lunes, 26 de agosto de 2019

Ver Para Creer (II)


En la primera parte de esta entrada doble vimos cómo durante las últimas cuatro décadas se ha estado perfeccionando la creación de personajes y entornos realistas generados por ordenador para las películas… Sin embargo, los seres humanos normales y corrientes son mucho más difíciles de simular de forma convincente, tanto en sus movimientos como en su aspecto… Y esto es especialmente cierto con las caras, porque estamos acostumbrados a verlas a todas horas, mucho más que con paisajes y edificios, coches y naves espaciales, fuego y agua, animales y plantas extintos o actuales, o personajes y criaturas fantásticas. Tan importante es la información que extraemos de las expresiones faciales de los demás que hasta tenemos neuronas entrenadas para responder ante la presencia de una cara en nuestro campo visual, aunque sea por el rabillo del ojo.

Por tanto hay determinados detalles que no podemos explicar con palabras pero que nos hacen darnos cuenta de que la cara que vemos no es real, pequeños movimientos y gestos que a nivel subconsciente echamos en falta o encontramos raros… Incluso en ausencia total de movimiento, es muy difícil simular la interacción de la luz ambiente con las distintas capas de la piel humana. Cuando una cara artificial se parece mucho a una real pero sigue habiendo algo que falla, esto nos produce una cierta sensación de rechazo e incomodidad: se dice entonces que cae dentro del llamado Valle Inquietante. Ya os he comentado otras veces que soy buen fisonomista y tengo el ojo bien entrenado, así que suelo detectar fácilmente caras digitales que a otras personas les parecen verdaderas, me resulta más fácil en general reconocer cuándo algo está hecho por ordenador; pero he de reconocer que últimamente incluso a mí me está resultando una tarea difícil en ocasiones.




En el caso de actores rejuvenecidos digitalmente, tanto la Sean Young de Blade Runner 2049 como el Schwarzenegger de Terminator Genisys tienen detallitos que siguen pareciendo raros, pero hay ejemplos como los de Kurt Russell o Michael Douglas en las últimas películas de Marvel que están francamente bien hechos. Hasta Scorsese se ha subido al carro y se ha atrevido a rejuvenecer a Robert De Niro para The Irishman, su largometraje de inminente estreno en Netflix. Y en ocasiones se ha ido un paso más allá, no solo rejuveneciendo sino directamente resucitando a un actor fallecido, con otro de rasgos parecidos haciendo la captura de movimientos para la referencia, como en el caso del gran Peter Cushing en Rogue One (y el próximo 20 de diciembre veremos que han hecho con la pobre Carrie Fisher).

Surgen por tanto cuestiones delicadas al respecto… ¿Estarían estos actores y actrices fallecidos contentos con el uso de su imagen sin su consentimiento? No sería la primera vez que viésemos a una celebridad anunciando después de muerta productos con los que a lo mejor no estaría muy de acuerdo. Cuando la técnica se perfeccione y se pueda aplicar a vídeos de mayor duración con menos tiempo de renderizado, ¿llegará un momento en el que podremos ver una película poniendo digitalmente a los personajes las caras de las estrellas de Cine que escojamos a la carta? Y la cosa se pone aún más peliaguda cuando hablamos de vídeos pornográficos




Llegados a este punto, conviene llamar a la calma y sacar algunas conclusiones. Hay que tener esto siempre presente: que podamos hacer algo no significa que debamos hacerlo, pero no ha de ser la censura la que venga de fuera, sino la prudencia la que surja de nosotros mismos. Estos paquetes de software que permiten reemplazar digitalmente a una persona son una herramienta y no son malos de por sí, puede ser malo el uso que se haga de ellos; se trata simplemente de utilizarlos con respeto y sentido común. Volviendo por un momento a los efectos digitales en general, el director de una película debería usarlos sin abusar de ellos ni considerarlos un fin en sí mismo, poniéndolos al servicio de la historia, la evolución de los personajes y las emociones que nos transmiten; cuando te ves cautivado por el contenido de la narración, el continente pasa a ser algo secundario, y por eso los mejores efectos son los que no se perciben como tales porque forman parte indisoluble de una buena narración y se aceptan como algo natural.

¿Y qué pasa cuando abandonamos la ficción y no hablamos de personajes de una película sino de personas del Mundo real? Porque si hay un vídeo, y solo uno, que haya sido el detonante inicial para escribir la presente entrada doble, es sin duda este. Se trata de un magistral trucaje de un programador esloveno conocido como Ctrl Shift Face, en el que el humorista Bill Hader cuenta la anécdota de cuando conoció a Tom Cruise en el rodaje de Tropic Thunder, y cada vez que imita a Cruise su cara se transforma también en la del famoso actor. No estamos hablando de un simple morphing como el de Black or White: en este caso los movimientos y palabras corresponden a Hader, mientras que la cara es la de Cruise. El vídeo es divertidísimo, y en el canal de YouTube del programador podemos disfrutar de otros muchos (a destacar las escenas de El Resplandor en las que Jack Nicholson es sustituido por Jim Carrey) que son asombrosos y aterradores a partes iguales.




Este tipo de vídeos han ido apareciendo sobre todo en los dos últimos años, y se conocen con el nombre de DeepFake, que viene de combinar las expresiones fake (falsificación) y deep learning (aprendizaje profundo). Se generan por medio de un algoritmo de inteligencia artificial que selecciona las expresiones de la cara a insertar de entre una base de datos de imágenes de la persona en cuestión; cuantas más imágenes haya disponibles (desde distintos ángulos y con expresiones diversas) en la base de datos, más realista será el resultado. Lo interesante de la inteligencia artificial, es decir, de entrenar a un ordenador para que pueda tomar decisiones más o menos sencillas sin ayuda, es que combina lo mejor de ambos mundos: la inteligencia de los humanos para la parte creativa de la tarea (reconocer la posición y expresión de la cara original y generar la imagen equivalente con la nueva cara) y la rapidez de las máquinas para un trabajo largo y tedioso (repetir este proceso para los cientos o miles de fotogramas del vídeo en cuestión).

Los vídeos de DeepFake pueden utilizarse con fines de entretenimiento pero también con otros bastante más perversos… El humorista y director Jordan Peele ya nos advierte de ello en un montaje en el que pone sus propias palabras (incluyendo un par de burradas y alguna palabrota) en boca del expresidente Barack Obama… Estas herramientas de software podrían servir para difundir imágenes de una persona (sea esta una personalidad pública o no, ya que cada vez es más fácil encontrar infinidad de fotos en las redes sociales) haciendo muestra de un comportamiento reprobable (infringiendo la ley, en estado de embriaguez, cometiendo una infidelidad…), lo que dañaría gravemente su reputación; e incluso aunque posteriormente se demostrara que son una falsificación, ya se habrían quedado en la cabeza de la gente (la fuerza de una imagen es brutal, aunque sea una imagen falsa). Esto podría incluso afectar el resultado de unas elecciones y cambiar el rumbo de todo un país… Y del mismo modo ante una imagen o vídeo real siempre cabrá la duda de si es una buena falsificación, y aceptar una grabación como prueba en un juicio se convertirá en un proceso largo y complejo; seguro que habrá peritos que sean capaces de diferenciar un trucaje por bueno que sea, pero esta tarea resultará cada vez más difícil.




En resumen: ya hemos dicho antes que toda herramienta puede ser usada bien o mal, y yo añadiría que cuanto más poderosa es la herramienta, más necesaria se hace la responsabilidad a la hora de utilizarla, algo que deberían tener en cuenta todos los creadores de contenido audiovisual. Y yéndonos al otro extremo, al de los espectadores o consumidores de imágenes y noticias, recordemos que es imprescindible acudir a fuentes de información fiables en las que se hayan contrastado los datos (incluidos los de carácter audiovisual) antes de darles difusión y contribuir a que se extienda un bulo… Debemos tener nuestro sentido crítico y nuestro espíritu escéptico más alertas que nunca, y no aceptarlo todo como real sin dudar, incluso aunque lo tengamos ante nuestros propios ojos: ha llegado un momento en el que ya no basta con ver para creer.

Tirando más del hilo, podríamos seguir hablando sobre si todo nuestro Universo no es más que una compleja simulación hiperrealista (al estilo de Matrix) generada con ordenadores cuánticos superpotentes por una civilización ultraavanzada, y acabar discutiendo sobre si tenemos o no libre albedrío; pero creo que con esto ya vale por ahora, tal vez más adelante… Para terminar, una breve pildorita (roja, por supuesto) que sintetiza todo lo dicho: Disfruta, amigo lector, tanto de la realidad como de la ficción, pero siempre diferenciando bien la una de la otra… ¡Ándate despierto y no dejes que te den gato por liebre, no seas tarugo! Más adelante, espero que pronto, hablaremos largo y tendido en el blog sobre Escepticismo con mayúscula.



martes, 20 de agosto de 2019

Ver Para Creer (I)


En 2019 se ha cumplido el veinte aniversario del estreno de The Matrix, y a pesar del paso del Tiempo me sigue pareciendo fresca y visualmente impactante… Tanto me gustó en su día que unos años después utilicé una cita de la película en la introducción de mi Tesis Doctoral; corresponde a la escena en la que Morfeo entra con Neo en el programa de carga y le explica qué es Matrix. A la pregunta de Neo de si lo que les rodea es real, Morfeo responde: “¿Qué es real? ¿De qué modo definirías real? Si te refieres a lo que puedes sentir, a lo que puedes oler, a lo que puedes saborear y ver, lo real podría ser señales eléctricas interpretadas por tu cerebro…” Estas fueron las líneas que utilicé, y la verdad es que cuadraban perfectamente con el tema de la Tesis… pero esa es otra historia que tal vez podemos comentar en otra ocasión.




Hace poco hablamos en el blog de la cada vez mayor potencia de cálculo y capacidad de almacenamiento de los ordenadores y móviles, lo que entronca directamente con el tema que quiero tratar hoy: las imágenes generadas por computadora (o CGI, para abreviar), aplicadas en particular al caso del Cine. En muchas ocasiones os he comentado que soy una persona muy visual y que las imágenes conectan conmigo más que las palabras o los conceptos abstractos; me resultan más sencillas de recordar y despiertan más fácilmente una respuesta emocional en mí. Por tanto, me puede encantar una película que tenga lo que yo llamo “poesía visual” aunque otros amigos míos encuentren por ejemplo pequeños agujeros de guión que les estropeen la experiencia.

La cinematografía y la forma en que el director coloca la cámara son decisivas a la hora de que un film me guste más o menos. Esta Belleza visual que busco en una película puede estar tomada directamente de la realidad, y por eso me gustan los largometrajes con una fotografía muy cuidada, los buenos documentales o los filmes en los que sabemos que las escenas se han rodado sin trucajes, sin trampa ni cartón… O por otra parte puede tratarse de imágenes impactantes generadas artificialmente, pero en ese caso tiene que haber realismo y verosimilitud en ellas para que me convenzan.




Hagamos a continuación un breve resumen de la evolución de los CGI, o al menos de los ejemplos que yo recuerdo que me llamaran más la atención… En Tron (1982) hay un uso de animación 3D por computadora en gran parte de la película, pero no tiene vocación de realismo ni falta que le hace, al tratarse de los inicios… En El Secreto de la Pirámide (1985), producida por Spielberg, el caballero de la vidriera se puede considerar como el primer personaje de CGI más o menos fotorealista. En Abyss (1989) tenemos al tentáculo de agua, que simulaba razonablemente bien la refracción de la luz a su través, y en Terminator 2 (1991), también de James Cameron, el metal fluido y los morphings del T-1000, que a pesar de ser impresionantes no implicaban la generación de caras desde cero, bastante más difícil, sino el paso suave de una cara real a otra… Lo que me recuerda que aquel mismo año salió el vídeo del Black or White de Michael Jackson.

Jurassic Park (1993) fue también un auténtico bombazo, con dinosaurios asombrosamente fotorealistas en cuanto a aspecto y movimiento. Recuerdo salir del cine alucinando con la experiencia, y recuerdo también que me compré un interesante libro sobre cómo se hizo la preproducción y la postproducción de la peli, con el que se cimentaron muchos de los conocimientos que ahora tengo sobre el arte de hacer Cine. Titanic (1997) llevó los efectos visuales a nuevas cotas de perfección, aunque por ejemplo la simulación del fluir del agua dio un salto cualitativo pocos años después y no ha dejado de mejorar desde entonces… Como es lógico, los efectos son buenos o regulares dependiendo de con qué otros efectos los compares, y escenas pioneras que eran alucinantes en su día hoy se han quedado anticuadas. Como decía, no es este el caso de The Matrix (1999), que sigue luciendo bastante bien dos décadas después… La innovación más importante de la primera película fue la interpolación digital entre fotografías tomadas en distintos puntos en lugar de mover la cámara, en el famoso efecto Bullet Time, que se ha visto después muchas veces en Cine, televisión o publicidad, con objetos en reposo o bien en movimiento.




Llegamos así a la trilogía cinematográfica de El Señor de los Anillos (2001-2003), de la que podemos destacar dos avances. En primer lugar, el uso de inteligencia artificial para generar personajes aleatorios en grandes multitudes, por ejemplo para batallas, con el software de Weta Digital conocido como Massive: solo tienes que darle a cada personaje su posición inicial y ellos hacen el resto, ahorrando mucho tiempo de programación y de toma de decisiones. En segundo lugar, la auténtica hazaña conseguida con Gollum, personaje generado por ordenador combinando multitud de técnicas, entre ellas la captura de movimiento, a la que se añadió también después la captura de las expresiones faciales, convirtiendo a Andy Serkis en lo que podríamos llamar un actor digital, porque ¿cuál es la diferencia entre un actor que interpreta su papel con maquillaje o prostéticos físicos y otro que lo hace con “maquillaje digital”? Quizá hemos llegado a un punto en el que ambos serían igualmente merecedores de ganar un Oscar por su trabajo… Serkis se especializó en este tipo de tarea, con otros personajes como King Kong (2005) o el César de las películas de El Planeta de los Simios.

Avatar (2009) (ya veis que Spielberg y luego Cameron son protagonistas de muchos de los mayores avances) lleva al siguiente nivel los personajes y entorno digitales usados de forma exhaustiva, con el añadido de las técnicas de rodaje en 3D no solo con claves monoculares sino con sensación total de binocularidad, usando dos filtros de distinta polarización circular (las famosas gafas). En este rodaje se incorporó también el uso de pequeñas cámaras delante de la cara de los actores, y la previsualización en tiempo real (en monitores en el mismo set) de una versión sencilla del CGI, para obtener así feedback y mejorar el resultado final. Los decorados enteramente digitales se habían usado anteriormente en otras películas como 300 o Sin City… Y llegamos por fin a Gravity (2013), de Alfonso Cuarón, también en 3D binocular y con prácticamente el 95% de los elementos en pantalla virtuales y combinados digitalmente (destacando también la cuidadosa recreación de las fuentes de luz ambiente en torno al rostro real de Sandra Bullock para armonizarlo con las partes hechas por ordenador).




Vemos por tanto que las innovaciones en este campo no han dejado de producirse en los últimos cuarenta años, y la verosimilitud de los resultados es cada vez mayor, ahorrándose además costes en construcción de decorados o incluso en vestuario y utilería. Muchas veces he comentado con amigos que si a un espectador de los años ochenta lo metes en una máquina del Tiempo hasta el Presente, lo llevas a un cine con un buen sistema de imagen y sonido y sin previo aviso le proyectas Vengadores: Endgame seguramente le da un infarto, tal es la diferencia a todos los niveles… Hoy en día, si el CGI de una película es de peor calidad no se debe a que no existan las técnicas y herramientas necesarias o a que sean demasiado caras, sino a que las empresas de efectos tienen tantos encargos simultáneamente que no dan abasto, y por tanto dedican menos tiempo y atención a cada uno de ellos.

Otro recuerdo muy nítido que tengo de hace unos treinta años es el de haber pensado que ciertas situaciones imaginarias nunca podrían recrearse en una pantalla, que nunca llegaría a ver por ejemplo (y esta es la imagen exacta que recuerdo en mi cabeza) a un caballo anatómicamente realista generado por ordenador bailando claqué enérgicamente sobre sus cuartos traseros en el escenario de un teatro, iluminado por los focos… Pero ese momento ha llegado; esto podría hacerse, si no es que ya se ha hecho y yo no me he enterado (en cuyo caso os agradecería que me avisárais de dónde puedo ver al jodido caballo bailarín). Hubo una época, hace no tantos años, en que los animales de CGI también eran difíciles de reproducir (sobre todo por el pelo), pero se han ido perfeccionando a medida que los ordenadores han aumentado en potencia y el software se ha ido refinando versión tras versión… Como ejemplos, La Vida de Pi o los recientes remakes Disney en imagen “real” de El Libro de la Selva o El Rey León… La semana que viene daremos un paso más y veremos si las caras humanas generadas digitalmente han alcanzado un nivel de realismo suficiente, y las siniestras implicaciones que esto podría tener.



martes, 13 de agosto de 2019

Solo y Acompañado


Hace una semana tocaron fotos y esta toca Música… La canción a la que enlacé en la primera entrada publicada en el blog (por cierto, la semana que viene se cumplen ya siete años de La Belleza y el Tiempo) fue Message in a Bottle de The Police. He pensado que hoy voy a colgar la selección de canciones de The Police y de Sting en solitario que grabé en mi adolescencia en un cassette Maxwell XL-II de 90 minutos. Siempre me ha gustado mucho la variedad de estilos de esta cinta, con temas que mezclan el pop con el reggae en el caso del power trío británico, o con el jazz en la época de finales de los ochenta de Gordon Sumner. Hice la recopilación hacia mediados de los noventa así que, aunque Sting ha sacado bastantes temazos desde entonces y sigue manteniéndose en buena forma hoy en día, me voy a ceñir a la lista del cassette.

Normalmente intento que las canciones que utilizo a razón de una por semana (dos si la entrada es muy larga) no se repitan, pero en estos casos de listas tan extensas es inevitable que alguna ya os suene de haberla oído antes por aquí (aparte de que seguramente soy yo el único que lleva el registro y se da cuenta de estas cosas), así que espero que no os importe. Como os prometí que hoy no me enrollaría demasiado, en esta ocasión ni comentarios acerca de las canciones ni nada: vamos a pelo, directos a disfrutar de la buena Música.




CARA A





CARA B




lunes, 5 de agosto de 2019

A Todo Color


Cuando comencé con el blog mi idea era que las entradas no tuviesen más de mil quinientas palabras, para no hacerse demasiado pesadas, pero ya sabéis que esta regla se ha incumplido muchas veces… Durante los últimos tres años el récord de extensión lo ostentaba una de las entregas sobre las antiguas murallas de Valencia, con tres mil cien palabras, pero últimamente lo he batido dos veces en un corto espacio de tiempo: primero hablando de La Vida Moderna, con tres mil doscientas, y después la semana pasada con la crónica del Open Luci Tour, cuya conclusión alcanzó las tres mil trescientas. Espero que, a pesar de ser largas a veces, las entradas os parezcan interesantes; pero de todas formas, para compensar, voy a intentar que las de esta semana y la siguiente sean más cortitas.

Tal vez recordaréis que el monumento que se plantó en la Plaza del Ayuntamiento las Fallas del año pasado fue diseñado por el artista cántabro Óscar San Miguel, más conocido como Okuda, del que ya os hablé un poco por aquel entonces. También os dije que tenía pendiente enseñaros una selección de las fotos que tomé en la exposición que el artista preparó para el Centro del Carmen de Cultura Contemporánea por las mismas fechas… Como lo prometido es deuda, aquí os las dejo para que las disfrutéis a todo color (nunca mejor dicho).

















lunes, 29 de julio de 2019

Río Abajo (II)


Continuamos esta crónica del Open Luci Tour, organizado por Guiding Architects en la noche del sábado 13 al domingo 14, en el mismo lugar donde nos quedamos, el Puente de la Peineta. Como os dije, a esas alturas llevábamos ya más de tres horas triscando por el antiguo cauce del Turia y se empezaba a notar cierto cansancio y cierto decaimiento en el entusiasmo de algunos de los presentes (ojo, no de todos, y por supuesto no del que esto escribe), y cuando Boris concluyó la explicación sobre la construcción de la parada de Metro a más de uno le costó levantar el culo de su asiento improvisado. Seguimos paseando en dirección sudeste, dejando atrás la noria de la feria (ya apagada a esas horas), el Puente de las Flores y el Puente del Mar. La noche estaba preciosa, con una Luna casi llena y Venus brillando muy cerca de ella… Me había llevado una camisa de manga larga pero no me hizo falta, la temperatura fue muy agradable toda la noche y ni siquiera al acercarnos al Mar la brisa fue molesta. También he de decir que los mosquitos me respetaron, aunque creo que otras personas no tuvieron tanta suerte.




Llegamos al Puente de Aragón, a uno de los primeros tramos que se acondicionaron a mediados de los 80, con planificación del arquitecto Ricardo Bofill. Aquí llaman la atención los dos escudos de la ciudad de Valencia formados por los setos, que solo se ven bien desde lo alto del puente. Creo que fue en este punto donde LUCE nos habló de los sintecho que acondicionan los rincones entre las vigas bajo el puente, distribuyendo sus escasas pertenencias e incluso pintándolos de otro color para hacerlos más suyos; mientras nos lo explicaba había a escasos diez metros algunas personas durmiendo en lo alto de las vigas, y tuvimos que ir con cuidado para no molestarlos con las linternas al pasar… Esta es una triste realidad que ignoran por completo muchos de los que corren o montan en bici por ahí a diario.




Caminando por el Tramo 11 (de un total de 18, recordemos) identifiqué un banco que tenía grabado en la memoria porque hace unos quince años nos sentamos en él mi novia y yo para besarnos y abrazarnos, y al comentarlo a un par de amigos estos respondieron con recuerdos similares asociados a distintos puntos del cauce; la memoria afectiva añade un estrato más a la percepción que cada uno tiene de los rincones de la ciudad… Hablando de esto llegamos a la explanada frente al Palau de la Música, dejando atrás el pequeño escenario que hay montado para las actividades de la Feria de Julio, y con gran sorpresa nos encontramos el estanque vacío de agua, así que ni cortos ni perezosos seguimos avanzando por dentro. Sentándonos en el borde del estanque hicimos otra parada para explicar un par de cosas sobre el Palau, cuya fachada asemeja dos grupos de corcheas con una ligadura encima. Se habló de los problemas que causó al principio su diseño, por el efecto invernadero que producían sus paredes de cristal, y yo recordé para mis adentros, sin tener tiempo de mencionarlo, que el edificio “dialoga” en cierto modo con las Naves de Ribes en el Parque Central, ya que los conecta una larga calle en línea recta.




Más allá del Puente del Ángel Custodio dejamos atrás, a nuestra derecha, el parque infantil Gulliver, y dos chicas extranjeras que se nos cruzaron montando en bici se refirieron a nosotros como “walking dead”. Llegamos al Puente del Reino de Valencia, con sus gárgolas a los lados; si no me equivoco este era el lugar por donde hace más de un siglo atravesaba el río el tren que iba al Puerto. En el Tramo 13 pasamos junto al Minigolf; a partir de aquí el cauce se ensancha bastante, desapareciendo el pretil del lado izquierdo. Recuerdo que en mi adolescencia, antes de que existiera la Ciudad de las Artes y las Ciencias, esta zona era para mí como la última frontera de la exploración: hacia el final de la calle Alcalde Reig el cauce dejaba de estar ajardinado y domesticado para convertirse en un territorio salvaje, misterioso y desconocido, con una senda de tierra que avanzaba entre densas matas de cañas muy altas, y una o dos barracas un poco más allá… La ciudad dejaba de ser ciudad y te metías en plena Huerta, lo que a esa edad daba un poco de miedo, sobre todo cuando el Sol se acercaba al horizonte.




Hoy en día esa última frontera, aparte de despertar curiosidad en vez de miedo, está un poco más hacia el este… Pero no adelantemos acontecimientos. Cruzamos un pequeño riachuelo ornamental que baja por el cauce a esta altura y nos dirigimos hacia el lado sur, hacia el Palau de les Arts. Yo iba delante, hablando con Boris, cuando de repente, junto a una estrecha rampa de bajada rodeada de setos de adelfas, sorprendimos a una pareja joven y bien trajeada haciendo el amor al amparo de la penumbra; él creo que negro, ella no sé porque estaba detrás, apoyada contra un murete. Los dos disimulamos como pudimos y pasamos rápido y en silencio mirando a otro lado, pero claro, detrás venía el resto de gente… No creo que a estos chicos, con los pantalones bajados y la falda levantada, les hiciera mucha gracia que pasaran por su lado treinta espectadores, pero es a lo que te arriesgas cuando haces estas cosas en el espacio público.




Bordeamos el estanque al nordeste del Palau e hicimos una parada bajo el Puente de Monteolivete para hablar del proyecto de Ciudad de las Ciencias que se inició en la época del PSOE con Santiago Calatrava y que después el propio arquitecto (¡Qué cuco!) propuso cambiar al PP, sustituyendo la inmensa torre de comunicaciones, cuyos cimientos ya estaban hechos, por el Palau de les Arts, también con tres puntos de anclaje, cambiando el nombre del proyecto por Ciudad de las Artes y las Ciencias para que pareciese suficientemente distinto y el PP pudiese considerarlo como propio (aunque l’Hemisfèric y el Museo de Ciencias ya estaban en el original). No tenía mucho sentido que hubiese dos Palacios dedicados a la Música, pero la intención del PP era que el nuevo edificio se asociara más a la Ópera y el del PSOE quedara para los conciertos de bandas, más como de “segunda fila”.




Boris nos enseño dos fotos de presentaciones de maquetas con políticos y arquitecto incluidos: una con el PSOE para el proyecto del Palau de la Música, con la presencia de los vecinos por detrás, y otra años después con el PP para la Ciutat de les Arts i les Ciències, con mucho fotógrafo pero de vecinos nada, todo espectáculo de cara a la galería… y ¿de espaldas a la gente? Lo mejor del asunto es que muchos ciudadanos han adoptado el lugar como suyo porque da muy bien para los selfies, sin saber que los 120 millones de euros de presupuesto inicial se transformaron en 1400 (más lo que falta para acondicionar el Ágora), con lo que hay otras muchas cosas que se han dejado de hacer… En ese punto de la explicación yo aporté un dato que muchos valencianos ignoran: en 2014, con los últimos coletazos de Rita Barberá y el PP, la deuda por habitante del Ayuntamiento de Valencia era de 1000€, y tras solo cuatro años de Joan Ribó con Compromís, el PSPV y València en Comú se ha reducido a la mitad; podéis buscarlo y comprobarlo vosotros mismos.




Seguimos avanzando, y a estas alturas de la ruta yo ya estaba con el modo poético On, como en trance, receptivo a cualquier pequeño detalle a nuestro alrededor, y me daba cuenta de que siempre están pasando cosas, por muy tarde que sea: gaviotas que nos sobrevolaban graznando, el paso de una ambulancia por el puente, una pareja sentada en la orilla del estanque mojándose los pies y haciendo ondas en el agua… Mientras nos acercábamos al Museo de Ciencias comenté que las estructuras de Calatrava serán todo lo vistosas que quieras, pero que por ejemplo dentro del Museo hay muchos salientes metálicos peligrosísimos para las cabezas que deberían estar prohibidos por la normativa. En la parte norte del edificio comprobé con otro de los asistentes lo bien que se transmite el sonido de una punta a otra de la fachada, sin necesidad de levantar la voz… Y hablando de volumen, nos íbamos acercando a las dos discotecas que hay en el Umbracle y debajo de él, y el ruido de la música y de la gente haciendo cola para entrar era cada vez más fuerte. Entramos un momento a los aseos del parking del Umbracle, junto a las discotecas, y los de seguridad se nos quedaron mirando, pensando que por nuestro aspecto no cuadrábamos ahí a esa hora…




Pasamos por el lado izquierdo del Ágora y visitamos una pequeña y encantadora edificación antigua, una casa de compuertas para la distribución del agua, que fue restaurada durante la breve alcaldía de Clementina Ródenas y que en comparación con las enormes estructuras circundantes pasaba prácticamente desapercibida. La idea que LUCE tenía era la de pirograbar los nombres de los valientes que aguantasen hasta el final en una tablilla de madera y colocarla de manera simbólica en algún rincón discreto de esta casita, más adelante… Desde aquí mismo Boris nos comentó algunos datos del Puente del Azud del Oro, la estructura más alta de la ciudad, con un mástil de 125 metros. También nos habló del Ágora, actualmente en rehabilitación para albergar el futuro espacio CaixaForum, comentando que las enormes espinas móviles que se iban a poner arriba para tapar los ventanales se van a quedar tiradas en un descampado muy cercano, más allá del Oceanográfic y el Centro de Investigación Príncipe Felipe, porque debido al viento y al actual estado de abandono de la estructura no solo serían caras de colocar sino que muy probablemente no funcionarían.




Justo a partir del Ágora se distinguen claramente tres franjas paralelas en el antiguo cauce. Por la izquierda sigue una estrecha zona de jardines bien cuidados, pegada al último tramo de la Alameda, que se acaba al llegar a las vías del tren que va al Cabanyal. En la franja derecha, que ocupa la mitad del ancho total, desaparece también la diferencia de alturas entre el cauce y su entorno y tenemos el Oceanográfic y el malogrado Príncipe Felipe. La franja central, también estrecha, es la nueva terra incógnita de la que hablaba antes, una zona poco urbanizada e incluso poco accesible, más parecida a como era el cauce todo a lo largo antes del Plan Sur… Digo poco accesible porque directamente está vallada con una malla metálica, no vaya a ser que se pierda algún turista; pero la experiencia nos enseña que toda verja tiene un punto donde alguien ha abierto un hueco.




En esta zona llena de maleza se ve una lengua de agua tranquila en la que de día nadan los patos y que en teoría no debería bajar del interior de la provincia… ¿Es agua que entra desde el Mar? Probablemente. Boris nos comentó que el trazado del antiguo cauce, al igual que el brazo sur desaparecido hace un milenio o las acequias principales, ha pasado a integrarse en el sistema de alcantarillado, constituyendo en este caso el Colector Norte. ¿Está esta lengua de agua conectada con el colector? La verdad es que lo ignoro… Igual que en Apocalypse Now, a medida que avanzamos las cosas se van tornando más extrañas, desconocidas y surrealistas, con la diferencia de que Ben Willard iba río arriba en busca del coronel Kurtz y nosotros nos dirigimos en dirección contraria, hacia la desembocadura del Turia.




En lugar de seguir la lengua de agua, menos transitable, dimos un pequeño rodeo por el sur del Oceanográfic, hablando de lo caro que es el restaurante con vistas al acuario (con el nombre, muy bien puesto, de Submarino) y de las malas condiciones de algunos de los animales más grandes. Para poder llegar al circuito de Fórmula 1, que era nuestra ruta de acceso al Mar, seguimos las vías de la jamás inaugurada línea 2 de MetroValencia a Nazaret (de la que ya os hablé cuando me di un paseo por La Punta), cruzando el paso sobre las vías del tren en el que con Boris y algunos otros de los presentes celebramos un Desayuno con Viandantes hace ya muchos años… Aquí la gente iba algo más desperdigada, charlando en tres grupúsculos separados por treinta metros unos de otros; yo en ese momento iba en el del medio. Dejamos el paso elevado y seguimos la calle de la Alquería del Favero hacia el norte, atravesando una zona bastante desangelada con un puñado de urbanizaciones desperdigadas y otras a medio construir, y llegando a la pequeña pasarela peatonal por la que se accede al circuito.




Esta parte de la ciudad no está apenas iluminada de noche, pero aun así me pude hacer una idea, mientras cruzaba la pasarela sobre la lengua de agua, de la pinta que tendría antiguamente el río Turia a su paso por Valencia. El circuito está en principio cerrado al público, pero entramos por una abertura de la reja y seguimos caminando por la pista. Hacia el oeste, no muy lejos, se veían los muros del Cementerio del Grao, y hacia el norte debían estar Las Naves… Poco a poco iba juntando las distintas piezas de mi mapa mental y haciéndome una mejor composición de lugar. El buen estado del asfalto contrastaba con la gran cantidad de muebles rotos y otros objetos tirados por el suelo aquí y allá. En aquel momento no me di cuenta, pero a unos veinte metros a nuestra izquierda había varias chabolas construidas con las vallas móviles del circuito, tal vez con gente dentro durmiendo.




A lo lejos, por delante, se veían las gigantescas grúas de los muelles y un par de cruceros anclados en el Puerto. El cielo iba clareando poco a poco. Los organizadores no pudieron llegar aquí el día que hicieron el recorrido de prueba, así que era todo un poco más improvisado, pero aun así iban saliendo datos y temas de conversación muy interesantes. Hablamos, mientras andábamos, del despilfarro que supuso este circuito urbano de Fórmula 1, de la nueva ampliación del Puerto y sus consecuencias medioambientales y del posible relanzamiento de la ZAL. Pasamos junto a un cuartel de la Guardia Civil y llegamos al Puente de Astilleros; recuerdo que hace muchos años, en una aventura similar a esta pero de día y en solitario, di un paseo desde Pont de Fusta hasta Pinedo y de vuelta, y crucé por este puente.




Salimos del recinto por otro hueco de la verja, giramos a la izquierda y en un par de minutos llegamos a los tinglados de la parte sur de la Dársena antigua. Después de doblar un par de esquinas fuimos a dar directamente a la orilla de la Marina, con una fabulosa vista de los yates atracados, el edificio Veles e Vents al otro extremo y, justo por detrás, un horizonte cada vez más rojizo pero con una línea de densas nubes bajas que nos impedía ver si el Sol había salido ya o no. Lo mejor de todo es que (no sé si los organizadores lo tenían preparado) había allí un par de bancos hermosísimos de hormigón en los que la mitad de nosotros nos sentamos exhaustos, tumbándose el resto en el suelo alrededor. Eran las seis y cuarto, habían pasado unas seis horas desde que salimos de la montañita del Parque de Cabecera. Aquí se daba por concluida la caminata pero no la actividad, y sentados, descansando, seguimos comentando más cosas sobre el Puerto y sobre exploración urbana en general. LUCE nos habló de otras rutas que se podrían hacer, como por ejemplo ir andando desde Valencia al Aeropuerto de Manises.




Nos fuimos pasando una hoja donde la gente que había conseguido acabar (27 de los 52 iniciales) escribía su nombre para la placa conmemorativa pirograbada y, si no estaban en la lista de distribución de Guiding Architects y deseaban recibir información, también su e-mail. Boris invitó a la gente a compartir sus fotos del evento y me animó a mí en concreto a escribir algún texto al respecto (misión cumplida). Algunos de los asistentes se iban yendo y otros se resistían a marcharse, por miedo a que se rompiera el hechizo que se había obrado aquella noche. Las gaviotas planeaban sobre nuestras cabezas, los peces saltaban de vez en cuando en el agua, el horizonte estaba cada vez más rojizo… Al final quedamos los organizadores, un par de personas más y yo, casi como de costumbre. Vimos un trocito de Sol asomando por entre las nubes y lo consideramos como una señal de que habíamos cumplido, que ya nos podíamos ir tranquilos, así que me despedí de Boris, Chema, LUCE y Lebrel.




Le eché un vistazo a la pantalla de la parada de buses junto a la Casa del Reloj, pero aún faltaban 26 minutos para que pasara el que me interesaba, de modo que anduve unas manzanas hasta la zona de Serrería, pero allí la otra posible combinación a mi casa también tardaría en pasar… Ni corto ni perezoso emprendí el camino de vuelta hacia Russafa a pie, así que calculo que en total hice casi veinte kilómetros más o menos del tirón (Aquel día no tuve demasiada suerte con los buses de la EMT: para la ida era demasiado tarde para usarlos y para la vuelta demasiado pronto). A pesar del cansancio, resultaba muy bonito pasear por la ciudad con esa luz de la primera hora, contemplando los reflejos del Sol naciente en el vidrio de los edificios de la Avenida de Francia y la Ciudad de las Artes y las Ciencias. Todo se veía nítido y luminoso pero a la vez la temperatura era fresca y agradable, y mis ojos, que antes habían hecho un esfuerzo por percibir los pequeños detalles a la luz de las linternas, quedaban saturados de la Belleza de lo cotidiano que me rodeaba por todas partes… Lo primero que hice al llegar a casa, antes de meterme en la cama, fue desayunar y pegarme una ducha con agua fría que me supo a gloria bendita.




La ruta me gustó tanto que, para poder complementar esta crónica, la he repetido a la luz del día para sacar las fotos de los rincones más interesantes (en dos mañanas distintas, una para la zona oeste y otra para la este, saliendo prontito). Investigando en Internet a posteriori para estas entradas he tenido algunas sorpresas más; por ejemplo, he descubierto con Google Maps Satélite que la lengua de agua que aparece de la nada después del Ágora sigue un poco más desde el Puente de Astilleros pero no llega al Mar. ¿Conecta tal vez con él por medio de conductos subterráneos? Los misterios nunca cesan… Por mucho que conozcas una ciudad, por muchos años que te la hayas recorrido de arriba abajo, siempre quedan sitios por explorar y detalles que te habían pasado inadvertidos, es imposible agotarla por completo; basta con aguzar la vista y mirar sin prejuicios… Y cuando crees que no puedes afilar más la mirada es bueno ver las cosas a través de otros ojos para encontrar nueva Belleza en los lugares más inesperados. A mí me ha pasado con el cauce, ya no podré pasear por algunos de sus rincones sin esbozar una media sonrisa recordando aquella noche tan especial… Como reza la placa pirograbada por LUCE, para mí “ahora el Río es diferente”.