Este relato que ahora comienzo acabará tarde o temprano hablando
de nosotros y del momento presente, pero antes necesitamos tomar un poco de
perspectiva retrocediendo casi cinco siglos hacia el pasado, a la época de Henri IV
(o Enrique Cuarto), nacido en 1553, coronado Rey de Francia en 1589 y muerto en
1610. Cínico y amante de los placeres mundanos, pero
también un valiente líder militar y uno de los reyes más amados por su pueblo, Henri
IV fue famoso por llevar en la batalla un penacho en lo alto del yelmo: una
llamativa pluma blanca que lo convertía en una diana para los mosquetes del
enemigo (de ahí viene, seguramente, lo de “un blanco fácil”), pero también en
punto de encuentro para sus propios hombres; de hecho, es también famoso su grito
de guerra “Ralliez-vous à mon panache blanc!”, que significa “¡Reuníos conmigo
buscando el penacho blanco!”. De aquí se originó el uso de la palabra francesa
“panache” con el significado de “arrogancia”, “alarde de valentía”.
Avancemos unos pocos años para centrarnos en la figura histórica
de Hercule-Savinien de Cyrano de Bergerac,
poeta, dramaturgo y pensador francés coetáneo de Molière. Nació el 6 de marzo
de 1619 en París, donde pasó la mayor parte de su vida; escogió la carrera
militar y se hizo célebre por su arrojo y sus numerosos duelos. Se retiró de la
milicia en 1641, tras recibir una herida en la garganta durante el sitio de
Arras, y fue entonces cuando comenzó a estudiar filosofía con Pierre Gassendi.
Fue uno de los más importantes escritores del seiscientos francés, una personalidad verdaderamente ecléctica:
fue novelista, dramaturgo y autor satírico, y cuando murió estaba preparando un
tratado de Física que se quedó en esbozo. También es uno de los precursores de
la ciencia-ficción con su obra El Otro Mundo, dividida
en dos partes, Historia Cómica de los Estados e Imperios de la Luna
e Historia Cómica de los Estados e Imperios del Sol, en las que Cyrano describe
en primera persona el viaje realizado a la Luna y al Sol y las observaciones
que hizo de sus gentes, cuyo modo de vida era a veces chocante y totalmente
distinto al nuestro, siendo en otras ocasiones exactamente idéntico, lo que le
proporciona un pretexto para expresar su filosofía materialista y hacer una
crítica de la sociedad y de las ideas y creencias de su época. Como última curiosidad, decir que es suya la frase “Un hombre honesto no es ni francés, ni alemán, ni
español, es Ciudadano del Mundo, y su patria está en todas partes”, siendo ésta
la primera vez que se utiliza el término “Ciudadano del Mundo”. Cyrano de
Bergerac murió en 1655 en Sannois, a los 36 años, a consecuencia de las
heridas que le causó una viga al caerle encima.
En la actualidad Cyrano es mundialmente conocido, más que por sus
propios escritos, por la obra de teatro estrenada en 1897 por otro poeta y dramaturgo
francés, Edmond Rostand, en la
que se narra una época de su vida. Se trata de un drama heroico en cinco actos
y en verso cuyo personaje principal es Cyrano de Bergerac, un soldado poeta,
orgulloso, sentimental y de enorme nariz, enamorado de su hermosa prima Roxana, que tiene que competir por su
amor con el poder del Conde de Guiche y con la belleza del cadete Christian de
Neuvillette. Este personaje, que como ya digo eclipsó al Cyrano histórico, es uno de mis grandes
referentes no sólo literarios, sino también éticos y vitales… Vamos, que soy
fan. Y no soy el único: casi desde el mismo estreno de la obra se empezaron a
hacer innumerables adaptaciones de la misma para teatro, para el cine (siendo
la primera, muda, de 1900) y también
en forma de ópera. De entre todas
ellas sólo he disfrutado dos de las películas: la dirigida por Michael Gordon
(en inglés) en 1950, por la que José Ferrer ganó el Óscar al mejor actor con su
interpretación de Cyrano; y la versión francesa de 1990 triunfadora en los
premios César, dirigida por Jean-Paul Rappeneau y con un fantástico Gérard Depardieu
en el papel principal, que es una de mis películas favoritas y el motivo de que
esté escribiendo ahora mismo esta entrada. Su guión respeta el texto en verso
de la obra original de Rostand, aunque Jean-Claude Carrière tuvo que encargarse
de abreviar algunas partes. Y tengo que reconocer que, aunque a mí
personalmente me tiran un poco para atrás las películas dobladas en verso, ésta
en particular está muy bien traducida al castellano, manteniendo la métrica y
la rima; al cabo de un rato hasta te olvidas de que los diálogos están en
verso. Aprovecho para avisaros de que en esta entrada voy a desvelar muchos
detalles de la trama, incluido el final, así que si todavía no conocéis la
historia y no queréis que os arruine la sorpresa, os recomiendo que veáis la
película de Rappeneau antes de seguir leyendo.
Hasta la popularización de la obra
de Rostand, el “panache” o “arrogancia” (supongo que podríamos decir también
“chulería”) no era algo necesariamente bueno, pero el personaje de Cyrano, ejemplo
clarísimo de arrogancia, le dio a la palabra connotaciones más positivas. En la
obra se dan varios ejemplos de esta valentía inusitada, referencias implícitas
al “panache”: la lucha de Cyrano contra cien hombres en la Puerta de Nesle, el hecho
de cruzar todos los días las líneas enemigas españolas para entregar las cartas
de amor escritas a Roxana, o el episodio del fajín blanco, en el que se menciona
explícitamente el penacho, y que se narra por ejemplo al principio del Acto Tercero de la ópera. En él, el Conde de Guiche está
relatando a los soldados gascones sus hazañas en el frente y Cyrano le pregunta
dónde está su faja blanca. Aquí tenéis el fragmento:
DE GUICHE
¡Ah!... ¿Conoce ese detalle?... Pues ¡sí!
Temiendo caer prisionero y que me mataran,
tuve la feliz idea de engañar a los españoles,
dejando caer mi faja blanca,
la que revelaba mi grado militar,
así que volviendo sobre ellos
seguido de mis hombres,
logré derrotarlos.
Y bien, ¿qué me dicen de esa argucia?
¡Ah!... ¿Conoce ese detalle?... Pues ¡sí!
Temiendo caer prisionero y que me mataran,
tuve la feliz idea de engañar a los españoles,
dejando caer mi faja blanca,
la que revelaba mi grado militar,
así que volviendo sobre ellos
seguido de mis hombres,
logré derrotarlos.
Y bien, ¿qué me dicen de esa argucia?
CYRANO
Que Enrique IV nunca hubiera aceptado
deshacerse de su penacho blanco.
Que Enrique IV nunca hubiera aceptado
deshacerse de su penacho blanco.
DE GUICHE
Pero sin embargo, mi estratagema tuvo éxito.
Pero sin embargo, mi estratagema tuvo éxito.
CARBON
Es posible, pero jamás se reniega
del honor de hacer de blanco.
Si yo hubiera estado presente
cuando vos arrojasteis la faja,
la habría recogido y me la hubiera puesto.
Es posible, pero jamás se reniega
del honor de hacer de blanco.
Si yo hubiera estado presente
cuando vos arrojasteis la faja,
la habría recogido y me la hubiera puesto.
DE GUICHE
¡Jactancia de gascón!
¡Jactancia de gascón!
CYRANO
¿Jactancia? Permítame esa faja…
Esta noche me ofrezco para encabezar el ataque
contra el enemigo con ella sobre mi pecho.
¿Jactancia? Permítame esa faja…
Esta noche me ofrezco para encabezar el ataque
contra el enemigo con ella sobre mi pecho.
DE GUICHE
¡Un nuevo alarde gascón!
Usted sabe que la faja quedó en campo enemigo,
un lugar donde nadie puede ir a buscarla.
¡Un nuevo alarde gascón!
Usted sabe que la faja quedó en campo enemigo,
un lugar donde nadie puede ir a buscarla.
CYRANO
(sacando la faja se la ofrece a De Guiche)
¡Aquí está!
(sacando la faja se la ofrece a De Guiche)
¡Aquí está!
La segunda referencia explícita al penacho se
produce al final de la historia, cuando Roxana descubre que Cyrano la amaba y
que fue él quien escribió todas las cartas. Cyrano, herido de muerte, se
lamenta de que, a pesar de tener talento literario, una gran valentía y un
corazón noble, el no querer adular a los poderosos le
ha impedido prosperar en lo social y el
no ser físicamente agraciado le ha hecho fracasar en el terreno amoroso. Fueron
otros los que consiguieron los ascensos y subieron en el escalafón, fue Moliére
el que se llevó la fama con sus versos, fue Christian el que se llevó los besos
de Roxana. Cyrano, hombre del Renacimiento (tanto en la ficción como en la realidad),
enumera todas las disciplinas en las que ha destacado en su vida, terminando la
lista con un amargo “Lo hice todo y no hice nada”. Sin embargo, no sólo hay
oscuridad en estos últimos instantes: con sus palabras finales Cyrano recalca
que podrán quitarle el Laurel (en referencia a la Fama) y la Rosa (en
referencia al Amor), pero hay algo que ha logrado conservar limpio y puro, que
será siempre suyo y que se llevará esa noche al Otro Lado: su Pluma Blanca.
Este emocionante final presenta variaciones según
la adaptación que consideremos, variaciones que le aportan matices ligeramente
distintos. Tanto en la obra de teatro de Rostand como en la versión original de
la película de Rappeneau las últimas palabras de
Cyrano son “Mon Panache”, es decir,
“Mi Penacho”. En la versión original del film de 1950 se opta por “My White Plume”, o sea, “Mi
Pluma Blanca”, y de hecho el personaje de José Ferrer lleva en el sobrero un penacho
blanco (mientras que el de Gérard Depardieu lleva uno
gris… el color de la pluma real es lo de menos, porque el verdadero “Panache”
va por dentro). En los doblajes al castellano, como la palabra “penacho” no tiene
aquí la acepción de la que hace uso Rostand, se ha optado por traducciones
menos literales pero más comprensibles: así, el José Ferrer doblado dice “Mi Honor Íntegro”, mientras que el último susurro
de Depardieu es “Mi Orgullo”.
Con Rostand, por lo tanto, el concepto de “panache”, que antes se
entendía como “arrogancia” o “chulería”, viene envuelto de un maravilloso halo
de romanticismo (propio de su época, finales del XIX) y cambia ligeramente su
significado, hasta el punto de que a mí me pide el cuerpo escribirlo con
mayúscula: por “Panache” nos referimos
ahora al Honor, al Orgullo, a la Dignidad, a los Principios. Aunque le ha
costado mucho sufrimiento y penalidades, Cyrano ha conseguido finalmente que no
le roben su independencia; ha
denunciado en voz bien alta las injusticias de su tiempo, sin importarle el
hecho de convertirse por ello en un blanco fácil para sus enemigos. Se ha mantenido
fiel a sí mismo y sus acciones han sido en todo momento coherentes con su forma
de pensar. En definitiva: sabe que ha hecho las cosas con clase, con elegancia,
con estilo y a su manera… Estoy
seguro de que a muchos nos gustaría poder decir eso antes de dar nuestro último
suspiro (Otro día hablaremos un poco más de la mejor forma de encarar la Muerte).
¿Cuál es, por tanto, el balance final para Cyrano? ¿Ha
supuesto su vida una lenta, progresiva y silenciosa derrota, o quizás una
victoria de la que sólo son testigos él mismo, su amada, dos buenos amigos y
unos pocos más? La próxima semana seguiremos comentando este tema, llegaremos
al presente y hablaremos de nuestras propias victorias y derrotas.
8 comentarios:
Aunque parezca mentira ... La versión con G. Depardieu ¡La he visto! Y me encantó.
Me has hecho venir ganas de volverla a ver, ¡y que yo diga eso!...Hace muuuchooos años y no recuerdo muchos detalles.
Estoy intrigada en saber a dónde quieres llevarnos con este penacho blanco :)
¡Espero con impaciencia la parte II, Monsieur!
La suerte que tú tienes es que puedes disfrutar la peli en versión doblada y también en versión original, que tiene que ser todavía mejor... Yo, como ya sabes, de francés hablo lo justo.
Au revoir! :-)
Es la primera entrada que leo de tu blog, y me ha traido a la cabeza un libro que he leido hace poco, y que seguramente (si no lo has leido ya) te interesara: El Barón Rampante, de Italo Calvino.
Citando al propio Italo:
"Una persona se fija voluntariamente una difícil regla y la sigue hasta sus últimas consecuencias, ya que sin ella no sería él mismo ni para sí ni para los otros."
¡Hola, Cancro! ¡Me alegro mucho de verte por aquí! Estoy seguro de que algunas de las entradas del blog te van a resultar atractivas, porque tienen mucho que ver con lo que estuvimos comentando el otro día... Para ir directamente a los temas que te interesen, puedes usar la lista de Etiquetas de la columna derecha. Todavía no tengo mucho escrito sobre la Verdad y la Mentira, pero tiempo al tiempo... Espero que las disfrutes.
En cuanto a El Barón Rampante, no lo he leído, pero acabo de mirar la sinopsis del argumento y tiene buena pinta... La cita que has extraído, desde luego, me gusta. Desgraciadamente, voy siempre loco con mil asuntos y mi tiempo para leer es reducido... Pero bueno, lo apunto en mi lista, a ver si un siglo de éstos...
Le he echado un vistazo muy rápido a tu blog; en cuanto tenga un ratillo lo visito con más calma y ya te digo algo... Por de pronto, te comento que puedes echarle una ojeada a una de mis entradas recientes sobre Música, "Acordes y Disonancias"... A lo mejor te parece interesante, aunque te aviso que tu Música es bastante más experimental, así que posiblemente a ti las canciones que enlazo en ella te van a parecer bastante convencionales...
Lo dicho: es un placer tenerte por aquí comentando. Pásate cuando quieras y siéntete como en casa. ¡Nos vemos! :-)
Sé que esta entrada es de hace años, pero me conmovió, ya que soy una enamorada de Cyrano. Tuve la suerte de leer el libro también en francés. No domino el idioma, pero lo hablaba en ese momento lo suficiente como para poder deleitarme con su lectura, saberme fragmentos de memoria y poder ver la película sin necesidad de subtítulos (la de Rappenau, con Depardieu). De todos modos, la traducción al español es excelente, lo disfruté igual la primera vez que llegó a mis manos, en español.
No conocía este blog, pero me gusta mucho cómo escribe, así que indagaré un poco en sus otras entradas. Un saludo.
No te preocupes por que sea una entrada antigua, Isabel; intento escribir sobre temas atemporales, que no pasen de moda, así que me hace la misma ilusión que si el comentario estuviera en una entrada más reciente.
Efectivamente, la traducción al español de la pelicula con Depardieu es muy buena; tan buena que al cabo de un rato hasta te olvidas de que están hablando en verso. Es una película magnífica y, como ya dije en la entrada en su día, el personaje de Cyrano me parece admirable.
Me alegro mucho de que te guste el enfoque y el estilo de La Belleza y el Tiempo; échale un vistazo a las entradas que quieras, estás en tu casa. Si quieres acotar un poco los temas puedes pulsar en las etiquetas que más te interesen de la columna de la derecha, y por supuesto puedes también mandarme un mail y preguntarme por temas concretos, que yo estaré encantado de orientarte para que puedas ir al grano sin perder tiempo.
¡Un saludo! :-)
Se diría que el alma es como un carbón que mientras más presión resiste y mientras más se comprime, casi al punto de ser destruida, al contrarió de lo que se pensaría, se transforma en un diamante.
Comparto que el personaje de Cyrano en la obra y también en su espíritu renacentista es un ejemplo a seguir para quienes creemos que morir con el penacho sin mácula es algo importante.
Muy bonita, la imagen del carbón y el diamante... ¡Gracias por tu comentario, Andrés!
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