lunes, 15 de septiembre de 2014

Indeleble (IV)

Continuamos nuestro viaje por el Tiempo en el S.XV. De esta época datan los últimos códices de pergamino, mientras que el papel se va haciendo más barato en Europa por el uso generalizado de camisas de lino, pudiéndose usar los retales y trapos como materia prima para su fabricación. Ya hemos mencionado que el uso de herramientas y el aprendizaje de la escritura fueron dos hitos que impulsaron hacia delante a la especie humana; hoy hablaremos de otro gran avance que está relacionado con los dos anteriores. Así como hasta entonces piedra, arcilla, papiro, pergamino y por último papel habían servido como soportes para la preservación del Conocimiento (y de la Belleza) en el Tiempo, la aparición de la imprenta de tipos móviles permitirá un mayor acceso de todos a este Conocimiento (y a esta Belleza).


Como dijimos la semana pasada, a mediados del S.X se había inventado en China una imprenta que requería una sola plancha de madera para cada lámina. En torno a 1440 aparece una versión mejorada que utiliza tipos móviles fundidos, ideada por Johannes Gutenberg en Mainz (nuestra hermana Maguncia), en Alemania, tras un largo proceso de investigación de aleaciones para los tipos y de composición de las tintas. Se trata de una prensa con caracteres metálicos individuales que se pueden colocar en cualquier disposición y por tanto se pueden reutilizar muy rápidamente sin necesidad de grabar planchas enteras, ahorrando bastante tiempo a la hora de confeccionar una determinada obra. ¿Apareció este ingenio en varios sitios a la vez? Se habían usado tímidamente tipos móviles en China y Corea doscientos años atrás, cosa que Gutenberg desconocía, pero fue en Europa en particular donde esta tecnología dio lugar a un gran avance social y cultural. Extendiéndose en menos de treinta años a cientos de ciudades, la imprenta aceleró la producción de libros y facilitó la estandarización de las lenguas europeas.

A medio camino entre los manuscritos antiguos y los libros modernos, los especialistas han creado la denominación de “incunable” para todos los libros impresos durante el S.XV; más concretamente, antes del día de pascua de 1501, ya que por aquel entonces ésa era la fecha del comienzo del año. En aquella primera etapa, en la que la imprenta todavía estaba en pañales (de ahí el origen latino del nombre: “en la cuna”), el impresor era dueño y manipulador de la prensa, fundidor de los tipos, fabricante del papel, encuadernador, editor y librero; es decir, era artesano, artista y erudito, todo al mismo tiempo.


El 31 de octubre de 1517 es la fecha en la que Martín Lutero, teólogo y fraile agustino preocupado por el tráfico de indulgencias y la avaricia de la Iglesia Católica, clavó sus noventa y cinco tesis al respecto en la puerta de la iglesia del Palacio de Wittenberg, pidiendo que se iniciase un debate sobre ellas para intentar una vuelta de la Iglesia a sus orígenes. Estas tesis fueron rápidamente copiadas e impresas: al cabo de dos semanas se habían difundido por toda Alemania, y dos meses después por todo el continente. Claro precedente de los trending topics, éste fue uno de los primeros casos de la Historia en los que la imprenta jugó un papel determinante a la hora de dar visibilidad a un determinado problema.

Frente al Concilio de Trento, que en 1546 afirmó que la Biblia Vulgata traducida al latín por San Jerónimo era la única versión auténtica de las escrituras, Lutero soñaba con un Mundo en el que cualquiera pudiese consultar la palabra de Dios por sí mismo, sin necesidad de orientación ni de interpretación (ni por tanto posibilidad de manipulación) por parte de los clérigos; el mensaje de la Biblia debía ser accesible a todos los cristianos en su propia lengua. La Reforma Protestante instó pues a la propagación de las lenguas vernáculas de cada nación a través de la imprenta, y de hecho la versión alemana de la Biblia confeccionada por Lutero se convirtió en un modelo a seguir en el arte de la traducción… El protestantismo tuvo por lo tanto en Gutenberg a un gran aliado.


Pero la importancia de la imprenta no se restringe sólo al terreno religioso: impresores como el veneciano Aldo Manucio facilitaron también la popularización de textos laicos de la antigüedad clásica, ya fueran sobre política, como en el caso de Cicerón, de filosofía con Platón y Aristóteles, o de poesía con Ovidio, Virgilio y Horacio. La invención de Gutenberg permitió además la propagación de la Ciencia y el acceso de los científicos a obras escritas anteriormente sobre su tema de investigación, lo que facilitó el trabajo en equipo a través del Tiempo (ya en otra ocasión lo denominamos “auparse a hombros de gigantes”), la comparación de datos experimentales y por tanto la consecución de nuevos descubrimientos.

Por ejemplo, el aristócrata y astrónomo danés Tycho Brahe seguramente pudo comprar en el S.XVI copias impresas de los textos escritos por su colega Claudio Ptolomeo catorce siglos antes y por su compatriota Copérnico décadas atrás… A su vez, los precisos datos experimentales astronómicos obtenidos por Brahe sirvieron a Johannes Kepler para perfeccionar a principios del S.XVII la teoría de Copérnico, llegando a la conclusión de que los planetas (incluida la Tierra) seguían órbitas elípticas en su movimiento alrededor del Sol. La difusión de las ideas de Copérnico y Kepler puso patas arriba la concepción que teníamos hasta entonces de nosotros mismos, llegando al punto que el título de la obra fundamental del primero, “Sobre la Revolución de las Esferas Celestes”, de 1543, fue el que dio lugar al uso de la palabra “revolución” con el significado de “cambio brusco en el ámbito social, económico o moral de una sociedad”.


También gracias a la imprenta aparecen a partir de 1600 los primeros periódicos de carácter semanal o diario (precisamente por eso se les llama “la prensa”). Teniendo en cuenta que empiezan a ser habituales además los servicios postales modernos, podemos decir que desde entonces el planeta entero estará razonablemente bien comunicado. El número de ejemplares en bibliotecas tanto públicas como privadas aumenta exponencialmente y el acceso a cualquier información empieza a ser más y más fácil, haciéndose verdad ese dicho de que todo está en los libros. Como ya comenté en la primera entrega, a partir de este momento, y ante las nuevas comodidades, la gente se lo piensa cada vez menos antes de publicar sus obras y las chorradas también lo tienen más fácil para extenderse por todo el globo, aunque tendrá que llegar Internet para que la tontería se esparza realmente de lo lindo… Pero venga, no nos centremos en lo negativo.

Los siguientes capítulos de esta historia que llega hasta nosotros (y que todavía se está escribiendo) serán, durante los siglos XVII y XVIII, la Revolución Industrial en Inglaterra, la Ilustración y la redacción de la Enciclopedia en Francia, y el inicio de una nueva Edad de la Razón que por sí sola da para una entrada aparte en el blog, así que lo dejaremos para más adelante. En conclusión, queda claro que los grandes hitos de la Historia reciente de Occidente, como el Renacimiento, la Reforma Protestante, las Revoluciones Científica e Industrial o la Ilustración, habrían sido imposibles sin los utensilios de escritura, el formato del códice o la imprenta de tipos móviles… A lo mejor es cierto que en realidad el Mundo no lo cambian las ideologías sino las tecnologías. La próxima semana, en la última entrega de esta entrada, llegaremos en nuestro recorrido al S.XXI y hablaremos un poco de censura y de por qué desde que han existido libros también ha existido gente a la que le gustaba quemarlos.

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