Es curioso cómo a veces una misma idea puede asaltarte de distintas formas
y desde distintos entornos en muy poco tiempo… Este viernes por la tarde,
tomando algo
con unos amigos ingleses, hablábamos de las diferencias entre ambos pueblos en
lo que respecta al beber y surgió en la conversación una de las posibles
razones por las que los hijos de la Gran Bretaña tienen fama de pillar unas
borracheras tan grandes: desde principios del siglo XX, y sobre todo durante la Primera Guerra Mundial,
se limitó el horario de apertura de los pubs para intentar evitar el absentismo
laboral, de manera que poco antes de las once se tocaba tres veces una campana
para avisar del cierre inminente. Al parecer esta medida tuvo un efecto
contrario al deseado, porque la gente bebía todo lo que podía antes del cierre,
ingiriendo más alcohol de golpe. Desde 2005 los horarios son más flexibles,
habiendo una o dos horas más para poder dosificarse, aunque mis amigos no
supieron aclararme si esto ha hecho disminuir o no el número de borracheras y
comas etílicos.

El mismo viernes, al llegar a casa, me puse en YouTube el programa del día
anterior de La Vida Moderna, y una de las noticias que comentaba David Broncano
(aproximadamente en el minuto 11)
era la de que Twitter iba a probar a aumentar para algunos usuarios el número
de caracteres permitidos por mensaje de 140 a 280, para hacer la medida
extensiva al resto más adelante si la cosa funcionaba bien. Al parecer hacían
esto para que los usuarios ingleses, españoles o alemanes no estuviesen en
desventaja respecto a los chinos, japoneses o coreanos,
que con sus pictogramas pueden expresar ideas bastante más complejas en un mensaje de la
misma extensión. La reflexión que hizo Ignatius Farray al respecto me pareció
bastante acertada: pensaba que es una mala idea porque según él
es la brevedad impuesta lo que te mueve a aguzar el ingenio para sintetizar al
máximo, consiguiendo así un estilo más poético y original.
Llevando este concepto aún más allá, Ignatius sostenía que en la Vida en
general el tener límites es lo que nos impulsa a empujar en alguna dirección; el
espíritu libertario no tendría sentido si no hubiera muros que derribar.

Y hablando de muros, justamente el viernes por la noche programaron en la
tele, en una de sus habituales redifusiones periódicas, la película Cadena
Perpetua, que hemos mencionado en un par de ocasiones últimamente en La Belleza
y el Tiempo. Mientras la veía (una vez más), y enlazando con todo lo anterior,
me venía a la cabeza la idea del recluso que, encerrado durante años entre
cuatro paredes, aprende a prestar atención y disfrutar al máximo de esos pequeños detalles que en la calle le pasarían desapercibidos, como un rayo de
sol, un soplo de aire fresco o una bonita canción.
Del mismo modo que el recluso dispone de un espacio limitado para moverse, todos
nosotros, seres mortales, disponemos de un Tiempo limitado sobre la faz de la
Tierra, y es precisamente la fugacidad de nuestra Vida la que nos impulsa a
sacarle todo el partido posible y disfrutar de toda la Belleza que nos rodea
mientras aún seguimos aquí… Esta idea fundamental, que es la que da título al
blog, ya la hemos comentado alguna
otra
vez
antes,
pero no está de más repetirla de vez en cuando para no olvidarnos de ello.

Creo recordar que, según la información que he ido leyendo estos últimos días,
se han hecho en total unas doscientas cincuenta adaptaciones distintas
de obras de Stephen King para la televisión o el cine… Curiosamente, por lo
general han tenido mejor calidad las adaptaciones de los relatos que no
incluyen elementos sobrenaturales, como Misery, Cuenta Conmigo o Cadena Perpetua.
El Resplandor es sin duda una gran película, pero se puede decir que es más una
obra de Kubrick que de King, y de hecho al escritor no le hizo mucha gracia en
su día por el cambio de enfoque introducido respecto al texto original… Así que
podríamos decir que tal vez Eso, estrenada
hace un par de semanas, se ha convertido en la mejor adaptación de una novela
de horror sobrenatural de King, además de ser la película de terror que más
dinero ha recaudado en la historia del Cine (Por cierto, ya hay fecha prevista
de estreno para la segunda parte: el seis de septiembre de 2019).

La semana pasada hablábamos de correr riesgos, y en ese sentido es de
agradecer que el guión contenga algunos pasajes realmente siniestros y
perturbadores, haciendo que la película tenga clasificación R
(cosa por otra parte lógica en un film de terror). No hay más que ver la
tremenda escena inicial del encuentro entre Pennywise y Georgie,
en el que el film se salta a la torera la regla número uno sobre lo que se
puede hacer o no con los niños pequeños en pantalla… Pero lo que hace a la peli
especial es el perfecto equilibrio y las hábiles transiciones que hay entre
estas escenas terroríficas y otras más tiernas o divertidas que nos ayudan a
conocer mejor a los siete protagonistas, y preocuparnos realmente por ellos. No
solo es una película sobre un payaso asesino de niños, también es una historia
acerca de la importancia de los lazos de amistad durante la niñez, y sobre el difícil paso a la adolescencia y la edad adulta.
El hecho de que en la historia Eso no pueda hacerte daño si no le temes y si te
mantienes cerca de tus amigos conlleva una lectura muy interesante para los
lectores/espectadores de cara al Mundo real: no hay que temer a nada más que al propio miedo, y la ayuda de tus
seres queridos puede ser crucial a la hora de vencer miedos irracionales y
superar los problemas y frustraciones del día a día… Hay quien ha comentado que
los sustos van bajando de intensidad hacia el final de la película; yo no creo
que esto sea un defecto, algo involuntario debido a la reiteración, sino más bien
un elemento introducido a propósito para dar a entender que los niños tienen
cada vez menos miedo del payaso, que comprenden que la unión hace la fuerza.

Otro de los aspectos interesantes en los que quiero detenerme es la doble
naturaleza de los elementos terroríficos de la historia: estos no se limitan a
los de carácter sobrenatural, normalmente en forma de susto repentino con golpe
de orquesta incluido, y asociados a las apariciones del payaso en sus distintas
formas (un niño sin cabeza víctima de una explosión, una grotesca flautista
salida de un cuadro o un leproso interpretado por Javier Botet)…
En paralelo se nos van presentando una serie de personajes y situaciones que
conforman el horror cotidiano de la localidad de Derry, generando lentamente un
ambiente malsano, de mal rollete,
que hace que la historia gane muchos enteros.
Tenemos muchos ejemplos de esto a lo largo del film, empezando por los
breves apuntes acerca de los sobrecogedores incidentes del pasado del pueblo,
que se suelen producir, como ya hemos dicho, a intervalos de veintisiete años:
horribles accidentes como la explosión antes citada, linchamientos, asesinatos múltiples
o en serie… Están también los personajes inquietantes como el farmacéutico (es
bastante inquietante la escena de Clark Kent y Lois Lane) o la bibliotecaria
(tal vez no os habréis fijado en que mientras Ben está consultando los libros
ella aparece borrosa y encorvada en el fondo de la imagen, sin destacar apenas,
mirándolo fijamente con una expresión diabólica). También sobrecoge la secuencia
en la que un matrimonio pasa en su coche mientras Henry Bowers y los demás
abusones del colegio le están haciendo cortes a Ben en la tripa con una navaja:
la pareja intenta aparentar que no ha visto nada
y pasa de largo, mientras por el cristal del asiento trasero aparece flotando
uno de los globos rojos que Pennywise suele ofrecer a los niños…

En cuanto a los padres de los Perdedores, no hay ninguno que represente una
fuente de esperanza a la que poder recurrir… La madre de Eddie es posesiva
hasta decir basta y lo convierte en un hipocondríaco para poder tenerlo siempre
metido en casa, solo para ella. El padre de Beverly deja intuir en un par de
ocasiones que abusa o pretende abusar de su hija, cosa que (si no recuerdo mal)
queda fuera de toda duda en el libro; en relación con esto, me parece brillante
la escena de la sangre que sale de la pila del lavabo, clara alusión a la primera menstruación de Beverly y
la confusión adicional que le produce el paso de niña a mujer.
Aunque se trate de uno de los antagonistas, merece también una mención el
personaje de Henry Bowers y su
relación con su padre: Henry hace cosas horribles, pero la película nos deja
bien claro que él también es una víctima, un eslabón más en la cadena del
horror como algo heredado del pasado y transmitido de generación en generación…
Realmente escalofriante la parte en la que mata a su padre a sangre fría,
empujado por Pennywise.

Por último tenemos la total falta de apoyo por parte de los padres de Bill
el Tartaja tras la muerte de su hermano pequeño. A lo largo de la película solo
aparecen en una breve escena cada uno: la madre, tocando el piano
mientras Georgie baja al sótano a por la parafina para el barco de papel; y el
padre recriminándole a Bill sus esperanzas de encontrar a su hermano con vida y
pidiéndole enfadado que se olvide del asunto. Me pareció excelente el discurso
que da Bill al resto de los Perdedores antes de entrar en la mansión abandonada
de la calle Neibolt, uno de los epicentros del mal que asola Derry, en el que
reconoce que, a pesar de todos los monstruos y payasos diabólicos, tendría más
miedo de volver a la incomprensión de su propia casa que de entrar en la
mansión…
Esta habilidad para introducir elementos de horror cotidiano entretejidos
con el horror sobrenatural del relato me parece uno de los grandes aciertos de
las novelas de King, y de esta adaptación en particular. Me hace recordar la
película de El Exorcista, que ya en 1973 fue una de las primeras en hacerlo,
combinando la historia de la posesión demoníaca de la niña con la angustia
existencial del joven sacerdote Damien Karras: la enfermedad y posterior muerte de su madre y sus dudas respecto
a la fe cristiana… Eran estos elementos más realistas los que amplificaban la
sensación de inquietud en el espectador durante toda la película, haciendo que
los elementos sobrenaturales pareciesen más reales también.

Recordaréis que una vez os expliqué que las buenas historias de fantasía conectan con nosotros
porque nos enseñan cosas acerca de nosotros mismos y del Mundo que nos rodea. Esto
es cierto tanto en lo referente a nuestro lado más luminoso como a los rincones
más oscuros de la civilización actual… Pocos días después del estreno de It se
produjo en Valencia, y además muy cerca de mi zona, en el barrio de Russafa, un
suceso que puso a todos los vecinos los pelos de punta y que me llevó a hacer
una serie de asociaciones mentales… Alguien encontró entre unos contenedores de
la calle Cabo Jubi una maleta que contenía un torso humano, y la policía empezó
a hacer averiguaciones.
La víctima era un peluquero llamado Alberto Ferrer, que había conocido a
través de Internet a un tal Pierre Danilo, iniciando con él una relación
sentimental. Danilo, sueco de ascendencia argentina, había pasado ya por la
cárcel en su país y allí había escrito junto con otro recluso un par de novelas
de género negro. Vivía en un piso de la calle Sueca (que no Suecia) número 77 y
al parecer fue él quien mató, por motivos desconocidos, a Ferrer allí mismo, en
su cama, descuartizándolo después en la bañera y arrastrando la maleta con su
torso hasta los contenedores, un par de manzanas más allá, dejando restos de sangre
que los policías pudieron seguir hasta su portal. Fue en el vestíbulo donde
poco después se encontraron con Danilo que, saliendo hacia la calle y sin
mediar palabra, apuñaló varias veces a uno de los inspectores que le cerraban
el paso, produciéndole la muerte, tras lo cual el otro policía lo mató a él (lo
de “abatir” no deja de ser un bonito eufemismo)
de varios disparos para evitar correr la misma suerte.

Lo más asombroso del asunto es que el de Ferrer no es el primer cuerpo que ha
aparecido a trozos por el barrio; las noticias del suceso me recordaron
inmediatamente a otro descuartizamiento que hubo en verano de 1950
en el Cine Oriente, justo al otro extremo de la calle Sueca, en el número 22.
En un apartamento dentro del propio cine vivían María López, que trabajaba allí
como limpiadora, y su pareja Salvador Rovira, conserje del mismo. Una noche
Salvador llegó al apartamento borracho y comenzó una de las frecuentes peleas
que tenían ambos, durante la cual ella le dio un empujón con tan mala suerte
que se golpeó en la cabeza con un hierro de la pared y murió. María, una mujer
corpulenta, se llevó al muerto a la cama y durmió junto a él pensando que solo
estaba inconsciente, pero a la mañana siguiente se dio cuenta de lo que había
pasado, así que temiendo ser acusada de asesinato se dispuso a descuartizar el
cuerpo, tardando para ello un tiempo récord de solo cinco horas.
Después de contar a todos que Salvador había tenido que coger un tren a
Barcelona, María empezó a deshacerse de los pedazos. Precisamente en una
acequia cerca de las vías en dirección a Cataluña, a la altura de la calle
Centelles, se encontraron poco después los brazos, las piernas y los intestinos.
Para despistar, había depilado las piernas y pintado las uñas de rojo, para que
pareciesen de mujer, e incluso quitó algunos trozos de piel que tenían
tatuajes, pero se olvidó de las huellas dactilares, que ya estaban en poder de
la policía por anteriores arrestos… Lo siguiente de lo que se deshizo fue el tronco,
cortado en dos partes a la altura de la cintura, dejándolo de madrugada detrás
de un kiosco, cerca del cruce de las calles Sueca y Denia (prácticamente al
lado del cine; no debía ser muy inteligente, la tal María). Habían pasado ya
algunos días desde la muerte de Salvador y los asistentes a las sesiones de
cine se quejaban del fuerte olor que había en la sala, así que la policía
realizó un registro a fondo y encontraron la cabeza de Salvador, junto con las
herramientas del descuartizamiento, dentro de una lata de galletas
en un deslunado detrás de la pantalla.

El crimen del Cine Oriente es uno de los sucesos que más expectación ha despertado
nunca entre los valencianos: más de tres mil personas intentaron asistir al juicio, quedándose muchas en
las escaleras o incluso fuera del edificio. Al final María López fue condenada
a seis años de cárcel por homicidio. Se escribieron un par de libros sobre el
asunto, y a finales de siglo se rodó una película protagonizada por Anabel Alonso y Pepe Rubianes… He de
reconocer que al leer las noticias sobre Pierre Danilo y recordar esta historia
del Cine Oriente no pude evitar detenerme unos segundos a calcular si la
diferencia de fechas era múltiplo de veintisiete. ¿Sería el barrio de Russafa
una especie de Derry a la española? Veamos: 2017-1950=67… Pues no. Pero ya es
casualidad que ambos descuartizamientos sucedieran justo en la misma calle,
aunque en extremos opuestos, uno en el número 22 y otro en el 77 (Por cierto: 2
y 7 forman 27… Ahí lo dejo).
Como dice el propio Stephen King, de pequeños tememos que los monstruos y
los fantasmas estén escondidos dentro de nuestro armario o debajo de nuestra
cama, pero cuando crecemos dejamos de buscarlos allí… Solo al hacernos adultos
comprendemos que los monstruos existen, pero no son exactamente como nos los
imaginábamos. Habitan, en el mejor de los casos, en las noticias del periódico,
pero también a veces alarmantemente cerca de nuestra casa, o incluso dentro de
nosotros… y al contrario de lo que suele pasar en los relatos de ficción, a
veces acaban ganando. Las historias de King no nos hablan solo de los monstruos;
también nos hablan de la gente, de todo aquello que de bueno y malo hay en
nuestro interior. Afortunadamente, hasta King deja abierto un resquicio a la
esperanza y nos anima a no tener miedo, a conservar parte del idealismo de
nuestra infancia e intentar luchar juntos contra los monstruos,
ya vengan de dentro o de fuera. En otra ocasión, más adelante, volveremos a hablar del Miedo desde un punto de vista
algo más amplio.

Hace dos semanas concluí mi entrada con una referencia a Cadena Perpetua y
el martillo de gemas de Andy Dufresne, y hoy quiero centrarme en otra
adaptación de una novela de Stephen King. Ya he mencionado alguna vez que voy poco al cine de estreno,
y que por razones de trabajo a menudo me resulta difícil acudir incluso a las
proyecciones del Aula de Cine, a la que (al menos sobre el papel) pertenezco.
En cualquier caso, cuando voy a las salas de estreno es porque estoy casi
seguro, tras leer algunas críticas y recopilar información, de que la película
en cuestión me va a gustar, y la del fin de semana pasado no fue una excepción.
Se trataba de la adaptación de It (en versión original), y me gustó tanto que decidí que
hoy os hablaría de ella. Os advierto de que la entrada incluirá algunos spoilers
tanto de la película como de la novela, en la que se narra la segunda parte de
la historia, así que si no la habéis leído os recomiendo que antes de seguir
vayáis al menos al cine a ver la peli; os aseguro que no os arrepentiréis.

It (Eso) es una novela de Stephen King publicada
en 1986 que transcurre en el pueblo ficticio de Derry, en el estado de Maine. Eso
es una entidad diabólica tan antigua como el Mundo, que habita las
alcantarillas y que se dedica a capturar y matar niños y adolescentes,
adoptando la forma de los temores de cada uno y alimentándose así de su miedo. El
aspecto que adopta más frecuentemente es el de Pennywise, el Payaso Bailarín,
aunque esa no es su verdadera forma. Las desapariciones de niños se producen
durante uno o dos años en ciclos de veintisiete años, y las fases en las que la
criatura despierta de su letargo suelen iniciarse y concluir coincidiendo con accidentes
o sucesos particularmente violentos en el pueblo, que los habitantes deciden después,
de forma tácita, olvidar o ignorar.
Los protagonistas de la historia son los siete integrantes del Club de los
Perdedores, liderado por Bill el Tartaja, que está obsesionado con encontrar y
destruir a Eso después de que su hermano pequeño Georgie muriese a manos de la criatura. Los otros miembros del
Club, fácilmente etiquetables pero a la vez muy bien desarrollados como
personajes, son Richie el gracioso, Eddie el asmático, Stan el judío, Mike el
negro, Ben el gordito y Beverly, la única chica. Hay dos líneas argumentales,
en dos fechas diferentes, que se van alternando en la narración. Por un lado se
nos describe el encuentro de los Perdedores con Eso en 1958, a los doce años,
creyendo que lo han vencido cuando en realidad solo lo fuerzan a hibernar
prematuramente; y por otra parte la conclusión de la historia, en 1985, rozando
ya todos los cuarenta años. En esta segunda ocasión, tras superar una extraña
amnesia que les había sobrevenido sobre los detalles del anterior encuentro,
los protagonistas conseguirán vencer al payaso definitivamente, aunque no sin
pagar un alto precio, ya que algunos de ellos se quedarán por el camino.

La novela es muy larga, de mil quinientas páginas por ejemplo en mi edición
de bolsillo (si se le puede llamar así), pero no se hace nada pesada. La leí
hace muchos años y recuerdo que además de entretenida era muy visual, con unas
descripciones muy claras… muy adaptable, en definitiva, para la televisión o el
cine. He de reconocer que cuando aparecieron los primeros trailers de la nueva
película me di cuenta de que se me habían olvidado muchos detalles de la novela
(justo igual que a los personajes de la historia), así que un par de días antes
del estreno aproveché que ponían por la tele la adaptación en forma de
miniserie y refresqué la memoria. Esta miniserie de dos episodios
del año 1990, con una duración total de tres horas y cuarto, tampoco es nada
del otro mundo: los efectos visuales y la banda sonora son muy pobres, a veces
hasta de risa, y los elementos más terroríficos están bastante suavizados para
que la calificación por edades no fuese demasiado estricta. Los actores, sobre
todo los niños, no lo hacen mal, pero lo más destacable (y lo que más ha
quedado para la posteridad) es la fantástica caracterización de Tim Curry
en el papel de Pennywise.

La casualidad ha querido que sea precisamente veintisiete años después de
aquella miniserie cuando llegue la primera adaptación de la novela para la gran
pantalla. El proyecto tardó bastantes años en gestarse, se había oído hablar de
él desde el 2009. En 2012 se suponía que Cary Fukunaga (director más tarde de
la gran primera temporada de True Detective)
iba a encargarse de dirigir la película partiendo de un guión que él mismo
escribió junto con Chase Palmer, pero en 2015 saltó la noticia de que
abandonaba el barco debido a diferencias creativas, por cambios en el guión que
se le exigían desde los estudios. Más adelante ese mismo año entraron en el
proyecto los hermanos argentinos Andy y Bárbara Muschietti,
el primero como nuevo director y la segunda como productora; ambos venían
avalados por la interesante Mamá,
película de terror de 2013 basada en un cortometraje anterior
del propio Muschietti. Gary Dauberman escribió una nueva versión del guión
introduciendo algunos cambios y el rodaje se llevó por fin a cabo en verano de
2016 en Toronto.
En la película se traslada el momento de la narración en el que los protagonistas
son niños al verano de 1989, centrándose solo en esa parte de la historia. De
esta forma se ha conseguido sacar partido de la nostalgia por los años ochenta,
tan de moda últimamente por ejemplo con series como Stranger Things (que por
cierto se inspira a su vez en Cuenta Conmigo,
adaptación cinematográfica del relato El Cuerpo de Stephen King, con lo que se
cierra de alguna forma el círculo). La peli tiene una duración de dos horas y
cuarto y, al igual que la novela, no se hace larga en ningún momento; parece ser que la edición en DVD incluirá, además de la versión de
cine, otra del director con unos quince minutos extra. El presupuesto de 35 millones de dólares,
relativamente reducido para este tipo de películas, se ha aprovechado hasta el
último centavo, porque el acabado visual es impecable; se nota que en muchos
aspectos se ha recurrido al ingenio más que al talonario
para superar los retos planteados.

El reparto, compuesto en su mayoría por actores poco conocidos, está perfecto
en mi opinión; no hay ni uno solo que desentone, y los siete niños
protagonistas están todos fantásticos. Igual de bueno es el trabajo del sueco
Bill Skarsgard (hijo del también actor Stellan), que lo tenía bastante difícil
para escapar de la alargada sombra de Tim Curry (muchos críticos han
hecho el típico chiste sobre “caminar con los zapatos” de Curry; en este caso
unos zapatos bastante grandes, dado el personaje en cuestión). Skarsgard sale
bien parado de la comparación, con algunas escenas que dan realmente mucho miedo,
destacando la del principio de la película… Conviene resaltar la rara capacidad
del actor para relajar los ojos de manera que uno de ellos se le va para fuera, sin necesidad de retoques por ordenador: de esa forma hay ratos en
los que parece que uno de los ojos está mirando a los niños y el otro mira
directamente hacia el público… Realmente inquietante.
Un par de detalles curiosos más: en primer lugar, hay una escena en la que
sale un payaso normal actuando en un parque del pueblo, que está interpretado
también por Skarsgard; y en otro momento de la película aparece una habitación
llena de muñecos vestidos de payaso, y uno de ellos es idéntico al Pennywise de
Tim Curry de 1990. Destacar también que algunas asociaciones de payasos se han
quejado de que el estreno de la película aumentaría los casos de coulrofobia,
haciéndoles perder contrataciones y por tanto dinero… Supongo que ya ocurrió
algo parecido con la publicación de la novela en los ochenta. En lo que a mí
respecta, os puedo comentar que últimamente me he encontrado varias veces, en
la zona de la Catedral y la Plaza de la Reina, a un hombre que va pidiendo
dinero con la cara mal pintada a guisa de mimo, que siempre va borracho y que a veces
se pone un poco agresivo a la hora de interpelar a los transeúntes… En
definitiva, una mala combinación, y ahora más que nunca; si antes le echaban
pocas monedas, supongo que a partir del estreno sus ingresos tenderán a cero, y
más de uno habrá que salga corriendo cuando se lo cruce.

La película se había concebido de manera que pudiese sostenerse sola en
caso de que no hubiera luz verde para rodar el segundo capítulo, pero dado el
gran éxito de público y la aparición de multitud de críticas
y análisis entusiastas en
Internet, esta continuación es algo que se da ya por hecho. Si todo va bien la
tendremos en los cines en unos tres años, y se centrará en la parte de la
historia en la que los Perdedores son adultos, con lo que transcurrirá más o
menos en nuestro presente. Supongo que, si la adaptación cinematográfica no se
aleja demasiado de la novela, en la segunda parte (o tal vez antes, en el
montaje del director de la primera) descubriremos que algunos de los
antagonistas (aparte de Pennywise, por supuesto) no estaban tan muertos como
podía parecer en un principio…
Tengo curiosidad por saber cuánta información adicional se nos dará acerca
de Eso en la segunda parte: de acuerdo con la novela es un ente que procede de
otra dimensión y que está en constante conflicto con otro llamado La Tortuga
(en la película se hacen un par de referencias tangenciales a ella). Estoy seguro
de que veremos la forma física más próxima a la verdadera esencia de Eso: en la
lucha final de la primera parte tenemos un rápido atisbo, cuando los brazos de
Pennywise se transforman durante un par de segundos en unas gigantescas patas
de insecto, como de mantis religiosa… Supongo que también aprenderemos más
cosas acerca de los Fuegos Fatuos, las luces que aparecen al fondo de la
garganta de Eso, y descubriremos que en realidad es hembra porque puede poner huevos.

Otro aspecto por el que tengo interés es el reparto de actores que interpretarán
las versiones adultas de los Perdedores… Y lo más importante de todo: veremos
si el guionista y el director consiguen conservar su independencia creativa y
mantener el mismo nivel de calidad y originalidad en la segunda parte. Ya se sabe
que cuando una película tiene mucho éxito todos los productores y los
ejecutivos de los estudios quieren meter mano en la continuación, impidiendo
cualquier movimiento que pudiera ser mínimamente arriesgado, y por tanto
haciendo que el resultado pierda gran parte de su gracia: esperemos que en este
caso no la caguen y la continuación se parezca más a Las Dos Torres y El
Retorno del Rey que a la insufrible trilogía de El Hobbit. La
semana que viene, en el segundo y último capítulo de esta entrada, intentaremos
identificar los temas principales de la historia, analizaremos por qué el
horror de la novela y de la película resulta tan efectivo, y finalmente intentaremos
averiguar si los descuartizamientos de la calle Sueca en el barrio de Russafa se han producido, igual que los ataques de Eso, a
intervalos regulares de veintisiete años.
