lunes, 28 de septiembre de 2015

La Ecuación de Drake (II)


La semana pasada estuvimos hablando de los millones y millones de estrellas que nos rodean por todas partes, y de la probabilidad de que alguno de estos sistemas estelares albergue vida inteligente que pueda contactar con nosotros, y llegamos a la conclusión de que seguramente hay por ahí bastantes civilizaciones avanzadas, pero tan lejos de nosotros que muy probablemente nunca llegaremos a saber de ellas. Esto me hace pensar, en una de esas extrañas asociaciones de ideas que hago a veces, en el contraste entre la gran cantidad de mujeres atractivas a primera vista que me cruzo por la calle y el minúsculo porcentaje de ellas que realmente sería compatible conmigo una vez nos conociéramos bien… Lo peor del asunto, como con las civilizaciones extraterrestres, es que muy probablemente hay bastantes mujeres perfectas para mí a nivel mundial, o incluso nacional, pero no sé dónde buscarlas exactamente, no sé hacia qué punto en la negra inmensidad del espacio dirigir mis radares y telescopios en espera de señales.

Por supuesto, no soy el primero en hacer esta asociación de ideas: puedo citar por ejemplo a Peter Backus, un estudiante de doctorado de la Universidad de Warwick que en su día publicó en la red un artículo titulado “Por qué no tengo una novia”, en el que aplicaba al terreno de las relaciones sentimentales razonamientos similares a los de la Ecuación de Drake. Backus llegó a la conclusión de que había unas veintiséis mujeres en el Reino Unido que estaban hechas para él (y viceversa), siendo la probabilidad de encontrarse con alguna de ellas al salir el fin de semana del 0.00034%, o lo que es lo mismo, una entre 285.000; unas cien veces superior, aun así, a la probabilidad de encontrar en la Vía Láctea una civilización con la que poder comunicarnos… Números no muy esperanzadores, en definitiva. Sin embargo, os alegrará saber que poco después de publicar el artículo Backus encontró pareja, y según él la chica en cuestión cumplía todos los requisitos establecidos en sus cálculos. ¿Le creemos? Qué iba a decir él si quería conservarla, claro… Aparte de Backus, más gente como Raymond Francis o Nadia Afghani han hecho cábalas similares en el pasado, con conclusiones poco alentadoras.




Ya en otra ocasión os conté que soy por naturaleza muy perfeccionista, y que por cuestión de principios me niego a hacer chapuzas en ningún ámbito de la vida; intento elegir mis proyectos con cuidado porque me conozco y sé que una vez me haya comprometido intentaré hacerlo lo mejor posible, con el consiguiente empleo de tiempo, recursos y esfuerzo. ¿Y qué compromiso puede haber más importante que una relación de pareja? Es algo sobre lo que hay que reflexionar muy detenidamente antes de tirar adelante. Puede que salir con una mujer en concreto tenga sus ventajas pero que aparte de estar en su compañía me gusten otras cosas que a ella no le hacen demasiada gracia… Yo no soy de los que abandonarían algunas de sus aficiones sólo por sentirme acompañado; si una chica me pide que para estar con ella renuncie a parte de lo que me hace ser yo mismo, entonces tal vez habría que plantearse si la relación vale o no la pena. Como dije también en otra entrada del blog, debe ser bastante triste estar con alguien y sin embargo sentirse solo.

Es un tema complicado… Tal vez el problema radica en que mi Ecuación de Drake personal tiene más factores limitantes de lo normal. Quizás lo que ocurre es que estoy, sin darme cuenta, atrapado en la telaraña de relaciones entre los grandes temas de la Existencia, aprisionado entre las flechas del mapa conceptual de etiquetas del blog… Me recluyo en mi mundo interior de pensamiento y eso me impide abrirme al exterior, no sólo por falta de tiempo sino porque tiendo a idealizar las relaciones de pareja y ninguna candidata me parece lo suficientemente buena… Tal vez soy un romántico y sigo pensando que ahí fuera hay alguien realmente especial, una chica que está hecha para mí al 100%, y por eso me cuesta mucho decidirme antes de comprometerme.

Hagamos otra asociación de ideas… Me acuerdo de que una de las obras que teníamos que estudiar en el colegio para la asignatura de Filosofía era La República, de Platón. En el capítulo primero, si la memoria no me falla, se comentaba una idea que me llamó bastante la atención: que los más aptos para gobernar la Polis, la ciudad griega, son precisamente los que no quieren hacerlo, los que acceden al cargo por obligación y a regañadientes, no por beneficio personal sino para evitar que acabe en el puesto algún inepto o un corrupto. Según Platón, los hombres de bien saben que tendrán que esforzarse para hacer su trabajo correctamente, entienden que son ellos los que deben estar al servicio de los ciudadanos y no a la inversa, y por eso les cuesta mucho ofrecerse voluntarios… En paralelismo directo con esta idea, me da la impresión de que tal vez la gente que más cree en el amor y que mejor comprende las responsabilidades que lleva asociada una relación es precisamente la que se pasa más tiempo sola, muy a su pesar a veces… Una paradoja casi tan grande como la de Fermi.




Por tanto, como ya he dicho antes, tengo bastante amor propio y en general estoy contento con mi vida actual. Además, ya os comenté en su día que, en el buen sentido de la expresión, soy más raro que un perro verde; soy una persona con una combinación de aficiones muy peculiar con la que supongo que hay muy pocas mujeres compatibles. Hasta aquí, nada que no sepáis ya. También recordaréis que soy muy visual y en general muy sensorial, y esto incluye el terreno del deseo sexual… Para mí hacer el amor es, aunque no la única, una parte importante de la relación, y entre las pocas cosas que echo de menos en mi vida hoy en día está el tener a alguien que me abrace fuerte y me bese y me mire fijamente a los ojos, en silencio, de vez en cuando. En resumen, pienso que si saliese con alguien tendría que ser una mujer que me excitase sexualmente pero también intelectualmente.

Tener por lo general la libido alta y a la vez tener principios y amor propio, intentando ser coherente en lo que respecta a mis relaciones sentimentales, es una constante fuente de conflicto interno y de sufrimiento. Como decía al principio, hay muchas mujeres que me atraen físicamente, pero muy pocas con las que me apetezca comenzar una relación, y ambas cosas juegan una en contra de la otra, sumiéndome a veces en un estado de profunda desazón. Y hay un tercer elemento a añadir en esta ecuación: el no ser especialmente guapo (tampoco feo, ojo; simplemente del montón) y no preocuparme demasiado por mi aspecto es perjudicial para mi libido, ya que reduce el número de mujeres receptivas y por tanto de potenciales parejas, pero a la vez es beneficioso para mis principios, ya que me evita la tentación de traicionarlos saliendo con mujeres con las que no tengo la más mínima conexión a nivel intelectual… ¿Quién sabe? Tal vez si hubiera nacido siendo muy atractivo me habría acabado convirtiendo en un gilipollas y ahora mismo no tendría las ideas nada claras; y lo que es peor, tal vez ni siquiera sería consciente de ello… El que no se consuela es porque no quiere.




Este tema del deseo sexual me recuerda un episodio de The Big Bang Theory en el que Leonard y Howard tienen una cita doble con Penny y Bernadette, y Leonard riñe con Penny por creer en la adivinación del futuro. Más tarde Wolowitz intenta hacer entender a Leonard cuál es la situación con ayuda de un diagrama de Venn que va dibujando con un rotulador en la pizarra del laboratorio. Primero representa el conjunto de todas las mujeres de la Tierra y acto seguido el subconjunto de las mujeres con las que Leonard quiere acostarse, el de las mujeres con iguales gustos y creencias que él (que se intersecta con el anterior) y el de las que quieren acostarse con él (un subconjunto muy pequeño, por cierto). A continuación señala un único punto en la minúscula triple intersección y le dice que ahí está su pareja perfecta, seguramente una estudiante de doctorado china con baja autoestima. Leonard responde indignado: “¿Quiere eso decir que para poder tener relaciones sexuales con Penny debo renunciar a mi sistema de ideas y principios, a lo que me define como ente único e individual? Lo siento, pero no puedo hacerlo”. A lo que Wolowitz contesta: “Y yo eso lo respeto”, tras lo cual le dibuja un punto con el rotulador en la palma de la mano derecha, añadiendo: “Te presento a tu nueva novia. Que te diviertas esta noche”.




En definitiva, queda claro que, como le pasaba a Leonard, mis condiciones para encontrar pareja son demasiado estrictas y exigentes, y que no puedo dejarme guiar por una idea del amor totalmente irreal, deformada por las historias que nos venden en las películas y las novelas, porque entonces seguiría buscando para siempre… De acuerdo, la mujer perfecta para mí no existe, pero he aquí la pregunta clave: ¿Cuánto debo esperar hasta decidir que he encontrado al menos una mujer adecuada? Muchas veces he repetido en el blog eso de “Vísteme despacio, que tengo prisa”, o “Es mejor medir dos veces y cortar sólo una”, y he defendido que la paciencia se suele ver recompensada, pero también os advertí de que en un Mundo injusto y caótico como éste no siempre ocurre así.

¿Qué extras te aporta, con respecto a estar solo, el estar con una pareja elegida al tuntún y el estar con una pareja encontrada tras una cuidadosa y seguramente larga búsqueda? Lo segundo vale la pena, lo primero no. ¿Cuándo plantarse? Se trata de un problema tan complejo que casi se diría que depende del azar, como el juego de las siete y media, en el que por mucho que lo intentes o te pasas o no llegas. Mis apuestas en el casino están altas en este momento: puede ser que acabe la noche y lo haya perdido todo, o puede que tenga suerte y haga saltar la banca… Ya veremos.




Hagamos un último intento por encontrar algo de orden en medio de tal caos… Hace un tiempo visioné una charla TEDx de Hannah Fry sobre la relación entre las Matemáticas y las relaciones sentimentales, al principio de la cual por cierto se hace referencia al artículo de Peter Backus. En ella se nos ofrecen tres consejos para intentar triunfar en el terreno afectivo. Aquí va el primero: no ocultes tus defectos a la hora de ligar. Si algunas personas de tu entorno hablan de ellos y de lo poco que les gustan, las que se sientan más atraídas por tus puntos fuertes percibirán menos competencia y se animarán a hacer avances contigo, pensando que van más sobre seguro. El tercero de los consejos se aplica a una pareja ya casada: para evitar el divorcio hay que intentar siempre encontrar el momento para hablar tranquilamente de esos pequeños detalles que nos molestan de la otra persona; de esa manera impedimos que se enquisten y se conviertan en problemas más serios por culpa de la incomunicación (en esta parte de la charla me encanta cuando Hannah compara el patrón matemático de los reproches de las parejas mal avenidas con el de la escalada previa a una Guerra Nuclear).

Pero es el segundo de los consejos el que entronca con la duda que planteaba dos párrafos más arriba: se trata de la Teoría del Momento Óptimo para Plantarse. Suponiendo que la búsqueda de pareja debería tener lugar idealmente entre los 15 y los 35 años, la clave está en rechazar sistemáticamente a todos los ligues en el primer 37% de este intervalo de tiempo, y después quedarse con la primera persona que tenga un nivel de afinidad al menos un poco superior al de todas las anteriores… A mí los 35 ya se me han pasado, así que según los estándares de Hannah (que por cierto es guapa e inteligente, y parece simpática, pero me pilla un poco lejos) estoy en el tiempo de descuento y debería darme prisa en elegir una pareja, pero ¿quién diablos me asegura que esa Teoría del Momento Óptimo realmente funciona? ¿Y por qué se supone que, según esas cuentas, deberíamos ser capaces de reconocer a nuestra pareja adecuada a los 23 años, si a esa edad ni siquiera nos conocemos bien a nosotros mismos? Cada vez tengo más claro que el amor es demasiado complicado como para intentar explicarlo con la Ciencia o las Matemáticas, herramientas casi infalibles en otros campos… Tal vez Peter Backus encontró finalmente novia porque comprendió que tenía que dejar de hacer cálculos de probabilidades y sencillamente tirarse a la piscina sin flotador.




Hace poco tiempo he conocido a una mujer que, aun sin ser totalmente perfecta para mí, cumple una cantidad de requisitos mayor de lo habitual… pero incluso en estos casos me cuesta expresar mis sentimientos porque me da miedo que nos hagamos daño el uno al otro si a la larga no funciona la relación. Desarrollando un poco más el paralelismo con la búsqueda de una civilización alienígena, sería como encontrar por fin una y de pronto empezar a dudar sobre si hacer contacto con ella o no, por miedo a que podamos representar sin proponérnoslo una amenaza para los extraterrestres o, peor aún, a que ellos resulten ser hostiles. En fin… En la tercera y última entrega desarrollaremos esta idea y seguiremos intentando averiguar si es mejor ser dueño de un corazón solitario o de un corazón roto.

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