martes, 31 de enero de 2017

Atando Cabos (IV)


Ya en su día hablamos del relato corto Cadenas, de 1929, en el que el escritor Frigyes Karinthy planteaba por primera vez (al menos que nosotros sepamos) la idea de los Seis Grados de Separación, según la cual cualesquiera dos personas de los más remotos rincones del Planeta estaban siempre conectadas entre sí por una cadena de no más de seis eslabones (y siete individuos en total), uniendo cada eslabón a dos amigos o conocidos. La entrega de hoy será una especie de continuación de aquella en la que jugamos, hace ya casi tres años, con el Oráculo de Kevin Bacon, que consistía básicamente en aplicar esta idea al mundo de los actores y actrices de Cine, consistiendo el nexo de unión en ese caso en haber trabajado juntos en la misma película. Alguna vez he pensado que se podría idear un juego parecido con bandas de Rock u otros estilos musicales (en lugar de películas) y con los músicos que han tocado en ellas en algún momento de su historia (en lugar de actores)… pero mejor no salirnos del tema que nos ocupa.




Hoy podemos seguir hablando de conexiones entre personas en el cine y la televisión, pero no desde el punto de vista de los actores, sino de los personajes de las historias, una idea que ya se ha tocado muchas veces en series y películas. Hace unos diez años, por ejemplo, pasaron una serie llamada Six Degrees en la que varios neoyorquinos influían unos en las vidas de los otros mediante una intrincada red de coincidencias… Fue cancelada tras trece episodios por baja audiencia, y no recuerdo bien si en España llegaron a emitirlos todos o no; tampoco me importó demasiado, porque aunque la idea resultaba atractiva la ejecución era bastante mala, no parecía que los guiones acabasen de tomar una dirección muy concreta.

La serie Perdidos exploraba entre otras muchas cosas el concepto de los Seis Grados de Separación, ya que muchos de los personajes se habían conocido antes del accidente del avión de Oceanic, o estaban íntimamente relacionados entre sí (a nivel de uno o dos grados), aunque a veces no eran conscientes de ello. En este caso las coincidencias, aunque difíciles de seguir, sí estaban tratadas con más ingenio; me gustaba toda esa intrincada red de relaciones entre unos y otros. Y como tercer y último ejemplo, la peli Babel, de Alejandro González Iñárritu, también juega con el concepto de varias personas de distintos continentes (un matrimonio norteamericano, la mujer mejicana que cuida a los hijos de este, un par de chicos marroquíes y una adolescente japonesa sordomuda) que aparentemente no tienen nada que ver los unos con los otros (la mayoría de ellos ni siquiera llegan a conocerse) y cuyos destinos sin embargo acabarán entrelazados, en este caso por el disparo de un rifle.




Dejemos la ficción y volvamos a la realidad, y comprobemos que efectivamente los 7.500 millones de personas actualmente sobre la faz de la Tierra estamos mucho más conectados de lo que pensamos. La totalidad de la población humana cumple las condiciones de lo que en Teoría de Redes se llama Mundo Pequeño: un sistema o red de elementos discretos y relacionados entre sí en el que, a pesar de haber un gran número de nodos o elementos, es posible encontrar rutas muy cortas que conecten dos nodos cualesquiera. Esto suele ser posible gracias a la existencia de los llamados nodos centrales, con un número inusualmente alto de conexiones (En Internet a los nodos de este tipo se les ha llamado a veces “Kevin Bacon”).

Un conocido experimento a cargo del psicólogo social Stanley Milgram para demostrar la teoría del Mundo Pequeño implicó el envío de un gran número de cartas por correo postal a finales de los sesenta. El estudio consistía en seleccionar al azar dos personas de ciudades alejadas entre sí e intentar averiguar cuántos grados de separación había entre ellas. Para ello se le daban a la persona inicial algunos datos sobre la persona objetivo y se le pedía que enviase una carta a un amigo o pariente al que conociera personalmente y que tuviese más probabilidades de conocer personalmente al destinatario, además de una tarjeta a la Universidad de Harvard para poder hacer el seguimiento del proceso. Se comprobó que la longitud promedio de las cadenas que llegaron a su destino era de unas seis personas… Posteriormente se llevaron a cabo experimentos similares a mayor escala, con e-mails en vez de cartas postales, y los resultados obtenidos fueron a grandes rasgos similares a los del experimento original.




También cumplen la definición matemática de Mundo Pequeño las estructuras de otros sistemas como Internet, la red eléctrica de los Estados Unidos (con sus más de 5.000 centrales de energía) o el conjunto de empresas comerciales a lo largo y ancho del planeta; e incluso se ha comprobado que cumplen estas condiciones algunas estructuras de tipo biológico y no social, como el sistema nervioso de determinados animales sencillos, que resultan más fáciles de investigar. Es importante conocer cómo funcionan este tipo de sistemas porque a través de estas redes se propaga no solo energía o información (ya sea veraz o falsa, útil o inútil) sino también virus (informáticos en el caso de Internet, biológicos en el caso de la población humana), averías o crisis, y conocer cómo se propagan ayuda a detenerlos más rápido, o al menos minimizar sus efectos.

El análisis de la estructura de las redes sociales mundiales, no solo en Internet sino a un nivel más amplio, es útil también para tratar de comprender por qué algunos libros o películas tienen un gran éxito de público mientras que otros igualmente buenos no lo tienen. O en general por qué algunas ideas calan más en la sociedad que otras, dependiendo de cómo, cuándo y desde dónde han empezado a expandirse… Y lo que es más importante: este conocimiento puede resultar clave para llegar a más votantes en unas elecciones, como demuestra el reciente triunfo del Partido Popular aquí en España, a pesar de todos sus chanchullos y su corrupción, gracias al uso del microtargeting en Facebook.




El hecho de que el Mundo se haya vuelto aparentemente más y más pequeño se ha debido a varios factores, entre los cuales se cuentan el establecimiento de una tupida red comercial a nivel planetario, la aparición de medios de transporte cada vez más rápidos, seguros y baratos que facilitan los viajes largos, los avances en las tecnologías de la información y la comunicación… Todos estos procesos empezaron a acelerarse hace unos quinientos años, con el descubrimiento de América y la revolución científica moderna, y cogieron una velocidad de vértigo durante el pasado siglo, llevándonos a lo que hoy se conoce como Globalización.

Es una cuestión de simple Matemática, y aunque los detalles exactos son complejos y no me voy a meter en ellos, los conceptos básicos son bien sencillos de comprender: si cada persona conoce a otras N personas y encontramos todas las posibles cadenas de n eslabones que partan de una persona determinada (suponiendo que ninguno tenga conocidos comunes, lo cual es mucho suponer) obtenemos un valor de N elevado a n, que puede ser realmente grande (7.500 millones, por ejemplo) aun con valores de n menores que seis, siempre y cuando el N sea suficientemente alto. El número de personas conectadas crecerá por tanto exponencialmente con el número de eslabones en la cadena. A medida que se van viendo facilitadas la comunicación entre personas y los viajes largos aumenta también el número de conocidos N de una persona determinada, y por tanto los números en los cálculos para cada eslabón.




Las celebridades de uno u otro campo que aparecen en los medios de comunicación y que se mueven constantemente por todo el Mundo actúan como los nodos centrales de los que hablábamos unos párrafos más arriba, disminuyendo así el solapamiento entre los distintos grupos de conocidos que habíamos obviado para nuestro cálculo rápido de antes… Las personas que se marchan a vivir a otro país también actúan como nexos que tienden hilos más largos en la red y ponen a distintos grupos humanos geográficamente muy distantes a menos grados de separación unos de otros. Y por otra parte las personas auténticas y originales, que no responden a un cliché y que se mueven en muy diversos ámbitos, son también nexos interesantes y a tener en cuenta a la hora de hablar de interconectividad a nivel global. Ya os conté en una ocasión que yo mismo actúo a veces de nexo entre distintos entornos de la sociedad valenciana… Y no soy el único, por supuesto: Valencia es una ciudad pequeña y muy a menudo descubro que dos amigos míos procedentes de ambientes completamente opuestos también se conocen entre sí, y a veces por las razones más insospechadas y difíciles de imaginar a priori.




También os he comentado en otras ocasiones que prefiero relacionarme con mis amigos en persona, cara a cara, y no a través de unas tristes líneas de texto en una pantalla… Desde que aparecieron las primeras redes sociales con base en Internet, allá por el 2002, el número de conexiones necesarias para llegar de una persona a otra ha ido disminuyendo poco a poco. Facebook hizo el año pasado un cálculo bastante cuidadoso (no como el mío de antes) entre sus 1.600 millones de usuarios y llegó a la conclusión de que el número promedio de grados de separación en esta red social era de tres y medio. Hace unos pocos años era de cuatro, así que es de suponer que seguirá bajando en el futuro…

Esto no tiene por qué ser necesariamente bueno: la Red hace que cada vez estemos más conectados con otros pero también que tengamos menos tiempo para profundizar en estas relaciones. Las cadenas virtuales que nos unen tienen eslabones realmente frágiles, y en el fondo en la Web nadie conoce verdaderamente a nadie. Muchas veces el conjunto de tus amigos de Facebook o tus seguidores de Twitter no es una verdadera comunidad, sino un triste sucedáneo en la pantalla de tu móvil en el que puedes añadir o eliminar personas con un solo click, sin mirar a nadie a la cara ni poner en práctica tus habilidades sociales… A la mayoría de la gente las redes sociales no les ayudan a ampliar sus horizontes intelectuales, sino más bien al contrario, les hacen encerrarse más y más en sí mismos, sin salir de una ilusoria zona de confort en la que todo es bastante superficial, edulcorado y de color de rosa pero a la vez vacío y sin apenas sustancia (esto último, junto con la idea de que los hilos conectores son más bien hilillos finos y endebles, me ha traído a la cabeza una imagen que describe bastante bien muchos de estos foros de Internet: más que a las redes de un pescador, firmes y resistentes, se parecen al algodón de azúcar de las ferias, que cuando lo muerdes se queda en nada). Está claro pues que la Red de Redes es una herramienta y que tenemos que aprender a utilizarla correctamente, y enseñar también a las nuevas generaciones cómo hacerlo: esta es una gran responsabilidad sobre todo para padres y profesores.




Para ir terminando por hoy, volvamos de nuevo a una perspectiva más amplia, con todos los integrantes de la población mundial relacionándose entre ellos (o con la posibilidad de hacerlo) tanto en persona como a través de la Red, tanto de manera superficial como de una forma más plena y productiva… Lo más interesante del asunto es que todos estos pueblos y etnias que han entrado en contacto de una forma tan intensa durante el último siglo no habían estado separados desde siempre… El incremento de la movilidad de las personas y de la facilidad para comunicarse en la sociedad actual no han hecho más que reunir de nuevo a los hijos de los que en su día habían estado juntos, en el nordeste de África, desde el nacimiento de nuestra especie.

Todo esto lo veremos con más detalle en una próxima entrada del blog dedicada a explorar el intervalo de Tiempo comprendido entre la aparición del Homo Sapiens y la invención de la Escritura (y con ella el comienzo de la Historia propiamente dicha). Baste decir por ahora que las lentas pero constantes migraciones producidas desde África y en todas direcciones, sobre todo en los últimos 60.000 años, habían hecho que las costumbres, el lenguaje y hasta los rasgos y el color de la piel fuesen cambiando y diversificándose en las distintas regiones del Mundo, y con el paso del Tiempo nos habíamos olvidado de que procedíamos todos del mismo lugar… Esta pérdida de la memoria del Pasado, la gran celeridad del reencuentro hace pocos siglos en comparación con la lenta diáspora anterior y por último el gran aumento en el número de individuos en combinación con la escasez de los recursos disponibles han sido los causantes en muchos casos de incomprensión, desconfianza y conflictos entre distintas comunidades que en realidad eran hermanas sin ellas saberlo.




Y si ahora, gracias a los estudios genéticos de las distintas etnias humanas, ya conocemos los detalles de esta nuestra historia en común, una historia que nos relaciona a los españoles directamente con cualquiera que viva en China, en Perú o en Australia, ¿no debería ser esta una razón suficiente para desechar los prejuicios y respetarnos más los unos a los otros, independientemente de nuestra procedencia? Y es más, ¿acaso no deberíamos sentirnos aún más ligados si cabe a todos los que viven a nuestro alrededor, a nuestros vecinos o conciudadanos, independientemente de que los conozcamos personalmente o no?

Por tanto, la clave está en la cooperación tanto a nivel global (en las ideas) como a nivel local (en las acciones), que da lugar al curioso término “glocal”… Mantengamos limpias nuestras calles porque son de todos, pero a la vez no contaminemos el aire que podría ir a parar al otro lado del Planeta. Ayudemos al que no tiene, ya sea colaborando con el banco de alimentos de nuestra ciudad o con una ONG que trabaja en otro continente, porque mañana podríamos ser nosotros los que necesitemos ayuda. Y apoyemos a los pequeños comercios del barrio, pero también a los artesanos o campesinos de otros países mediante productos de comercio justo.

En un Mundo tan interconectado nuestras acciones diarias, por insignificantes que parezcan, pueden afectar a otras personas, cercanas o lejanas, tanto para lo bueno como para lo malo. Ser conscientes de estas relaciones es ser conscientes también de nuestra parte de responsabilidad a la hora de acabar con las injusticias que todavía se cometen en el Planeta. Todo este Conocimiento que hemos ido adquiriendo debe servirnos de impulso para tratar de fortalecer el tejido social a nuestro alrededor e intentar cuidar los unos de los otros porque, como ya se ha dicho aquí y en otras ocasiones, formamos parte de una misma gran Familia… La próxima semana, en la quinta y última entrega, extraeremos más conclusiones útiles de todo lo visto hasta ahora.



No hay comentarios: