lunes, 12 de noviembre de 2012

La Lógica del Caracol

Hace unas semanas comentaba en otra entrada que “llevar una vida sencilla te ayuda a tener mayor Libertad, mayor control sobre tus decisiones, y por tanto a ser más feliz”. En el equilibrio entre mucho y poco radica la Virtud, y también la Belleza. Sin embargo, en los últimos trescientos años, desde el inicio de la Revolución Industrial, los avances científicos y tecnológicos nos han permitido conseguir más en menos tiempo, y el ansia por tener más y más nos ha hecho olvidar que más no siempre significa mejor.
 
En el sistema capitalista imperante en el mundo occidental (y ahora también parte del oriental) el crecimiento ha pasado de ser un medio a convertirse en un fin en sí mismo, de manera que el consumo se ha transformado en consumismo. Las empresas y multinacionales no sólo se empeñan en crecer siempre, sino en crecer cada vez a un ritmo mayor. Los productos de consumo ya no se diseñan para durar, sino para estropearse al cabo de un tiempo y que resulte más barato comprarlos de nuevo que repararlos: es lo que se conoce como obsolescencia programada. Por otra parte, la imparable maquinaria publicitaria se esfuerza por hacernos creer que necesitamos cosas que realmente no necesitamos, nos machaca a todas horas y en todas partes para que compremos la última novedad y vayamos a la última moda: es la obsolescencia percibida. Mientras tanto, se tira a la basura el 40% de los productos de los supermercados, habiendo como hay en las calles gente que no tiene para comer.
 
Todo este despilfarro de recursos requiere ingentes cantidades de energía, pero la energía disponible en la Tierra no es infinita. Nos llega desde el centro del Sol, donde las reacciones nucleares de fusión que transforman el Hidrógeno en Helio producen fotones, que rebotan caóticamente durante millones de años hasta llegar a su superficie y después tardan 8 minutos y 20 segundos en llegar a la Tierra (como ya sabéis). Aquí la energía solar es transformada por las plantas en energía química gracias a la fotosíntesis, y algunas de estas plantas son ingeridas por animales. Tras un lento proceso de otros tantos millones de años bajo determinadas condiciones de alta presión y temperatura, los restos de estas plantas y animales dan lugar a los combustibles fósiles, petróleo, carbón y gas natural, que siguen guardando un pedacito de Sol en el interior de sus moléculas.
Hace un tiempo, en la presentación del último libro del escritor e ingeniero Emilio Bueso, tuvimos una charla muy interesante sobre el pico del petróleo: los combustibles fósiles se están acabando, los entendidos en la materia llevan cincuenta años diciendo que quedan cincuenta años de petróleo y hay países que llevan ya un tiempo sin actualizar las cifras de sus reservas. Cada vez es más difícil conseguir crudo, cada vez hay que cavar más hondo… En cuanto la energía necesaria para extraer un barril de petróleo de un determinado yacimiento sea precisamente la de un barril de petróleo, se acabó lo que se daba: ya no tendrá sentido seguir extrayendo. La electricidad parece una alternativa interesante, pero mientras en el crudo la energía química se puede almacenar el tiempo que se quiera sin perderse, con la energía eléctrica siempre hay pérdidas, y no se puede almacenar como tal; además, las baterías eléctricas suponen un gran consumo de energía para fabricarlas. Las reacciones de fisión de una central nuclear producen una gran cantidad de energía, pero también cuesta muchísima energía construir y posteriormente desmantelar la central, así como mantener los residuos radiactivos aislados de forma que no supongan un peligro. Por tanto, vemos que lo que se gana por un lado se pierde en gran parte por otro, con lo que el balance no es muy positivo. En cuanto a las energías alternativas como la eólica, la maremotriz o la solar procesada por células fotovoltaicas, están bien pero por sí solas no son suficientes para cubrir la demanda actual. Conclusión: es necesario reducir la demanda energética y por tanto los niveles actuales de producción y consumo.
 
 
El movimiento conocido como Decrecimiento comenzó en Francia en el año 2002, siendo Serge Latouche una de sus figuras destacadas. Carlos Taibo lo introdujo en España en 2007, y Arcadi Oliveres es otro de sus defensores en nuestro país. A nivel de Valencia, Julio García Camarero es un miembro del 15M de Russafa que tiene ya dos libros publicados sobre Decrecimiento y está a punto de terminar el tercero; de vez en cuando imparte cursos bastante interesantes de varias sesiones sobre la materia.
El Decrecimiento es una corriente de pensamiento político, económico y social favorable a la disminución regular y controlada de la producción económica con el objetivo de establecer una nueva relación de equilibrio entre el ser humano y la naturaleza, pero también entre los propios seres humanos. Para cumplir estos objetivos propone basarse en los criterios de escala reducida, relocalización, eficiencia, cooperación, autoproducción e intercambio, durabilidad y simplicidad voluntaria. Va por tanto un paso más allá del concepto de desarrollo sostenible y rechaza el objetivo de crecimiento económico como fin en sí mismo del liberalismo y el productivismo; defiende que el nivel actual de reducción de los recursos naturales y destrucción del medio ambiente está por encima de la capacidad de regeneración natural del planeta, y cuestiona la capacidad del modelo de vida moderno para producir auténtico bienestar.
Muchas organizaciones por el Decrecimiento han adoptado como logo el caracol, en referencia a las palabras de Iván Illich sobre La Lógica del Caracol: “El caracol construye la delicada arquitectura de su concha añadiendo una tras otra las espiras cada vez más amplias; después cesa bruscamente y comienza a enroscarse esta vez en decrecimiento, ya que una sola espira más daría a la concha una dimensión dieciséis veces más grande, lo que en lugar de contribuir al bienestar del animal lo sobrecargaría. Y desde entonces, cualquier aumento de su productividad serviría sólo para paliar las dificultades creadas por esta ampliación de la concha fuera de los límites fijados por su finalidad. Pasado el punto límite de la ampliación de las espiras, los problemas del sobrecrecimiento se multiplican en progresión geométrica, mientras que la capacidad biológica del caracol sólo puede, en el mejor de los casos, seguir una progresión aritmética”.
 
 
Este movimiento, por tanto, propone que la sociedad actual deje de regirse por los criterios de crecimiento y competitividad y los sustituya por los de felicidad y bien común. Cuando analizas el problema con calma, informándote bien sobre sus distintos aspectos y pensando en las consecuencias a largo plazo, está bastante claro que ésta es la solución más lógica: que sean el sentido común y el pensamiento racional los que guíen nuestras acciones, no la prisa, la ignorancia o el miedo. Es una opción muy razonable con la que estoy totalmente de acuerdo, y que pongo en práctica siempre que puedo en mi vida diaria, como explicaré en otra ocasión… En resumen, tal vez iría siendo hora de que nuestras acciones y decisiones no se basaran en el “Yo-Más-Ahora”, sino que tuvieran en cuenta el “Todos-Mejor-Siempre”. Aún no es tarde para cambiar.

5 comentarios:

Julio García Camarero dijo...

Hay varias clases de decrecimiento y es necesario precisar:
decir sólo decrecimiento es totalmente ambiguo, pues por ejemplo existe el decrecimiento infeliz que es el que nos está imponiendo la oligarquía a la inmensa mayoría, pero existe y es necesario un decrecimiento económico feliz de aquellos que pueden decrecer , es decir los solventes consumistas y los oligarcas acumuladores.
julio garcía camarero

Kalonauta dijo...


¡Hola, Julio! ¡Qué bueno verte por aquí!

En resumen podríamos decir que el Crecimiento por el Crecimiento no es necesariamente bueno, como explicas en tu primer libro, y que los pueblos del Norte debemos intentar un Decrecimiento Feliz, como cuentas en el segundo, mientras que se hace necesario "El Crecimiento Mesurado y Transitorio en el Sur", que es precisamente el título de tu tercer libro, recientemente aparecido.

En cuanto al Decrecimiento Feliz en el Norte, no sé si estaremos de acuerdo, pero mi opinión es que es necesario no sólo en las clases altas sino también en las clases medias, que (aunque en menor medida) también han vivido estos últimos años por encima de sus posibilidades. En las distintas entregas de "¡Es Sólo un Sofá!", más adelante en el blog, hablo de todo esto con más detalle, así que no me extiendo mucho aquí.

¡Un abrazo!

Anónimo dijo...

Si ladama de hirro supo, ypudo inculcar la inducion a la adiccion cosumista y el'capitalismo popular' incluso en las clases mediad bajas poco solventes que cayeron en latrampa de aspirar a ser seudosolventes de seudo necesidafrs embarcandose em hipotecas mas hipoteticas y peligrosas. Despues vino laexplosion de la burbuja.

Juliana Luisa dijo...

De acuerdo en todo lo que se dice en esta entrada. La economía colaborativa camina en esa dirección.

Un saludo

Kalonauta dijo...


Me alegro de que te haya parecido interesante, Juliana Luisa. ¡Gracias por pasarte por aquí!

Un abrazo