Son apasionantes
las relaciones que se establecen entre el Vivir y el Escribir.
Poner por escrito tus pensamientos acerca de la Vida te ayuda a ordenar tus
ideas y a clarificar tus objetivos vitales; convertir las vagas sensaciones que
te rondan la mente en palabras concretas, en negro sobre blanco (intentando
hacerlo de forma rigurosa y veraz, por supuesto, o de lo contrario el poder de
las palabras se estaría usando para el mal),
te facilita el tomar las riendas de tu propia Vida, como ya comentamos cuando
estuvimos hablando del proceso de Análisis y Síntesis.
Darle nombre a algo supone aumentar nuestro dominio sobre ello, las palabras
facilitan nuestro Conocimiento de las cosas y el Conocimiento es poder: por eso
los monstruos de las películas y las novelas dan un poco menos de
miedo una vez se nos explica su procedencia y una enfermedad rara
parece menos grave cuando conseguimos ponerle nombre, después de considerar los
múltiples síntomas y realizar una serie interminable de pruebas… En resumen,
escribir sobre la Vida te obliga a pensar en ella y por tanto te permite vivir
mejor.
Pero el poder
de la Escritura se puede volver en tu contra cuando pasas demasiado tiempo
concentrado en las palabras y te olvidas de todo lo demás, de vivir. Llega un
momento en el que eres consciente de que algo no va bien y te planteas a ti
mismo la siguiente pregunta: ¿Escribes para vivir o Vives para escribir? Hay
quienes dan a estas expresiones unos significados ligeramente distintos:
al principio se empieza viviendo experiencias para poder escribir sobre ellas
(Vivir para escribir) pero finalmente se acaba planificando por escrito cómo
quieres que sea tu vida real (Escribir para vivir). Sin embargo, mi
interpretación en esta entrada de lo que es Vivir para escribir es distinta,
como algunos ya estaréis adivinando.
Las Calles de Arena
es un cómic del fantástico autor e ilustrador valenciano Paco Roca en el que se
trata, entre muchos otros, este tema. Uno de sus personajes secundarios es una chica
que trabaja de cartera, entregando a los que la rodean cartas que ella misma escribe;
de hecho, incluso en persona se comunica por medio de cartas, sin hablar. En un
momento dado de la historia hay un (semi)diálogo entre la joven cartera y el anónimo protagonista
en el que ella le escribe a él: “Necesito contarle a la gente lo que siento.
Escribo porque me siento sola.”… a lo que él contesta: “Pero no tiene sentido
vivir sólo para escribirles a los demás. Estás sola porque escribes.”
Por tanto, y para aclarar conceptos, Escribir para vivir (lo que ella
pensaba que hacía) es algo bueno y deseable, mientras que Vivir para escribir (lo
que él pensaba que ella estaba haciendo realmente) es algo a evitar. Escribir para vivir
significa sobre todo Vivir: hallar en la escritura, en la calma de nuestro
mundo interior, las respuestas que no se encuentran en la calle, en el caos del
mundo exterior, para después poner en práctica lo aprendido y exprimirle hasta
la última gota de Vida al tiempo que nos haya tocado en suerte. Vivir para escribir, sin embargo, implica
ser esclavo de la tarea de escribir y por tanto no es vivir de verdad. El
propio Paco Roca comentaba en una entrevista que para el personaje de la
cartera se había inspirado en parte en su propia experiencia como autor de
cómics, porque a veces se plantea cuál de las dos cosas hace realmente: la
frontera entre ambas es muy difusa, y hay que tener cuidado para no traspasarla.
Aplicando este mismo razonamiento a un caso más general, que quizás os resulte
más familiar, podemos decir también que hay que intentar Trabajar para vivir, y
no Vivir para trabajar.
La semana pasada os hablaba de cómo la extensión de las entradas del blog se ha ido
haciendo cada vez mayor y de cómo eso podría estar empezando a afectar a mis
relaciones sociales. De hecho, por esta razón hay ya un par de grupos de amigos
con los que últimamente no colaboro tan a menudo como me gustaría, aunque sí
los vea de vez en cuando (Lo siento, chicos). Sin duda el blog me está ayudando
a conocerme mejor a mí mismo y a conocer mejor el Mundo en general, pero no hay
que olvidarse nunca de mantener el contacto con las personas que le rodean a
uno (menos mal que reconocer el problema es el primer paso para solucionarlo).
Y no nos olvidemos de la búsqueda de esa alma gemela, de esa persona especial que
conecte con mi forma de pensar y pueda por tanto enriquecer mi Vida con sus
experiencias y multiplicar por diez la Belleza de mi mundo (Ya sé, ya sé que esto es buscar una aguja en un pajar, porque como ya hemos comentado anteriormente
yo soy muy mío y por lo tanto más raro que un perro verde, pero bueno…). Tanto
dedicarme al blog como salir a la calle suponen una probabilidad de encontrar
ese alguien especial, porque Internet llega a mucha gente pero en la calle
puedes elegir activamente (hasta cierto punto) con quién quieres relacionarte. Aun
así, tanto la probabilidad de que mi alma gemela se decidiese a contactarme
usando el e-mail del lateral derecho (Guiño-Guiño-Codazo-Codazo) como la probabilidad
de conocerla en persona por ahí en algún sarao son ambas tan altas como la de contactar
con una civilización inteligente del espacio exterior, aunque de esto ya
hablaremos en otra ocasión… A lo del perro verde me remito.
De modo que debo intentar mantener un delicado equilibrio entre ambas
actividades y no descuidar mi vida social. Está bien alejarse del mundanal
ruido de vez en cuando para poder oír tus propios pensamientos, pero convertirse
en un ermitaño y aislarse completamente del Mundo para escribir no suele traer nada bueno. Imaginaos que me
invitan a una fiesta pero yo decido no ir porque voy apurado de tiempo con las
entradas del blog. Tal vez si hubiera asistido podría haber conocido
casualmente a alguien que sintoniza en mi misma onda, un amigo cómplice con el
que poder quedar todos los findes y charlar durante horas sin aburrirme lo más
mínimo… O quizás habría encontrado allí (¡Qué momento!) a la mujer de mi vida,
con la que poder alcanzar por fin una Conexión total a todos los niveles:
físico, intelectual, espiritual y seguramente alguno más que ahora mismo no me
viene a la memoria. ¿Qué cara de idiota se me quedaría si me contasen lo que me
había perdido cuando fuese ya demasiado tarde? Tendré que estar muy pendiente
de no Vivir para escribir, o podría ocurrirme como a aquel náufrago que no vio
el barco pasando frente a su isla porque estaba abstraído preparando mensajes para meterlos en una botella.
4 comentarios:
¡Ay, la difusa frontera!
Tienes razón:
Aunque me encanta el blog, me gustaría seguir viéndote de vez en cuando, así que no te pongas a vivir para escribir, pero tampoco dejes de escribir que cuentas cosas muy interesantes. Lo de la oportunidad para encontrar la persona especial que uno desea, no está nada fácil (no es por desanimar), pero te digo ya que no depende ni de la calle, ni de Internet, ni de escribir para vivir o vivir para escribir, tampoco del perro verde. Te lo dice “una bicha rara” ,que ni escribe para vivir , ni vive para escribir ;)
Querida Carolina, cualquier frontera puede ser a la vez difusa y claramente nítida: todo depende de la distancia a la que se observe. Para ver las cosas claras y poder decidir dónde está realmente la línea de separación, siempre ayuda dar unos cuantos pasos hacia atrás y contemplarlo todo con un poco de perspectiva; de todos modos, en algunos casos incluso así es difícil conseguirlo.
¡Un abrazo bien nítido!
No te preocupes, Hope, que me seguirás viendo a menudo (¡No te librarás de mí tan fácilmente!). Ya conoces uno de mis lemas favoritos: en el equilibrio está la virtud. Simplemente hay que mantenerse en el punto medio entre Escribir y Vivir: ni pasarse ni quedarse corto.
Lo de que no es fácil encontrar a tu media naranja, ¿me lo dices o me lo cuentas? Pero no hay que perder la esperanza (Guiño-Guiño). El tener la entereza para seguir buscando, en lugar de conformarse con el primero o la primera que pase, también dice mucho en nuestro favor: significa que tenemos Amor Propio. Así que también tiene su parte positiva... en cierto modo.
¡Besazos!
Publicar un comentario