lunes, 21 de octubre de 2013

El Penacho Blanco (III)

La semana pasada empezamos a enumerar algunos de los requisitos necesarios para ser una persona realmente íntegra, y vimos que hace falta no sólo una Coherencia interna de pensamiento, sino también entre las ideas y las acciones, siendo las primeras las que determinen las segundas y no a la inversa: debemos intentar vivir tal y como pensamos, no al revés. Pasando a la Coherencia entre lo que se dice y lo que se hace, podríamos hablar en esta entrega de la gente que no practica lo que predica, o de la gente que miente a los demás (es decir, que hace una cosa y luego dice otra distinta), pero por no extendernos demasiado dejaremos las mentiras para futuras entradas del blog. Centrémonos hoy, para empezar, en la gente que dice primero una cosa y luego no la hace, o hace otra distinta; es decir, en los que no cumplen sus compromisos.
 
 
En el tiempo de los caballeros andantes, aquella época legendaria añorada por el personaje de Don Quijote en la obra de 1605 de Don Miguel de Cervantes, se seguía a pies juntillas el Código de Honor, de forma que la palabra dada por un auténtico caballero era sagrada, y tenía que cumplirse fuera como fuese. El Cyrano de Bergerac de la ficción, admirador confeso de Don Quijote, también mantenía siempre su palabra, y cumplió sus promesas hasta el final: no faltó a su cita diaria para charlar con Roxana ni siquiera estando herido de muerte. Sin embargo, a las obras de ficción y a la cruda realidad, como ya sabéis, las separa un trecho más grande que el que hay del dicho al hecho: hoy en día la gente ya no se para tanto a pensar si podrá cumplir lo que está prometiendo. De hecho, yo a veces alucino al ver cómo ciertas personas se comprometen a la ligera a hacer algo que finalmente no harán: yo puedo preverlo, porque las conozco bien, pero me pregunto si ellas mismas, en su fuero interno, se creen lo que están diciendo; me pregunto, con los ojos abiertos como platos, si se están oyendo, si realmente se dan cuenta de la enorme diferencia que hay entre mover la lengua y los labios pronunciando esas palabras y hacer realidad de manera efectiva las ideas que comunican con ellas… Como se suele decir, la ignorancia es muy atrevida.
Por lo que a mí respecta, soy un tío responsable y perfeccionista al que le gusta cumplir su palabra, y siempre tengo mucho cuidado a la hora de decidir en qué iniciativas me involucro; soy muy difícil de convencer (algunos de los que leéis estas líneas ya lo sabéis) porque me conozco y sé que una vez me embarque en el proyecto me obligaré a hacer bien mi parte, me cueste el tiempo y esfuerzo que me cueste… De hecho, me comprometí conmigo mismo a publicar una entrada del blog cada lunes y aquí me tenéis todavía, más de un año después (y eso que no se escriben en cinco minutos, os lo aseguro… pero por mis lectores y lectoras, lo que sea). En concordancia con mi filosofía de la Sencillez, siempre he pensado que es mejor hacer menos cosas al cabo del día, pero hacerlas bien, que implicarse en muchas actividades simultáneamente y hacerlas todas regular (por no decir algo peor). En el terreno de las relaciones sentimentales también me lo pienso mucho antes de dar el paso, porque quiero que todo salga estupendamente si al final me comprometo… pero ésa es otra historia que será contada en otra ocasión.
 
 
Cerrando la lista de requisitos para la Integridad, hablemos por último de la Coherencia en lo que decimos o hacemos cuando nos movemos en círculos sociales diferentes. Hay mucha gente que, por temor a quedar mal ante alguien, habla o actúa de manera distinta dependiendo del tipo de ambiente o de las personas con las que esté, y que evita contradecir las opiniones de los demás aunque le parezcan equivocadas. Hay gente que juzga a los demás con distinto rasero según el caso, y gente que en vez de ir con la Verdad por delante se deja llevar por la cobardía, la hipocresía o la presión social (Me acuerdo ahora mismo de aquel cuento en el que todos en la corte excepto una niña pequeña decían que veían el traje nuevo del Emperador, cuando en realidad no había tal traje). Una persona honrada e íntegra se siente segura de sus propias convicciones y se comporta de la misma manera ya esté en su casa o en palacio, sin sentir ninguna vergüenza por ello.
Integridad es, por tanto, defender la Verdad aunque ello nos reste popularidad o nos perjudique, es defender la Verdad porque de lo contrario resultarían perjudicados otros (Por ejemplo, denunciar las injusticias cometidas en nuestro lugar de trabajo, aunque con ello nos juguemos nuestro propio puesto… eso sí es llevar el Penacho Blanco bien alto). Integridad es hacer lo correcto incluso cuando no hay nadie mirando, aunque con ello salgamos nosotros mismos perjudicados. Integridad es actuar no por nuestro propio bien, sino por el bien común; no pensar en nosotros como lo más importante sino como una parte de algo más grande y mejor: llamadlo ciudad, sociedad, especie, planeta (¿Os acordáis de las palabras del Cyrano histórico? “Un hombre honesto es Ciudadano del Mundo”) o incluso Cosmos.
 
 
Intentemos sacar algunas conclusiones: ¿Ser una persona íntegra tiene más pros o más contras? ¿Es, como nos planteábamos hace dos semanas, una victoria o una derrota? Cyrano estaba muy a gusto consigo mismo y con su reducido y selecto grupo de amigos, pero no tanto con el resto del Mundo, del que renegaba continuamente… y además el sentimiento era mutuo, pues había ciertos entornos en los que Cyrano no despertaba muchas simpatías: de ahí el golpe mortal que recibe en una encerrona al final de la historia. Del mismo modo que un sombrero de ala ancha tocado de un penacho puede servir para disimular una cabeza vendada y ensangrentada, a veces la felicidad asociada a la Libertad e Independencia personales puede ocultar también, aunque la procesión vaya por dentro, un poso de tristeza debido a la soledad y la incomprensión. Y esto no pasa sólo en el nivel de las relaciones sociales: otro día hablaremos, como ya he dicho, de los pros y los contras de aplicar las ideas de Integridad y Coherencia a la vida en pareja (o a la ausencia de ella). En resumen, moverse por la Vida sin hacer trampas y jugando limpio cuesta a veces sangre, sudor y lágrimas; hay que ser un tipo duro para decidir tomar el camino correcto en lugar del camino fácil, pero yo creo que vale la pena. Si hacemos un esfuerzo por mantener la Coherencia de pensamiento, palabra y obra en todo momento, podremos servir de ejemplo para otros y a la larga nos ganaremos la estima y confianza de los que nos rodean, e incluso el respeto de aquellos que no piensan como nosotros.
Pues eso: a veces duele mucho ser fiel a tus Principios y mantener la Dignidad; el ir por la vida cual Don Quijote, con la cabeza llena de nobles ideales caballerescos e intentando cumplir un Código de Honor que la mayoría de la gente considera obsoleto, puede hacer que te pegues alguna que otra costalada cargando contra molinos de viento… pero yo no lo cambiaría por nada. ¿O acaso merece la pena tener un sistema de Principios no de una pieza, sino cosido a parches y remiendos, que en el momento menos pensado pueda romperse por las costuras? ¿Merece la pena aceptar compromisos sabiendo que no se podrán cumplir, firmar con nuestras palabras cheques que después no tengan fondos en el banco de nuestros actos? ¿Cambiar de camisa a la mínima y ponerse en venta al mejor postor? ¿Usar continuamente atajos en la Vida y no poder después dormir con la Conciencia tranquila por las noches? No, gracias.

2 comentarios:

Ernesto dijo...

Demoledor (en el buen sentido). Tanto esta entrada como la anterior me encantan, y sí, la coherencia es un tema muy importante y pocas veces se habla de ella. Es importante que se convierta en una aspiración que guíe nuestros pasos a diario (sin mortificarnos demasiado cuando no se alcanza). Un abrazo ;)

Kalonauta dijo...


Me alegro de leerte de nuevo por aquí, Ernesto, y me alegro de que te haya gustado la entrada. Efectivamente, conceptos tan importantes como la Coherencia, la Verdad o la Libertad no pueden pasarse por alto a la hora de hacerse un esquema mental sobre cómo intentar vivir de manera correcta.

Lástima que mi tiempo sea limitado, porque se me quedan muchos puntos sin tocar, y los que toco a veces resultan un poco desordenados, pero bueno... No te quepa la menor duda de que volveremos a hablar de todo esto en futuras entradas del blog, y que rescataré las ideas que se me van quedando en el tintero, o que no me da tiempo a concretar bien en palabras...

¡Un abrazo!