Allá por el año 2005 José María Azkárraga fue uno de los impulsores de una
web alojada en los servidores de la Universitat que recopilaba información
sobre la Valencia Republicana, web que sería el
germen para la publicación años después del libro Valencia 1931-1939, Guía Urbana: La Ciudad en la 2ª República.
Profesor de Biología del Instituto Lluís Vives y Asociado de la Universitat de
València recién jubilado, José María es una de esas personas que sabe un poco de todo,
un hombre ilustrado de agradable compañía e interesante conversación al que
tengo el gusto de conocer personalmente. Su pasión por este capítulo de la historia
de la ciudad le ha llevado no solo a publicar libros, sino también a realizar con
cierta periodicidad visitas guiadas temáticas
por el casco antiguo y ser comisario de exposiciones
sobre el tema, con el fin de conservar la memoria de esta etapa e intentar
proteger el correspondiente patrimonio. Su trabajo a lo largo de los años ha
sido mi punto de partida para redactar esta entrada sobre los bombardeos
sufridos por Valencia durante la Guerra Civil Española.
La guerra se inicia con el golpe militar de julio de 1936, y al encontrarse
Madrid asediada por las tropas nacionales Valencia será capital de la República
de noviembre de 1936 a octubre de 1937. Ya en enero del 37 se producen los primeros
bombardeos sobre la ciudad. Tanto Hitler como Mussolini eran aliados de Franco
y le ofrecieron apoyo, utilizando la contienda española como campo de pruebas
para la Segunda Guerra Mundial que acontecería poco después. Las bombas fueron
lanzadas sobre todo por aviones italianos,
y también en alguna ocasión por los de la Legión Cóndor alemana, usando la isla
de Mallorca como base de operaciones. Normalmente no eran muchos, tal vez una
formación de dos o tres, pero aun así podían soltar una gran cantidad de bombas
y producir una verdadera carnicería si acertaban a dar en un lugar concurrido…
Actualmente disponemos de escalofriantes fotografías aéreas de los impactos realizadas
por los propios italianos desde sus aparatos.
No se trataba solo de aviones, a veces el fuego procedía de buques
españoles del bando nacional como el Baleares, el Canarias o el Almirante Cervera, a
kilómetros de distancia; si los disparos eran desde un barco la sensación de
impotencia y miedo era mayor porque no sabías desde dónde venía el proyectil ni
dónde iba a caer. Incluso en una ocasión las bombas fueron disparadas desde un
submarino… Como todavía no existía el radar, en lo alto del Micalet había
receptores de sonido (básicamente grandes embudos con una persona escuchando)
para detectar con antelación si venían aviones; desde allí mismo se activaban
las sirenas y se avisaba a las baterías antiaéreas
para que repelieran las incursiones. Había veinticinco sirenas en toda la
ciudad; la última de ellas que aún sobrevive está (o al menos estaba hasta hace poco)
en una azotea en la plaza Pintor Segrelles, cerca de la Finca Roja.
El Puerto y las estaciones de tren como la del Norte
eran objetivos prioritarios, y el Grao fue una de las zonas más afectadas. Muchas
veces los objetivos no eran militares, se bombardeaba el centro con el fin de
sembrar el pánico entre la población. En otras ocasiones en lugar de bombas se
tiraba octavillas de propaganda, o incluso hogazas de pan, para hacer creer que
en el frente nacional no se pasaba hambre. Uno de los tristes sucesos que se recuerdan
es el de la bomba que cayó junto al Micalet, impactando sobre un tranvía frente
a la puerta barroca, matando a todos sus ocupantes y dejando un buen bache en el suelo.
Sobre el Ayuntamiento cayó también un proyectil que
destrozó la escalera principal de mármol;
actualmente se puede ver en algunos puntos los parches de la reparación. Y en
la parte izquierda de la fachada del edificio se aprecian claramente los
impactos de la metralla despedida al caer las bombas sobre la plaza: son marcas
de forma radial, como corresponde a un trozo de metal golpeando una pared de
mármol.
Ya hemos hablado antes en el blog
de cómo las obras de arte del Museo del Prado
fueron trasladadas a Valencia y mantenidas a salvo en las Torres de Serranos y la
Iglesia del Patriarca… Lógicamente, también había que proteger a los civiles
contra los bombardeos de la aviación italiana, por lo cual se llegaron a construir más de trescientos refugios antiaéreos, aunque de la mayoría apenas queda testimonio.
Grandes y públicos había unos cuarenta, muchos de ellos cercanos a escuelas,
institutos y asilos.
Los refugios estaban protegidos por arriba por varias capas de diversos
materiales, para amortiguar la fuerza de las explosiones, y tenían dos entradas
alejadas entre sí para impedir que los ocupantes quedaran enterrados vivos en
caso de impacto, siempre con recodos en los accesos para evitar el paso de
metralla. El interior constaba de una sala con columnas o bien varias galerías paralelas
conectadas entre sí, con un sistema de ventilación para renovar el aire y tal
vez una letrina, pero no muchas más comodidades… Los que estaban en plazas
(Carmen, Patriarca, Virgen…) se derruyeron con el paso de los años, quedando
solo la parte subterránea. Otros han acabado siendo casales falleros, como el de la calle Ripalda.
Algunos están clausurados pero se puede cotillear a través de un agujerito,
como en el de la calle Espada.
En varios de ellos llaman la atención todavía hoy los letreros indicadores de
“REFUGIO” con la ya clásica tipografía de la época, utilizada entre otros por Goerlich o por Josep Renau.
Paso a continuación a describir brevemente los cinco refugios en los que he
estado, que son (creo) los únicos visitables en la ciudad: Vives, Ayuntamiento,
Serranos, Gens y Balmes. En el del subsuelo del Instituto Lluís Vives, bajo las
pistas deportivas, he estado en varias ocasiones, siendo normalmente Azkárraga el guía de las visitas. También he
tenido la suerte de asistir a diversas actividades musicales o poéticas
en la penumbra de sus galerías y es una experiencia que os recomiendo de veras…
Creo recordar que el segundo que vi por orden cronológico fue el refugio del Ayuntamiento, acondicionado y
puesto en valor tras la salida del poder del Partido Popular y visitable desde hace unos tres años.
Durante un tiempo hubo en la sala de Arzobispo Mayoral una exposición sobre el
tema en la que participó Azkárraga; precisamente el acceso al refugio se
encuentra al fondo de esta sala de exposiciones.
Más o menos por la misma época vi el refugio de la calle Serranos,
también gestionado por el Ayuntamiento y por tanto gratuito, requiriéndose solo
reserva previa. Recuerdo que un guía nos explicó a un grupo de apenas seis
personas muchas cosas interesantes sobre la historia del recinto y los más de
doscientos dibujos de la época que se conservan en las paredes… todo un lujo.
Posteriormente visité el refugio que se construyó durante la guerra para los
trabajadores de la fábrica de Bombas Gens,
que está gestionado por la Fundación Per Amor a l’Art y forma parte de una de
las visitas al complejo. Ya que estamos hablando del tema, cabe aclarar que en
estas naves se obtenían por el método de fundición bombas para sacar agua, no
de las explosivas, pero al estallar la Guerra Civil la República sí la utilizó
para la fabricación de armamento… El último por tachar en mi lista fue el refugio del Colegio Balmes
en Russafa: no se abre al público muy a menudo, tal vez una o dos veces al año,
pero el pasado septiembre
pude por fin visitarlo, también con Azkárraga, y en contraste con las galerías limpias
y diáfanas del Vives quedé impactado por la sensación de que en este lugar el
tiempo se detuvo hace ochenta años, con escombros aún por el suelo, uno de los
extremos parcialmente anegado, los restos de un orinal oxidado y hasta un
zapato de la época, podrido y roto, abandonado a su suerte.
A lo largo de toda la guerra la ciudad de Valencia sufrió un total de 440
bombardeos. Aunque resulta difícil dar información totalmente fiable al
respecto, los datos confirmados a
31 de enero de 1939, dos meses antes del fin del conflicto y mientras todavía
se actualizaban las estadísticas, son de 825 víctimas mortales y 2831 heridos. Entre
estos había muchas mujeres y niños, ya que la mayoría de los hombres estaba luchando
en el frente. Resultaron destruidos 930 edificios en toda la ciudad, gran parte
de ellos en los Poblados Marítimos. En el Puerto 20 buques quedaron hundidos y
otros 36 tocados, con las grúas inservibles y la dársena impracticable. Debe
ser difícil imaginar desde la comodidad del presente el ambiente de caos y terror
que debía dominar las calles de Valencia, la incertidumbre de no saber cuándo
volverían a aparecer en el horizonte las negras siluetas de los aviones enemigos ni dónde se desataría de pronto una mortal
tormenta de hierro y piedra… Esta semana he hecho un resumen de la situación a
nivel general; en la segunda parte me propongo, como ya os prometí en su día,
relataros algunos de los episodios que vivieron mi abuela materna y su familia
durante el conflicto tal y como ella me los contó a mí.
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