lunes, 1 de agosto de 2016

Las Capas de la Cebolla (III)


Ya hemos hablado de las murallas romana, árabe y cristiana de Valencia, que son como los anillos de crecimiento de un árbol o como las capas de una cebolla, cada cual por fuera de la anterior, cada vez más y más grandes… Incluso cuando el avance de la tecnología aplicada a la guerra hizo que dejara de ser necesario proteger las ciudades con murallas, siguieron apareciendo en el plano nuevas capas de la cebolla, esta vez correspondientes a las grandes vías de comunicación asociadas a la expansión urbanística exponencial de Valencia durante el último siglo y medio.




La siguiente capa por fuera de la ronda interior vendría dada por el primer ensanche de la ciudad, aprobado definitivamente en 1887, dando lugar a un anillo que podría incluir las Grandes Vías y el lado norte del antiguo cauce del río, con el siguiente trazado: Cronista Rivelles, Menéndez Pidal, Fernando el Católico, Ramón y Cajal, Germanías, Marqués del Turia, Alameda y San Pío V. El segundo ensanche, aprobado en 1912, dio lugar a la ronda de tránsitos, un cinturón que incluía las siguientes avenidas: Peset Aleixandre, Campanar, Pérez Galdós, Giorgeta, Peris y Valero, Eduard Boscá (este tramo no se abrió hasta después de la Guerra Civil), Cardenal Benlloch y Primado Reig. Al igual que la muralla medieval en 1356, las grandes avenidas asociadas a los ensanches se abrían dejando huecos en su interior para ir construyendo, aunque esta vez de manera mucho más planificada, sobre todo en la zona en torno a las Grandes Vías, con inmensas manzanas rectangulares con patio interior.

La ronda exterior, bastante más reciente, está compuesta de las siguientes calles y avenidas: Hermanos Machado, Levante Unión Deportiva, La Safor, Pío Baroja, Nou d’Octubre, Tres Cruces, Doctor Tomás Sala, Fernando Abril Martorell, Antonio Ferrandis, Menorca, Ibiza, Serrería, Lluís Peixó, Tarongers y Bulevar Norte. Podríamos añadir la conjunción del Barranc del Carraixet al norte y el nuevo cauce del Turia al sur como una séptima capa de la cebolla, si bien algo incompleta… y a partir de ahí yo ya no distingo más anillos claramente visibles en la zona metropolitana de Valencia.




Empezamos aquí el grueso de esta entrega, que consistirá en describir los restos de las murallas que quedan a la vista hoy en día, empezando por la cristiana. Las Torres de Serranos son, como ya dijimos, junto con las de Quart, las únicas puertas que sobreviven al derribo de la muralla, por haber funcionado como cárcel entre 1586 y 1888. Si se contemplan sus laterales se puede apreciar claramente en la pared, con una textura distinta, la traza o huella de hasta dónde llegaba el lienzo: aproximadamente un tercio de la altura total de las torres. Podemos asomarnos a los accesos que daban a la parte superior del muro, accesos que ahora se abren al vacío y por tanto están clausurados con pesadas rejas… Y resulta emocionante usar la imaginación, pensar en cuatro dimensiones y tener la certeza de que si viajáramos a cualquier época entre 1398 y 1865 podríamos dar un paso adelante desde el umbral sin pegarnos un batacazo.

Cerca del desaparecido portal de San José, en el túnel subterráneo que hay por debajo de donde se planta la falla de Na Jordana, hay restos visibles al pasar con el coche que corresponden a los cimientos de una de las torres que tenía esta entrada… No conduzco, y hace mucho tiempo que no paso por ese túnel, así que me perdonaréis si os digo que no he podido comprobar esto de primera mano. Siguiendo la ronda en sentido antihorario (y en contradirección, por cierto, lo cual no es problema para los peatones como yo) llegamos al museo de arte moderno: en la llamada sala de la Muralla del IVAM, bajando unas escaleras por la parte derecha, se puede recorrer un largo tramo de los cimientos del muro cristiano. Antes la sala se utilizaba de continuo para exposiciones, pero últimamente no estoy seguro de si se usa sólo de vez en cuando para talleres y otras actividades del museo.




Las hoy llamadas Torres de Quart son la otra puerta que sobrevivió a las demoliciones del año 1868, y el lienzo de muralla que queda a su izquierda, en la parte norte, es el único que ha llegado hasta nuestros días, ya que la función de las Torres como cárcel hasta bien entrado el S.XX justificó su conservación para cerrar el pequeño patio de los reclusos. Paseando a lo largo desde la calle se puede ver de primera mano cómo era realmente la muralla en cuanto a altura, grosor y aspecto, y se pueden contemplar las almenas y la zona superior por la que solían hacer la ronda los vigías; es una lástima que el público no tenga acceso a esa parte cuando se visitan las Torres.

Hay que llegar hasta la plaza de Los Pinazo para finalizar nuestro recorrido del muro medieval: los restos del portal dels Jueus salieron a la luz (junto con algunos restos de enterramientos judíos) en torno a 1996, por las obras de la futura estación de metro de Colón. En la actualidad, y después de haber sido estudiados y documentados, se encuentran integrados en la plaza los cimientos de la puerta y de los fragmentos de lienzo a ambos lados. También se ha incluido en el suelo de la acera, un poco más arriba, una silueta con una textura diferente para marcar la traza del antiguo lienzo; de acuerdo con ésta, la muralla estaba justo a la altura de las fachadas de la acera interior de la calle Colón, lo que quiere decir que el foso estaba más o menos por donde ahora pasan los coches… Hablando de trazas: no estoy seguro de si un pavimento de adoquines que hay en la parada de metro de Xàtiva representa también la huella de la muralla cristiana o es simplemente un motivo decorativo; normalmente los trabajadores del metro y de los comercios aledaños a los que pregunto no suelen tener ni idea de estos detalles (me pasa incluso con los vigilantes de los museos que contienen hallazgos arqueológicos), pero seguiré investigando.




Retrocedamos un poco más en el Tiempo… Los restos actuales de la muralla árabe no están, que digamos, en muy buenas condiciones; el plan de conservación prometido desde 2006 fue completamente ignorado por el anterior consistorio, y aún hoy la cosa va muy despacio. Repasemos los vestigios que quedan y en qué estado se encuentran, empezando de nuevo en las Torres de Serranos y en sentido antihorario.

En la calle Blanquerías número 2, en el interior de un edificio particular de 1892 que ahora es una residencia de estudiantes americanos, podemos encontrar un lienzo de la muralla muy bien rehabilitado. El muro es de tapial de hormigón de cal, y se aprecian restos del lucido blanco que tenía en su parte exterior, que en su día produciría un impacto visual considerable al reflejarse en él la luz del sol. También se conserva un grupo de nueve almenas (de aproximadamente 0,95 por 0,95 metros cada una) que remataban la parte superior. A esto hay que añadir una torre semicircular maciza realizada en mampostería en su cara externa que, aunque probablemente no estaba encalada de blanco en su día, presenta una fina decoración de guijarros planos de color gris oscuro incrustados en los huecos entre piedras. Subiendo al segundo piso de las vecinas Torres de Serranos se puede observar la traza de este torreón en el tejado de la vivienda. En la misma manzana se pueden contemplar también restos de la muralla árabe entrando a un local de tatuajes que da a la plaza de los Fueros. Desde este punto los distintos vestigios se van encontrando en una línea casi recta que se dirige hacia el Tossal.

Muy cerca de este lugar, en el horno Montaner de la calle Roteros, encontramos otro fragmento de lienzo integrado en el establecimiento y visible desde dentro. Como dato curioso, decir que en la descripción de los restos de la muralla por parte de José Vicente Ortí en 1740 ya se menciona este horno. Desde fuera, en la esquina con la calle Palomino, se aprecia una restauración pésima, hecha a base de cemento; el muro original debe estar unos centímetros por debajo. La muralla seguía el trazado de la calle Palomino, que era en aquel entonces el paso de ronda, una zona justo por dentro del lienzo en la que estaba prohibido construir viviendas.




Pasando por la plaza del Ángel hasta la plaza de Beneyto y Coll podemos contemplar la torre del Ángel, llamada así por haber formado parte de una antigua posada ya desaparecida con ese nombre. Es una torre de planta semicircular, hoy parte de un domicilio privado. A los propietarios de viviendas con restos arqueológicos protegidos como éstos se les ponen ciertos requisitos: por ejemplo, por ley deberían dejar visitarlos a todo aquel que quiera hacerlo. Junto a la torre se ha conservado un fragmento de lienzo en estado de abandono, con los vanos entre las deterioradas almenas cegados con ladrillos. El lienzo apareció en 1963 al derribarse otra casa, y el conjunto fue declarado en seguida Monumento Histórico Artístico Nacional. La torre ha sido muy maltratada con el paso de los siglos, incluso con el hueco de una chimenea en un lateral, pero aun así es la más completa y visible desde la calle a día de hoy, y nos permite apreciar la altura original sin tener que usar la imaginación. El lienzo de la muralla, visible (pero no muy reconocible) desde la plaza del Ángel, tiene aproximadamente la mitad de altura que la torre: son 8 ó 9 metros de los muros construidos en el S.XI frente a los 13 ó 14 metros de las correspondientes torres semicirculares.

Si seguimos andando por la calle En Borrás y llegamos a la verja de entrada a un parking privado, podremos ver al otro extremo la llamada torre Mare Vella 19, que toma el nombre y número de la calle desde la que se puede acceder a la misma. No está muy bien conservada, mostrando en el exterior varias reformas a base de azulejos y ladrillos modernos, y su parte superior se ha convertido en una segunda terracita (sin barandilla, seguramente para seguir la normativa de conservación) que forma parte de uno de los pisos del edificio… Yo mismo he estado en esa terraza, sobre la torre, hace unos cuantos años, cuando unos amigos míos vivían allí de alquiler.




Caminando hacia el sudoeste, dejando atrás el portal de Valldigna hasta llegar a la calle Salinas, veremos que a la altura del número 17 hay a nuestra derecha un enorme bloque en equilibrio aparentemente inestable que formaba parte originalmente de la muralla. Aunque en teoría esté protegido legalmente, no lo está en absoluto desde el punto de vista físico (es decir, no está apuntalado), y por no tener, no tiene ni un mísero rotulo que nos indique su origen, que se remonta a mil años atrás. Podemos comprobar que tiene efectivamente un espesor de más de dos metros. Su parte superior está maltrecha por el paso del Tiempo, con hierbas y arbustos; en su día hubo hasta un pequeño arbolito que fue arrancado por el viento, desprendiéndose algunos cascotes. Hace tiempo que amenaza ruina, y de hecho ahora tiene una malla que lo cubre, por si se desprende algún fragmento más… La línea recta que seguía la muralla desde Blanquerías hacía aquí una suave curva que aún se aprecia en el trazado de la calle.

En esta misma calle Salinas, en el número 5, se está llevando a cabo actualmente una importante intervención de un fragmento de la muralla para dejarlo en buen estado de conservación. El año pasado comenzaron las obras de saneamiento y desescombro de este solar en el que se hallan, además de la denominada torre de Caballeros, los restos de la puerta de Bab Al-Hanax; tengo ganas de que este patio interior se abra pronto al público para poder visitarlo. Por el otro lado de la manzana están las puertas de acceso de un pequeño centro comercial alternativo que se ha montado entre las ruinas, a la altura de la calle Caballeros números 36 y 38, que incluye además un pavimento medieval. Entrando a dar un paseo por las tiendas se pueden contemplar múltiples elementos arquitectónicos antiguos. En la esquina que da a la plaza de Sant Jaume hay incluso un escaparate con bolsos a la venta clavados al lienzo árabe, lo cual está prohibidísimo, por supuesto… Espero que en la próxima inspección les metan un buen paquete.




Bajando a la Galería Municipal del Tossal en la plaza del mismo nombre podemos ver, en un entorno muy bien restaurado y con ilustraciones y textos explicativos, un trozo de lienzo de unos 20 metros de longitud y una torre de planta cuadrada de la etapa almohade construida en tapial de hormigón. Cerca de este punto hubo una puerta en recodo llamada de la Calderería, que probablemente sustituyó a la de la Culebra (o Bab Al-Hanax) en el S.XII, tapiándose esta última; así, la puerta en recodo se convertiría más adelante en el acceso a la Morería. También podemos contemplar en la galería parte del foso exterior de la muralla. En época cristiana este foso se llenó parcialmente con tierra para poder edificar, y la zona central, de unos 4 metros de ancho, se convirtió en acequias; concretamente en esta zona constituye la acequia de Rovella, que inicialmente estaba abierta y más adelante quedó bajo tierra, pasando a formar parte del sistema de alcantarillado… En el Tossal la muralla empezaba a hacer una curva más cerrada hacia la izquierda; bajando a la sala de la Muralla del Colegio Mayor Rector Peset, en la vecina plaza del Horno de San Nicolás, podremos ver otro fragmento bastante amplio de sus cimientos.




Seguimos nuestro recorrido hasta la calle San Fernando y el Centro Cultural Octubre, que ocupa el edificio donde antiguamente estaban los almacenes comerciales El Siglo Valenciano. En la sala de exposiciones que hay en el sótano podremos contemplar bien señalizados bajo un suelo de metacrilato restos de la muralla, la barbacana y el foso cubierto, así como de un aljibe y una alcantarilla… A partir de este punto entramos en la parte del casco antiguo con edificaciones relativamente más recientes, con lo que los hallazgos están más espaciados entre sí y además casi todos a nivel del suelo o en el subsuelo, como en el Octubre… Así, tenemos fragmentos visibles en el restaurante vasco Orio de la calle San Vicente número 23, en la papelería Sena Alós de la calle Tránsits y también en la acera de enfrente, en el Coffee Corner.

Llegando al edificio de La Nau, perteneciente a la Universitat de València, podemos contemplar más restos de la muralla (que aquí era más delgada, de 1,90 metros, como corresponde a la ampliación del S.XII) en el vestíbulo de entrada y en la sala Academia de exposiciones, la más cercana a la calle Universidad. La cubierta de metacrilato del vestíbulo, lamentablemente, está muy deteriorada por el continuo paso de gente y no permite ver bien los hallazgos. En el suelo de la sala Academia se pueden ver perfectamente, además del lienzo, los restos de varias escaleras, estancias y pavimentos cercanos al mismo y posteriores a la época musulmana. Una amiga que trabaja allí y que sabe mucho de estas cosas me explicó que debían ser casas pertenecientes a la Judería que después se reciclaron a dependencias de la Universidad en sus primeros tiempos, antes de las múltiples reformas y la construcción del claustro… Ojalá los trabajadores de otros edificios públicos que contienen hallazgos arqueológicos conocieran tan bien como ella lo que son y a qué época pertenecen.




Para ver el último lienzo visitable de la muralla árabe, junto con los vestigios de una torre cuadrada del S.XII, debemos ir casi hasta el edificio del Temple, en la esquina de las calles Almirante y Maestres. Allí se encuentra el hotel Marqués de Caro, abierto no hace mucho en un antiguo palacete del S.XIX. Durante las obras de restauración del edificio se encontraron multitud de restos de diversas épocas, que se han incorporado de manera muy armoniosa a las habitaciones, al vestíbulo y el bar de la planta baja y al restaurante del subsuelo. Os recomiendo que vayáis un día a echarles un vistazo; si pedís por favor en recepción que os dejen pasar a las zonas comunes no os pondrán ningún problema (ya hemos dicho antes que están obligados por ley, pero además es muy buena publicidad para ellos). Podréis contemplar elementos neoclásicos, góticos, árabes, romanos imperiales (las metas, tres grandes piedras que marcaban el punto de llegada en la pista del circo) y romanos republicanos (con un mosaico que se remonta al S.I a.C., casi a la misma fundación de la ciudad)… una auténtica gozada. Completando nuestro recorrido, comprobamos que entre el Temple y las Torres de Serranos ya no quedan restos visibles, ni de la muralla árabe ni de la cristiana.




¿Y qué hay de las murallas romanas? ¿Queda hoy en día algún fragmento visitable? En el caso de la muralla republicana lamentablemente la respuesta es no, pero sí hay un lugar donde se puede ver el muro oriental del circo de época imperial, que durante varios siglos actuó como barrera defensiva de la ciudad: se trata del restaurante El Soho del Mar, en la calle del Mar número 34, junto a la plaza de Sant Vicent Ferrer. El circo romano, cuya existencia se empezó a barajar como hipótesis en 1987 y quedó confirmada en 1995 gracias a las excavaciones del SIAM, sólo presenta otros dos puntos con restos accesibles, aunque no para el público: bajo el patio norte de San Juan del Hospital hay vestigios del muro de la grada occidental, y en el patio sur de la misma iglesia, bajando unas escaleras de mano desde la cripta de Santa Bárbara, se pueden observar unos cuatro metros de la espina central. En ambos puntos unas finas líneas de bronce añadidas al pavimento indican la posición de los restos, descubiertos en 1997.

Como podéis comprobar, hoy hemos hablado de diversas trazas de las murallas que han quedado visibles (o se han indicado ex profeso) en suelos, paredes, aceras y tejados, pero ¿qué pasa a gran escala? ¿Quedará por ejemplo huella de la Valentia romana de hace dos mil años en el callejero actual de la ciudad? La semana que viene, en la conclusión de esta entrada, lo averiguaremos, y hablaremos también de la Paradoja de Teseo.



lunes, 25 de julio de 2016

Las Capas de la Cebolla (II)


El recinto amurallado medieval (cuando decimos medieval queremos decir medieval cristiano) fue empezado en 1356, durante el reinado de la Corona de Aragón por parte de Pedro IV el Ceremonioso, que dio orden al Consejo General de la Ciudad de construir una nueva muralla con fin de abarcar y proteger los arrabales y barrios formados fuera del antiguo recinto árabe. La urgencia en esta época venía no tanto de la amenaza musulmana desde Granada, ya algo menor, sino de la necesidad de fortificar la ciudad por la conocida como Guerra de los dos Pedros, que tuvo lugar de 1356 a 1366 entre Pedro el Ceremonioso y el rey de Castilla Pedro I el Cruel.




Fue responsable de esta obra una junta municipal que en 1406 se transformó en la Fàbrica de Murs i Valls, organismo que se encargaría de su posterior mantenimiento. La nueva muralla, con barbacana y foso en su parte exterior y con un perímetro de unos 4 kilómetros, triplicó la superficie abarcada, que pasó a ser de 142 hectáreas. El espesor del lienzo rondaba los 2,50 metros y la altura aproximada era de unos 10 metros. Era importante comprobar periódicamente que los fosos, de unos 10 metros de ancho, se mantenían en buen estado y sin escombros, ya que ayudaban a eliminar las aguas residuales y protegían la ciudad frente a posibles riadas, canalizando parte del exceso de agua.

El empuje definitivo al inicio de las obras se dio en 1356, con Guillem Nebot en el cargo de maestro picapedrero, y la fase principal se dio por finalizada en 1370, pero fue tal la precipitación en la construcción que con posterioridad se harían necesarias diversas actuaciones para fortalecer el lienzo. Los puntos más sólidos eran las puertas, donde los muros eran normalmente de bloques de piedra y estaban defendidos por torres. Las murallas hubieron de resistir los ataques de las tropas castellanas en 1363 y en 1364, y los habitantes de Valencia tuvieron en dos ocasiones la oportunidad de demostrar su lealtad a la Corona de Aragón, reconciliándose así con su monarca tras la reciente revuelta de la Unión… pero ésa es otra historia de la que hablaremos otro día.




Debido a las prisas por proteger la ciudad, los muros eran inicialmente de tapial hecho con la tierra extraída del foso que se había excavado, lo que hacía que la estructura fuese poco resistente; de hecho, hay constancia del derrumbe de un sector del muro cercano a la puerta de Quart en noviembre de 1383. En las reformas posteriores la fachada recayente al río se reforzó con bloques de piedra y se empleó una mezcla más resistente, de argamasa armada con un relleno de cantos y guijarros; el trazado en esta zona norte era el de la muralla árabe. En el plano de Tomás Vicente Tosca de 1704 se aprecia que toda la parte que da al río tenía torres semicirculares cada cierto trecho, mientras en el resto los lienzos eran sencillos entre puerta y puerta. Las labores de construcción y mejora de los muros seguramente se alargaron hasta principios del S.XV.

El trazado de la muralla medieval es hoy claramente perceptible en el plano de Valencia: se trata de la ronda interior, formada por las calles Blanquerías, Guillem de Castro, Xàtiva, Colón, El Justicia, Ciudadela, Pintor López y Conde de Trénor. En ella se contaban doce puertas, lista a la que podría añadirse alguna más, ya que dependiendo de las circunstancias y de las épocas se abrieron o tapiaron portillos en la muralla, como el de Blanquerías. Todas las noches una campana de la Catedral sonaba durante media hora antes de la puesta de sol, y las puertas se iban cerrando una a una hasta el amanecer, empezando por las más pequeñas y acabando por las principales, de forma que los viajeros despistados que no entraban a tiempo podían quedarse, como se suele decir, a la Luna de Valencia. Las puertas principales o “portals grans” eran: de Serranos al norte, de Quart al oeste, de San Vicente al sur y del Mar al este. A continuación pasamos a describir cada una de las doce entradas, tal y como aparecen en el plano de la ciudad en sentido antihorario.




Portal de Serrans (puerta de los Serranos): Simultáneamente a la reconstrucción del tramo norte en piedra se levantó también entre 1392 y 1398 la puerta de Serranos donde anteriormente había otra, la de Roteros, un acceso más sencillo y situado unos metros más hacia dentro, en la actual plaza de los Fueros. Este portal de Roteros aprovechaba a su vez la puerta de Al-Qantara de la muralla musulmana. Todavía en pie en el S.XXI, las hoy llamadas Torres de Serranos son una de las mejores muestras de arquitectura gótica civil de la ciudad. No entraremos en detalles acerca de ellas porque seguramente les dedicaremos una entrada entera más adelante.

Portal Nou (puerta Nueva): Fue la última que se abrió en la muralla (de ahí el apelativo de nueva, ya que en su momento lo fue) y a lo largo de su historia recibió otros nombres, como puerta de la Santa Cruz, de Campanar y de San José, por situarse junto a ella desde el S.XVII el convento de San José y Santa Teresa. Se encontraba en el punto donde actualmente se planta la falla de Na Jordana. Data de 1390 y originariamente era una abertura sencilla en el muro, pero en 1419 el rey de Aragón autorizó la construcción de un nuevo portal de mayor tamaño, más acorde al intenso tráfico de personas y carros procedentes de Campanar que así lo requería. Éste estaba flanqueado por dos torres de planta semicircular, con un cierto parecido a las cercanas Torres de Quart pero en miniatura, y no sería acabado hasta 1474. Frente a él se construiría en 1606 el puente en piedra que lleva el nombre de San José. En 1707 el rey Felipe V ordenó clausurar algunas de las puertas de la ciudad, entre ellas ésta, para controlar mejor la entrada y salida de los ciudadanos, pero la necesidad de organizar el intenso flujo de transeúntes obligó a su reapertura en 1780. Existió en ella una inscripción de piedra que decía: “Por este portal entraron las tropas invasoras francesas el día 14 de enero de 1812, capitaneadas por el futuro duque de la Albufera, general Suchet”. Hoy día el portal de San José ya no existe; las torres no eran lo suficientemente grandes como para ser cárcel o polvorín, y por tanto desaparecieron en 1868.




Portal de la Corona (puerta de la Corona) o dels Tints: Recibía el nombre por su cercanía al convento franciscano de la Corona, y el de los Tintes porque en sus proximidades se encontraba también el barrio dedicado a esta actividad. Se trataba de una sencilla puerta abierta en el muro, con un solo arco de ingreso. Situada aproximadamente en el actual punto de entrada al centro cultural de La Beneficencia. Fue abierta en 1356, y en 1646 se cierra para reabrirla nuevamente en 1658, instalándose en la entrada dos barras de hierro con el fin de evitar el acceso de caballerías y carruajes por este punto. Aprovechamos para mencionar aquí una torre de grandes dimensiones que había en la muralla a medio camino entre las puertas de San José y de la Corona: la torre de Santa Caterina (Santa Catalina). Esta torre se encontraba en el actual cruce de las calles Guillem de Castro y Na Jordana, junto a la explanada del IVAM. De planta circular, se construyó en 1390 y se derribó en 1772, levantándose en 1833 una nueva torre que sólo duró hasta 1865.

Portal de Quart (puerta de Cuarte): Las torres tal y como las conocemos hoy se construyeron entre 1441 y 1469 y venían a sustituir a un portillo anterior de 1356, ya que se consideró que éste no era acorde al gran tráfico de personas y carros procedentes del interior de la región que pasaban por este punto. Se trata de la otra puerta que estaba en uso durante el S.XIX y por tanto sobrevive junto con la de Serranos a la demolición del recinto amurallado. Sin duda hablaremos con más detalle de las Torres de Quart en alguna otra entrada, así que no nos extenderemos aquí.




Portal del Coixo (puerta del Cojo): Así conocida por la cojera de uno de sus guardas. También ha sido llamada de Sant Joan (San Juan), de les Setze Claus (Dieciséis Llaves), del Carbón y de la Encarnación (por estar junto al Convento de la Encarnación). Situada en el cruce de la calle Guillem de Castro con la calle Carniceros. Según el plano del Padre Tosca se trataba de una puerta abierta en una torre de la muralla.

Portal de Torrent o dels Innocents (puerta de Torrente o de los Inocentes): Situada aproximadamente en el actual cruce de la calle Guillem de Castro con la calle Hospital, esta entrada estaba muy cercana al Hospital de Inocentes, primer manicomio de Europa, fundado en 1409 por el fraile mercedario Joan Gilabert Jofré, que posteriormente se transformaría en Hospital General y finalmente en la actual Biblioteca. A esta entrada también se la ha conocido como puerta de Santa Lucía por su proximidad a la Ermita del mismo nombre.




Portal de Sant Vicent (puerta de San Vicente): Situada en la actual plaza de San Agustín, se trataba de un torreón con un vano adintelado. En 1830 esta puerta original fue demolida y en su lugar el arquitecto Manuel Fornés y Gurrea construyó otra formada por tres vanos rectangulares. Sobre ésta se alzaban una estatua de San Vicente Ferrer, que por ser patrón del Reino de Valencia miraba hacia el exterior, y otra de San Vicente Mártir, que por ser patrón de la ciudad miraba hacia el interior; ambas esculturas fueron obra de Carlos José Cloostermans, y actualmente están en la Plaza de Tetuán y en la Gran Vía Ramón y Cajal, respectivamente.

Portal de Russafa (puerta de Ruzafa): Situada en el actual cruce de la calle Xàtiva con el paseo de Ruzafa, era la salida natural hacia el arrabal del mismo nombre. Desde 1707 se encontraba clausurada por orden de Felipe V y los vecinos de Russafa habían solicitado en repetidas ocasiones su reapertura. En 1785 se acuerda abrir de nuevo el acceso, construir un puente que salve el foso y colocar una baranda de protección. Al año siguiente se levanta una nueva puerta, más historiada, obra de Felipe Fontana.




Portal dels Jueus (puerta de los Judíos): También se la ha conocido como puerta de Sant Andreu (San Andrés) o de Santa Caterina de Siena (Santa Catalina de Siena). Se la menciona por primera vez en 1391, aunque su construcción es probablemente anterior. Estaba situada en la calle Colón, junto al edificio de El Corte Inglés. Es la única de las puertas de la muralla medieval de la que quedan restos visibles, aparte de las Torres de Serranos y Quart. Recibía su nombre porque junto a ella se encontraba el Fossar dels Jueus o cementerio judío, sobre el cual se construyó el convento de Santa Catalina, edificándose a su vez sobre éste los grandes almacenes… Pero no entremos en detalles, porque esto daría para una entrada aparte. Hacia 1689 la puerta fue tapiada y así permaneció hasta su demolición en 1890. En su lugar se abrió después una amplia plaza que en su día recibió el nombre de plaza del Picadero y actualmente es la plaza de Los Pinazo.

Portal de la Mar (puerta del Mar): Situada al final de la calle Colón, en la plaza de la Puerta del Mar, no muy lejos del convento de Santo Domingo. Esta puerta era la salida natural hacia el mar y en sus inmediaciones se encontraba la torre de l’Esperó (del Espolón), una robusta torre árabe de planta cuadrada que estaba separada del recinto amurallado islámico y que se utilizó después como punto de referencia para el trazado de la muralla cristiana, haciendo esquina en el punto más al este del nuevo recinto. En torno a esta torre se construyó en 1574 la Casa de Armas, que más tarde se convertiría en la Ciudadela, y a lo largo de todos estos cambios el acceso a la ciudad estuvo siempre en la parte sur. En la primera mitad del S.XIX el arquitecto Jorge Gisbert Berenguer levantó una nueva puerta que constaba de dos vanos con arcos de medio punto. Ni esta puerta ni la original tienen nada que ver con la que hay hoy en día en la rotonda, excepto por la situación aproximada.




Portal del Reial (puerta del Real): En la zona frente al actual puente del Real, conducía al desaparecido Palacio del Real situado extramuros. En su origen estaba más cerca del Temple y de la antigua puerta árabe de Ibn-Sajar, que había quedado dentro de la ciudad cristiana. En 1599 es clausurada y trasladada unos metros hacia el este para hacerla coincidir con el puente, con motivo de la celebración de la boda de Felipe III, que tuvo lugar en la Catedral de Valencia. En 1801 esta puerta de diseño sencillo fue sustituida por otra más grande y monumental, construida en piedra caliza por Juan Bautista Lacorte, que fue derribada junto con el resto de la muralla poco después, en 1868…

…Para rizar el rizo, una reconstrucción casi exacta de esta puerta monumental del Real, pero realizada entre 1940 y 1946, es la conocida actualmente como puerta del Mar; está en la rotonda al otro lado de la Glorieta respecto a la situación de la original. Para aclarar conceptos, no se trata de las mismas piedras, sino del mismo diseño de la puerta del Real. Esta réplica es en realidad un monumento dedicado a los caídos del bando nacional en la Guerra Civil, y por eso incorpora en su hueco central una gran cruz que lógicamente no estaba en el modelo original… Aquí podríamos ponernos a hablar de la aplicación de la Ley de Memoria Histórica, pero mejor no meternos en un jardín. Puerta y cruz se desmontaron con cuidado y se volvieron a montar hace unos años con motivo de las obras del metro, así que no veo qué problema habría en volver a retirar sólo la cruz…

Portal de la Trinitat (puerta de la Trinidad): Situada frente al actual puente de la Trinidad, al inicio de la calle Salvador. También se la ha conocido con el nombre de portal dels Catalans, por corresponder al barrio ocupado por los repobladores procedentes de Lérida tras la reconquista. Recordemos que por aquí pasaba originalmente la Vía Heráclea, así que los vecinos y viajeros que atravesaban esta puerta día tras día lo hacían seguramente por el mismo punto que sus conciudadanos de mil quinientos años atrás.




Inicialmente la muralla cristiana medieval abarcaba muchos terrenos sin construir en su interior, incluyendo zonas de huertas. Las antiguas murallas musulmanas no fueron derruidas una vez levantada la cristiana, sino que se convirtieron en un segundo anillo defensivo, y para facilitar la comunicación entre los barrios se abrieron accesos en ellas, como el portal de N’Espluges (o del Trabuquet, en el cruce de las calles Salvà y Universidad), el portal de N’Avinyó (en la calle Aparisi y Guijarro) y el portal de Sant Jordi (o de Na Xamorra, en la calle Portillo de San Jorge). Pero por encima de ellos destaca, porque aún se conserva, el portal de la Valldigna: Es un arco de medio punto de sillería que no tiene puerta, ya que ésta fue retirada en el año 1400, quedando el hueco tal y como puede verse hoy; a partir de entonces fue el punto de acceso a la morería, o al menos uno de ellos. Restaurado en 1965, toma el nombre del monasterio de la Valldigna, cuyo consulado en Valencia, establecido en 1319, se hallaba justo enfrente del portal.




El fin de la muralla medieval fue decretado en 1865 por el gobernador civil interino Cirilo Amorós, a pesar de la oposición del estamento militar que se atribuía su propiedad. Las razones alegadas para hacerlo fueron la necesidad de dar trabajo a los mil quinientos obreros afectados por la crisis de la seda, la urgencia de abrir a un nuevo ensanche un recinto asfixiado y con todo su espacio ya edificado, y la conveniencia de mejorar la salubridad de la ciudad aireando las calles. El primer golpe de piqueta se dio exactamente el 20 de febrero de 1865 a las cuatro y media de la tarde… Durante el S.XIX todas las ciudades europeas que pudieron procedieron al derribo de sus murallas; sólo las que eran demasiado pobres para afrontar la costosa obra de demolición las conservaron, con gran pesar de sus ciudadanos. Si repasamos hoy la lista de capitales de provincia amuralladas (Avila, León, Lugo…) veremos que durante aquella época eran localidades con economías deprimidas y escasa población; solamente con su redescubrimiento por el turismo se revalorizaron estos viejos muros defensivos.

La demolición de la muralla medieval de Valencia, igual que su construcción, fue un proceso en varias fases que se alargó bastante en el Tiempo. Se empezó derribando los muros en 1865 y 1866, empezando por la zona del Temple y bajando por ambos lados hacia la zona de San Vicente, y las puertas se dejaron para el final, ya que la mayoría fueron derruidas en 1868. A partir de 1871 el foso medieval se fue rellenando para edificar encima o hacer calles, dejando parte del hueco bajo tierra con la finalidad de aprovecharlo como colector de aguas. Algunas partes del recinto defensivo tardaron más en caer: el portal dels Jueus, por ejemplo, no se derribó hasta 1890, al realizarse la prolongación de la calle Don Juan de Austria. El imponente torreón interior construido en la Ciudadela en época de Felipe V para apuntar algunos cañones hacia la ciudad y sofocar así posibles revueltas se demolió en 1901, y el resto de este baluarte defensivo permaneció en pie junto al río hasta el año 1956. Hoy en día sólo nos quedan las espléndidas puertas de Serranos y Quart, que tenían utilidad como cárceles a mediados del S.XIX, y unos pocos restos aislados y olvidados de los que hablaremos en la próxima entrega. No será éste el único tema a tratar: si por ahora hemos mencionado tres anillos concéntricos de tamaño creciente en el plano de la ciudad, la semana que viene empezaremos enumerando algunos más, pero en este caso no ya para impedir el avance de los invasores sino para facilitar el avance de los vehículos motorizados… de los coches, vamos.