lunes, 3 de agosto de 2015

La Evasión del Prisionero (I)


Hace unos meses, en una entrada acerca del concepto de Verdad, comentamos algunas diferencias entre la poesía y la mentira, y vimos que la primera recurre al uso de metáforas puras para resaltar la Belleza del Mundo; el poeta vive tan intensamente esta Belleza que acaba convirtiendo las comparaciones de los elementos real e imaginario en sustituciones de uno por el otro, aunque, como ya vimos, a veces conviene no olvidar el elemento real de la comparación. También comentamos que quizás los creadores de las distintas lenguas en la Prehistoria fueron poetas, y que muchas palabras se crearon por combinaciones de palabras anteriores, a partir de metáforas que dejaban de serlo pasando a describir el objeto de forma literal. Hoy continuaremos hablando de la Verdad y abordaremos un tema que he mencionado muchas veces en el blog y que siempre he dejado pendiente: veremos cuál es la diferencia entre Verdad y realidad, explicaremos cómo la literatura y el cine de fantasía transforman lo metafórico en literal y pondremos de manifiesto la capacidad que tienen las buenas historias de transmitirnos Conocimiento útil sobre nuestro Mundo aunque la acción no transcurra en él.




En una ocasión os mencioné que hace unos años pertenecí a la Sociedad Tolkien Española. Entre la gente a la que conocí en aquel entorno está Eduardo Segura, tal vez el estudioso de Tolkien más importante de España y traductor a nuestro idioma de muchos libros de Ediciones Minotauro de y sobre el Profesor de Oxford, pero ante todo una bellísima persona con la cabeza muy bien amueblada. Eduardo era (y sigue siendo) un excelente orador, y recuerdo que cuando asistía a una de sus conferencias el tiempo se me pasaba volando. Si leéis alguno de sus artículos encontraréis entre su vocabulario más frecuente varias de las etiquetas de La Belleza y el Tiempo, y de hecho releyendo estos días un par de ellos me he dado cuenta de que seguramente le debo a Eduardo algunas partes de mi mapa mental, el que tenéis en la columna de la derecha. El armazón de esta entrada, que en principio pretende ser doble, consistirá en un resumen de los conceptos básicos que utiliza en sus charlas y ensayos, junto con algunas conclusiones de conversaciones más en petit comité que tuve con él y con otros amigos de la STE a lo largo de los años.

La mayoría de estos conceptos que voy a explicar se refieren a las novelas de fantasía, pero se pueden aplicar también a las películas del mismo género, así que hablaré de historias o relatos, en general (Podría utilizar también la palabra cuento como sinónimo, ya que, como iremos viendo, ésta no tenía para John Ronald Tolkien ninguna connotación peyorativa). El autor del relato podría ser el escritor, en el caso de un libro, o el guionista, si hablamos de una película, aunque en este segundo caso la autoría está un poco más compartida… Y por último el receptor del relato puede ser lector o espectador, según el caso. El referente principal que tengo en mente al escribir este texto es, por supuesto, El Señor de los Anillos, o su correspondiente adaptación en forma de trilogía cinematográfica, que también me parece estupenda; pero podríamos aplicar las mismas ideas a cualquier otra obra maestra del género fantástico.




Es un hecho contrastado que a la literatura fantástica se le colgó en muchos ámbitos, sobre todo a partir del S.XX, el sambenito de “infantil”; como decía Clive Staples Lewis en su reseña de La Comunidad del Anillo, con la Primera Guerra Mundial empezó una época casi patológica en su antirromanticismo y su obsesión por el realismo. Para la crítica profesional los relatos de fantasía podían ser entretenidos si estaban bien contados, pero al basarse (según ellos) en mentiras carecían por completo de utilidad… Vamos a intentar razonar por qué esta concepción de los críticos era totalmente errónea.

Veamos cuál es el proceso por el cual se crea una buena obra de fantasía. El autor debe usar su imaginación para elaborar una historia ficticia cuya apariencia de realidad, o verosimilitud, la hace creíble. Un relato está bien construido cuando el escritor plantea las reglas de funcionamiento básicas del universo de ficción (también llamado mundo secundario) y todo lo que acontece en la narración es coherente de acuerdo con esas reglas internas, aunque no sea posible en el Mundo real (o Mundo primario); esto es lo que se conoce como coherencia interna. Lograr esta sensación de autenticidad requiere, además de imaginación, bastante trabajo de preparación previo a la redacción de la obra. El autor parte por tanto de la realidad para inventar mundos que sean no sólo viables y verosímiles, sino además deseables. Si esto se ha hecho bien, una vez concluida la obra se establecerá entre escritor y lector (o entre guionista y espectador) un pacto al que Samuel Taylor Coleridge llamaba la voluntaria suspensión de la incredulidad, y nos parecerá que estamos “dentro” del libro o de la película; la historia ha conseguido atraparnos. El Mundo primario resultará fácilmente reconocible en un mundo secundario coherente y bien construido, permitiendo así la aplicabilidad por parte del receptor, de la que hablaremos en la próxima entrega.




En su día escribí acerca de Memento y de Leonard Shelby, el hombre con quince minutos de memoria, y os comenté que algunos detalles de la peli me recordaban a mi propia experiencia… Dejad que cite mis propias palabras: “Es lo que tienen el buen cine o la buena literatura: no importa lo raro que sea a primera vista el protagonista, o lo lejano o imaginario que sea el lugar o el tiempo en que transcurren, sabemos reconocer las buenas historias porque en el fondo nos permiten vernos reflejados en ellas y aprender algo sobre nosotros mismos.” El sentido, el significado de la obra, es lo que importa, independientemente de si su argumento es realista o fantástico. Ya lo destacó Peter Jackson al principio de su discurso de aceptación la noche que El Retorno del Rey ganó once Oscars (por entonces yo estaba en la STE, y os aseguro que aquel día valió la pena trasnochar): dio las gracias a los miembros de la Academia por haber sabido ver más allá de los trolls, magos y hobbits, y fijarse en lo verdaderamente relevante de la película, que son los temas que trata.

Hay un film de Tim Burton, Big Fish, que en cierta forma habla de todo esto… En la vida de Ed, el protagonista, se mezclan continuamente ficción y realidad, y está siempre exagerando sobre las anécdotas de su pasado, lo que molesta bastante a su hijo Will. Al final Will comprende que lo que permanece de nosotros cuando nos vamos son nuestras historias, y que aunque éstas no se ajusten del todo a lo que realmente ocurrió, pueden aportar sustancia y sentido a nuestras vidas y llegar a ser tanto o más genuinas que los hechos cotidianos del día a día… Se puede apreciar claramente que Burton utiliza esta película para reflexionar acerca de su propia trayectoria como director de filmes de temática fantástica: el hecho de que tus relatos hablen de un chico con tijeras en las manos, o de los habitantes de la ciudad de Halloween, o del peor director de la Historia (ésta no es de fantasía, pero en ella la realidad supera a la ficción), no los hace menos interesantes o menos útiles a la hora de extraer un mensaje que pueda hacer la Vida de los espectadores un poquito mejor.




Distintos tipos de obras literarias o cinematográficas nos proporcionarán distintos tipos de Conocimiento: si queremos aprender datos objetivos acerca de la Gran Guerra de hace un siglo y de cómo y dónde se fueron sucediendo las batallas, es mejor leer un libro de no-ficción sobre el conflicto; pero si nos interesa más saber cómo se sentían por dentro los soldados inmersos en aquel horror, un vistazo a los capítulos en los que Frodo y Sam avanzan por Mordor podría servir también, ya que Tolkien estuvo en las trincheras, y tenía en mente su propia experiencia cuando escribió estos pasajes de la novela.

Cuando la búsqueda de Conocimiento va dirigida hacia nuestro interior y requiere producir una catarsis que nos ayude a recuperar sentimientos ya olvidados y reprimidos por la rutina diaria, lo único que necesitamos es una buena historia que toque los temas adecuados de la manera apropiada, sin importar que sea realista o fantástica. Y aún diría más: el alejamiento de la realidad cotidiana que supone el uso de la fantasía favorece el desbloqueo de ciertos condicionamientos sociales instaurados en nuestra psique y por tanto facilita este viaje de Conocimiento interior, este redescubrimiento de nuestros anhelos más íntimos… Por tanto, desde un punto de vista epistemológico las obras maestras de la fantasía no sólo son verosímiles: son verdaderas, aunque no estén basadas en algo real… Volveremos a esto con detalle más adelante.

Un gran artista es por consiguiente una persona con talento para plasmar la Belleza a la que él mismo aspira, para representar materialmente mediante palabras o imágenes (o cuadros, o esculturas, o música) las realidades inmateriales de su interior, permitiendo así que otras personas, los receptores de su obra, comprendan mejor también su propia realidad interna… Por supuesto, para que una novela o una película puedan ser consideradas obras maestras no basta con que su contenido valga la pena, el continente debe estar a la altura: la novela debe estar bien escrita y la película bien rodada (en este caso entran en juego no sólo el guionista y el director, sino también el reparto y el resto del equipo). En resumen, fondo y forma deben casar a la perfección. No toda obra de fantasía, por tanto, es digna de elogio: las hay que fallan en el fondo, las hay que fallan en la forma y las hay que son un completo desastre las mires por donde las mires… pero éstas no son objeto de la presente entrada.




Para ir terminando, tratemos de hacer un paralelismo entre fantasía y poesía: como decíamos al principio, el poeta considera que la Belleza que le rodea (a veces evidente para todos, a veces desapercibida para los demás y visible sólo para él mismo) es tan compleja y sobrecogedora que no puede describirla con palabras siguiendo las reglas convencionales del lenguaje, y por eso recurre a convertir la comparación en identificación, mediante el uso de metáforas. La Belleza del Mundo desafía toda lógica y la manera de contarla debe desafiar la lógica también; al poeta no le basta con la prosa para describir esta Belleza, y no se limita a contarla, sino que quiere cantarla, declamarla. Eso es precisamente lo que hacen las buenas obras de fantasía, sólo que a mayor escala que los buenos poemas… Yo creo que por hoy ya es suficiente. En esta primera parte nos hemos centrado sobre todo en el autor del relato, y aún nos falta hablar largo y tendido del lector o espectador, al otro extremo del proceso creativo; pero ésa es otra historia y debe ser contada en otra ocasión… más concretamente en la segunda entrega, dentro de una semana.

lunes, 27 de julio de 2015

Sin Comentarios


No es la primera vez que dedico estas líneas a hablar del blog y de cómo lo llevo al día: en su momento os conté cómo la extensión de las entradas semanales, de menos de 500 palabras inicialmente, fue aumentando hasta el promedio actual de 1500 palabras, habiéndose alcanzado picos de hasta 2750. Ya en la entrada número cien os comenté que redactar los contenidos para el blog me roba mucho tiempo, y que a veces me siento tentado de echar un poco el freno, pero después de casi tres años y habiendo sobrepasado las ciento cincuenta entradas he conseguido mantenerme fiel al compromiso no escrito con mis lectores de actualizar una vez por semana.




Los que me seguís habitualmente sabéis que uno de mis objetivos con La Belleza y el Tiempo es el de encontrar personas afines a mi forma de pensar para después seguir debatiendo los temas con ellas en persona, lo cual es siempre más agradable; aquí incluyo no sólo a mujeres (la búsqueda de afecto es uno de los hilos narrativos de mi Vida, y por tanto del blog) sino también a hombres (a un nivel estrictamente intelectual). El querer contactar con gente geográficamente cercana a mí (dejando claro que me parece estupendo que me lean también desde otros sitios, por supuesto) me ha llevado a renunciar a algunos medios disponibles para publicitar La Belleza y el Tiempo a los cuatro vientos a través de Internet. Mi técnica es mucho más artesanal, refinada y selectiva, haciendo publicidad casi persona por persona, mediante unas tarjetas de visita con la dirección del blog que confecciono yo mismo… Cuando me reencuentro con alguno de mis antiguos conocidos, o cuando ya he roto el hielo con alguna de mis nuevas amistades que me parece interesante, les doy una tarjetita para que le echen un vistazo al blog y me digan qué les parece.

Bastantes de mis amigos y unas pocas personas más que no conozco se han suscrito al blog (véase la columna de la derecha), de manera que reciben las entradas automáticamente cada semana, mediante correo electrónico o por otros medios cuyos detalles ahora mismo desconozco; tengo que ponerme al día y enterarme de cómo se utiliza exactamente el feed del blog… Aparte de esto, yo mismo he confeccionado por mi cuenta varias listas de direcciones de e-mail de amigos que no están suscritos, con distintos perfiles (Cine, Música, 15M, Ciencia…), y cuando pienso que me ha salido una entrada con un perfil claramente marcado mando un breve mensaje al grupo correspondiente, por si les interesa leerla.




¿Qué tal funcionan estos métodos publicitarios? En cuanto a las visitas, no recibo muchas en comparación con otros blogs, pero supongo que las que recibo son de calidad… Estoy contento porque el número ha ido subiendo poco a poco con el tiempo. Al principio, hace tres años, el día que tenía una o dos ya era una auténtica fiesta. Después, más y más gente ha ido descubriendo el blog y las visitas han ido aumentando. Hablo de memoria, pero yo diría que al cabo de un año tenía diez visitas diarias, a los dos años eran quince y ahora recibo unas veinte al día, aunque en los meses de verano bajan un poco, otra vez a quince. Parece que la publicidad mediante entrega de tarjetas en mano funciona, porque las estadísticas indican que más del 60% de las visitas son desde España, con un 10% de USA, un 5% de Argentina, un 5% de México y un 20% de otros países, según datos del último mes.

No me importa que no haya más visitas siempre y cuando los que entren al blog se lean realmente las entradas y éstas les resulten útiles e interesantes, pero ¿cómo saberlo a ciencia cierta si casi nadie deja nunca un comentario? Con este tema sí que tengo una espinita clavada… Hay semanas que me lo curro un montón y me queda una entrada que a mis ojos ha salido redonda, y aunque la gente va entrando es duro ver cómo van pasando los días y no comenta nadie, ni siquiera para decir en tres palabras que le ha gustado… El contador de visitas no te dice si éstas han durado diez minutos o dos segundos, y la falta de información al respecto hace que acabes pensando que tal vez nadie ha leído hasta el final, que lo que escribes no le interesa a nadie aparte de a ti mismo… Ha llegado a haber lapsos de mes y medio sin un solo comentario, y os aseguro que es una sensación horrible, muy desalentadora.




Este tipo de pensamientos tóxicos suelen ser infundados, porque a veces hablo del blog en persona con amigos y amigas y me dicen que les gustó tal o cual entrega… Hay quien me dice que la gente no se atreve a comentar porque les echa para atrás el nivel de las entradas, e incluso de los comentarios que algunos amigos hacen de vez en cuando (¿Dónde te metes últimamente, Cancro? ¡Te echo de menos, compañero!), pero no creo que eso sea razón suficiente para no participar… En primer lugar, hay muchos temas que toco en el blog de los que no controlo ni la mitad que algunos de los que me leen; y en segundo lugar, aunque supiera más que vosotros en algún caso concreto no os lo echaría en cara, sino más bien al contrario, trataría humildemente de resolveros vuestras dudas lo mejor que supiera, que para eso estamos, y yo no me como a nadie… Otra razón para la falta de comentarios según mis conocidos es que algunas entradas son tan completas y exhaustivas que no hace falta añadir nada más: dejadme dudarlo seriamente, pero aunque así fuera (que no lo es) siempre se agradecen un par de líneas diciendo que te ha parecido interesante.




No tiene sentido negar una de las razones principales para la falta de feedback: los blogs están de capa caída y la inmensa mayoría de la gente ha migrado hacia las nuevas redes sociales. La creciente facilidad que nos ofrece la tecnología moderna para conectar rápidamente con cualquiera, en cualquier sitio y a cualquier hora, ha hecho que se tienda a acumular el mayor número posible de “followers” o “amigos” virtuales a costa de sacrificar la profundidad de esas relaciones… La verdadera comunicación entre personas ha sido sustituida en muchos casos por un fugaz e impersonal “Me gusta”, porque todo el mundo va siempre liado con mil cosas y sin tiempo para nada; vivimos en la era de la modernidad líquida y del zapping constante, en la que todo se difumina y nada permanece…

Y lo que más rabia me da no es que la gente se disperse tratando mil temas distintos con muy escasa profundidad; lo peor es que muchos de esos temas no tienen el más mínimo interés desde un punto de vista objetivo. Me repatea ver cómo algunos pierden el tiempo mandando juegos estúpidos, chistes ofensivos o fotos de gatitos por el Whatsapp o el Twitter; y ya os podéis imaginar cuál es mi reacción cuando veo que hay grupos de Facebook inspirados en auténticas gilipolleces que reciben decenas de respuestas cada día, mientras La Belleza y el Tiempo permanece sumida en el más absoluto silencio… Sin comentarios.




Pero las cosas hay que intentar tomárselas con buen humor: recordaréis que en alguna ocasión me he comparado a mí mismo en el blog con un náufrago en una isla desierta, una especie de Robinson Crusoe a la espera de un barco que pase a rescatarme; de modo que ante la falta de respuestas se me llegó a pasar por la cabeza el crear un usuario ficticio de Gmail con la foto y el nombre de Wilson, la pelota de voleibol que Tom Hanks transforma en un improvisado compañero de cautiverio en la película Náufrago, para poder dialogar con él en la sección de comentarios como si fuera otra persona… Fuera de bromas, a veces me da la impresión de que la sopa de trozos de plástico que se acumula en el centro del océano es más espesa de lo que yo creía, y que las botellas que lanzo al Mar se quedan atascadas en ella antes de que nadie en una costa remota pueda leer los mensajes que hay dentro. En este sentido, he de reconocer que a veces (sólo a veces) me encuentro a mí mismo escribiendo las entradas y pensando que me apetecería más apartar la vista de la pantalla e irme a hacer otra cosa… Necesito saber que esto es algo más que una serie de pajas mentales que no van a ninguna parte; sólo hay algo peor que vivir para escribir, y es vivir para escribir palabras que no va a leer nadie.




Dada la actual situación, últimamente me he preguntado alguna vez qué es lo que haría si en el futuro inmediato me viese más liado de faena en el trabajo (es bastante probable que esto ocurra pronto). ¿Clausuraría por completo La Belleza y el Tiempo? La respuesta es no: escribo sobre temas que me apasionan, así que lo hago para los demás pero también para mí, y la verdad es que esta función terapéutica del blog me resulta muy útil… Creo que en mi caso reducir la longitud de las entregas tampoco sería una opción, porque no me salen más cortas; y partirlas arbitrariamente por la mitad haría que perdieran parte de su efecto dramático… Así que, de ser necesario, me plantearía la única opción que me queda: reducir la periodicidad a una entrada cada dos semanas.

Si el número de comentarios continúa estancado el próximo par de meses, entonces tal vez debería deducir que el blog lo escribo sobre todo para mí, y por tanto sólo debo responder ante mí mismo si alguna semana no me da tiempo a tener lista una entrada, con lo que no vería ningún problema en publicar al ritmo que me apeteciera… Sin embargo, que aumentara la respuesta de los lectores y lectoras supondría un importante estímulo para intentar mantener la periodicidad semanal. A aquellos que me seguís regularmente os pido por favor que comentéis, que me digáis algo de vez en cuando; total, después de leer mil quinientas palabras escribir dos líneas no os costará nada, y para mí conocer vuestras opiniones y saber si os ha gustado significa mucho… Un blog se alimenta de comentarios, y si no los recibe se muere de hambre. Escribimos para saber que no estamos solos.



lunes, 20 de julio de 2015

Postales desde Londres


Estos últimos veranos me he dedicado a visitar las grandes capitales europeas, repletas de Historia y de retales de Belleza, a razón de una por año, de lo cual os hice partícipes en el blog enseñándoos mis fotos de Roma y de París. Me he dado cuenta de que llevaba mucho tiempo sin continuar esta serie de entradas, así que, para celebrar que hace unos días se ha tumbado en el Parlamento Europeo una propuesta para restringir el uso en la Red de imágenes de monumentos, aquí tenéis una selección de mis mejores fotografías tomadas en Londres, una ciudad llena de hermosos edificios históricos y otros lugares de interés.

Para que estas entradas tengan un poco más de contenido, incluyo siempre enlaces en los títulos de las imágenes: en el caso de Roma llevaban a la explicación de la historia de los correspondientes lugares, y en el de París, a fragmentos de películas relacionados con ellos. En esta ocasión, los enlaces son a canciones de artistas o grupos británicos relacionadas (algunas de forma muy clara, otras de manera más difusa) con lo retratado. Pues nada, espero que disfrutéis de las canciones y de las fotos (tomadas algunas en días soleados, otras en días nublados).