lunes, 7 de septiembre de 2015

Despertares


Y después de los sueños, hablemos de despertares. Ya sé que la anterior entrada trataba acerca del cerebro, y podría parecer en un principio que ésta también, pero veréis que en realidad trata sobre el Tiempo y sobre la Belleza… Además, es verdad que no suelo escribir entradas relacionadas con noticias de actualidad, pero en este caso la noticia no es más que el nexo que nos lleva a una serie de ideas siempre en plena vigencia, y que sintonizan perfectamente con los objetivos de este blog tal y como yo lo concibo.

Ya alguna vez hemos nombrado al neurólogo Oliver Sacks en el blog, y con toda seguridad le volveremos a nombrar cuando hablemos de la investigación sobre el cerebro de las últimas décadas. Pero sus méritos no se reducen al campo de la investigación, ya que ha escrito multitud de libros de divulgación sobre el tema, como El Hombre que Confundió a su Mujer con un Sombrero (que he leído y que os recomiendo), Veo una Voz, Un Antropólogo en Marte, La Isla de los Ciegos al Color o Musicofilia, obras a las que se puede añadir la primera parte de sus memorias, titulada El Tío Tungsteno. De uno de sus primeros libros, Despertares, acerca de sus estudios sobre el Parkinson a finales de los años sesenta, se hizo en 1990 una adaptación para el cine con Robert de Niro y con Robin Williams interpretando el papel del propio neurólogo.




Sacks falleció el pasado día 30, a los 82 años, a causa de un cáncer de hígado. En febrero publicó en el periódico un artículo titulado De mi propia Vida en el que hacía pública su enfermedad, y desde entonces ha escrito algunos más, en los que hablaba, entre otras muchas cosas interesantes, de su situación. Consiguió algo muy difícil y muy importante: supo aceptar la inminencia de su propia Muerte y vivir sus últimos días en paz consigo mismo y haciendo las cosas que más le gustaban, disfrutando de pequeños placeres como tocar el piano, escribir a los amigos, nadar, comer salmón ahumado y terminar varios artículos que irán apareciendo en prensa poco a poco. La segunda parte de sus memorias, En Movimiento, que ya tenía preparada antes de conocer su enfermedad, llegará a las librerías en castellano en un par de meses.

En uno de sus últimos artículos en vida, Mi Tabla Periódica, publicado a principios de agosto, Sacks decía que una de las cosas que lamentaba era perderse los próximos grandes descubrimientos de la Física, la Biología o la Medicina, entre otras. Ya en una ocasión dijimos en el blog que la clave para una buena Muerte está en seguir aprendiendo y ser coherente con uno mismo hasta el último momento: Oliver Sacks lo ha conseguido.




Con su prosa lúcida, ágil y entretenida Sacks intenta explicar en sus libros la gran complejidad del cerebro y responder a la pregunta de qué nos convierte en humanos. Nos hace caminar con los zapatos de un ciego, un epiléptico, un sordo, un autista, una persona sin visión de los colores… Nos invita a solidarizarnos con ellos y comprender que, a pesar de las diferencias, nos parecemos en muchos aspectos. El relato de cómo algunas de estas personas consiguieron sobreponerse a distintas enfermedades o lesiones neurológicas, y seguir viviendo plenamente a pesar de sus hándicaps, debería servirnos a todos como ejemplo, ya que hemos de ser conscientes de nuestras propias carencias como seres mortales… Debemos aceptar que, sin importar que a día de hoy estemos sanos o enfermos, nuestros días en este Mundo están contados.

Leonard Lowe, el paciente catatónico de la película Despertares, sale de su letargo de años gracias a un tratamiento con L-dopa y tiene una temporada buena en la que puede divertirse, disfrutar y enamorarse; luego sufre una irremediable recaída en la que los problemas motores van aumentando poco a poco; y por último vuelve a sumirse en el profundo sueño en el que estaba desde niño. Entre estos dos momentos, el despertar y el dormir, Leonard se esfuerza por aprovechar hasta el último segundo del regalo que se le ha concedido, por gozar de su libertad al máximo.




¿Qué nos diferencia a todos nosotros de Leonard? No mucho, porque a todos se nos da y se nos quita la Vida: nacemos, envejecemos, enfermamos y morimos. Aun así, hay mucha gente que, pudiendo estar despierta, anda por ahí profundamente dormida; gente que se ha olvidado de vivir, de disfrutar de cosas tan básicas como el trabajo, el ocio, los amigos o la familia. Sacks nos ayudó con sus obras a recordar lo maravillosa que es la Vida y lo mucho que vale la pena vivirla, precisamente porque es un privilegio que no durará para siempre; aunque la duración de nuestro paso por aquí sea insignificante en comparación con la edad del Universo, el mero hecho de que podamos existir durante tan breve lapso de Tiempo ya puede considerarse un auténtico milagro.

Tal vez sea ése el objetivo, la respuesta a todas nuestras dudas: algo tan sencillo y a la vez tan difícil como una Vida bien vivida, productiva y rica en experiencias; una Vida llena de Belleza para vencer al Tiempo, que es de lo que trata precisamente este blog. Oliver Sacks estuvo bien despierto hasta el final, y no se ha ido del todo porque siguen aquí sus libros, que permitirán que también otros puedan despertar al milagro de la Existencia y sentir la misma gratitud que él por haber amado, viajado, leído, pensado y escrito. Sin duda seguiremos hablando de vez en cuando en el blog de esta eterna lucha entre la Belleza y el Tiempo, entre la Vida y la Muerte, entre el despertar y el dormir.



lunes, 31 de agosto de 2015

Sueños en Technicolor (II)


Es curioso: por lo general nunca recuerdas cómo empezó un sueño ni tampoco cómo acaba. Cuando recuerdas el final suele ser porque te has despertado a mitad de fase REM, con lo que no has dejado que el sueño concluya del todo y por tanto ése no es el final propiamente dicho. Y tampoco te acuerdas del comienzo porque tu principal asidero para recordar son las últimas imágenes que han pasado por tu mente, y desde ellas puedes intentar retroceder escena por escena hasta donde tu memoria alcance, pero el hilo de la memoria en los sueños es fino y quebradizo como el hilo de una araña, por lo que acabamos entrando en una zona brumosa y no sabemos seguir hacia atrás.

Lo mejor es despertarse sin recordar tus sueños en absoluto, porque significa que has completado el ciclo y por tanto has descansado bien, pero de todos modos es interesante asomarse a este mundo aunque sea sólo de cuando en cuando… Algunas veces a lo largo de mi vida, por mera curiosidad, me he dedicado a apuntar lo que recordaba de lo soñado durante varios días seguidos. Dicen que es bueno beber mucha agua antes de acostarse para que te entren ganas de ir al lavabo y así te despiertes más fácilmente, pero yo no lo he puesto en práctica; suele ser más bien algún ruido de la calle, a primera hora de la mañana, el que me hace despertar a mitad de la ensoñación. Conviene tener papel y boli en la mesita de noche para que no te distraiga ningún estímulo externo entre el momento de incorporarte y el de tomar notas; los sueños son escurridizos como un gorrión, y si no lo escribes todo en cuanto te despiertes, su frágil recuerdo se hundirá de nuevo en la oscuridad a la que pertenece.




Hace un mes volví a tomar de vez en cuando algunas notas telegráficas nada más despertarme, para tener material con el que poder escribir esta entrada. Os resumo a continuación algunos fragmentos seleccionados, empezando por los sueños más recientes, los de esta última semana. En uno de ellos un boston terrier pequeño y de pelo negro, y con muy mala leche, había mordido mi mano de forma que todos los dedos menos el gordo se habían quedado dentro de su boca, y a pesar de que lo sacudía a un lado y al otro se negaba a abrir las mandíbulas y soltar su presa… El caso es que no me dolía, pero yo estaba preocupado por la posibilidad de perder alguna falange si no hacía algo rápidamente. Y lo más gracioso del asunto es que el dueño del perro estaba junto a mí y no parecía estar preocupado en absoluto, repitiéndome una y otra vez: “Tranquilo, que no hace nada…” También recientemente recuerdo haber soñado que estaba en mi antiguo colegio. Es de noche, las luces están apagadas y yo espero en la oscuridad, muy callado y atento, a que llegue el ascensor para subir a robar algo (no me acuerdo de qué), cuando de pronto me encuentro bajando por la escalera a mi profesor de lengua, que (para mi sorpresa) me dice que puedo hacer lo que quiera por arriba, pero que por favor no le borre la pizarra.

En otro sueño recuerdo ir vagando por la calle, también de noche, con una almohada cervical en una mano y arrastrando con la otra un carrito de la compra, de los de bolsa cuadrada de tela y dos ruedecitas. Había mucha actividad y ocurrían bastantes cosas a mi alrededor, y en medio del caos una señora mayor se llevaba por error el carrito porque lo había confundido con el suyo. Más adelante en el mismo sueño, si no me equivoco, me encontraba en un pabellón cubierto de un polideportivo, con mucha más gente, tumbados todos en el suelo intentando dormir; pero mirando hacia arriba veíamos que el techo estaba plagado de peces viscosos y de aspecto muy desagradable, similar al de una anguila, que se arrastraban boca abajo usando sus aletas como si fueran patas, sin que la fuerza de gravedad pareciera afectarles. Lo peor de todo fue cuando uno de ellos se percató de nuestra presencia y se dejó caer justo a mi lado… No recuerdo lo que pasó después, o si los bichos atacaban o mordían, pero la explicación para esta escena podría tener que ver con las picaduras de mosquito que me he detectado últimamente en tobillos y pantorrillas.




Remontémonos un poco más hacia el pasado, hace dos semanas. Durante mi viaje más reciente, durmiendo una noche en mi habitación del hotel, estalló una tormenta de verano sobre la ciudad y me despertaron a mitad de sueño varios truenos bastante fuertes, de manera que aproveché para tomar algunas notas rápidas de lo soñado en el bloc que te dejan normalmente sobre la mesa… Tiene gracia que dos de los fragmentos recordados transcurriesen precisamente dentro de un hotel. En uno de ellos el dueño, que además era mago y hacía algún truco de prestidigitación de vez en cuando, entraba en mi habitación y me decía que corría peligro y que tenía que irme de allí cuanto antes, conduciéndome hacia fuera a través de estancias de aspecto algo tétrico, más parecidas a las salas de un extraño y viejo museo que a los pasillos y vestíbulos de un hotel. Salíamos a la calle y seguíamos huyendo por entre callejones y pasajes subterráneos, junto con un ruso corpulento y malcarado y una rusa bastante guapa y medio borracha que hablaba continuamente de su hijo pequeño, ausente en ese momento por razones que ignoro…

En otro de los fragmentos que recuerdo tengo reservadas dos habitaciones para mí solo en un hotel distinto, mucho más lujoso; es la hora del desayuno y brilla el sol. Salgo de una habitación y me dirijo hacia la otra, con la mala suerte de que se me cierra la puerta de la primera y me doy cuenta de que no he cogido las llaves… Sin embargo, vuelvo sobre mis pasos y la abro de nuevo sin dificultad (y en el sueño no me planteo que sea nada extraño, lo veo como algo normal). En el último fragmento seleccionado de aquella noche estoy desnudo en la calle en pleno día y tengo que trepar dos o tres pisos por la fachada de un edificio para hacer algo (ya no recuerdo qué era, o si lo conseguí). Después bajo por una farola y a mitad de camino ésta empieza a doblarse como si fuera de goma, con lo que caigo hacia el asfalto; pero lo hago como a cámara lenta y aterrizo sin hacerme daño (aunque no de manera muy elegante, todo hay que decirlo).




También tengo notas de hace un mes, cuando empecé a tomarlas, pero ocurre algo muy interesante… Los apuntes recientes me ha sido fácil traducirlos en párrafos mínimamente coherentes que podáis entender, porque los sueños aún están relativamente frescos en mi memoria; pero si dejas pasar tres o cuatro semanas las notas que habías tomado de forma muy esquemática, y que en su momento parecían un buen resumen de lo ocurrido, ya no tienen ningún sentido, porque al tratarse de situaciones absurdas es francamente complicado describir telegráficamente lo que va pasando en un sueño… Leo las palabras que yo mismo escogí para poder acordarme y es como si las hubiera escrito otra persona, no me viene ninguna imagen a la cabeza.

Sólo uno de los sueños menos recientes se me ha quedado grabado a fuego hasta el punto de poder describirlo un mes después. Más que un sueño se trata de una sola escena, visualmente muy elaborada. Se corresponde con el plano final de una historia en clave de thriller, y en él se muestran simultáneamente dos realidades alternativas en el día en que se frustró un ataque terrorista en unas oficinas. Consiste en un plano-secuencia con un elegante travelling a cámara lenta, estéticamente muy trabajado. En blanco y negro (o con el color muy desaturado) vemos a los trabajadores de las oficinas yendo tranquilamente de aquí para allá en sus quehaceres diarios; pero superpuestos, visibles sólo a ojos del espectador (es decir, los míos) y en colores muy saturados, vemos el rojo de los salpicones de sangre en brazos y piernas y el azul de los agujeros de bala en los cristales que separan los cubículos de los oficinistas: tan sólo un mero eco residual de las personas heridas y los cristales rotos por unas balas que no producen ningún sonido, las balas que habrían volado si no se hubiera evitado la masacre… ¡Peliculero total! Y además, cosa rara, con un toquecito de color.



martes, 25 de agosto de 2015

Sueños en Technicolor (I)


Para la entrada de hoy he pensado que puede resultar interesante compartir con vosotros detalles acerca de mis sueños y mi forma de experimentarlos, pero antes que nada expliquemos algunas generalidades al respecto. Aunque todavía desconocemos muchas cosas acerca del tema, sí sabemos que los sueños consisten en una reelaboración de experiencias e informaciones almacenadas en la memoria, algunas veces con más sentido y otras de manera totalmente surrealista. Soñar ayuda a poner las ideas en orden, como la defragmentación del disco de un ordenador; forma parte de las tareas de mantenimiento del cerebro durante la noche.

Los sueños son más elaborados y más fáciles de recordar cuando se dan en la fase cinco de cada ciclo de descanso, la llamada fase REM, en la que (además de otros signos tal vez no tan conocidos entre el público femenino) los ojos bailan rápidamente bajo los párpados (de ahí el nombre de esta fase: Rapid Eye Movement) y la actividad cerebral es bastante alta, similar a cuando estamos despiertos. Aunque la cosa varía con la edad, en promedio la fase REM dura unos veinte minutos y se repite en intervalos de hora y media, con lo que cada noche tenemos cuatro o cinco de estos ciclos, siendo mayor la duración de los sueños a medida que avanzan las horas.




Pasemos a hablar de cómo recuerdo yo mis propios sueños. Una de las cosas que más me llama la atención es que, en la mayoría de casos, no sabría decir si sueño en blanco y negro o en color, porque de lo que me acuerdo más intensamente es de las imágenes y del movimiento, pero no de la parte cromática del asunto. Por otro lado, el recuerdo de las palabras del sueño es también bastante vago; me queda claro lo que ha ocurrido, pero no sabría decir si he oído en mi mente el diálogo tal cual o la voz de un narrador que va contando lo que pasa. Curiosamente, sí me consta haber escuchado en sueños, en ocasiones, algunas de mis canciones favoritas, y además recuerdo que suelen ir asociadas a momentos particularmente emotivos del relato imaginado.

En cuanto a los escenarios, son muy variados, y las historias pueden transcurrir tanto de día como de noche, y tanto en exteriores como en interiores: las calles de la ciudad, un apartamento, el campo, una mansión, unos túneles subterráneos, un edificio público… Muchas veces son lugares conocidos como mi piso, el de mis padres, mi trabajo, el campus universitario o incluso las aulas de mi antiguo colegio, que no he pisado en el mundo real desde hace muchos, muchos años. En otras ocasiones me invento un lugar completamente nuevo tomando piezas de aquí y de allá… Esto no tiene nada de raro, pero sí es más sorprendente que vuelva a visitar, otro día y en otro sueño distinto, uno de estos lugares creados por mi imaginación: hace poco me sorprendí al recordar que el centro comercial inexistente en el que acababa de correr aventuras ya había sido escenario de otro de mis sueños, hacía varias semanas.

A veces se produce una mezcla curiosa entre los elementos reales y los imaginarios, y puede pasar que mi piso tenga el mobiliario distribuido de otra forma, o incluso habitaciones nuevas que el piso real no tiene. Otras veces (y esto sí que es verdaderamente extraño) tengo la impresión, o más bien la certeza, de que estoy en un lugar real conocido, a pesar de que lo que veo a mi alrededor no se parece en nada a ese lugar; es como si el aspecto físico de lo que me rodea fuese irrelevante y lo que importase fuera un letrero pintado en el suelo con el nombre del sitio que sólo yo puedo ver… Y lo mismo me pasa en ocasiones con la gente: aparecen en el sueño personas cuya cara no se corresponde con su identidad, y puede ocurrir que a alguien con los rasgos de un desconocido yo le hable en todo momento como si fuera mi primo, porque de alguna forma sé que es mi primo, cual si llevara en la solapa una tarjeta con su nombre escrito. Igual que ocurría con los decorados, los actores y actrices de mis sueños pueden ser familiares, amigos, compañeros del trabajo, universidad o colegio, o perfectos desconocidos, interpretando unas veces sus propios roles y otras papeles que no les corresponden en la vida real.




He intentado hacer memoria de los sueños que he tenido de manera recurrente a lo largo de mi vida, y los hay tanto desagradables como gratificantes. En mi juventud soñaba a menudo que tenía que llegar a algún sitio lo más rápido posible, o que trataba de huir de alguien o algo que me perseguía, pero me pesaban mucho las piernas, como si las tuviera metidas en agua o barro hasta las rodillas, y avanzaba muy despacio. La sensación de impotencia era terrible… Afortunadamente hoy en día me pasa mucho menos, aunque sigue habiendo algún día suelto, muy de vez en cuando, que vuelvo a soñar con ello. En el extremo opuesto, aunque casi nunca sueño que vuelo, sí puedo correr a menudo a toda velocidad, tanto que el impulso me permite saltar muy alto y muy lejos, como el increíble Hulk. En uno de los sueños que se me han quedado grabados de mi adolescencia me ponía a correr en el patio de mi colegio y lo hacía tan rápido que tenía que inclinarme en las curvas como si fuera una moto de carreras, con uno de mis codos rozando el suelo… Esta sensación de velocidad (que dentro del sueño parece completamente real) es muy emocionante, de las más agradables que recuerdo en los últimos años.

Y hablando de cosas agradables… Las mujeres que me gustan también aparecen en mis sueños, pero (al menos que yo recuerde) no lo hacen en tórridas escenas de sexo. Las muestras de afecto que me dan (cuando me las dan, que no siempre) suelen ser bastante inocentes, como por ejemplo un fuerte abrazo o un recatado beso en los labios… No sé por qué ocurrirá esto; tal vez porque las respeto demasiado en la vida real como para obligarlas a hacer algo más fuerte que eso, ni aunque sea en mi subconsciente. A pesar de su carácter ingenuo y pudoroso, me gustan mucho estos detallitos románticos de mis sueños, y suelen estar entre los fragmentos que recuerdo con más fuerza al despertarme por la mañana.




A veces se supone que en el sueño tengo que desempeñar un cometido para el que no estoy preparado, como despachar un tipo de comercio del que no tengo ni idea, y lo paso bastante mal. Otras veces conduzco un coche; en la vida real no tengo ni carnet, y en el sueño eso se nota, porque voy chocando constantemente con los semáforos y con otros coches… Tampoco es una experiencia muy agradable. Esto me lleva a los trenes, autobuses y tranvías que aparecen muy a menudo en mis ensoñaciones nocturnas. Normalmente estoy en una estación o en una parada y tengo que localizar mi número, llegar a mi andén o hacer un transbordo, con lo que me pego bastantes carreras, y dependiendo del día consigo hacerlo a tiempo o no. No sé si tengo estos sueños porque uso el transporte público en la vida real o porque representan simbólicamente ciertas metas que quiero alcanzar… Tal vez se trate de las dos cosas.

Los anteriores son ejemplos de malos sueños, pero yo no llegaría a llamarlos pesadillas; hace muchísimos años que no me despierto gritando en mitad de la noche con la frente perlada de sudor, tantos que ni siquiera me acuerdo de si me ha pasado alguna vez… Sí tuve, cuando era muy pequeñito, algunos episodios de terrores nocturnos, pero se trata de una alteración del sueño totalmente distinta: las pesadillas se producen en la fase REM y sobre todo en las últimas horas de descanso, casi por la mañana, mientras que los terrores nocturnos se dan al principio de la noche y fuera de la fase REM, no llevan asociada ninguna imagen mental y consisten en intervalos de unos diez minutos en los que se experimenta un miedo irracional e incontrolable que poco a poco se te va pasando. A pesar de que tenía muy pocos años, todavía recuerdo vívidamente la angustiosa experiencia de gemir y temblar sin saber por qué, mientras mi madre intentaba consolarme y averiguar qué me pasaba… Pero no nos vayamos del tema que nos ocupa, que son los sueños.




No hay mal que por bien no venga, y un mal sueño siempre tiene una parte positiva: que cuando te despiertas eres consciente de que sólo era un sueño. Recuerdo que de joven soñaba a veces que tenía que hacer un examen y no había estudiado, y es estupendo ese momento en el que te despiertas y te das cuenta de que en realidad todavía quedan tres o cuatro días para el examen de verdad. En otros casos no esperas a que el mal sueño acabe por sí solo sino que, al tomar consciencia de que estás durmiendo, eres capaz de detenerlo despertándote de forma voluntaria, lo cual tampoco está mal… Y aunque me gusta cómo está quedando esta entrega y seguiría con ella un buen rato más, voy a detenerme aquí por ahora y continuaré la próxima semana. En la segunda parte de esta entrada doble os resumiré algunos fragmentos concretos de sueños que he tenido últimamente, para que veáis lo relocos que pueden llegar a ser, y os describiré de forma más detallada uno en particular en el que recuerdo inequívocamente haber soñado en color.