lunes, 16 de septiembre de 2013

No Pierdas Detalle

Hace tiempo, en una de las entradas más visitadas del blog, estuve hablando de los complementos que algunas mujeres se añaden sin necesidad para parecer más hermosas, y comenté de pasada que las gafas son un ejemplo del caso contrario: hay muchas mujeres (y también hombres) que no se las ponen cuando en realidad les hacen bastante falta. Os prometí que le dedicaríamos a este tema una entrada aparte, y aquí la tenéis. Hay muchos filmes que utilizan este tipo de situaciones como recurso humorístico: me viene a la memoria por ejemplo Cómo Casarse con un Millonario, que, aun pareciéndome en general una película bastante tonta, tiene varios momentos realmente cómicos gracias al personaje de Pola, interpretado por una joven Marilyn Monroe, que es miope y se avergüenza de necesitar gafas, quitándoselas en cuanto aparece algún hombre. Me asombró al verla lo bien que la Monroe resolvía las escenas de comedia física, lo graciosa que estaba imitando las reacciones de un miope sin gafas. Posteriormente me he enterado de que en la vida real Marilyn también era corta de vista, así que posiblemente ni siquiera le hacía falta fingir mucho en esas escenas… Lamentablemente, cuando se trata de cosas como ésta, a veces la realidad supera a la ficción.
Os asombraríais si supierais la cantidad de gente que va por ahí perdiéndose los pequeños detalles, ésos que le aportan un aliciente extra a la Vida, sólo por aparentar que no necesitan gafas. Yo mismo recuerdo, aunque no diré nombres, al menos cinco o seis casos entre mis amigos y conocidos. Es una lástima que tantas personas, por falta de confianza en su propio aspecto o por simple falta de curiosidad hacia lo que les rodea, elijan verlo todo borroso. Incluso en el caso de que alguien pueda desenvolverse razonablemente bien en el día a día sin ponerse sus gafas y crea que sólo las necesita para consultar la cuenta en los restaurantes, habrá otras muchas pinceladas de Belleza a su alrededor que le estarán pasando inadvertidas continuamente. Si ya la dinámica imperante hoy día, basada en las prisas, los resultados a corto plazo y la simplificación arbitraria de las cosas, hace que mucha gente tenga la mente cerrada a estos detalles cotidianos, el no ver correctamente (con los ojos) imposibilita física, y por tanto totalmente, el acceso a todo este nivel adicional de Belleza que nos rodea de forma discreta.
 
 
Además, decisiones de este tipo difícilmente se comprenden teniendo en cuenta que hoy en día se pueden elegir cristales de alto índice de refracción que hacen las lentes más delgadas y estéticas, tratamientos antireflejantes que dejan ver mejor los ojos y monturas elegantes y armónicas para cualquier tipo de rostro: alargado, redondeado, grande, pequeño… Es verdad que las lentes de contacto son, hoy por hoy, una alternativa para los que necesitan corregirse la vista y no quieren que los demás lo noten, pero incluso en este caso es necesario combinarlas con unas gafas para respetar el número máximo de horas que deben llevarse las lentillas cada día, algo que muchos y muchas se saltan a la torera continuamente, con el consiguiente deterioro a largo plazo de su salud ocular por la erosión y escasa oxigenación corneal. En resumen: a la larga las lentillas son peores que las gafas, pero reconozco que llevarlas al menos es mejor que nada. Le habrían venido muy bien por ejemplo a Ed Exley, el personaje de Guy Pearce en L.A. Confidential, al que hasta sus superiores le decían que un policía no lleva gafas; aconsejarle esto a un hombre que tiene que disparar un arma en su trabajo me parece el colmo de la irresponsabilidad, y estoy seguro de que en este aspecto ha acabado por imponerse el sentido común y ya no se dan casos similares.
Aunque en los ejemplos que conozco de primera mano no hay vidas en juego por el hecho de no corregir una o dos dioptrías, sigo sin entender que haya quienes prefieran tener este problema pero que no se note a dejar que se sepa que han solucionado el problema. A estas alturas deberíamos habernos dado cuenta ya de que nadie es perfecto, de que las cosas nunca son como en las películas (al menos las películas que no hablan de gafas), donde todo el mundo tiene una visión del 100% y además es inteligente, alto, guapo, rubio y de ojos azules… Por mucho que queramos disimular ante nuestros conocidos o nuestros posibles ligues, más tarde o más temprano se dará una situación en la que quedará de manifiesto que no vemos tres en un burro, así que ¿a quién pretendemos engañar? Me asombra este empecinamiento de algunos en negar la realidad, clara muestra de falta de madurez. Las personas que están más pendientes de lo que los demás piensen de ellas que de sacarle todo el jugo a la Vida, como ya hemos comentado en otras ocasiones, han perdido el rumbo.
 
 
Me acuerdo ahora mismo del caso extremo de John Lennon, que incluso teniendo diez dioptrías de miopía, de joven se quitaba siempre las gafas, quedándose prácticamente ciego, para salir en las fotos o tocar en los conciertos. Por fortuna, con el paso del tiempo el malogrado músico puso en orden sus ideas, aprendió a aceptarse tal y como era y se acostumbró a llevar siempre las gafas, sin preocuparse por lo que pensaran los demás… Hasta creó un estilo propio, el de cristales pequeños y redondos, que desde entonces lleva su nombre. Hablando de tipos con estilo, otro que realmente me alucina es Berto Romero, que usa monturas de pasta sin cristales sencillamente porque le da la gana…
Pero hablemos un poco de mí. Al igual que Berto, he sido bendecido con una nariz bastante importante, una nariz con personalidad (a juego con el propietario). Precisamente por esta razón me sienta bien llevar gafas: me disimulan la napia y me armonizan los rasgos de la cara, y además, como son de hipermetropía, me hacen los ojos un poco más grandes (y más arrebatadores aún, si cabe). De todos modos, no las llevo por todo esto, sino porque realmente las necesito para ver bien; y la verdad es que no me puedo quejar, porque tengo una agudeza visual excelente (del 200%, la última línea de la imagen de arriba) con ellas puestas, lo cual significa que, aunque la curvatura de mis córneas no sea la apropiada para el tamaño de mis ojos, las células receptoras de mis retinas y mis conexiones hacia el córtex visual están en perfecto estado. El caso es que después de muchos años de usarlas (las gafas, no las retinas) me siento muy cómodo con ellas y sólo me las quito para dormir, para ducharme, cuando me baño en la playa, y en esos momentos en los que la vista queda relegada a un segundo plano y se centra toda la atención en otros sentidos (ya me entendéis).
 
 
De paso que mencionamos las relaciones íntimas, permitidme que acabe la entrada de hoy explicando qué es lo que más me indigna en cuanto al tema de las gafas. Sólo hay algo peor que dejarse llevar por estúpidos prejuicios (para perjuicio propio), y es fomentarlos en los demás (para perjuicio ajeno); por lo tanto me parece prehistórica, ridícula y detestable la actitud de los que animan a otra persona (normalmente su pareja, o su pareja potencial) a quitarse las gafas para resultar más atractiva, como si pensaran que la mera presencia de este complemento en su cara la convierte en alguien completamente distinto, alguien aborrecible. Son estos egoístas, que anteponen sus ideas preconcebidas al bienestar de la persona (supuestamente) amada, los que en realidad están ciegos, y se merecen todos ellos una respuesta tan aguda y tan cortante como la del personaje de Kate Winslet en Enigma… En un momento dado de la película le comentan: “¿Sabes una cosa? Sin las gafas mejoras bastante.” A lo que ella responde: “¿Sabes? Tú también mejoras cuando me las quito.”
En resumen, creo que ha quedado claro que lo importante no es cómo te ven, sino cómo ves tú… Personalmente, no creo que una mujer con gafas tenga que quitárselas para ser sexy; querer ver bien, no querer perderse ni un ápice de Verdad o de Belleza de este Mundo maravilloso que nos rodea, me parece la opción más inteligente. Y que no os quepa la menor duda: la inteligencia es sexy.

3 comentarios:

Hope dijo...

Estoy de acuerdo contigo, a pesar de sentirme merecidamente aludida.
Tengo que decir en defensa de los que deberían y no llevan gafas, que no siempre es el factor estético el que te desanima a llevarlas. En mi caso aunque la mona se vista de seda, mona se queda ;)
Lo que quiero decir es que a veces son otros los motivos. A mí personalmente me cuesta mucho acostumbrarme a llevarlas de continuo, pasa mucho tiempo hasta que me acostumbro a no pensar que las llevo puestas, y dejan de resultarme molestas, en verano al sudar te resbalan, o te pesan y te hacen daño en la nariz... Conseguí acostumbrarme pero un mal cambio de montura que me molestaba mucho hizo que volviera a las andadas del "quita y pon". Pero tienes toda la razón, si me acostumbre una vez puedo volver a hacerlo, prometo visitar pronto una óptica, actualizármelas y ponérmelas;)

Hope dijo...

corrección: acostumbré :)

Kalonauta dijo...


A mí también me ha pasado un par de veces lo que comentas, cuando me he hecho una montura nueva o cuando me he pegado un golpe y se me han deformado un poco las varillas. Si las gafas no están bien ajustadas en la nariz y en las orejas, pueden llegar a ser muy molestas.

Mis consejos son: en primer lugar, ten un poco de paciencia si las gafas son nuevas, y espérate unos pocos días hasta ver si tu cara se acostumbra a ellas. No te hagas tú misma los retoques si te siguen molestando: ve a la óptica donde te las hiciste, que allí te harán los ajustes mejor (y completamente gratis, por supuesto). Si en verano se te caen con el sudor, tal vez habría que cerrar un poco la curva de las varillas por detrás de las orejas, para que te agarren mejor (pero sin pasarse, claro).

Dicho esto, es verdad que hasta que te acostumbras puede resultar molesto, no sólo por la montura sino porque si se te desalinean las lentes o si la graduación es nueva (sobre todo si es alta) se pueden experimentar mareos (¿A que hablo como un profesional de la materia?). Por eso intento que mis gafas no las toque nadie más que yo, y afortunadamente hace años que no tengo ningún problema con ellas: no sólo no me molestan, sino que puedo dar con ellas puestas un triple salto mortal con tirabuzón, que no se me caerán, no te preocupes...

Aunque el proceso de adaptación puede ser largo y engorroso, te aseguro que al final vale la pena ver bien en todo momento. Desde luego que te animo a que te hagas esa revisión... y yo que lo vea, por supuesto.

¡Besetes!