La Autenticidad es una
consecuencia de la Libertad ejercida a la hora de elegir tu estilo de vida, y perder
tu Autenticidad significa perder parte de tu Libertad. Ya hablamos de esto en
el blog en una ocasión, y vimos que tener
una personalidad auténtica, gustos eclécticos y aficiones muy variadas supone
pagar un precio desde el punto de vista social: no te sientes totalmente
integrado en ninguno de los grupos en los que te mueves, e intentar acercarte a los demás te aleja casi siempre de ti mismo. Por entonces os prometí que más adelante seguiríamos hablando de
la relación entre Libertad y soledad, centrándonos esta vez en el plano de las
relaciones sentimentales, y es lo que vamos a hacer hoy.
Ser genuino y excéntrico
pasa factura también a la hora de buscar pareja; encontrar una compañera es más
difícil cuando no quieres renunciar por ello a ser tú mismo. Sin embargo, para
la gente aborregada, para aquellos que, por elección o por las circunstancias,
son la viva imagen de un cliché, de un estereotipo, resulta mucho más fácil
conocer a otra persona cortada aproximadamente por el mismo patrón y empezar a
salir; además, al no disfrutar de una vida interior muy interesante que digamos,
tienen menos que perder a la hora de probar suerte y dedicar gran parte de su
tiempo a una relación de futuro incierto, con lo que suelen pensárselo menos
antes de dar ese paso.
Ya hemos comentado otras veces que hay mucha gente
con miedo a estar sola porque realmente están huyendo de ellos mismos y de la
voz de su conciencia. Vivir en pareja es una de las formas de huida más
eficaces, aunque hay otras como comprarse un perro o, peor aún, tener un hijo,
de las que ya hablaremos más adelante… Pero no sólo la gente perdida y miedosa acaba
cayendo en la trampa de comprometerse con el primero que pasa; también hay
personas sabias y equilibradas que, tras años intentando hacer lo correcto,
empiezan a sentir que el Tiempo se les escurre entre los dedos o, como se suele
decir, que se les va a pasar el arroz.
Puedo recordar varios ejemplos de amigas y amigos míos que, a pesar
de ser inteligentes, personas realmente interesantes, han acabado rebajando sus
expectativas y escogiendo a alguien, por decirlo de alguna manera, del montón;
y la verdad es que no se lo reprocho: es realmente difícil encontrar un
compañero o compañera con quien conectes de verdad, alguien compatible contigo
en todos o casi todos los aspectos de tu personalidad. En fin, son increíbles
las cosas que hacemos a veces con tal
de no estar solos… Me viene ahora mismo a la memoria un poema precioso de Ana Elena Pena
que habla de todo esto y que lo expresa sin duda mucho mejor que yo.
Pero ¿por qué odiamos tanto estar solos? ¿Qué es
mejor, estar solo y sentirse libre o vivir acompañado y sentirse agobiado por
tu pareja? Por esa obsesión con la soledad, por esa
necesidad de pertenencia, muchos tienden a autoengañarse y se empeñan, cueste
lo que cueste, en mantener con respiración artificial una relación que ya hace tiempo que está muerta, tratando de convencerse de
que pueden avivar los rescoldos de un amor que se ha apagado por completo. Hay quien incluso acaba aborreciendo a su pareja,
pero por miedo a la soledad o al qué dirán, o por puro egoísmo, aguanta con
ella hasta que encuentra a otra mejor, o por lo menos no tan mala (esto es lo
que se llama ir “de oca en oca y me la tiro porque me toca”).
Aunque las cosas están cambiando algo, actualmente
sigue predominando la idea generalizada de que es mejor vivir en compañía,
y sobre todo los casados o ennoviados, aunque por dentro no las tengan todas
consigo, te lo suelen recordar una y otra vez, como para justificarse a sí
mismos (Ya sabéis: mal de muchos, consuelo de tontos). Los que se conforman con
una pareja de la que no están verdaderamente enamorados piensan como viven: por comodidad, les resulta más fácil adaptar
consciente o inconscientemente sus esquemas de pensamiento a sus decisiones en
la Vida, aunque éstas sean incoherentes entre sí o no se ajusten a su manera de
pensar de antes. Yo, sin embargo, no sé mentirme a mí mismo ni mentir a los demás; eso determina, por
suerte o por desgracia, la naturaleza de mis relaciones sociales y
sentimentales. Creo que si renunciara a mi propia Verdad a cambio de sentirme
integrado en un grupo o querido por una mujer se perdería parte de la Belleza
que hay en mi interior, de modo que siempre
he intentado vivir como pienso y actuar según me dicta
mi conciencia, aunque ello me suponga a corto plazo más sinsabores (En otras
palabras: que no me como una rosca).
A pesar de que, como habéis podido comprobar hasta
ahora, mis estándares en cuanto a la búsqueda de pareja están bastante altos,
eso tampoco significa que haya que ser un extremista radical y rechazar a toda
persona que no sea 100% compatible con tu forma de ser… Me acuerdo de aquel gag
de Los Simpsons en el que el tipo de la tienda de comics se encuentra en una
convención con una chica bastante atractiva que entabla conversación con él. La
cosa parece estar yendo bastante bien, y él le pregunta: “¿Qué opinas de los
vírgenes a los 45 que todavía
viven con sus padres?” La réplica de ella es “Te lo digo si te quitas esa miga
de la barba…”, a lo que él responde, ofendido: “¡No intentes cambiarme, Muñeca!”.
La pareja totalmente perfecta para uno no existe,
y siempre hay que ceder un poco en algunos aspectos secundarios y buscar un
punto intermedio entre dos maneras de entender las cosas, pero si la otra
persona es tan distinta de ti que para poder convivir con ella tienes que
renunciar a algunas de tus creencias y principios más básicos, que dejar de ser
fiel a ti mismo, entonces esa persona no es la adecuada para ti.
Incluso en el caso de encontrar a una mujer lo
suficientemente compatible, deberías ser capaz de sentirte bien contigo
mismo en sus ausencias, o en el caso de perderla (por una u otra razón). Los seres humanos tenemos
necesidad de reconocimiento, pertenencia y Afecto, pero eso no significa que
debamos interpretar el hallazgo de una pareja apropiada como la panacea universal, como la solución
de todos nuestros problemas por arte de magia para el resto de nuestros días. La vida en común debe entenderse como una relación
de cooperación, y no de dependencia; se trata de que cada uno pueda amar al otro
desde su propia Libertad e independencia, enriqueciéndose ambas personas sin
anularse entre sí. Por eso quiero corregirme a mí mismo con respecto a algo que
dije la última vez que estuvimos
hablando del tema y os adelanté los contenidos de esta entrada: os comenté que
aún tengo esperanzas de encontrar a mi media naranja, pero en realidad lo que
deberíamos buscar todos es otra naranja entera
(que así se conserva mejor la vitamina C, y además de dos naranjas sale luego
mucho más zumo).
Después de haber visto cómo, por prisa, miedo o ignorancia, hay
mucha gente que toma decisiones incorrectas en sociedad, la próxima semana
trataremos de explicar cómo hacer lo correcto en soledad; y veremos entre otras
cosas que vivir solo no significa necesariamente sentirse solo, que para conocer a alguien que valga
la pena primero tienes que conocerte bien a ti mismo, y que si no llegaras a
conocerlo, seguramente es mejor estar solo que mal acompañado.
6 comentarios:
Como dice mi abuela: "mejor vestir santos que desnudar gilipollas". Un abrazo ;-)
Una mujer muy sabia tu abuela, sin duda alguna, y muy adelantada a su tiempo también.
¡Besotes, Ana Elena! :-)
Muchas cosas ciertas en esta entrada.
Opino que para conocer bien a una persona necesitas saber también lo que percibe y siente, respecto a distintas situaciones, de forma más profunda. Creo que a todos nos influye lo vivido con anterioridad a la hora de vivir nuestro presente, y eso a veces puede aclarar muchas cosas. El problema es cuando quedamos, nos vemos o nos comunicamos se acaba hablando mucho de la actualidad, de las noticias, de nuestro entorno actual, pero en general nos cuesta mucho hablar de nuestro interior, lo cual hace que en general cuando las relaciones empiezan estas convencido de que os conocéis, cuando realmente no es así.
Tienes razón, Hope, es difícil que en las conversaciones habituales surjan espontáneamente los temas realmente importantes; casi siempre vamos con demasiada prisa, y demasiado cansados para pensar mucho... Cuantas menos personas se junten, más probable es que se acabe hablando de temas realmente serios, pero hace falta también un ambiente propicio, y además la cosa no sale así, por arte de magia, en cinco minutos... A veces surge al cabo de un buen rato (horas), y no es bueno intentar forzar la situación.
Esto hace que la gente se conozca bien superficialmente, pero muy poco en profundidad. Ahí tienes el ejemplo de muchas parejas: yo he conocido casos de amigos con 17 años de noviazgo, y al mes de casarse ya se estaban divorciando...
El primer paso es reconocer el problema, y luego ya se hace más fácil el intentar solucionarlo, así que ¡hala, todo el mundo a conocerse mejor! :-)
Un abrazo
Demasiado difícil hablar de relaciones humanas en tan corto espacio, Kalonauta...
En cualquier caso dejo constancia de mi visita :)
Y la visita se agradece, por supuesto. Como me da la impresión de que nos vamos a ver muy pronto, ya seguimos hablando en persona (de esto, de acordes o de lo que se tercie).
¡Un abrazo, Cancro!
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