lunes, 28 de octubre de 2013

Soñador de Sueños

La figura sentada en el desierto
Se asemeja a una estatua milenaria
Quieto, erguido, reloj de sol inmóvil
Con su sombra marcando cada hora
Es eterno habitante de las dunas
Hace tanto que ya no lo recuerda
Y en su vida de años incontables
No encontró ningún otro ser viviente
No lo inmutan ni el ruido del silencio
Ni el dolor de la arena abrasadora
Cuando el viento se alza enfurecido
La tormenta de arena no lo mueve
Y su túnica ajada lo camufla
Convirtiéndolo en parte del paisaje
Pero tanta quietud en apariencia
Se transforma por dentro en movimiento

La figura, marmóreo centinela
Piensa sueños en los que Otros viven
Aprendió a conseguirlo ya hace tiempo
Da sentido y razón a su existencia
Abre el paso para Otros al Oasis
Con los sueños que piensa para Ellos
Es el amo de llaves de las almas
Abre puertas, mas no para sí mismo
Las semillas que siembra entre las dunas
Son las luces que indican el camino
Hacia un sitio que él nunca ha pisado
Y a otros Seres que nunca ha conocido
Mas su suerte no le apena en absoluto
Y se alegra de la dicha de los Otros
Él entiende que es parte del destino
Así ha sido, es, y así será por siempre
 
 
La figura se tumba en el desierto
Cuando el sol atraviesa el horizonte
Cuando el manto de estrellas en el cielo
Tiñe todo de azul sobre la arena
Se recuesta de lado, pensativo
La cabeza apoyada entre los brazos
Se protege del frío de la noche
Y comienza a soñar sus pensamientos
Sueña que anda sin rumbo entre las sombras
Y que busca señales por las dunas
Que la luna menguante le sonríe
Con sus dientes de cráteres picados
Su avatar del ensueño anda perdido
Sin hallar el camino del Oasis
Y no hay rastro de alguno de los muchos
A los que él ayudó estando despierto

Mas la suerte esta noche le es propicia
Pues encuentra señales de los Otros
No los ve, pero sabe que han estado
Lo atestiguan las pisadas en la arena
Son pisadas en azul que le conducen
Por senderos para él desconocidos
Y tras largo caminar, sin darse cuenta
Se introduce en la puerta que no existe
Y la sal de sus lágrimas se mezcla
Con la sal de la arena del Oasis
Y se limpia los surcos de la cara
Con el agua cristalina del estanque
Se da cuenta, por fin, tras muchos años
Que cosecha los frutos que ha sembrado
Las semillas plantadas por el día
Se han tornado en los dátiles más dulces

Y el auténtico plan se le revela
Y comprende que es Uno con los Otros
Que su puerta es el sueño de otros muchos
Que su puerta por Otros es abierta
Que los sueños de muchos se transforman
Convirtiéndose en vida verdadera
Que llegar al Oasis es sencillo
Cuando alguien te muestra la manera
La figura siente el sol de la mañana
Abandona el Oasis, se despierta
Y comprueba asombrada que en la noche
Unas manos sin nombre la arroparon
Se incorpora despacio, abre los ojos...
Y descubre pisadas en la arena
Son pisadas en ocre que se pierden
En el mar de las dunas del desierto
 
 

lunes, 21 de octubre de 2013

El Penacho Blanco (III)

La semana pasada empezamos a enumerar algunos de los requisitos necesarios para ser una persona realmente íntegra, y vimos que hace falta no sólo una Coherencia interna de pensamiento, sino también entre las ideas y las acciones, siendo las primeras las que determinen las segundas y no a la inversa: debemos intentar vivir tal y como pensamos, no al revés. Pasando a la Coherencia entre lo que se dice y lo que se hace, podríamos hablar en esta entrega de la gente que no practica lo que predica, o de la gente que miente a los demás (es decir, que hace una cosa y luego dice otra distinta), pero por no extendernos demasiado dejaremos las mentiras para futuras entradas del blog. Centrémonos hoy, para empezar, en la gente que dice primero una cosa y luego no la hace, o hace otra distinta; es decir, en los que no cumplen sus compromisos.
 
 
En el tiempo de los caballeros andantes, aquella época legendaria añorada por el personaje de Don Quijote en la obra de 1605 de Don Miguel de Cervantes, se seguía a pies juntillas el Código de Honor, de forma que la palabra dada por un auténtico caballero era sagrada, y tenía que cumplirse fuera como fuese. El Cyrano de Bergerac de la ficción, admirador confeso de Don Quijote, también mantenía siempre su palabra, y cumplió sus promesas hasta el final: no faltó a su cita diaria para charlar con Roxana ni siquiera estando herido de muerte. Sin embargo, a las obras de ficción y a la cruda realidad, como ya sabéis, las separa un trecho más grande que el que hay del dicho al hecho: hoy en día la gente ya no se para tanto a pensar si podrá cumplir lo que está prometiendo. De hecho, yo a veces alucino al ver cómo ciertas personas se comprometen a la ligera a hacer algo que finalmente no harán: yo puedo preverlo, porque las conozco bien, pero me pregunto si ellas mismas, en su fuero interno, se creen lo que están diciendo; me pregunto, con los ojos abiertos como platos, si se están oyendo, si realmente se dan cuenta de la enorme diferencia que hay entre mover la lengua y los labios pronunciando esas palabras y hacer realidad de manera efectiva las ideas que comunican con ellas… Como se suele decir, la ignorancia es muy atrevida.
Por lo que a mí respecta, soy un tío responsable y perfeccionista al que le gusta cumplir su palabra, y siempre tengo mucho cuidado a la hora de decidir en qué iniciativas me involucro; soy muy difícil de convencer (algunos de los que leéis estas líneas ya lo sabéis) porque me conozco y sé que una vez me embarque en el proyecto me obligaré a hacer bien mi parte, me cueste el tiempo y esfuerzo que me cueste… De hecho, me comprometí conmigo mismo a publicar una entrada del blog cada lunes y aquí me tenéis todavía, más de un año después (y eso que no se escriben en cinco minutos, os lo aseguro… pero por mis lectores y lectoras, lo que sea). En concordancia con mi filosofía de la Sencillez, siempre he pensado que es mejor hacer menos cosas al cabo del día, pero hacerlas bien, que implicarse en muchas actividades simultáneamente y hacerlas todas regular (por no decir algo peor). En el terreno de las relaciones sentimentales también me lo pienso mucho antes de dar el paso, porque quiero que todo salga estupendamente si al final me comprometo… pero ésa es otra historia que será contada en otra ocasión.
 
 
Cerrando la lista de requisitos para la Integridad, hablemos por último de la Coherencia en lo que decimos o hacemos cuando nos movemos en círculos sociales diferentes. Hay mucha gente que, por temor a quedar mal ante alguien, habla o actúa de manera distinta dependiendo del tipo de ambiente o de las personas con las que esté, y que evita contradecir las opiniones de los demás aunque le parezcan equivocadas. Hay gente que juzga a los demás con distinto rasero según el caso, y gente que en vez de ir con la Verdad por delante se deja llevar por la cobardía, la hipocresía o la presión social (Me acuerdo ahora mismo de aquel cuento en el que todos en la corte excepto una niña pequeña decían que veían el traje nuevo del Emperador, cuando en realidad no había tal traje). Una persona honrada e íntegra se siente segura de sus propias convicciones y se comporta de la misma manera ya esté en su casa o en palacio, sin sentir ninguna vergüenza por ello.
Integridad es, por tanto, defender la Verdad aunque ello nos reste popularidad o nos perjudique, es defender la Verdad porque de lo contrario resultarían perjudicados otros (Por ejemplo, denunciar las injusticias cometidas en nuestro lugar de trabajo, aunque con ello nos juguemos nuestro propio puesto… eso sí es llevar el Penacho Blanco bien alto). Integridad es hacer lo correcto incluso cuando no hay nadie mirando, aunque con ello salgamos nosotros mismos perjudicados. Integridad es actuar no por nuestro propio bien, sino por el bien común; no pensar en nosotros como lo más importante sino como una parte de algo más grande y mejor: llamadlo ciudad, sociedad, especie, planeta (¿Os acordáis de las palabras del Cyrano histórico? “Un hombre honesto es Ciudadano del Mundo”) o incluso Cosmos.
 
 
Intentemos sacar algunas conclusiones: ¿Ser una persona íntegra tiene más pros o más contras? ¿Es, como nos planteábamos hace dos semanas, una victoria o una derrota? Cyrano estaba muy a gusto consigo mismo y con su reducido y selecto grupo de amigos, pero no tanto con el resto del Mundo, del que renegaba continuamente… y además el sentimiento era mutuo, pues había ciertos entornos en los que Cyrano no despertaba muchas simpatías: de ahí el golpe mortal que recibe en una encerrona al final de la historia. Del mismo modo que un sombrero de ala ancha tocado de un penacho puede servir para disimular una cabeza vendada y ensangrentada, a veces la felicidad asociada a la Libertad e Independencia personales puede ocultar también, aunque la procesión vaya por dentro, un poso de tristeza debido a la soledad y la incomprensión. Y esto no pasa sólo en el nivel de las relaciones sociales: otro día hablaremos, como ya he dicho, de los pros y los contras de aplicar las ideas de Integridad y Coherencia a la vida en pareja (o a la ausencia de ella). En resumen, moverse por la Vida sin hacer trampas y jugando limpio cuesta a veces sangre, sudor y lágrimas; hay que ser un tipo duro para decidir tomar el camino correcto en lugar del camino fácil, pero yo creo que vale la pena. Si hacemos un esfuerzo por mantener la Coherencia de pensamiento, palabra y obra en todo momento, podremos servir de ejemplo para otros y a la larga nos ganaremos la estima y confianza de los que nos rodean, e incluso el respeto de aquellos que no piensan como nosotros.
Pues eso: a veces duele mucho ser fiel a tus Principios y mantener la Dignidad; el ir por la vida cual Don Quijote, con la cabeza llena de nobles ideales caballerescos e intentando cumplir un Código de Honor que la mayoría de la gente considera obsoleto, puede hacer que te pegues alguna que otra costalada cargando contra molinos de viento… pero yo no lo cambiaría por nada. ¿O acaso merece la pena tener un sistema de Principios no de una pieza, sino cosido a parches y remiendos, que en el momento menos pensado pueda romperse por las costuras? ¿Merece la pena aceptar compromisos sabiendo que no se podrán cumplir, firmar con nuestras palabras cheques que después no tengan fondos en el banco de nuestros actos? ¿Cambiar de camisa a la mínima y ponerse en venta al mejor postor? ¿Usar continuamente atajos en la Vida y no poder después dormir con la Conciencia tranquila por las noches? No, gracias.

lunes, 14 de octubre de 2013

El Penacho Blanco (II)

Después de haber visitado al Cyrano de Bergerac real del S.XVII y a su contrapartida de ficción de finales del XIX, veamos en qué aspectos podemos tomarlos como ejemplo para nuestra vida diaria hoy, a principios del XXI. He de admitir que me identifico con el personaje de la obra de Rostand (y la película de Rappeneau); aunque yo no sé manejar el florete, tenemos muchas cosas en común: una gran nariz (él bastante más que yo), ingenio al escribir (él bastante más que yo), no mucho éxito con las mujeres y sobre todo muchos Principios. Dejadme contaros sin embargo que el detonante de esta entrada triple, antes de que apareciese Cyrano, fue una sola palabra: Coherencia. Es uno de los elementos del Mapa Conceptual del blog (que es también, en cierto modo, mi Mapa Conceptual) y como tal debía ser una de las etiquetas de las entradas, pero me di cuenta hace poco de que, un año después del nacimiento de La Belleza y el Tiempo, todavía no había escrito nada acerca de este tema. Estoy enmendando ese error.
Puede definirse Coherencia como la “conexión, relación o unión de unas cosas con otras”; es por tanto la cohesión o enlace entre los elementos de un todo, de manera que se complementan sin contradecirse entre sí. Para alguien que, como yo, quiere aprender Todo acerca de Todo y comprender el Universo y nuestro lugar en él bajo una perspectiva global, averiguando cuáles son las cosas verdaderamente importantes en la Vida y cómo se interrelacionan entre sí, el concepto de Coherencia tiene una importancia crucial. Una forma de comprobar la veracidad de algo consiste en ver si es o no coherente en un contexto más amplio. Mientras que la Verdad es coherente, la mentira no lo es (puede parecerlo en ocasiones, pero sólo durante un tiempo limitado, o para un número limitado de personas); por tanto la auténtica Coherencia, al estar indisolublemente unida a la Verdad, tiene una cierta Belleza intrínseca. En futuras entradas del blog trataremos este concepto bajo una perspectiva distinta, cuando hablemos del Método Científico; lo que nos ocupa hoy es la Coherencia desde el punto de vista de los Principios Éticos y el concepto de Integridad, así que me pareció que el personaje de Cyrano era perfecto para ilustrar todos los detalles. Por otra parte, mantener una cierta Dignidad y Coherencia en una sociedad por lo general bastante incoherente supone un elemento de Inconformismo imprescindible para salvaguardar la propia Libertad, elementos todos estos también importantes en esta entrada y también presentes en el personaje de Cyrano.
 
 
Intentemos sintetizar todo aquello de lo que quiero hablar a continuación diciendo que la Integridad es la Coherencia entre lo que pensamos, lo que decimos y lo que hacemos, junto con la Coherencia interna en cada uno de estos tres niveles. Empezando por el nivel del pensamiento, se trata de que los elementos de nuestro sistema de valores e ideas no sean contradictorios entre sí. Hay quienes hablan, en relación con esto, de la Coherencia entre lo que sentimos y lo que pensamos… Podríamos entenderlo de esta manera: lo que sentimos es lo que pensamos en lo más hondo de nuestro ser, pero a veces las implicaciones derivadas de hacer caso a esa voz interior (llamadla Conciencia, si queréis) nos asustan, de manera que inventamos un discurso alternativo de pensamiento a un nivel más superficial, un discurso más fácil de aceptar a corto plazo pero que casi siempre resulta ser erróneo, como suele demostrar el paso del Tiempo. Hay quienes tienen una voz interior tan insistente que incluso necesitan hablar en voz alta para intentar acallarla y engañarse a sí mismos: ya hemos hablado de esto alguna vez en el blog.
Lógicamente, no sirve de nada que tus ideas sean coherentes si luego no las pones en práctica: es necesaria una Coherencia entre lo que se piensa y lo que se hace. Me viene a la memoria esa gran frase que tantas buenas conversaciones filosóficas ha propiciado en el pasado en mi trabajo, a la hora del café: “Si no vives como piensas acabarás pensando como vives”. Yo siempre he intentado vivir tal y como pienso, es decir, actuar según me dicta mi Conciencia, aunque ello suponga un mayor esfuerzo por mi parte. Sin embargo, hay muchas personas a las que por comodidad les resulta más fácil hacer lo contrario, o sea, adaptar consciente o inconscientemente sus esquemas de pensamiento a su forma de vida, aunque ésta última no sea la más deseable ni la más ejemplar.
 
 
Pensar como vives es, de nuevo, engañarte a ti mismo, inventar excusas para tolerar y justificar las injusticias y negligencias; tanto aquellas de las que eres víctima como, aún peor, aquellas de las que eres directa o indirectamente responsable y que afectan a otros: “Total, al final el dinero se lo quedan siempre las ONGs”, “Total, se ha convertido en algo normal defraudar a Hacienda”, “Total, los contenedores de reciclaje acaban juntándolos con el resto de la basura”, “Total, los barrenderos están para recoger las cacas de perro”, “Total, quien más, quien menos, todo el mundo ha engañado alguna vez a su pareja”… Mentiras que nos contamos, inmersos en el egoísmo del “Yo-Más-Ahora”, sin darnos cuenta de que todo está interrelacionado en este Mundo y de que lo más inteligente sería guiar nuestras acciones bajo el enfoque más amplio del “Todos-Mejor-Siempre”. Si pensamos como vivimos, más tarde o más temprano el Tiempo hará evidentes nuestras incoherencias a ojos de todos, nos devolverá el golpe (a nosotros, a nuestros hijos o a nuestros nietos) y pondrá a cada cual en su sitio. Hasta entonces, incluso aquellos que hayan conseguido convencerse a sí mismos durante el día, a base de repetirse una y otra vez las mismas excusas baratas, serán incapaces de conciliar bien el sueño durante la noche, perseguidos por los fantasmas de su subconsciente.
Como de costumbre, mi idea inicial era la de publicar sólo dos entregas, pero conforme he ido escribiendo me he dado cuenta de que aquí había mucha tela que cortar… En la tercera y última parte de esta entrada, dentro de siete días, seguiremos hablando de Coherencia a distintos niveles, de cumplir nuestras promesas y de hacer lo correcto incluso cuando no mira nadie, e intentaremos sacar algunas conclusiones acerca del tema.

lunes, 7 de octubre de 2013

El Penacho Blanco (I)


Este relato que ahora comienzo acabará tarde o temprano hablando de nosotros y del momento presente, pero antes necesitamos tomar un poco de perspectiva retrocediendo casi cinco siglos hacia el pasado, a la época de Henri IV (o Enrique Cuarto), nacido en 1553, coronado Rey de Francia en 1589 y muerto en 1610. Cínico y amante de los placeres mundanos, pero también un valiente líder militar y uno de los reyes más amados por su pueblo, Henri IV fue famoso por llevar en la batalla un penacho en lo alto del yelmo: una llamativa pluma blanca que lo convertía en una diana para los mosquetes del enemigo (de ahí viene, seguramente, lo de “un blanco fácil”), pero también en punto de encuentro para sus propios hombres; de hecho, es también famoso su grito de guerra “Ralliez-vous à mon panache blanc!”, que significa “¡Reuníos conmigo buscando el penacho blanco!”. De aquí se originó el uso de la palabra francesa “panache” con el significado de “arrogancia”, “alarde de valentía”. 

 
Avancemos unos pocos años para centrarnos en la figura histórica de Hercule-Savinien de Cyrano de Bergerac, poeta, dramaturgo y pensador francés coetáneo de Molière. Nació el 6 de marzo de 1619 en París, donde pasó la mayor parte de su vida; escogió la carrera militar y se hizo célebre por su arrojo y sus numerosos duelos. Se retiró de la milicia en 1641, tras recibir una herida en la garganta durante el sitio de Arras, y fue entonces cuando comenzó a estudiar filosofía con Pierre Gassendi. Fue uno de los más importantes escritores del seiscientos francés, una personalidad verdaderamente ecléctica: fue novelista, dramaturgo y autor satírico, y cuando murió estaba preparando un tratado de Física que se quedó en esbozo. También es uno de los precursores de la ciencia-ficción con su obra El Otro Mundo, dividida en dos partes, Historia Cómica de los Estados e Imperios de la Luna e Historia Cómica de los Estados e Imperios del Sol, en las que Cyrano describe en primera persona el viaje realizado a la Luna y al Sol y las observaciones que hizo de sus gentes, cuyo modo de vida era a veces chocante y totalmente distinto al nuestro, siendo en otras ocasiones exactamente idéntico, lo que le proporciona un pretexto para expresar su filosofía materialista y hacer una crítica de la sociedad y de las ideas y creencias de su época. Como última curiosidad, decir que es suya la frase “Un hombre honesto no es ni francés, ni alemán, ni español, es Ciudadano del Mundo, y su patria está en todas partes”, siendo ésta la primera vez que se utiliza el término “Ciudadano del Mundo”. Cyrano de Bergerac murió en 1655 en Sannois, a los 36 años, a consecuencia de las heridas que le causó una viga al caerle encima.

En la actualidad Cyrano es mundialmente conocido, más que por sus propios escritos, por la obra de teatro estrenada en 1897 por otro poeta y dramaturgo francés, Edmond Rostand, en la que se narra una época de su vida. Se trata de un drama heroico en cinco actos y en verso cuyo personaje principal es Cyrano de Bergerac, un soldado poeta, orgulloso, sentimental y de enorme nariz, enamorado de su hermosa prima Roxana, que tiene que competir por su amor con el poder del Conde de Guiche y con la belleza del cadete Christian de Neuvillette. Este personaje, que como ya digo eclipsó al Cyrano histórico, es uno de mis grandes referentes no sólo literarios, sino también éticos y vitales… Vamos, que soy fan. Y no soy el único: casi desde el mismo estreno de la obra se empezaron a hacer innumerables adaptaciones de la misma para teatro, para el cine (siendo la primera, muda, de 1900) y también en forma de ópera. De entre todas ellas sólo he disfrutado dos de las películas: la dirigida por Michael Gordon (en inglés) en 1950, por la que José Ferrer ganó el Óscar al mejor actor con su interpretación de Cyrano; y la versión francesa de 1990 triunfadora en los premios César, dirigida por Jean-Paul Rappeneau y con un fantástico Gérard Depardieu en el papel principal, que es una de mis películas favoritas y el motivo de que esté escribiendo ahora mismo esta entrada. Su guión respeta el texto en verso de la obra original de Rostand, aunque Jean-Claude Carrière tuvo que encargarse de abreviar algunas partes. Y tengo que reconocer que, aunque a mí personalmente me tiran un poco para atrás las películas dobladas en verso, ésta en particular está muy bien traducida al castellano, manteniendo la métrica y la rima; al cabo de un rato hasta te olvidas de que los diálogos están en verso. Aprovecho para avisaros de que en esta entrada voy a desvelar muchos detalles de la trama, incluido el final, así que si todavía no conocéis la historia y no queréis que os arruine la sorpresa, os recomiendo que veáis la película de Rappeneau antes de seguir leyendo.

 
Hasta la popularización de la obra de Rostand, el “panache” o “arrogancia” (supongo que podríamos decir también “chulería”) no era algo necesariamente bueno, pero el personaje de Cyrano, ejemplo clarísimo de arrogancia, le dio a la palabra connotaciones más positivas. En la obra se dan varios ejemplos de esta valentía inusitada, referencias implícitas al “panache”: la lucha de Cyrano contra cien hombres en la Puerta de Nesle, el hecho de cruzar todos los días las líneas enemigas españolas para entregar las cartas de amor escritas a Roxana, o el episodio del fajín blanco, en el que se menciona explícitamente el penacho, y que se narra por ejemplo al principio del Acto Tercero de la ópera. En él, el Conde de Guiche está relatando a los soldados gascones sus hazañas en el frente y Cyrano le pregunta dónde está su faja blanca. Aquí tenéis el fragmento:

DE GUICHE
¡Ah!... ¿Conoce ese detalle?... Pues ¡sí!
Temiendo caer prisionero y que me mataran,
tuve la feliz idea de engañar a los españoles,
dejando caer mi faja blanca,
la que revelaba mi grado militar,
así que volviendo sobre ellos
seguido de mis hombres,
logré derrotarlos.
Y bien, ¿qué me dicen de esa argucia?

CYRANO
Que Enrique IV nunca hubiera aceptado
deshacerse de su penacho blanco.

DE GUICHE
Pero sin embargo, mi estratagema tuvo éxito.

CARBON
Es posible, pero jamás se reniega
del honor de hacer de blanco.
Si yo hubiera estado presente
cuando vos arrojasteis la faja,
la habría recogido y me la hubiera puesto.

DE GUICHE
¡Jactancia de gascón!

CYRANO
¿Jactancia? Permítame esa faja…
Esta noche me ofrezco para encabezar el ataque
contra el enemigo con ella sobre mi pecho.

DE GUICHE
¡Un nuevo alarde gascón!
Usted sabe que la faja quedó en campo enemigo,
un lugar donde nadie puede ir a buscarla.

CYRANO
(sacando la faja se la ofrece a De Guiche)
¡Aquí está!

La segunda referencia explícita al penacho se produce al final de la historia, cuando Roxana descubre que Cyrano la amaba y que fue él quien escribió todas las cartas. Cyrano, herido de muerte, se lamenta de que, a pesar de tener talento literario, una gran valentía y un corazón noble, el no querer adular a los poderosos le ha impedido prosperar en lo social y el no ser físicamente agraciado le ha hecho fracasar en el terreno amoroso. Fueron otros los que consiguieron los ascensos y subieron en el escalafón, fue Moliére el que se llevó la fama con sus versos, fue Christian el que se llevó los besos de Roxana. Cyrano, hombre del Renacimiento (tanto en la ficción como en la realidad), enumera todas las disciplinas en las que ha destacado en su vida, terminando la lista con un amargo “Lo hice todo y no hice nada”. Sin embargo, no sólo hay oscuridad en estos últimos instantes: con sus palabras finales Cyrano recalca que podrán quitarle el Laurel (en referencia a la Fama) y la Rosa (en referencia al Amor), pero hay algo que ha logrado conservar limpio y puro, que será siempre suyo y que se llevará esa noche al Otro Lado: su Pluma Blanca.

Este emocionante final presenta variaciones según la adaptación que consideremos, variaciones que le aportan matices ligeramente distintos. Tanto en la obra de teatro de Rostand como en la versión original de la película de Rappeneau las últimas palabras de Cyrano son “Mon Panache”, es decir, “Mi Penacho”. En la versión original del film de 1950 se opta por “My White Plume”, o sea, “Mi Pluma Blanca”, y de hecho el personaje de José Ferrer lleva en el sobrero un penacho blanco (mientras que el de Gérard Depardieu lleva uno gris… el color de la pluma real es lo de menos, porque el verdadero “Panache” va por dentro). En los doblajes al castellano, como la palabra “penacho” no tiene aquí la acepción de la que hace uso Rostand, se ha optado por traducciones menos literales pero más comprensibles: así, el José Ferrer doblado dice “Mi Honor Íntegro”, mientras que el último susurro de Depardieu es “Mi Orgullo”.

 
Con Rostand, por lo tanto, el concepto de “panache”, que antes se entendía como “arrogancia” o “chulería”, viene envuelto de un maravilloso halo de romanticismo (propio de su época, finales del XIX) y cambia ligeramente su significado, hasta el punto de que a mí me pide el cuerpo escribirlo con mayúscula: por “Panache” nos referimos ahora al Honor, al Orgullo, a la Dignidad, a los Principios. Aunque le ha costado mucho sufrimiento y penalidades, Cyrano ha conseguido finalmente que no le roben su independencia; ha denunciado en voz bien alta las injusticias de su tiempo, sin importarle el hecho de convertirse por ello en un blanco fácil para sus enemigos. Se ha mantenido fiel a sí mismo y sus acciones han sido en todo momento coherentes con su forma de pensar. En definitiva: sabe que ha hecho las cosas con clase, con elegancia, con estilo y a su manera Estoy seguro de que a muchos nos gustaría poder decir eso antes de dar nuestro último suspiro (Otro día hablaremos un poco más de la mejor forma de encarar la Muerte). ¿Cuál es, por tanto, el balance final para Cyrano? ¿Ha supuesto su vida una lenta, progresiva y silenciosa derrota, o quizás una victoria de la que sólo son testigos él mismo, su amada, dos buenos amigos y unos pocos más? La próxima semana seguiremos comentando este tema, llegaremos al presente y hablaremos de nuestras propias victorias y derrotas.