En
esta especie de prólogo a la entrada múltiple sobre Escepticismo y
pseudociencias quiero hablaros de Häxan, La Brujería a Través de los Tiempos,
coproducción sueco-danesa de cine mudo de 1922 dirigida por Benjamin Christensen,
mezcla de documental y ficción dramática.
Se trata de una joya desconocida para el
público mayoritario que descubrí hace unos años en las proyecciones del Aula de Cine
de la Universitat. En esta superproducción de su época el
director empleó una mezcla de actores profesionales y no profesionales para los
distintos papeles.
Visualmente
espectacular, tiene una estética muy lúgubre con unos estupendos claroscuros.
Los efectos visuales son muy novedosos para su tiempo: doble exposición,
moviola hacia atrás, stop motion, maquillaje y prostéticos increíblemente
realistas… Incluye también unas gotas de erotismo, con desnudos parciales tomados de espaldas pero muy atrevidos para su
época, que originaron que se proyectara una versión censurada en Estados Unidos.
Algunas partes siguen dando bastante miedo, con escenas impactantes y grotescas
incluso para los estándares de hoy en día, que tienen lugar en cámaras de
tortura o en aquelarres influidos
tal vez por los cuadros de Goya.

El guión está parcialmente
basado en el libro Malleus Maleficarum (Martillo de las Brujas), un manual
alemán para inquisidores del siglo XV. La película está asombrosamente
adelantada a su tiempo no solo visualmente sino también en cuanto al argumento: consta
de varios capítulos que transcurren en diversas épocas históricas, y se
posiciona en contra de la intolerancia, la ignorancia y la
superstición, sea cual sea la época. Explica
cómo surgieron las primeras menciones al Diablo en la antigüedad, y luego cómo
era el mundo de las acusaciones por brujería
en torno al año 1500, y después lo relaciona todo con las enfermedades mentales
y su percepción por parte de la sociedad contemporánea de 1920… Es un
fascinante y estremecedor fresco del ocultismo, la magia negra y la brujería a través de los siglos, pero a la vez es bastante antirreligiosa
y tiene mucho de Pensamiento Crítico; me sorprendió el rigor documental con el que
se aborda el tema y lo bien que se explicaban las causas de la caza de brujas
de hace quinientos años… La película tiene una lectura todavía muy válida hoy
en día.
Está disponible
en YouTube: por un lado tenéis una versión con subtítulos en español,
aunque la resolución de la imagen no es muy buena y la música de acompañamiento
no es demasiado apropiada… Si os apañáis con los subtítulos en inglés os recomiendo
que veáis esta otra copia con la imagen
restaurada en 4K y una música mucho mejor, bastante tétrica, que no hace sino aportar
aún más a la experiencia del visionado.
Como os decía,
en el último cuarto de hora de la película la acción se traslada a la década de
1920, tratando de conectar con el Presente y la modernidad y dando una
explicación racional al fenómeno de las supersticiones asociadas con las brujas:
las acusaciones por posesiones demoniacas del Pasado se pueden explicar recurriendo,
entre otros factores, a las enfermedades mentales,
y la protagonista del último capítulo se comporta de forma extraña debido al
estrés sufrido tras haber perdido a su marido en la Gran Guerra.
No quiero dar
demasiados detalles para no hacer spoiler por si la queréis ver, pero en los últimos minutos del filme hay una serie de saltos narrativos magistrales, de cuatro siglos hacia delante
y hacia atrás, en los que se hace un paralelismo entre ambas épocas y queda de
manifiesto que la situación ha mejorado mucho pero aún hay camino por recorrer,
con supersticiones aún vigentes como la lectura del porvenir en las cartas o en
la bola de cristal… Y casi cien años después, en 2020, el problema sigue sin
resolver, y el pensamiento mágico campa a sus anchas. Parece mentira que hace un siglo este cineasta ya tuviera una
mentalidad tan moderna y que sin embargo hoy en día queden todavía muchos con
una forma de pensar tan anticuada.

Pero hay lugar
para la esperanza… Al final de la película se hace referencia en concreto a la histeria femenina como motivo
de estigmatización. Picado por la curiosidad, me he documentado un poco más acerca
de este problema y he descubierto que a principios del S.XX la etiqueta de
histérica, aun siendo bastante mejor que la de bruja, seguía incluyendo un
componente irracional y de incomprensión: el nombre histeria deriva de la
palabra griega para útero, ya que incluso los antiguos filósofos y médicos como
Platón o Hipócrates consideraban que se debía al movimiento del útero
por el interior del cuerpo de la mujer, causando cambios de humor y
comportamientos extraños cuando subía hasta el pecho.
En el S.II Galeno
afirmó que esta dolencia era propia de mujeres especialmente pasionales privadas
de sexo, y durante tiempos medievales y renacentistas la prescripción médica
era el coito para las casadas y el matrimonio para las solteras… También desde
antiguo hasta incluso entrado el S.XX otro de los posibles remedios era un masaje vaginal por parte de una comadrona o del propio médico, para que la paciente liberase tensiones… Vamos,
una historia que si me la cuentan no me la creo.
Con Sigmund Freud y la aparición del psicoanálisis
fue quedando poco a poco en desuso el diagnóstico de histeria, por considerarse
algo demasiado vago y general, además de centrado a mala idea casi
exclusivamente en el género femenino… Y con el transcurso de las décadas incluso
el psicoanálisis ha pasado a considerarse una pseudociencia,
siendo desbancado por otras alternativas actuales de eficacia científicamente
probada, tales como la terapia cognitivo-conductual.
Así que ya veis que la cosa sigue mejorando paulatinamente… Como decía aquel, hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad.
La semana que viene nos metemos ya hasta el cuello en el barro del Pensamiento
Racional y las pseudociencias: espero que no faltéis a la cita.
Como os
prometí, aquí tenéis el resto de mis fotos tomadas en Atenas hace un par de
veranos (reseñas turísticas
incluidas), junto con una breve explicación de las impresiones
que me causó la visita. Mi hotel estaba en la calle Mitropoleos, muy céntrico
como de costumbre,
a mitad de camino entre la plaza de la Catedral ortodoxa y la plaza Syntagma… El
espacio de la ducha era minúsculo incluso para mí que soy delgado, pero por lo
demás la habitación era cómoda y tranquila. Siendo agosto ya supuse que haría bastante calor, así que había
planeado mis visitas para ver los monumentos al descubierto (las Ágoras,
Keramikós…) a primera hora de la mañana, y los museos y lugares cerrados a
mediodía. También me resultó de gran ayuda para moverme por el eje este-oeste
del centro el mercadillo de Monastiraki, en el que los toldos y pulverizadores y los aires acondicionados
que rebosaban del interior de las tiendas a las estrechas callejuelas te
aliviaban de las altas temperaturas. La zona turística era más o menos del
mismo tamaño que la de Roma
y en principio, sobre el papel, accesible a pie, pero a la hora de la verdad
había muchas cuestas y colinas, con lo que después de más de doce horas andando
cada día acababa agotado, con verdadero dolor en las piernas por la noche… Entre
el cansancio y el calor, llegar al hotel y darse una ducha fresca al final de
la jornada era gloria bendita.
Atenas me pareció
una ciudad de grandes contrastes, con una zona turística muy cuidada y áreas
con mucho encanto como Plaka y Anafiotika, y luego barrios menos céntricos como Omonia o
Metaxourgeio, bastante sucios, con malos olores, y con gente sin hogar y
drogadictos sentados por las aceras. En la zona de Exarchia, un barrio autogestionado
lleno de activistas de izquierdas sentados en los portales y en los bares,
había que ir también con un poco de cuidado, sobre todo con las fotos, para no
dar lugar a equívocos por el tema de las identificaciones por parte de la
policía secreta. En los límites del barrio había un par de autobuses blindados
enormes de la policía, llenos de agentes super-mazados, listos para actuar si surgía algún problema… Yo tuve la suerte
de no coincidir con ninguna manifestación estando allí, pero parece ser que en
Atenas, cuando se monta, se monta gorda de verdad.
La zona más
bonita también tenía sus pegas, en concreto las aglomeraciones de gente. Para
ver la Acrópolis con tranquilidad
y sin todos los turistas de los cruceros el truco era llegar a primera hora de
la mañana, a eso de las ocho. Alguna amiga me ha elogiado por WhatsApp, después
de ver la primera entrega, mi gran habilidad para “borrar” a los turistas del
encuadre… Por cierto: altamente recomendable el Museo de la Acrópolis,
construido a propósito a los pies de la colina para que el British Museum les devuelva los mármoles del Partenón,
expoliados sin reparos por Lord Elgin hace un par de siglos.
Es verdad que
hasta ahora he nombrado algunas cosas malas, pero la Belleza de la zona más céntrica
compensa con creces el tener que aguantar el calor, o evitar a los drogadictos y
los cruceristas. Además de los fabulosos monumentos y jardines o de las calles
con encanto de Plaka recuerdo por ejemplo las preciosas puestas de Sol
desde el Areópago o desde el monumento a Filopapos, amenizadas por el sonido de
los tambores tocados al ritmo por una docena de músicos espontáneos, en el
Paseo Histórico entre las dos colinas… Nombrar el Sol me recuerda también la
impresión que me causó, al sobrevolar la extensísima ciudad, la miríada de paneles
solares instalados en los tejados de las casas, reflejando la luz del mediodía
como las estrellas de la Vía Láctea…
Por las calles
se ven colgadas muchas banderas nacionales, y bastante gente lleva prendas a
rayas blancas y azules. Hay un alto porcentaje de griegos religiosos, que se
santiguan al pasar por delante de las iglesias. Muchos oriundos de la ciudad suelen
llevar entre los dedos una especie de rosarios grandes
que voltean una y otra vez, con una finalidad que aun hoy se me escapa…
Hay muchos gatos en las calles, y
en general muchos animales: palomas, periquitos y hasta tortugas de tierra sueltas
por el césped del Ágora o por Keramikós. En algunas zonas menos céntricas los
nombres de las calles están solo en alfabeto griego, lo que hace bastante
difícil orientarse (sobre todo por las vocales, que al menos para mí son más
difíciles de identificar). Y en varios puntos encontré mucho y muy buen arte
urbano, aunque hablaré de él y os enseñaré fotos más adelante.
Relacionando este
viaje más directamente con el tema del Pensamiento Científico y Racional (espero
poder empezar con él la semana que viene), he de reconocer que sentí una
emoción especial en el Museo Arqueológico Nacional, contemplando a una distancia de apenas unos centímetros los
fragmentos originales del Mecanismo de Antikitera,
una sofisticadísima calculadora astronómica de hace nada menos que 2100 años…
Y también sentí un cosquilleo en el estómago recorriendo el Liceo de Aristóteles:
actualmente no queda mucho de él, apenas se entrevén los cimientos de algunos
muros y las trazas de la palestra donde los jóvenes practicaban la lucha, pero
usando un poco la imaginación es emocionante pensar que hace veintitrés siglos
y medio Aristóteles se paseaba discutiendo con sus discípulos exactamente por
ese mismo sitio… Es una lástima que seguramente este verano, con el tema de la
Pandemia, no pueda realizar ningún viaje como es debido; me consuela saber que
muy probablemente el año que viene (y gracias a la Ciencia y a las vacunas) sí podré hacerlo de
nuevo.

Y donde dije
digo, digo Diego… Ya sé, ya sé que os comenté (dos o tres veces) que hoy
empezaría con mi serie de entradas sobre Escepticismo y Pensamiento Crítico,
pero la sobrecarga de teletrabajo
que estoy recibiendo estos días es brutal, y no me ha dado tiempo a preparar casi
nada. Lo siento mucho, pero prefiero publicar unos contenidos de calidad y en
condiciones, aunque me lleve un par de semanas más… Como alternativa, mientras
sigo trabajando en ello, he pensado en colgar algunas fotos que fuesen
realmente buenas, para no dejaros mal sabor de boca, así que me he puesto a averiguar
qué entrega tocaba de mis postales enviadas desde las grandes capitales
europeas…
La última entrada
de este tipo apareció en el blog hace prácticamente un año, con la selección de
las fotos que saqué en mi viaje a Florencia y sus alrededores
en verano de 2016. Tal vez recordaréis que en 2017 no hubo viaje porque me
dediqué a la mudanza…
Y ¿dónde fui en verano de 2018? Pues precisamente a Atenas, cuya zona turística
todavía conserva todo el sabor de la Grecia Clásica, la cuna del Pensamiento
Racional… Así que, sin habérmelo propuesto, la alternativa que os ofrezco hoy está
en cierto modo relacionada con el tema del Escepticismo (el que no se consuela
es porque no quiere). De hecho, la palabra “escéptico” viene del griego “skeptikós”, que incluye la raíz
correspondiente a “mirar” y significa algo así como “el que observa sin afirmar” (es decir, sin
emitir un juicio apresurado).
Voy a colgar
la selección en dos partes con quince fotos cada una. En esta ocasión los títulos
de las imágenes llevan a enlaces de información turística sobre cada uno de los lugares fotografiados… La próxima semana colgaré
el resto de imágenes y las acompañaré de un breve texto relatando las impresiones
que me dejó mi visita a la capital griega… Por ahora podéis observar las primeras
fotos y, si os apetece, emitir en los comentarios un juicio sobre ellas (apresurado
o reposado, lo que vuestra agenda buenamente os permita).
Para empezar con buen pie esta cuarta entrega sobre el Coronavirus
intentemos ver la parte positiva de la situación… En estas últimas semanas, desde que vuelan menos aviones
(creo que en algún momento llegaron a ser el 3 ó 6% de los habituales en España),
las emisiones de CO2 y la contaminación han descendido bastante
tanto aquí como en el resto del Mundo. Supongo que ahora mismo se estarán
recogiendo datos muy interesantes con respecto a la influencia del Hombre en el
cambio climático… También está habiendo menos accidentes de tráfico,
lógicamente. Y los animales están recuperando algunos espacios que antes
pertenecían a los humanos, generando estampas adorables
o divertidas y también otras algo
más inquientantes, todo sea dicho, como la de las palomas hambrientas acosando
a una anciana solitaria por las calles de Benidorm.

La semana pasada hablamos de cómo algunos se han tomado el confinamiento
demasiado a la tremenda cuando en realidad no es para tanto. Durante estos
últimos treinta años de capitalismo, sin grandes conflictos en el Mundo
Occidental, nos habíamos acostumbrado a vivir demasiado bien… A lo de “bien” le
podéis poner todas las comillas que queráis y dependerá de cada persona, lo sé,
pero es verdad que en general nos hemos acomodado a depender de demasiadas
chorradas y lujos superfluos,
con los ojos cerrados a lo que ocurre en el Tercer Mundo. En otros países, por
ejemplo de África, esta incertidumbre que estamos sufriendo es el pan suyo de cada día,
y a veces ni eso, con regiones sin agua potable y azotadas por otras
enfermedades, hambre y conflictos armados constantes; pero desde aquí arriba miramos para otro lado de forma
bastante hipócrita. Históricamente hablando nuestros últimos treinta años no
suelen ser lo normal, habíamos tenido bastante suerte hasta ahora. A toda
generación le toca vivir algún mal momento
y este es el nuestro; y si no, que se lo digan a los supervivientes de la Guerra Civil Española,
de los que hablamos hace poco…
En resumen, cuanto más amplio es tu punto de vista y más sabes de Historia
o de la situación mundial menos grave te parece el confinamiento. Hay quien
dice que hace dos meses éramos felices y no lo sabíamos;
yo digo que incluso ahora somos felices en comparación con otros lugares y
otras épocas, pero no nos damos cuenta… Así que aprovecha el tiempo libre que
tengas estos días para conversar con tus seres queridos si los tienes en casa
(o por teléfono o videoconferencia si no los tienes), para ver documentales interesantes en la tele
o aprender algo nuevo y relevante, para crear arte
o para leer un buen libro o ver una buena película.

Vivimos en un mundo globalizado, para bien y para mal. Todo está conectado,
y a no ser que escapemos a una isla remota o un rincón del desierto todo nos afecta a todos, no solo
en lo referente a los virus sino también a las migraciones humanas, el reparto
de alimentos, el cambio climático, el despilfarro de energía…
Nuestras acciones individuales tienen consecuencias
a largo plazo y a nivel global, y por tanto dichas acciones no deberían regirse
por el “Yo-Más-Ahora” sino por el “Todos-Mejor-Siempre”, tomando
decisiones bien informadas… Como dice mi amigo José Blanca,
que está bastante bien informado y tiene muy buen criterio: no tenemos derecho
a comida para todos, sino a repartir equitativamente la comida que hay,
pero si no recurrimos a los cultivos transgénicos en el futuro podría no haber
suficiente para 10.000 millones de personas… Y no tenemos derecho a estar sanos,
sino a repartir los recursos sanitarios disponibles, pero permanecer sanos es algo que nos
tenemos que ganar, algo por lo que hay que esforzarse, sacrificando otros
gastos para invertir en Investigación y Sanidad.
Hay mucha gente incívica y egoísta, malcriada y perezosa, que cree que
tiene todos los derechos y ninguna responsabilidad, y que puede hacer lo que le
venga en gana en todo momento sin pensar en los demás. No se dan cuenta de la
Realidad hasta que esta les pega una bofetada en la cara (Y algunos ni por esas:
en el caso del Coronavirus, gente insolidaria que ignora las recomendaciones
y se salta las normas del confinamiento).
Muchos de los que ahora están histéricos por la pandemia son los que hace dos
meses se tosían en la mano, dudaban de la eficacia de las vacunas o ignoraban
que un antibiótico no sirve para vencer a un virus.
Y del mismo modo gente que ahora está en contra de los transgénicos se quejará
cuando falte comida, gente que no recicla se sorprenderá cuando lleguen los
conflictos internacionales por el agotamiento de recursos,
gente que enciende el aire acondicionado a tope sin ser necesario se indignará
y exigirá responsabilidades a otros cuando la subida del nivel del Mar inunde su chalet de la playa… Y ni
siquiera entonces verán (o querrán ver) la conexión entre una cosa y la otra.

A pesar de que la semana pasada me metí con los programas de noticias y los
especiales informativos, es verdad que, aparte de alguna estupidez que otra,
también contribuyen a difundir la información importante… Pero no me resisto a
hablaros de un programa de La Vida Moderna
que vi hace poco y que me impactó por lo relevante de su contenido. En la recta
final del programa Ignatius, Broncano y Quequé se pusieron serios y comentaron
tres cosas con mucho sentido: Primero, no somos conscientes de los problemas hasta
que nos afectan en primera persona, no escuchamos el consejo de los que los han
sufrido antes, no hacemos caso a lo que está escrito en los grandes
libros ni al mensaje de las grandes películas; solo se mira a los científicos
cuando la amenaza está a las puertas, no se sabe prever a largo plazo.
Segundo: el capitalismo y el consumismo salvaje son una vía equivocada, hay
que dejar de hacer tantas cosas a lo loco y sin pensar, hay que aprender a
tener menos experiencias pero saborearlas más,
y comprender lo importantes que son una buena Sanidad pública y la inversión
pública en Investigación. Tercero: por mucho que se nos llene la boca ahora
diciendo que hemos aprendido la lección, es probable que después de pasar la
crisis sanitaria y económica no cambie absolutamente nada, y si cambia algo
será mucho menos de lo que creemos… ¡No aprendemos!
Como ya os digo, estas tres observaciones me parecieron todas muy acertadas; a ver
si va a ser cierto que a veces es el bufón de la corte el que dice al Rey las
verdades como puños a la cara… Este programa fue titulado, creo que de forma
muy apropiada, Lo Esencial.

Estas últimas semanas yo he estado en todo momento tranquilo; tal vez algo
molesto, pero no asustado… Molesto, digo, porque el estilo de vida que ha
generado este problema es diametralmente opuesto al mío: llevo años
estornudándome en el codo e
incluso a veces sugiriendo a la gente que lo haga (¿a que ya no os parece un
detalle tan impertinente?), y no me da por viajar a otro continente en cuanto
tengo tres días de vacaciones, con el consiguiente riesgo de propagar un virus… Y también estoy tranquilo porque
el verdadero problema ya lo teníamos, como habéis podido leer esta semana y la
anterior, desde hace muchos años, no solo desde mediados de marzo. Cuando te
esfuerzas por saber un poco de todo, cuando tu punto de vista de la Realidad es algo más amplio de lo habitual, estas situaciones nuevas no te pillan tan de
improviso, te adaptas mejor, eres más resiliente.
La gente que tenía memorizado su discurso vital antes de la crisis, la gente
que pensaba como vivía
y no al contrario, actuando primero por impulso y justificando a posteriori sus
acciones con retórica, se siente perdida y descolocada cuando la cruda Realidad
le desmonta el discurso, poniendo de manifiesto su incoherencia.

Hay que hacer un esfuerzo por ver otra consecuencia positiva de esta
pandemia: en realidad es una cura de humildad, nos pone los pies en la tierra.
Hay muchos que creen que somos el centro del Universo
y no lo somos; episodios como este son los que nos quitan la venda de los ojos
y nos hacen comprender que no somos invulnerables, que tenemos que ser cuidadosos a la hora de tomar decisiones
tanto a nivel individual como colectivo, pensando no solo en nosotros mismos
sino también en los demás y en la Naturaleza. Pero ¿conseguiremos aprender la
lección a medio y largo plazo, o seremos tan idiotas como para no quedarnos con
la copla y seguir cometiendo los mismos errores?
No deis nada por sentado: os recuerdo que hace un mes y pico en España
alguien pensó (en un principio, aunque luego le enmendaron la plana) que ir a la peluquería
a ponerse guapo era un servicio de primera necesidad. Y hace dos meses se
realizó una encuesta a casi mil bebedores de cerveza estadounidenses y el 38%
afirmó que ya no comprarían cerveza Corona
para evitar el contagio… Francamente hay que estar tarado
para hacer una asociación tan estúpida como esa, aunque con el presidente que
tienen no me extraña en absoluto.
Y luego están los que quieren abrazarse y besarse con todo el mundo desde el
primer día tras el fin del confinamiento, como si hubiese un interruptor con
dos posiciones, ON y OFF, y Pedro Sánchez hubiese apagado el virus por arte de
magia… ¡Cuando llegue el día haced el favor de guardar la distancia de seguridad en la medida de lo
posible, salvo con vuestros seres más queridos!

Llegando ya a las conclusiones finales, tal vez deberíamos preguntarnos si
la verdadera pandemia es el virus o la estupidez,
porque no hay nada más peligroso que un ignorante que no sabe que lo es, un
ignorante orgulloso de serlo. En cuanto a la supuesta tortura insoportable del
aislamiento,
saber que hay tanta gente que no se para a pensar ni dos segundos en las cosas a
mí me hace sentir más solo
que la propia cuarentena, la verdad… Y mucho peor que un estúpido es una mala
persona, alguien que perjudica a los demás con conocimiento de causa; no me voy
a meter a analizar el tema de los bulos que corren por Internet,
ni las actitudes de algunos políticos,
sobre todo de la oposición, porque me daría para otra entrega más.
Esperemos que la memoria colectiva no mute en unos meses, como el virus de la
gripe común, y que cale en la conciencia de la sociedad que hay que escuchar a los expertos y no actuar por
impulsos. Nuestras decisiones deben estar basadas en el Conocimiento y la
Razón, no en dogmas, modas, prejuicios, intereses personales u opiniones
sesgadas… Mientras escribía estas últimas dos entregas he llegado al
convencimiento de que la mejor opción para la entrada de la semana que viene, a
pesar de ser un tema extenso y arduo de preparar, es la de comenzar a hablar de
Pensamiento Crítico y Escepticismo… Es mejor hacerlo ahora, en caliente, antes
de que la gente se olvide de cuál es la moraleja cuando todo esto pase.