lunes, 19 de enero de 2015

Un Método Infalible (IV)


Llegamos a la cuarta y última entrega sobre el Método Científico. En la primera parte describimos con detalle los pasos del Método; en la segunda hablamos de cómo nos permite poner a prueba la Coherencia de una posible explicación a un fenómeno dado, con ayuda de las Matemáticas; y en la tercera vimos que a pesar de ser una herramienta muy poderosa, la Ciencia tiene limitaciones incluso cuando se usa correctamente, y tratamos de vislumbrar las fronteras de su aplicación. Hoy hablaremos de las diferencias entre la Ciencia como debería ser y la Ciencia como realmente es en muchos casos, y acabaremos haciendo un resumen de las razones por las que es tan valiosa para todos nosotros.




Como hemos dicho, lamentablemente existen bastantes diferencias entre el modelo ideal de Ciencia y lo que ocurre en la realidad. Hay muchos países, entre ellos España, en los que la Ciencia no recibe la suficiente financiación por parte del Gobierno, y donde se destina más dinero a las líneas de investigación más rentables y no a las más necesarias para el bienestar de la Sociedad en su conjunto… Por otra parte, hay mal llamados científicos que, influidos por intereses de tipo económico, hacen trampas, ocultan datos y falsean los resultados de sus investigaciones para obtener las conclusiones que más les convienen, o mejor dicho, que más convienen a las empresas o partidos políticos que los han comprado. En otras ocasiones la manipulación de los datos se produce para llegar a conclusiones que agraden a los evaluadores de una determinada revista científica, que darán por tanto el visto bueno al artículo, engrosando el currículum de los autores… Como su productividad puede afectar a corto o largo plazo al sueldo de dichos autores o al presupuesto concedido a su grupo de investigación para los siguientes ejercicios, podemos decir que en este caso también hay intereses económicos detrás del fraude, aunque sea de forma indirecta.

A veces el autor de la investigación hace trampa no por dinero, sino porque los resultados obtenidos de manera legítima no concuerdan con la hipótesis prevista inicialmente; por muy bonita, sencilla o elegante que fuera esta hipótesis, hacer que sean los resultados experimentales los que se ajusten a ella y no al revés va totalmente en contra del espíritu científico. Algunos no se dan cuenta de que una hipótesis refutada por las observaciones también es un resultado interesante, ya que nos dice qué es lo que no está ocurriendo, y por tanto nos permite ir descartando opciones… El verdadero científico intenta ser objetivo y buscar la Verdad con paciencia y caiga quien caiga, renunciando a sus propias ideas preconcebidas si no están de acuerdo con lo observado; algunos de los más grandes científicos de la Historia lo han hecho, así que no hay nada de qué avergonzarse. Como se suele decir, rectificar es de sabios.




La Ciencia nos permite ampliar nuestro Conocimiento generación tras generación, gracias al trabajo en equipo de los investigadores, que muchas veces alcanzan sus logros, como ya dijimos una vez, aupados a los hombros de los gigantes que los precedieron. Sin embargo, hoy en día hay muchos científicos de pacotilla que reemplazan la cooperación por competencia, ocultando información importante a sus colegas en las publicaciones para ser los únicos que puedan seguir avanzando por esa vía. En otras ocasiones su ego les hace apuntarse los tantos de sus subordinados, poniendo su nombre en primer lugar en los artículos cuando en realidad no han hecho gran cosa (a veces incluso nada). Pensar sólo en uno mismo no es propio de un verdadero científico; éste reconoce y comprende los vínculos que lo unen a sus colegas, al resto de la especie, al conjunto de seres vivos y al planeta entero, y obra por el bien de todos ellos. Esta conclusión sería extensible a todos aquellos que han adquirido la costumbre de aprender cosas nuevas cada día, aunque no sean científicos profesionales: por lo general, el Conocimiento te convierte en un ciudadano más responsable, concienciado y generoso, porque cuanto más comprendes las cosas más capaz eres de amarlas.

También está el problema de la enorme cantidad de estudios científicos que se realizan actualmente, que hacen difícil separar el grano de la paja… Tal y como vimos hace tiempo, hay mucha gente que, aprovechando Internet y las redes sociales, se dedica a compartir chorradas con los demás y a producir una gran cantidad de ruido de fondo que nos impide a todos diferenciar lo relevante de lo prescindible… Pues lo de pensárselo dos veces antes de hablar por el megáfono se aplica también, y con razón de más, al campo de la Ciencia; como decíamos antes, algunos investigadores sólo están preocupados por justificar su partida presupuestaria del año siguiente, y que sus hallazgos sirvan para algo es lo de menos para ellos. Un buen científico debería preguntarse antes de empezar si su línea de investigación aportará o no Conocimiento verdaderamente útil al resto de la Humanidad. Y en general cualquier usuario de Ciencia y Tecnología, sea o no investigador, debería intentar usar esta Tecnología para cosas útiles, no para tonterías, aunque sea sólo por respeto a todos los científicos e ingenieros que han hecho posibles estos avances en los últimos siglos, a veces tras toda una vida de duro trabajo, esfuerzo y penalidades… Tratemos de honrar su memoria en la medida de lo posible.




Sigamos hablando del uso de la Ciencia en la vida diaria… A la hora de defender la aplicación de un determinado descubrimiento, su impulsor debe evitar cualquier tipo de sesgo que destaque sólo las ventajas ignorando u ocultando los posibles inconvenientes; deben tenerse muy en cuenta las consecuencias a largo plazo en la salud de las personas o en el medio ambiente. Lógicamente, debería rechazarse cualquier tipo de investigación destinada a aplicaciones bélicas, aunque siempre ha ocurrido precisamente lo contrario, desde el mismo momento en que un Homo Sapiens cogió por primera vez un hueso para arrearle con él en la cabeza a otro Homo Sapiens… Paradójicamente, la investigación militar y la carrera armamentística han dado a luz muchos descubrimientos de Ciencia básica cuyas aplicaciones posteriores en tiempos de paz han resultado ser de gran utilidad. La destrucción como impulsora de Conocimiento no es algo propio solamente del S.XX, con sus grandes guerras; basta con mirar los diseños de tanques acorazados del mismísimo Leonardo da Vinci.

La Ciencia es una herramienta que puede ser utilizada para el bien o para el mal dependiendo de las manos en las que caiga. La gran capacidad del cerebro humano para procesar información amplifica los efectos derivados de nuestras ideas más nobles y también los de nuestros instintos más primitivos… Sin embargo, el potencial de la Ciencia para el mal no debe utilizarse como excusa para detener el progreso de la Humanidad; lo que hay que hacer es fomentar su buen uso, exigir que todo paso hacia delante se dé teniendo en cuenta las implicaciones sociales. Por tanto, un buen científico no sólo busca la Coherencia entre los fenómenos observados y las distintas leyes que los describen; un buen científico es también coherente en el plano de los principios éticos, tal y como lo era Cyrano. Ciencia y Ética deberían ser dos cosas inseparables: la búsqueda de la Verdad debe compaginarse siempre con la búsqueda del bienestar de la gente.




Por tanto, búsqueda de la Verdad, de Conocimiento relevante, y búsqueda del bienestar de las personas, mediante el trabajo en equipo… De eso trata la buena Ciencia. Trabajo en equipo y trabajo duro, desde luego; ya hemos dicho que hacer Ciencia no es algo fácil. A menudo hay reveses, imprevistos y accidentes que hacen perder incluso años enteros a los investigadores e ingenieros, pero hay que seguir adelante. De ahí viene la frase en latín “Ad Astra per Aspera”: muchas veces el triunfo supone pasar penurias y dificultades, pero con esfuerzo podemos llegar a las estrellas, si nos lo proponemos. Los frutos se cosechan a largo plazo, pero al final se cosechan: desde los tiempos de Galileo, la investigación científica nos ha permitido comprender el Mundo cada vez mejor y el desarrollo tecnológico nos ha permitido cambiarlo. Juntas, Ciencia y Tecnología se han ido alimentando mutuamente (es lo que solemos llamar I+D) y, a pesar de que algunas de sus aplicaciones a gran escala han dado lugar a graves problemas, actualmente los pros superan a los contras y nuestras vidas son mucho mejores, más largas, agradables y plenas que hace medio milenio.

Para la segunda mitad de esta entrega, bajemos a pie de calle y olvidémonos por un rato de los grandes científicos para concentrarnos exclusivamente en cómo la Ciencia nos afecta a ti, a mí y a cualquiera. Ya hemos dicho que aplicar el Método correctamente supone constancia y trabajo duro; y por tanto cultivar el espíritu científico a menor escala, en el día a día, también requiere paciencia, esfuerzo y meticulosidad… Sin embargo, vivimos en una época de prisas y de gratificación instantánea en la que las cualidades antes citadas brillan por su ausencia, lo que explica que haya una gran cantidad de gente que siente un cierto rechazo por todo aquello relacionado con la Ciencia: “¡Madre mía, qué pereza, a mí no me hagas pensar mucho!” El pensamiento crítico está fuertemente ligado a las competencias científicas, y el fracaso en la correcta transmisión de estas competencias en el colegio hace que una parte importante de la población, ya sea por prisa, por miedo, por duda o por presión social, prefiera aceptar las opiniones de otros sin cuestionárselas antes que formarse sus propias opiniones, lo que los convierte poco menos que en borregos. Creer ciegamente lo que te dicen, aunque sea mentira, es más fácil y rápido que pensar detenidamente en ello, y hay mucha gente que tira por ese camino… así nos luce el pelo.




Yo siempre digo que el ejercicio mental es como el ejercicio físico: cuesta y duele al principio, cuando aún no estás entrenado; pero cuanto más haces menos te cuesta y más te apetece seguir con ello, hasta que llega un momento en que te encanta y no puedes prescindir de él. Aprender cosas nuevas cada día no sólo nos acerca a la Verdad, sino que aumenta la Belleza que percibimos en el Mundo: como ya os dije cuando os hablé de la Luna, o como el profesor Walter Lewin del MIT comenta cuando habla del arco iris, el Conocimiento extra que nos aporta la Ciencia sobre las cosas les añade también múltiples niveles adicionales de Belleza, nos permite disfrutarlas en más de un sentido y desde distintos ángulos, con lo que la experiencia estética es más completa… Pero esto sólo empieza a entenderse después de un tiempo; aprender a aprender es un proceso lento y requiere constancia.

Por eso es tan importante la labor de los profesores de Ciencias en colegios e institutos. Su tarea debería consistir no sólo en dominar bien los contenidos de la materia para poder explicarlos a los alumnos de forma sencilla, sino también ir dejando caer aquí y allá detalles generales sobre el Método Científico y cómo ponerlo en práctica en la vida diaria, y sobre todo contagiar a los chavales su propio entusiasmo ante las maravillas, los misterios y en definitiva la Belleza del Universo… Un profesor de Ciencias al que no le gusta la Ciencia, o que no la entiende (viene a ser lo mismo), dará como resultado un montón de jóvenes a los que tampoco les gusta, lo cual es un auténtico crimen. Sólo un buen profesor puede dar a sus alumnos la motivación necesaria para que aguanten esa primera fase de inercia mental, animándoles, cual si fuera un preparador físico, a hacer flexiones y más flexiones aunque les cueste, hasta que ya no sientan agujetas en el cerebro y empiecen a comprender que la Ciencia, bien entendida y con un poco de entrenamiento, es muy divertida. Es sin duda una gran responsabilidad; e igual que para los docentes, también lo es para los divulgadores científicos que intentan realizar la misma labor fuera del colegio.




Una de las ideas principales que los buenos docentes y los divulgadores tratan que hacer entender es que la Ciencia es de todos, no es propiedad de unos pocos elegidos. Tener espíritu científico es algo que se demuestra con los hechos, y no con un diploma colgado en la pared: he visto gente sin estudios razonar de manera admirable y sin fisuras, y a gente con dos carreras universitarias ser víctima de las supersticiones más absurdas. Se puede hacer un experimento en un laboratorio escolar, dentro de un tornado, en un acelerador de partículas o en un cometa, sí, pero también en plena calle o en el banco de la cocina.

A mayor o menor escala, y de forma directa o indirecta, la Ciencia puede estar presente en nuestras vidas a todas horas del día. Conocer los fundamentos del Método Científico te proporciona herramientas para la resolución de problemas también fuera del ámbito científico… A mí mismo, sin ir más lejos, me ha resultado de mucha utilidad: además de haber tenido unos padres que me han educado muy bien, otra cosa que me ha ayudado a poner mis ideas en orden y a avanzar en la dirección correcta ha sido sin duda mi formación científica. En resumen, la Ciencia tal y como yo he intentado describirla aquí es más bien una forma de pensar, incluso diría que un estilo de Vida.




Hagamos una última e importante puntualización sobre esta potente herramienta de búsqueda de la Verdad. La capacidad de contrastar la fiabilidad de los datos y de decidir por ti mismo si una determinada afirmación es o no cierta evita que tengas que depender de los supuestos expertos (que podrían estar mal informados, o directamente estar mintiendo) para tomar decisiones. Esta capacidad de detectar los posibles engaños y de tener una opinión propia y bien fundamentada sobre las cosas te facilita el tomar el control de tu propia Vida, te proporciona una mayor independencia y Libertad y por tanto te hace más poderoso frente a los problemas e imprevistos que van surgiendo. Y a un nivel más casero, para que lo entendáis mejor, los conocimientos tecnológicos te permiten arreglar tus propios electrodomésticos, o evitar que te timen en el taller de reparaciones, o decidir si realmente necesitas comprar el último modelo de iPhone, lo cual tampoco está nada mal… Tenemos por tanto un par de términos más que añadir a la larga lista de palabras que definen la verdadera Ciencia: Conocimiento, curiosidad, paciencia, meticulosidad, perseverancia, Verdad, precisión, compromiso, esfuerzo, colaboración, humildad, Coherencia, síntesis, simplicidad, Belleza, control, poder, Libertad…

Ciencia es dudar de todo y preguntártelo todo, no dar nada por sentado y saber diferenciar los hechos de las opiniones, aprender a pensar por ti mismo y sacar tus propias conclusiones acerca de lo que te rodea… Hemos mejorado bastante desde los tiempos de Galileo, pero después de cuatro siglos aún quedan muchos aprovechados que intentan hacer pasar por infalibles métodos que no han sido convenientemente contrastados, intentando que parezcan científicos para vendérselos a gente desprevenida que no puede distinguir la diferencia porque no se la han explicado bien… Después de esta entrada, se supone que vosotros ya sabéis lo que es Ciencia (al menos eso espero); ahora falta otra entrada para explicar lo que no lo es. En otras palabras: sigue quedando pendiente hablar de pseudociencias y escepticismo… Pero esa nueva puerta la abriremos otro día.



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