martes, 14 de enero de 2014

La Letra y el Espíritu (I)



A menudo, mientras ando por la calle, voy escuchando mis canciones favoritas en mi mente. Llevar la banda sonora incorporada es mucho más seguro que llevar música real con auriculares; no te arriesgas a tener un accidente en un paso de cebra por no haber oído a un coche que venía por detrás. A veces imagino simplemente una canción que he escuchado hace poco y que me ronda la cabeza, pero en ocasiones escojo un tema que está relacionado con mis pensamientos o con mi estado de ánimo de ese momento, es decir, escojo la banda sonora apropiada para aportarle más riqueza de matices a mi existencia diaria y para vivir las cosas de forma más intensa. Por ejemplo, si tengo que pasar por la Calle Colón en hora punta de compras y me cruzo con mucha gente andando por la acera, me viene a la cabeza esa escena en la que Morfeo le explica a Neo qué es Matrix mientras van andando a contracorriente, chocando Neo con todo el mundo mientras Morfeo no choca con nadie; automáticamente, empieza siempre a sonar en mi cerebro el Clubbed to Death de Rob Dougan.
Para entretenerme, algunas veces incluso hago de DJ de mi mente e imagino también las transiciones entre una canción y la siguiente, y hasta añado efectos de sonido: por ejemplo, si voy escuchando música y de repente me topo con alguien a quien no me apetecía encontrarme, se me corta la canción con un sonido de aguja de tocadiscos que salta. ¿Demasiada televisión, tal vez? Es posible, pero yo me lo paso pipa. Rizando más el rizo, en contadas ocasiones mezclo dos canciones distintas en mi cabeza, usando la melodía principal de una y los acordes de fondo de otra, o interpreto una melodía con unos instrumentos completamente distintos de los habituales, o le cambio la tonalidad, ya sea por capricho o porque estos cambios tienen relación directa con las cosas que estoy pensando mientras oigo la música. Es decir, mi banda sonora mental no sólo es personal sino que también está personalizada, customizada.
Hacerte tus propios remixes de canciones, como si tuvieras una mesa de mezclas o un programa de edición en la cabeza, no es fácil; para tener esta vida interior musical tan rica y llena de matices es necesario poder imaginar armonías, lo cual es complicado, sobre todo si se trata de una combinación de sonidos que nunca has oído realmente, fuera de tu cabeza. Podríais decir que todo el mundo sabe imaginar una canción, y que las canciones tienen armonías, pero me parece que la mayoría de la gente imagina sólo la melodía principal y luego cree que ha oído también todo lo demás cuando no ha sido así. Seguramente los patrones de actividad neuronal cuando oímos una canción y cuando la pensamos se parecen la mayoría de las veces como un huevo a una castaña. Escuchar nítidamente en tu cabeza varias notas distintas de manera simultánea y al mismo volumen no es tan fácil como parece y requiere bastante entrenamiento. Probad a hacerlo vosotros: si intentáis escuchar a la vez las notas Do, Mi y Sol, involuntariamente oiréis más fuerte el Do (la tónica), con las otras dos muy de fondo, cuando os preguntéis si oís el Do; y lo mismo pasará con el Mi y con el Sol (la dominante) cuando queráis comprobarlas por separado. En lo que a mí respecta, recuerdo el día en que aprendí a pensar un acorde de forma consciente, ya hace tiempo, en mi adolescencia, y recuerdo también que fue para mí un momento muy emocionante, como una especie de revelación, un instante trascendental a partir del cual mi flujo interior de pensamiento ha sido mucho más entretenido.
 
 
En anteriores entradas de La Belleza y el Tiempo hemos hablado de cómo retorcer las armonías de una canción, convirtiéndolas casi en disonancias, para hacerla más interesante. Pero para jugar con las armonías no hace falta hacerlas discordantes: también hemos hablado antes en el blog del interesante efecto que genera hacia el final de una canción el mantener la misma melodía cantada pero con acordes de fondo diferentes, dándole a la misma secuencia melódica significados completamente distintos, musicalmente y emocionalmente hablando. Es un truco que utilizaba por ejemplo Michael Jackson en Speed Demon o en Burn This Disco Out, y Depeche Mode también lo usan mucho, aunque vamos a reservar los temas en los que lo hacen para futuras entradas, así que no hablaremos de ellos ahora. En el enlace musical de la semana pasada, sin ir más lejos, escuchamos a los Faith No More utilizar este recurso con la frase “now everything’s ruined”, que se oye varias veces acompañada de unos rasgueos de guitarra y al final de la canción vuelve a aparecer con un acompañamiento totalmente distinto.
La mayoría de las veces no somos conscientes de estos trucos: sencillamente la canción nos gusta mucho pero no sabemos por qué. Yo siempre he pensado que comprender estos mecanismos de composición no le quita la gracia a la Música sino que, por el contrario, te permite disfrutarla también a otros niveles (con otras partes del cerebro, podríamos decir) y hacer así más intensa la experiencia estética que supone su audición. Por tanto, en esta entrada doble veremos varios ejemplos en los que se han usado recursos de este tipo y trataremos de describir con palabras, en la medida de lo posible, cómo ha jugado el compositor con el bajo o los acordes en cada caso para hacer que el tema sea más interesante.
 
 
Dirty Day – U2: Empezamos con un experimento muy curioso sacado del álbum Zooropa, en el que una misma nota suena de fondo durante toda la canción, de manera ininterrumpida. Los acordes van cambiando y esa nota por tanto desempeña distintos papeles dependiendo del contexto: a veces dentro del acorde correspondiente, a veces generando una interesante disonancia.
Cleansed by Fire – Alice Cooper: Para esta entrada en particular me interesa sobre todo el clímax de la canción, a partir del 3:55, donde empieza una sucesión de cambios del bajo, marcando unas diez tónicas distintas, algunas de ellas en secuencia descendente, mientras el coro que canta “there’s a party going on, and on, and on, and on…” mantiene en todo momento básicamente el mismo acorde, muy denso en notas y ligeramente disonante, que precisamente por serlo casa más o menos bien con las diez notas tónicas con las que se va combinando, aunque el conjunto suena totalmente diferente cada vez. Es como si el bajo fuese capaz de sacar al coro de un círculo vicioso, sin salida, en el que hubiera caído, lo cual le pega muy bien a lo que canta Alice justo en ese punto de la canción, ya que está tratando de salir de los círculos del Infierno, nada menos… Estupendo tema, en resumen, que sirve como cierre al estupendo álbum conceptual con el que me enganché a Alice Cooper.
No Santa Claus – Jerry Goldsmith: Estos recursos de los que hablamos pueden utilizarse también en la música sinfónica, y un ejemplo perfecto lo tenemos en la banda sonora original de la película Gremlins (banda sonora que, debido al deficiente estado de la copia que se pasa por televisión de vez en cuando, lleva años interpretándose aparentemente debajo del agua). A partir del 1:29 de este tema, el cambiar las notas del bajo del villancico Noche de Paz hace que cambie por completo el sentido de toda la melodía, que ya no es ni apacible ni esperanzadora. De este modo, la música consigue capturar perfectamente la carga emocional de esta escena, aumentando aún más su impacto en el espectador: en ella Kate, la novia de Billy, explica por qué no le gusta la Navidad y narra la macabra historia de la noche en que Santa Claus murió atascado en la chimenea. En Gremlins 2 se hace un chiste realmente bueno en referencia a este trozo de la película anterior, pero no quiero enrollarme demasiado, así que buscadlo vosotros mismos.
 
 
Nothing ‘Bout Me – Sting: A Gordon Sumner, alias Sting, le ha gustado desde siempre investigar los detalles que hacen que una canción conecte emocionalmente con el oyente, y me consta que ha participado en experimentos relacionados con el proceso creativo del cerebro mientras se compone Música; tengamos en cuenta que es un tío bastante culto y que fue profesor antes que músico. Además, también es bajista, por lo que supongo que será consciente de la gran importancia de este instrumento en el resultado final de una canción, y esto se nota en muchas de sus composiciones. Al final de este tema en particular observamos que el acompañamiento de los violines va subiendo, a saltos de un semitono cada vez, en una rápida y vertiginosa escalada melódica que parece que podría durar para siempre, si no fuera por el fade out.
Livin’ on the Edge – Aerosmith: Para terminar la primera parte de la entrada, una excelente canción de Aerosmith que vino en su día acompañada de un videoclip bastante rompedor. Tal y como pasaba en el caso de Alice Cooper, durante toda la segunda mitad del tema (empezando en 3:33) las partes cantadas, tanto por Steven Tyler (“livin’ on the edge”) como en los coros (“you can’t help yourself”), son exactamente las mismas y se repiten con prácticamente la misma entonación, pero los continuos cambios de acorde por detrás hacen que el conjunto parezca distinto cada vez. La nota tónica marcada por el bajo importa, y mucho.
Pues por hoy ya es suficiente: hagamos un alto para poder ir rumiando las ideas que hemos comentado hasta ahora y para poder ir disfrutando de las canciones a distintos niveles… La semana que viene, cinco canciones más.



4 comentarios:

Anónimo dijo...

Es curioso. Cuando intento medio tocar "noche de paz" al piano, mi cerebro no busca los acordes "normales" sino acordes que hacen que la pieza sea más desapacible, como en la banda sonora de "Los Gremlins". Hasta ahora no había asociado porque era así.
Es innegable que las pelis de tu infancia marcan. Pero parece ser que las bandas sonoras de esas películas lo hacen de una manera más inconsciente, más profunda, con mayor capacidad de evocación (al menos es lo que ocurre en mi caso).
Por otro lado, a mí particularmente me encanta escuchar bandas sonoras de películas que me gustan y evocar las imágenes de la película. Aun no he averiguado si soy más visual que auditivo o más auditivo que visual.
Interesante entrada

Cancro dijo...

Qué tal Kalonauta,

Me ha hecho gracia lo que comentas sobre motar tu propia banda sonora en la cabeza mientras paseas o haces cualquier cosa, porque yo también lo hago desde hace muchos años. No tanto como para hacer de DJ mental, pero si "a mi manera" (digámoslo así).
Cuando era más joven solía tocar la guitarra frente a la ventana y ponerle música a la gente que caminaba por la calle dependiendo de sus expresiones, aspecto, velocidad, etc... Es un ejercicio muy interesante.

Sobre los recursos musicales que comentas, es cierto que hay cantidad de ellos que inconscientemente pasan de un oido a otro sin que muchos de los propios músicos se den cuenta de ello. Escuchan algo que les gusta y lo adaptan a sus propias composiciones, cuando en realidad son combinaciones que existen desde hace cientos de años, como por ejemplo reproducir la misma melodia sobre acordes diferentes, o utilizar un tema que estaba compuesto en modo mayor y usando la misma melodia, interpretarlo en modo menor, entre otras muchas cosas.
Lo interesante está (bajo mi oido) en las herramientas que no han sido tan utilizadas a lo largo del tiempo, y de lo que ya hablamos hace unas semanas en otra de tus entradas, la disonancia que te atrapa o la armonía "dura" que necesita de varias escuchas para que puedas entender en toda su magnitud, y que cuando la descubres disfrutas mucho mas de ella que de cualquier otra... En fin, que me voy del hilo!

Interesante entrada, ciertamente.

Kalonauta dijo...


Hola, Rojo

A mí también me han gustado desde pequeño las bandas sonoras de películas, y desde que empecé a grabar música de la radio y a comprar cassetes de música pop-rock también compré bandas sonoras, e incluso alguna grabé de Radio Nacional, cuando me avisaba mi padre... Creo que tengo grabadas algunas BSO's comentadas por José Luis Pérez de Arteaga, si no recuerdo mal...

En cuanto a la BSO de los Gremlins, no la tengo, y cuando pasaban la peli por Canal 9 la música sonaba como el culo, así que no podía disfrutarla mucho...

Pero sí es verdad que con las que tengo compradas en cassette debería hacer tarde o temprano una nueva escucha para recordar los viejos tiempos; el poder evocador de la Música, en efecto, es innegable.

Algunos cassettes me los ponía muy a menudo para hacer los deberes, o para jugar las partidas de Middle Earth Role Playing (aquí aflora el pasado friki), así que hoy en día me acuerdo más de la música que de la película en sí, en algunos casos.

Te podría hablar también de la BSO de determinadas películas que tú y yo conocemos, pero estoy planeando usar ese tema de una u otra forma para futuras entradas del blog, así que por ahora no hablemos del asunto... ;-)

Y en cuanto a si eres auditivo o visual, podemos dejarlo en que eres sensorial, y punto. Ni pa ti, ni pa mí. Creo que yo también soy bastante más sensorial que intelectual, y desde luego mucho más sensorial que atlético... Pero de eso hablaremos otro día.

¡Mis respetos, Padrino! :-)

Kalonauta dijo...


Hola, Cancro, me alegro de leerte.

Tampoco te creas que estoy todo el tiempo con música en la cabeza... "Me la pongo" sobre todo cuando voy andando por la ciudad, a algún sitio en concreto, para estar más entretenido; y si en un momento dado me pongo a pensar en otras cosas, pues "la quito" o le bajo el volumen para que no me distraiga. Y lo de hacer virguerías en plan DJ es sólo de vez en cuando, claro, no todos los días (ni siquiera todas las semanas).

Me ha gustado mucho lo de ponerle música a la gente con la guitarra, ¡Cómo mola! :-)

Respecto a lo de las fórmulas utilizadas una y otra vez en la composición musical a lo largo de los años (y de los siglos, podríamos remontarnos a Mozart y más allá), es verdad que hay muchos compositores que simplemente copian estas fórmulas sin entenderlas muy bien para que sus canciones sean populares... Pero sólo aquellos que comprendan las reglas con las que funcionan las fórmulas, que sean capaces de explicarlas en detalle con palabras, serán capaces también de cambiar o combinar los distintos elementos de manera adecuada para crear música buena y además realmente original, combinaciones nunca antes oídas: fórmulas nuevas.

En resumen, el Conocimento es poder... o, si lo del poder no te acaba de gustar, el Conocimiento nos permite no sólo comprender sino también aumentar la Belleza del Mundo (en este caso, en forma de nuevas canciones).

¡Un saludo!