que has visto. O si hablamos de salud, las expectativas de un paciente previas a un tratamiento o intervención médica influyen en su nivel de satisfacción final. Cuando tus expectativas no se cumplen, no eres feliz; o, en la terminología que hemos usado arriba, no obtener lo que deseas te produce sufrimiento. El problema está en que, como ya comentamos brevemente en anteriores entregas, nuestro entorno, la presión social, la publicidad y determinadas películas o programas de televisión nos hacen generar unas expectativas demasiado altas acerca de lo que podemos esperar de la vida.
La diferencia entre las expectativas generadas y la capacidad para hacerlas realidad es lo que se conoce como expectation gap, que se podría traducir como brecha (o desfase) de expectativas. La clave está en hacer que esta brecha no sea muy grande, en no desear lo que no se puede conseguir. No se trata de conformarnos con lo que tenemos aunque sea poco, ni de reducir nuestras expectativas al mínimo, sino de llevarlas a unos niveles razonables, de tener unos objetivos vitales realistas. Y para esto, primero hemos de conocer bien nuestras propias habilidades y capacidades con el fin de poner nuestras expectativas sólo un poco por encima, como estímulo para intentar superarnos día a día. En definitiva, somos más felices cuando las expectativas son parecidas a los logros, cuando lo que deseamos no es mucho más de lo que ya tenemos: es siempre cuestión de mantener un equilibrio.
 
 
Hablando de equilibrios… recuerdo que hace ya tiempo encontramos un buen ejemplo de cómo apreciar la Belleza, un caso a medio camino entre los de Henri-Marie Beyle y Ricky Fitts… Es verdad que uno de los síntomas del Síndrome de Stendhal es el ritmo cardíaco acelerado, pero no hace falta llegar a ese extremo para disfrutar de la Belleza del Mundo: basta con recordar que el mayor deseo de Amélie Poulain a los seis años era que su papá la cogiera en brazos de vez en cuando, y que por eso lo que le hacía latir el corazón más deprisa era el contacto físico excepcional que tenía con él durante el examen médico mensual… Sin duda, Amélie es un buen ejemplo a seguir: cuando seas capaz, como ella, de hacer que el Mundo sea hermoso a tus ojos día tras día, de encontrar Belleza en cualquier detalle cotidiano, entonces tendrás el Mundo en tus manos.

6 comentarios:

Neo dijo...

Estimado amigo Kalonauta, felicidades por tu excelente síntesis. Tras la lectura de las dos entradas, percibo una fuerte conexión que me gustaría contrastar contigo.

Parece que disfrutar del momento, de esos "placeres sencillos", requiere de atención, de concentración en lo que haces y su detalle. Y digo yo, ¿no será al revés? ¿Podría ser que, de alguna manera, concentrarnos en sólo una cosa en todo su glorioso detalle nos proporciona placer? Si la hipótesis fuera cierta, significaría que tener una alta capacidad de concentración, y, mejor aún, ser capaz de "elegir" en qué me concentro, pasaría a ser una habilidad básica para la felicidad... ¿Podemos, por tanto, ser más felices simplemente mejorando nuestra capacidad de atención?

¿Qué opinas?

Hope dijo...

Ciertamente hay mucha lógica en todo esto que comentas, y es aplicable a la mayoría de vidas "normales", que disfrutan ya de una cierta Felicidad, pero creo que la Felicidad es algo un poco más complejo. Por desgracia hay casos en los que la Infelicidad "ataca" sin ser consecuencia directa de un deseo o expectativa. O quizás si , pero no en el sentido en el que lo entiendo en tu post. Me explico: Esta claro que todos deseamos NO sufrir hambre, NO pasar por una guerra, o No ser violados, No agredidos...Sin embargo cuando esto ocurre por muy mesuradas que sean tus expectativas, eres muy infeliz ¿no?

Kalonauta dijo...


Es curioso, Neo, que precisamente uno de los enlaces que estuve barajando para poner al lado del de Keanu Reeves haciendo de Buda fue el de Keanu Reeves haciendo de Elegido en Matrix... Al final no lo he usado porque la entrada ya estaba bastante densa, pero tarde o temprano caerá, seguro... :-)

Voy a intentar contestarte sin irme demasiado por las ramas, porque el tema es sin duda complejo y se puede analizar desde muy distintos puntos de vista.

Creo que alguna otra vez, en pasadas entradas o comentarios del blog, he hablado del estado de flujo en el que entras cuando estás plenamente concentrado y absorto en una tarea: el resto del Mundo desaparece y el tiempo pasa rapidísimo; cuando te quieres dar cuenta, han pasado varias horas. En estos casos se experimenta una sensación bastante agradable, te da como un subidón que te permite seguir y seguir sin cansarte... Esto me ha pasado algunas veces, como te comentaba el otro día, por ejemplo escribiendo las entradas del blog.

Hay cosas que nos hacen felices que son sencillas y otras que no lo son. Centrémonos en las primeras, lo que hemos dado en llamar "placeres sencillos". Conforme crecemos, por pura repetición, estos placeres van perdiendo su componente de novedad y producen menos satisfacción, con lo que se hace necesario un esfuerzo consciente, un cierto grado de concentración, para volver a valorarlos en su justa medida.

Me da la impresión de que volver a ver las cosas con los ojos de un niño no consiste en repetir exactamente las mismas experiencias sensoriales que tenías cuando eras pequeño... Creo que es algo distinto, y además mejor; a ver si me explico. Cuando eras niño, rascar la superficie de las cosas ya suponía una novedad, así que no necesitabas profundizar mucho para experimentar el placer de descubrir algo nuevo. Cuando creces, no te basta con volver a arañar la superficie, necesitas percibir más capas de la misma experiencia, disfrutarla a muy distintos niveles...

Por ejemplo, yo ahora mismo miro a la Luna y no sólo veo la Luna y punto: pienso en los hombres que estuvieron allí, en cómo se formó, en cuánto tiempo tarda la luz en recorrer la distancia entre ella y mis ojos... (Hablo de este ejemplo concreto en una entrada antigua del blog, "En la Luna".) Aprender todas estas cosas desde luego no es sencillo, cuesta mucho trabajo, pero una vez las has interiorizado, las asociaciones salen casi solas, y resulta muy sencillo experimentar felicidad a partir de estímulos bastante simples. Es cuestión de saber ver la complejidad que subyace detrás de esos estímulos, de "entrenar la mirada"... Tengo pensado hablar de esto en una futura entrada (y, vista la parrafada que me está saliendo aquí, me reservo el derecho de reutilizar estas ideas llegado el momento, porque no me está quedando mal del todo). ;-)

Por tanto, al menos en mi caso, el Conocimiento de cómo funcionan las cosas es muy importante a la hora de ser feliz. Por eso uno de mis objetivos vitales es intentar aprender algo nuevo cada día.

Hay otras muchas lecturas que se podrían hacer, pero te las resumo y hablamos de ellas otro día, que si no se me van a acabar todas las ideas interesantes: yo creo que somos más felices cuando nos concentramos en una sola tarea que nos motiva, en lugar de dispersar nuestros esfuerzos entre varias tareas simultáneas, y esto se puede aplicar tanto a lo que percibimos (vivir el momento, sin que otros pensamientos sobre el pasado o el futuro nos distraigan) como a lo que pensamos (centrarse en resolver un problema sin que te distraigan otros diferentes) y a lo que hacemos (yo siempre he sido partidario del "Mejor hacer una cosa bien que varias mal").

Bueno, yo creo que por hoy ya vale... No te preocupes, Hope, que no me olvido de ti; mañana a más tardar respondo a tu comentario, y así dosificamos un poco.

¡Saludos a todos! :-)

Kalonauta dijo...


Respecto a lo que comentas, Hope, totalmente de acuerdo. Como ya digo en la entrada, "No se trata de conformarnos con lo que tenemos aunque sea poco, ni de reducir nuestras expectativas al mínimo".

Es decir, lo primero para ser feliz es tener cubiertas todas las necesidades básicas, y si tus condiciones de vida no son suficientemente buenas, hay que luchar para mejorarlas. Una vez tienes todo lo necesario, la segunda parte del camino hacia la felicidad consiste en no desear mucho más de lo que ya tienes.

Yo entiendo que esto es fácil de decir pero no de hacer, porque tanto en lo que tenemos como en lo que deseamos hay muchos posibles grados a medio camino entre los dos extremos, entre la nada y el todo, así que es difícil saber cuándo has alcanzado el justo equilibrio.

Y por supuesto a veces, por muy bien que lo estemos haciendo, si tenemos mala suerte aparecen factores externos (un accidente, una enfermedad, etc) y nos joden nuestra búsqueda de la felicidad...

Esto me recuerda un artículo que leí hace un tiempo: decía que a las personas que en su vida normal están felices con lo que tienen les resulta más fácil seguir siendo felices en circunstancias extraordinarias, tanto buenas como malas; es decir, que si les toca la lotería no se vuelven unos capullos, y si tienen un problema de salud, lo suelen manejar mejor, dentro de lo negativo... En otras palabras: las personas que son equilibradas en circunstancias ordinarias lo siguen siendo en circunstancias extraordinarias.

¡Un beso! :-)

Anónimo dijo...

hola, me ha encantado este artículo. Personalmente mi concepto de felicidad radica únicamente en el presente. Es el estado real y el único que nos sirve. Al pasado creo que únicamente deberíamos acudir para rememorar esos buenos momentos que hemos pasado junto con seres queridos, viajes y enseñanzas. Y del futuro...ahí es donde radica la mayor parte de la infelicidad de las personas...que tendemos a tener expectativas y tendemos a planificar todo en nuestra vida y no dejamos "fluir". Una buena referencia sería leer los libros del Tao. En el taoísmo se apoya mucho en la idea de vivir el presente, de dejar que todo fluya y tener las aspiraciones justas para mantener el equilibrio.
Me encantan este tipo de artículos! Gracias!
susana

Kalonauta dijo...


Me alegro mucho de que te haya gustado la entrada, Susana.

Tal vez la clave para ser feliz radica en actuar teniendo presentes simultáneamente Pasado, Presente y Futuro. Me explico... Hay gente que vive anclada en la melancolía del Pasado, que vive del recuerdo de una época que ya pasó, o del recuerdo de otra persona que ya no está. Hay otros que viven exclusivamente el Presente, que buscan la satisfacción inmediata en una vida de placer y de excesos, sin pensar en las consecuencias de sus actos el día de mañana. Y por último están los que piensan sólo en el Futuro, los que se matan a trabajar y sacrifican su vida actual con la esperanza de conseguir más adelante una vida mejor que tal vez no llegará nunca...

Para mí, actuar correctamente aúna Pasado (porque tus aciertos y errores pretéritos te hacen actuar así y no de otra forma), Presente (porque disfrutas de los detalles y de la Belleza de lo que haces mientras lo estás haciendo) y Futuro (porque intentas que lo que estás haciendo sirva para mejorar tu vida a medio o largo plazo).

¡Un abrazo!