martes, 16 de octubre de 2012

Como una Magdalena (I)

No sé qué me pasa, que últimamente me asoman las lágrimas de vez en cuando al ver películas en la tele o en el cine. Soy una persona muy empática, y cuando una historia trata un tema importante y además está bien contada me toca la fibra (Otro día hablaremos del poder de las historias y de la diferencia entre Verdad y realidad). La mayoría de las veces son sólo unos ojos humedecidos durante unos segundos; otras es un nudo en la garganta, la respiración agitada y alguna lagrimita suelta (por cierto, truco para saber si los actores de las películas fingen o no al llorar: la glicerina rebosa por el centro del párpado, pero las lágrimas de verdad caen de los laterales). Puede que de vez en cuando, si me siento realmente conmovido por la historia, una expresión irrefrenable de tristeza asome a mi cara y tenga que reprimir un par de espasmos de llanto; y otras veces, las menos, eso sí, se rompen los diques de la emoción y lloro en silencio durante un rato, con profusión de lágrimas y mocos y un pañuelo a mano.
¿Hay distintos tipos de lágrimas? ¿Lloramos de alegría unas veces y de pena otras? Yo creo que, aunque en distintos porcentajes, siempre hay una mezcla de ambas. Lloramos porque las historias nos recuerdan que hay mucha Belleza en el mundo y porque somos conscientes de que esta Belleza no durará para siempre, que será devorada por el Tiempo. Es esta certeza la que nos hace valorar aún más la Belleza que nos rodea. ¿Es bueno llorar? Sí, si se hace sólo de vez en cuando y por una buena razón. Si lloramos, significa que estamos vivos. Hay gente que llora sin saber por qué llora realmente, o peor aún, gente que no llora nunca… No me gustaría ser uno de ellos.
 
 
Como decía antes, no siempre lloramos de pena, por algo que hemos perdido; a veces las lágrimas indican que hemos encontrado o recuperado algo valioso: ahí está la escena de La Misión en la que los indígenas liberan al personaje de Robert de Niro de la carga que se había autoimpuesto. También me hacen sonreír mientras lloro, o incluso reír de satisfacción y llorar al mismo tiempo, el final de Encuentros en la Tercera Fase, con Richard Dreyfuss cumpliendo su sueño mientras suenan brevemente en la banda sonora las notas de When you wish upon a star; o el fragmento de El Piano en el que los personajes de Holly Hunter y Harvey Keitel dan por fin rienda suelta a su pasión; o la escena de los tres besos de Amélie, en la que Papagena encuentra, contra todo pronóstico, a su Papageno.
Otras veces son el ansia de Libertad y la búsqueda de Justicia las que nos estremecen el alma y nos ponen la carne de gallina: emocionantes la escena de Casablanca en la que los habituales del Café de Rick se ponen a cantar la Marsellesa; o la parte final de Pleasantville, una hermosa defensa de la libertad de expresión y de la búsqueda de uno mismo; o el fragmento de Matar a un Ruiseñor en el que, después de ser derrotado Atticus Finch en el juicio, los negros en el segundo piso de la sala permanecen en pie en señal de respeto hacia él.
Escribo estas líneas mientras el cielo llora sobre Valencia y mientras pasan El Retorno del Rey por la tele. Estas tres películas, que aunque no transcurran en el mundo real transmiten Verdades como puños, tienen muchos momentos que me emocionan profundamente, como por ejemplo la muerte de Boromir, cuando los hobbits Merry y Pippin intentan ofrecer resistencia a sus captores para estar a la altura del valor del guerrero; o la inundación de Isengard en el clímax final de Las Dos Torres, con ese ent en llamas que corre a sumergir su cabeza en el agua que baja de la presa… O la despedida en los Puertos Grises, en la que Gandalf hace ver a los hobbits que no todas las lágrimas son amargas. Si no os importa, voy a disfrutar ahora del tramo final de la película (¿Dónde habré puesto los cleenex?) y la próxima semana publico la segunda parte de esta entrada y os explico el porqué de la expresión “Llorar como una Magdalena”.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

uy, yo soy muy llorona y se me ocurren muchas escenas que me hacen temblar al pensar en ellas, sobre todo si van acompañadas de buena música.
Precioso artículo!
Susana

Kalonauta dijo...


¡Qué bueno verte por aquí, Susana! Espero que esta vez no hayas tenido problemas para enviar el comentario... Sólo falta conseguir que aparezca tu nombre en el encabezamiento.

Sí, la Música es una de las mayores fuentes de Belleza, sin duda. Aunque muchos de los enlaces que pongo van a canciones o a trozos de películas con banda sonora incluida, todavía no he publicado ninguna entrada centrada específicamente en la Música. Pronto subsanaremos ese error...

Ernesto dijo...

Muy grande la escena de "la misión" Iron, De Niro y Morricone. ¿que me dices de "en busca del fuego"? cuando el prota ve por 1º vez el proceso de creación del mismo...
Un abrazo

Kalonauta dijo...


En Busca del Fuego la vi hace mucho, mucho tiempo y la verdad es que la tengo un poco olvidada... El otro día estuve en una exposición bastante interesante, en el museo del Prehistoria de la Beneficencia, sobre películas que tratan esta época, algunas de manera más verosímil y otras menos... Entre los fragmentos que se proyectaban había algunos de esta peli, y me han entrado muchas ganas de volver a verla... A ver si encuentro un hueco en mi horario.

¡Un abrazo, Ernesto, nos vemos!

Hope dijo...

A veces me sorprendo de las cosas tan sencillas que me hacen saltar las lágrimas, supongo que también dependerá del estado de ánimo con el que te pillen, o de si tocan los puntos más sensibles de cada uno.

Kalonauta dijo...


Totalmente de acuerdo, Hope. Por lo general estamos tan liados utilizando la parte más moderna y racional del cerebro (el córtex) para mil recados urgentes que no dejamos expresarse a la parte más interna y primitiva del cerebro, responsable de las emociones. Por eso a veces hay algún pequeño detalle que hace resonar esa parte pulsional y primitiva, y te sorprendes a ti mismo haciendo pucheros, mientras tu córtex no deja de preguntarse por qué...