lunes, 12 de agosto de 2013

Cinco Minutos para la Medianoche (II)

En la primera parte de esta entrada relatamos los acontecimientos más importantes del siglo XX en relación con los usos militares de la energía nuclear y la carrera armamentística entre los USA y la URSS. Hablemos ahora de los usos civiles (y civilizados) de los isótopos radiactivos de alta o baja intensidad. Dejando de lado las auténticas locuras que se hicieron en los años treinta y cuarenta, cuando aún no se comprendían bien (o no se querían comprender) los efectos de la radiactividad, los avances en Física Nuclear nos han proporcionado un gran número de aplicaciones muy útiles en investigación, medicina e industria: Radiografías, TACs, contrastes, radioterapia, control de espesores, eliminación de electricidad estática, trazadores, detectores de humo, radioluminiscencia, esterilización de instrumental, irradiación de alimentos, esterilización de plagas, datación por carbono 14…
A partir de los años 70 las reacciones de fisión se han usado de manera controlada como fuente de energía para producir electricidad en las centrales nucleares. El que la reacción en cadena (de la que hablábamos la semana pasada) no se convierta en una explosión se logra haciendo que sólo uno de los neutrones liberados en la fisión de un núcleo dé lugar a una nueva fisión. Ésta es una aplicación sumamente importante: actualmente las centrales nucleares proporcionan el 6% de la energía y el 13% de la electricidad mundiales. Hay unos 440 reactores en marcha en 30 países (USA, Francia y Japón son líderes en este campo), más otros 180 usados para propulsar buques, portaaviones o submarinos. Se están construyendo unos 70 reactores más, 30 de ellos en China, aunque después del desastre de Fukushima ha habido un replanteamiento de la situación a nivel mundial y algunos países como Alemania o Italia han decidido prescindir de la energía nuclear.


Aunque las centrales son caras de construir, la nuclear es una energía sostenible y además reduce las emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera. Sería una fuente de energía limpia y segura si todo se hiciera correctamente, pero accidentes como el de Chernobyl en 1986 o el de Fukushima en 2011 nos demuestran que siempre puede haber imprevistos, bien por negligencia humana o bien por catástrofes naturales. El número de víctimas en accidentes por unidad de energía producida es menor en el caso nuclear que en el de los combustibles fósiles o la energía hidroeléctrica, pero seguramente esta estadística no ha descontado la gran cantidad de energía y tiempo que hay que emplear para solucionar los accidentes nucleares y para el adecuado almacenamiento de los residuos radiactivos.
Por tanto, ¿estoy a favor o en contra de la fisión para producir energía? Creo que la clave está en tomar las decisiones políticas adecuadas y alcanzar el punto justo de equilibrio, considerando detenidamente tanto los pros como los contras de las distintas opciones, sin dejarse llevar por criterios partidistas, cortoplacistas o exclusivamente económicos. El llegar a convivir en armonía con la energía nuclear pasa, entre otras cosas, por reducir nuestra dependencia energética (en general) por la vía del Decrecimiento, limitar el número de centrales, construirlas en lugares sin actividad sísmica y gastar todo el dinero que haga falta en su adecuado mantenimiento y en medidas de seguridad.
¿Y qué pasa con la fusión? Los procesos de fusión nuclear controlada serían mucho mejores como fuente de energía, porque no harían falta materiales radiactivos peligrosos como uranio o plutonio, sino que bastaría con hidrógeno, un elemento presente por todas partes a nuestro alrededor, y además los productos de la reacción serían núcleos estables de helio no radiactivo. Sin embargo, las altas temperaturas requeridas para la fusión hacen esto inviable con los medios de los que disponemos; por ahora la llamada fusión fría es cosa de ciencia ficción, y no se espera conseguirla antes del año 2050.


Recordemos la primera parte de la entrada y pasemos a la segunda gran pregunta de hoy: ¿Estoy a favor o en contra de los usos bélicos de la fisión y la fusión? Totalmente en contra, por supuesto. Todos esos dirigentes políticos del siglo XX que hicieron caso a los militares antes que a los científicos no entendían que un gran poder conlleva una gran responsabilidad; el problema no está en la energía nuclear en sí, sino en el uso que nosotros hacemos de ella… La verdadera arma de destrucción masiva somos nosotros. Aunque éste no es un tema como para tomárselo a broma, con el tiempo he aprendido a dejar de preocuparme al respecto. Tengo fe en que los líderes políticos sabrán reconocer los errores del pasado y en que no llegará la sangre al río; al fin y al cabo, estoy seguro de que los coreanos del norte también aman a sus hijos como el resto de la gente, y eso para mí ya es garantía suficiente. Sin embargo, siempre queda un pequeño margen para la duda… ¿Y si ese dios perverso y bromista del que hablaba la semana pasada lanzase sus dados de nuevo y alguno de los líderes mundiales pulsara el botón rojo?
Volvamos, para ir concluyendo, al Reloj del Juicio Final: desde su creación en 1947, la manecilla de los minutos se ha ido moviendo cada cierto tiempo hacia delante o hacia atrás, en función de los acontecimientos recientes a nivel mundial, incluyendo también en los últimos años los efectos del cambio climático. En el peor momento hemos estado a dos minutos de las doce y en el mejor a diecisiete; actualmente estamos a cinco minutos de la medianoche. Si algún día el Reloj marca las doce en punto, habrá empezado la Tercera Guerra Mundial, que seguramente será la última guerra que se produzca en mucho, mucho tiempo… En otra ocasión seguiremos hablando de ello; baste por ahora decir que fueron dos bombas atómicas las que pusieron fin a la Segunda Guerra Mundial porque Japón no tenía armamento nuclear con el que responder. Si se inicia la Tercera Guerra Mundial, serán también los misiles nucleares los que le pongan fin, pero en este caso es posible que no quede nadie para recordarlo después.

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